martes, 31 de octubre de 2006

DEMAGOGIA REPUBLICANA


SI DE CUBA y votos se trata, la falta de vergüenza de los candidatos políticos republicanos ha establecido algunos récords difíciles de superar. No se trata de defender a los demócratas, porque no están libres de culpa, pero en la demagogia anticastrista nadie supera al partido de Ronald Reagan, un señor que intentó un acercamiento con el régimen de La Habana, a través de los diálogos de Alexander Haig y Vernon Walters con enviados cubanos, negó la entrada a esta nación a miles de cubanos que esperaban en terceros países, mantuvo a más de tres mil refugiados llegados por el Mariel en cárceles norteamericanas, permitió la visita de funcionarios castristas y devolvió a Cuba un infeliz que intentó emigrar a estas tierras y terminó en la Isla condenado a nueve años de prisión.
Basta que alguien en Miami mencione a Reagan para que lluevan los elogios, pero su actuación presidencial no se diferencia de otros presidente anteriores, demócratas y republicanos. El mito de los republicanos anticastristas es sólo un recurso electoral, que aún sigue conquistando a ingenuos.
Si he mencionado a Reagan no es por un interés especial en volver sobre la memoria de un presidente norteamericano, sino simplemente como ejemplo del recurso repetitivo —pero siempre eficaz— utilizado por los republicanos: acusar a los demócratas de favorecer al régimen de La Habana cuando en realidad los gobiernos demócratas han beneficiado más a este exilio con sus medidas para al final sólo recibir a cambio reproches y críticas: miles de llegados a estas costas gracias al puente marítimo Mariel-Cayo Hueso y cientos de balseros de la crisis de los años noventa todavía estarían en Cuba y no serían ciudadanos norteamericanos si en esos años el inquilino de la Casa Blanca hubiera sido un republicano. Tienen todo su derecho a votar ahora —convertidos en ciudadanos norteamericanos— por quien les venga en gana. También vale la pena recordarles su falta de gratitud.
La lid para el puesto de gobernador en la Florida ha entrado en su fase final con un virtual empate. Hasta ahora, el tema cubano no ha tenido gran importancia en la contienda, pero cuando cualquier argumento es bueno para tratar de anotarse un punto sobre el contrario —algo que por otra parte hacen los miembros de cualquier partido político en este país y en cualquiera— el voto cubano ha vuelto a cobrar particular importancia: el republicano Charlie Crist acusa a su rival demócrata Jim Davis de ir a Cuba.
El ataque contra Davis ha sido protagonizado por el senador Mel Martínez, quien en mensajes televisivos en favor del candidato republicano dice que el congresista demócrata realizó un viaje a Cuba en el que se reunión con “oficiales castristas” y que ha usado su “puesto en el Congreso para oponerse a las sanciones al régimen de La Habana”.
Además del mal uso del español —donde Martínez dice “oficiales” hay que entender “funcionarios”: el político no se reunió con militares sino con personeros del régimen—, el senador simplemente está tratando de sacar un provecho electoral lanzando su ataque a una práctica común entre legisladores norteamericanos, ya sean demócratas o republicanos. Por otra parte, el cargo de gobernador de la Florida no determina las políticas nacionales hacia el régimen de La Habana.

Desde una óptica favorable al exilio más intransigente de Miami —que no es la del creador de este blog—, el senador Martínez no es precisamente un ejemplo de una postura “vertical anticastrista”. Fue él quien, tras el traspaso temporal de poder de Fidel Castro a su hermano Raúl, vino a esta ciudad y planteó que había que esperar por el desarrollo de los acontecimientos en la Isla. Actuó más como un portavoz de la actual administración que como un senador que representa a los electores de la Florida.
Los votantes cubanoamericanos deben elegir al próximo gobernador —sea republicano o demócrata— en base a su historial y puntos de vista respecto a los problemas estatales, no en función de una supuesta actitud hacia el régimen de La Habana. Por otra parte, cualquiera de los dos políticos electo no tendrá una influencia decisiva en la política nacional. ¿Cuántos gobernadores que viajan a Cuba han logrado cambio alguno en las leyes vigentes al respecto?
Si resulta singular —para cualquiera que viva fuera del sur de la Florida, y especialmente alejado de Miami—, el hecho de la inclusión del tema cubano en una contienda estatal, la manipulación del asunto se hace evidente al constatar que la posición de Davis al respecto no difiere sustancialmente de la de los políticos republicanos.
“El congresista demócrata de Tampa ha respaldado con su voto el mantenimiento del embargo, y la financiación de Radio y TV Martí, recordó Joe García, vicepresidente de la Nueva Red Demócrata”, según aparece publicado en un artículo de El Nuevo Herald.
Sobre su viaje a Cuba en el 2003 junto al congresista republicano Jim Kolbe de Arizona, García explicó que Davis se reunió antes de partir con la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), los Municipios de Cuba en el Exilio y Silvia Iriondo de la organización MAR por Cuba, explica el reportero Joaquín Utset en el artículo mencionado.
A su llegada a la isla, mantuvo un encuentro con el opositor Oswaldo Payá en su casa y trató infructuosamente de reunirse con el doctor Oscar Elías Biscet, según relató Davis entonces en una información sobre su viaje publicada en The Miami Herald.
Además de con opositores, Davis se encontró con el presidente del parlamento cubano, Ricardo Alarcón. Davis dijo en el artículo que le instó a liberar a los presos políticos y democratizar el régimen.
Los viajes a la Isla y los encuentros con Alarcón son comunes entre legisladores y funcionarios norteamericanos.
En enero de 1998, cuando el papa Juan Pablo II visitó Cuba, Caleb McCarry, actual coordinador del Departamento de Estado para una transición democrática en Cuba, viajó a la Isla junto a Marc Thiessen y Roger Noriega —asesores del senador republicano por Carolina del Norte, Jesse Helms, y miembros del personal del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Entre el 21 y el 31 de ese mes se entrevistaron con disidentes y también con Alarcón.

CONSPIRACION ANTICASTRISTA


HAY UN AFAN sin tregua por destruir la imagen de Fidel Castro. Y el esfuerzo lo llevan a cabo sus seguidores más estrechos, no la CIA y el Departamento de Estado. ¿Qué otra explicación cabe tras ver ese video donde se muestra tal deterioro, no sólo físico sino mental del gobernante cubano?
Hay una impresión de abandono en Castro, que no logran disipar las declaraciones lacayunas, los comentarios de la prensa ni los disparates del mandatario venezolano Hugo Chávez. Si tras el poder está la soledad, para un hombre que por tantos años ha mantenido un control férreo del país sólo cabe la soledad total. Para nadie —ni para él mismo, salvo en los momentos menos felices— cuenta como ser humano. El resto es miedo, odio y un rencor alimentado con intensidad y en silencio. En estos momentos, quienes le están pasando la cuenta al tirano no son los exiliados de Miami sino los seguidores de siempre, los supuestos incondicionales que lo ven débil pero al mismo tiempo poderoso: quieren que acabe de desaparecer, aunque al mismo tiempo saben que un mundo sin él no les llegará libre de dificultades.
Para el funcionario medio, el oficial de baja graduación o el simple militante de base, el espectáculo de ver en la pantalla a un anciano torpe y senil, apenas capaz de caminar un poco y dispuesto al ridículo debe haber resultado desolador, si es que todavía guardaba algún sentimiento de orgullo por el gobernante.
Si los videos e imágenes anteriores daban un margen a la esperanza de una recuperación paulatina, este último echa por tierra cualquier posibilidad de un regreso al control del gobierno. Tras más de 40 días, sólo tenemos ante nosotros a un ser humano extraviado, que se aferra o lo aferran al poder porque no puede existir sin él.
A eso ha quedado reducido Castro, a una persona que despertaría compasión si no se conociera su historial. Su figura, gestos y palabras recuerdan a los ancianos de los pueblos de provincia que producían tanto lástima como burla.
Sólo que en este caso no hay un mínimo de compasión, una decisión de gobierno que establezca un retiro comprensible, un hijo o hermano que le evite lo grotesco.
Para la supervivencia del proyecto iniciado por él un primero de enero, siempre ha resultado imprescindible la imagen del héroe astuto y temido, el combatiente revolucionario que ahora ha tenido que abandonar el uniforme de campaña. Pero en la medida que esta imagen se convierte en pasado, se hace imprescindible sustituirla no por otro caudillo semejante, sino por otra autoridad, que en lo adelante no se centrará exclusivamente en un individuo: la famosa sucesión colegiada que parece mostrar algunas grietas.
Mientras más avance esta destrucción de la imagen de Fidel Castro, más se impone la sucesión de Raúl Castro; el hermano menor no como sustituto del líder, más bien el vehículo que permite el mando compartido, sólo que los elegidos por el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias no tienen que coincidir con los escogidos por el Comandante en Jefe, y al final todo se concreta en una división de poderes que no es muy distinta a un reparto de poder: el comandante convertido en monigote: el espantapájaros al que todo el mismo quiere arrancarle un poco de paja.
Foto: EFE/Alejandro Ernesto

lunes, 30 de octubre de 2006

DEBIL Y EN APUROS


QUE LA HABANA se halla visto obligada a presentar un nuevo video evidencia una debilidad del régimen. No fue posible detener la fuerza del rumor, salvo con la aparición del mandatario ante la cámara de video. También señala que aunque se ha producido una cierta mejoría, la supuesta recuperación es muy lenta. Es ahora difícil afirmar que dentro de poco más de un mes, el 2 de diciembre, Castro regrese al gobierno. Lo más probable es que se mantenga el mando por teléfono y mensajeros.
En este panorama lleno de conjeturas, el último video no sólo ha vuelto a mostrar la fragilidad de Castro, sino también la de su hermano. Las causas pueden ser muy diversas —desde la supuesta lucha por el poder que se lleva a cabo hasta los límites que el propio Fidel puede estar imponiendo—, pero lo cierto es que el poder de Raúl no tiene aún la legitimidad, desde el punto de vista operativo, que siempre ha disfrutado Fidel Castro. La palabra del ministro de las Fuerzas Armadas no fue suficiente para controlar la situación de rumores crecientes.
El gobierno bajo el mando de Raúl viene desarrollando una estrategia en dos campos, que hasta ahora parecía iba a resultarle exitosa. Por una parte ha estado enviando señales muy claras sobre los objetivos a lograr en los próximos meses: incremento de la disciplina, lucha contra la corrupción, aumento de los vínculos comerciales internacionales. Por la otra, mensajes imprecisos sobre la salud del gobernante. En éstos se especifica que la recuperación avanzaba, pero sin aventurar una posible vuelta al mando.
Estas declaraciones que en ocasiones han resultado contradictorias parecen obedecer a un objetivo político muy bien definida: mantener viva la presencia de Fidel, mientras al mismo tiempo se dilata su ausencia, y mientras tanto se deja en claro la nueva línea de gobierno.
Pero las circunstancias que han rodeado la aparición de este nuevo video muestran que la estabilidad y tranquilidad dentro de Cuba es hasta cierto punto aparente, y que la presencia de Fidel Castro sigue jugando un papel clave, lo que abre otra vez las interrogantes sobre el futuro.
Foto: AP/Javier Galeano

ESE HOMBRE


LO UNICO QUE puede afirmarse tras ver las imágenes del último video de Fidel Castro es que el gobernante está vivo. De vez en cuando, el régimen cubano presenta a un hombre claramente enfermo, que se presenta en bata y pijama o con una ropa deportiva que resalta su invalidez y siempre con pantuflas, Este señor habla algunas palabras sin importancia y muestra un periódico para dejar constancia de la actualidad de la grabación. Sucede que ese hombre es más que el mandatario de una isla caribeña: durante décadas ha ejercido un poder totalitario y ha estado detrás de la mayoría de los acontecimientos importantes de la segunda mitad del siglo pasado, decidiendo desde el envío de tropas a Africa hasta los sabores de los helados. Y ahora no puede librarse de esa cara de asombro, mirada abstraída y gesto de espanto ante la presencia de la muerte.
Foto: EFE/Alejandro Ernesto

domingo, 29 de octubre de 2006

NUEVAS IMAGENES DE CASTRO POR LA TELEVISION CUBANA

LA TELEVISION CUBANA ofreció nuevas imágenes del gobernante Fidel Castro, tras una ausencia de más de 40 días. Castro luce delgado y aparece vestido con el uniforme que usan los deportistas cubanos en eventos internacionales y con zapatillas oscuras. Da algunos pasos y sentado lee la prensa del día.
Según la transcripción del diario Granma, el mandatario dice que le complace enviar este “pequeño material fílmico, aunque insistiendo —vengo diciéndolo hace rato— que la recuperación sería prolongada y no exenta de riesgos; pero en realidad voy evolucionando tal y como estaba previsto”.
Castro agrega: “Y otra cosa: participo en muchas cosas. Observo las principales noticias por la televisión. Ahí mismo tengo uno. También participo en muchas de las decisiones más importantes con los compañeros de la Dirección del Partido y del Gobierno. Hago todo lo posible por apoyar a los compañeros, ser útil, y me siento satisfecho”.
En el video el mandatario también se refiere a su utilización del teléfono, algo que anteriormente habían señalado el gobernante en funciones, Raúl Castro, y otros altos funcionarios cubanos. “Este es uno de los teléfonos con los que me comunico y hago un número de llamadas todos los días”, dice Castro.
La filmación fue televisada en el espacio la Mesa Redonda, y transmitida ayer sábado por los principales canales de la Isla.

LITERATURA HABANERA


TRAS CASI CINCUENTA años de proceso revolucionario, la capital cubana representa la más tenaz resistencia a la transformación que por otra parte ha vivido todo el país.
La Habana permanece como una referencia a una época desaparecida para siempre y al mismo tiempo es el centro político de las decisiones futuras.
A la vez que han resultado inútiles los intentos de humillarla, reducir su valor como centro cultural y político de la Isla y llevar a cabo una venganza iniciada el primero de enero de 1959 de disminuir su importancia, tampoco puede hablarse de un avance de la ciudad, que permita hablar hoy de una Habana distinta a la que existía cuando las tropas campesinas entraron a la ciudad dispuestas a convertir al sitio en sus cuarteles de invierno o de verano, campamento de descanso y entrenamiento guerrillero, cantera desde la cual estudiantes, soldados y profesionales revolucionarios saldrían para llevar los ideales fidelistas al resto de la nación y el mundo.
A lo largo de los años, La Habana ha admitido —con renuencia y entusiasmo— a guajiros analfabetos y toscos, jóvenes campesinas que llegaron para aprender corte y costura y no quisieron volver a sus pueblos de origen, técnicos y funcionarios soviéticos y de los países socialistas, idealistas de cualquier parte del mundo, turistas en busca de la experiencia revolucionaria o simples fornicadores, aventureros y estafadores, becados de los remotos confines y año tras año y hasta el momento a los aspirantes a policía y represores: individuos que a cambio de un techo colectivo y una comida mejor están dispuestos a romperle la cabeza a cualquiera, especialmente a quienes lo desprecian y no los entienden.
Durante todo ese tiempo, la revolución ha sido incapaz de crear una arquitectura en que fundamentar su permanencia. Los pocos edificios que pueden asociarse con el presente —o a estas alturas con el pasado— revolucionario han sido víctimas de una apropiación que los desvirtúa del objetivo original: es imposible hablar de la heladería Coppelia sin asociarla a los homosexuales, las viviendas hechas por las microbrigadas apenas una mención al deterioro de las edificaciones, la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (CUJAE) un proyecto a medias, el Instituto Superior de Arte (ISA) un recinto sospechoso de creadores disidentes, el Parque Lenin sólo una referencia, mencionada al señalar el refugio temporal del escritor Reinaldo Arenas y un Centro de Convenciones que ha servido para reuniones que al final han tenido poca trascendía internacional. Lo demás es una reconstrucción del centro histórico de la ciudad colonial que sólo sirve de fachada turística.
El verdadero centro de poder del país se limita a la Plaza de Revolución, un conjunto de edificios fascistoides llevado a cabo por el dictador Fulgencio Batista del que se apropió Fidel Castro y adaptó a sus fines de supervivencia.
Definido entre la ausencia y el deterioro, el actual conjunto arquitectónico capitalino postrevolucinario obliga a los escritores cubanos a una evocación basada en afinidades literarias (Abilio Estévez), un discurso sobre las ruinas (José Antonio Ponte) y una descripción del deterioro (Leonardo Padura), sin la existencia en la actualidad de una obra narrativa que permita constituirse en paradigma de una época, de forma similar a La Habana presente en los textos de Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Cabrera Infante. Una capital que, a los ojos del mundo, permanece en la esfera literaria más imaginada en el pasado que en el presente.
Tantas décadas con un cuerpo narrativo centrado fundamentalmente en acontecimientos y personajes —y con un paisaje urbano donde lo nuevo es el envejecimiento urbano— conlleva a que el marco referencial más inmediato y panorámico continúe siendo la literatura escrita treinta, cuarenta o cincuenta años atrás. Un hecho acentuado por los años de una épica revolucionaria centrada en lo rural y el interés de varios escritores en crear —con mayor o menor fortuna— una narrativa histórica.
Si bien la falta de un desarrollo urbano avanzado tras el primero de enero de 1959 ha cumplido —como un objetivo secundario— una función de preservación, ello ha contribuido también para que en la imaginación literaria, especialmente para los exiliados y extranjeros, La Habana continúe gravitando sobre los pilares edificados por Carpentier, Lezama y Cabrera Infante. Este panorama podrá servir de punto de partida y sólo será superado en una fecha imprecisa: cuando la ciudad comience una transformación acelerada, que de momento apenas es posible imaginar.
Foto: AP/Javier Galeano

CABRERA INFANTE Y WALTER BENJAMIN


DESDE LA PUBLICACION de mi comentario en que señalaba que los escritores Rafael Rojas y José Antonio Ponte se habían referido a la ilusión frustrada de Walter Benjamin de viajar a La Habana, y a otro posterior en que señalaba una sugerencia de Eduardo González, profesor de la Universidad Johns Hopkins, quien vinculaba mi texto y los de ambos escritores a la obsesión paródica pero medular que Cabrera Infante sentía por Trotsky, me interesó encontrar alguna referencia del autor de Tres Tristes Tigres que lo vinculara a la obra de Benjamin.
Acabo de encontrar ese nexo en el prólogo que el escritor exiliado cubano escribió al libro del académico Kenneth E. Hall, de la Universidad de North Dakota: Guillermo Cabrera Infante and the Cinema.
Dice Cabrera Infante: “TTT y La Habana [para un Infante difunto] son simplemente mis esfuerzos no por recrear las leyendas sobre una ciudad, sino por crear la ciudad. Quise hacer respecto a La Habana lo que Baudelaire hizo por París. O más bien lo que Walter Benjamin dijo que Baudelaire hizo por París”.
Foto: AP/Javier Galeano

LA VIE EN ROSE (I)


DOS LUCES, ENCENDIDAS como una señal. Es el comienzo. Pero a nadie parece importarle. Porque los que están aquí iniciaron la noche uno o dos días antes. Y si son afortunados esta tarde, hace apenas media hora o quince minutos.
El negro de cara redonda camina hacia al fondo, donde hay un piano. Aunque no se debe hablar de distancias en este sótano. Una baranda baja separa al bar de las mesas en las que se sirve la cena. Las mesas tienen manteles, candelabros y una vajilla que ya no hay en las tiendas. Se entra al lugar a partir de las siete de la noche, cuando ya el sol y el mar que rodean a la ciudad repiten una imagen que luego —cuando no está— no es posible describir y entonces uno sólo trata de proteger en la memoria. Se baja al sótano y se empieza a olvidar. Lo que se pierde primero es la claridad de la calle, si es en los meses en que el sol dura más tiempo. Después se llega casi a borrar la isla. Las puertas se abren a las siete y ambas luces se encienden a una hora fija, a las ocho de la noche.
Vuelve a asombrarle que la ropa se acomode con elegancia a ese cuerpo ancho y de baja estatura. Minutos antes ha escuchado la frase repetida al igual que las canciones. “Soy negro, comunista y babalao”. La ha podido oír porque el hombre conversaba cerca de donde él se sentó, en la segunda de las dos curvas que limitan la barra. La que termina al otro extremo pasa cerca de la entrada y acaba junto a la caja contadora. Esta otra bordea la puerta del baño de los hombres. Aquí el bar se abre para acomodar tres mesas. Dos son pequeñas y permiten un par de sillas. La otra es un pullman. Sabe que en los restaurantes de La Habana llaman así a la que tiene asientos alargados y fijos en ambos lados —en este caso forrados de un vinyl verde oscuro— donde se acomodan con facilidad cuatro personas. Hay en el nombre una referencia al coche de ferrocarril y a un estilo de viaje que le es ajena —porque escapa a sus años— aunque forma parte del lugar y de la forma de vida que llevaban aquéllos para los que éste fue creado. Falta un sorbo en la copa de Manzanilla Pochola. Lo único que toma el que ha oído hablar. Un trago que éste acepta sólo de sus amigos y en contadas ocasiones. Un dato que él ha incorporado a su conocimiento de la vida nocturna de la ciudad que ahora se aprecia de conocer. Pero no piensa en la ciudad mientras su mirada persigue al que camina. Sólo disfruta el estar allí y el poder hablar con la mayoría de los que le rodean. Y el saber además lo que toman. Como en el caso de la Manzanilla Pochola. Una bebida que a finales de la década de los sesenta disfrutaban pocos en Cuba. Algunos más sabían de su existencia, pero de éstos siempre había que descontar a los que la confundían con un cocimiento, cuando en realidad es un jerez pálido y aromático. Escucha aceptar la invitación de Barretico y Merceditas y la respuesta del que camina. “Vuelvo enseguida, voy a tocar algo antes de comer”. Sigue a la cara risueña ir con parsimonia hacia el piano. Mira al piano —que todavía no es memoria— y al cantante y pianista hacer una reverencia.
Se repetía todas las noches. Saludar a unos y mirar altanero a otros. Salir del restaurante y solitario caminar varias cuadras hasta la parada de la ruta 27. Un ómnibus que en una dirección y casi al final del viaje lo dejaba en su apartamento cerca del zoológico y en la otra terminaba el recorrido donde se toma la lancha que cruza la bahía. Los dos finales encerraban la vida del cantante. El salto del hogar donde había nacido, al otro lado, en el pueblo de Guanabacoa, a la capital donde era conocido e ignorado. Y aunque al llegar a otros sitios y países lo primero que hacía era proclamar que allí se sentía como en su casa, ninguno como este restaurante. Entre cuyas mesas caminaba como un rey y donde a la vez era una figura extraña. Víctima de las burlas y los desaires de un público que no siempre era el suyo. Clientes ávidos a los que las horas de espera agotaban el interés por cualquier cosa que no fuera un plato de comida; que no entendían ni querían comprender los sentimentalismos exagerados y las muecas que mezclaban la caricatura, lo grotesco y lo cómico en un arte único.
Mira y por un instante —aquél que anticipa ver bajar un dedo, otro, dos a la vez; antes de observar la mano revolotear sobre el teclado y casi palpar al instrumento, que ya siente la presión del pie en uno de los pedales— y piensa que músico y piano pueden formar un conjunto único, una sola pieza, similar a la estatua de un general y su caballo. Era ese el momento —cuando la cara y la figura de quien había caminado hacia las luces reflejaban lo que iba a comenzar— que él trataba de detener, inmovilizar como si se tratara de la escena cinematográfica en una moviola, para sin poder decir palabra, “bueno, ahora comienza el espectáculo”, fundirse con la imagen: la película muda del negro a punto de reír y llorar, de desplegar un abanico de muecas con sus hombros, manos y cara. Una y otra vez, cada vez que se repetía ese instante único, volvía a estar seguro que todos (los poetas, los críticos, los músicos y el cantante) estaban equivocados: que no se trataba de un artista famoso por su forma singular de interpretar un repertorio limitado y sí de un actor de la era silente, cuyo papel era llegar, caminar con lentitud estudiada, sonreír, sentarse, gesticular y acariciar y golpear un piano sin sonido.
Y es entonces que el instante estalla en mil pedazos. Desciende la mano derecha que anticipa la melodía. Se suelta la izquierda en las teclas de un extremo. Un pie insinúa el ritmo mientras el otro presiona el pedal y todo lo invade la voz áspera y cálida y áspera de nuevo, por momentos ronca y gutural, que salta sobre las palabras “No puedo ser feliz, no te puedo olvidar” y desfigura los significados con sus inflexiones y su brusquedad estudiada, para crear un lenguaje virgen y espontáneo —aunque concebido con un refinamiento que atenta contra toda normalidad—, arrojado en medio de susurros y gritos de llanto y alegría, purificado ante los presentes, que él no sabe cómo no se desmayan ante el prodigio.
Lo ve llegar.
Una casualidad, porque nunca miraba hacia la entrada.
Un negro que viene a comer con su madre negra y su familia negra.
El portero que le pregunta al negro si tiene turno.
El negro que responde con una sonrisa amplia.
La sonrisa quiere ser amistosa pero no es una súplica ni un ruego.
Un negro sin turno para el portero, que comienza a cerrar la puerta. El comandante de la revolución —ahora, por una noche sin el característico uniforme verde oliva— para él, que lo ve desde la barra.
El dirigente que llega sin anuncio previo, que se queda callado y sonriente, a la espera de la salida inevitable. Que no apura con un gesto o un nombre. Quizá porque está con su madre y un minuto de anonimato no bastan para disgustarlo.
El portero acostumbrado a equivocar su oficio, que piensa que su labor es cerrar puertas y no abrirlas.
El, que apenas puede anticipar la cara de espanto antes de la carrera del maître.
El maître que empuja al portero, abre de par en par la puerta y saluda al comandante. “Buenas noches comandante Almeida. Gusto de tenerlo por aquí comandante. Hace tiempo no lo veíamos. Sí, claro, un compañero tan ocupado como usted. Pero pase, por favor comandante.”
El comandante que finalmente encuentra a alguien que le devuelva la sonrisa.
El escolta que mira con disgusto y no sonríe. Molesto y esquivo ante el maître, quien acaba de adelantársele cuando estaba a punto de echar a un lado al portero.
El portero —ahora más blanco que nunca— asustado por su error, que se inclina ante el visitante y lucha en un gesto inútil por abrir la puerta abierta. Sin saber dónde ponerse porque ya un militar se ha adueñado de la entrada y otro atraviesa el salón y abre brusco la puerta de la cocina, para vigilar a quienes van a preparar la cena del dirigente y su familia.
El camarero que tiene que ayudar a su compañero para que no se le caiga la bandeja cargada de platos, porque el escolta entra en la cocina por la puerta equivocada.
Photo: EFE/Alejandro Ernesto

LA VIE EN ROSE (II)


¿ERA GRACIAS AL héroe revolucionario? Famoso en 1959 no por sus méritos y su valentía indudable y sí por una canción a la Virgen de Guadalupe. “Ya me voy de tu tierra, mejicana bonita, bondadosa y gentil”. Una tonada cursi que desde hace años no escucha, pero que siempre asocia con su madre. Ella la confundió con una definición inequívoca. “Un hombre que escribe eso no puede ser comunista”. Y es el recuerdo de su infancia lo que hace que siga observando la figura del hombre que aún continúa en la puerta hablando con maître, sonriente hasta con el portero que hace poco le cerraba la puerta. Un combatiente experto en aparentar siempre el ser nada peligroso —desde el inicio caótico y sangriento del proceso que cambiará al país por completo—, pese a desempeñar cargos que lo harán temible. Acostumbrado a presentarse como alguien que nunca intenta ir más allá de esa primera victoria musical. El triunfo de un compositor nada temerario y poco ambicioso. La imagen que le permite seguir silbando para que un arreglista y viejo militante comunista convierta el sonido “Dame un traguito ahora cantinerito, dame un traguito ahora que nadie mira” en una alianza doblemente provechosa. Para el que sabe sacarle partido a ese silbar, porque años después —al surgir el Ministerio de Cultura— será premiado, más que por su trayectoria artística por ser el arreglista del comandante. El verdadero creador de las composiciones musicales del otro, que logra por breves meses antes de morir ser el director nacional de música. También para el luchador interesado en demostrar —además de su talento melódico y su capacidad para silbar— que no ha perdido el humor. Pese a los años de intrigas y de lucha por el poder.
¿Fue por el autor musical o se debió al miembro del Buró Político del Partido? Sólo se sabe que esa noche, las dos o tres piezas prometidas se convirtieron en un largo recital.
No bastó con un par de canciones para salir del paso. Fue entonces que el negrito mensajero se escondió de su amo —de seguro un español que era dueño de almacenes o ingenios— para poder llevar el recado de la señorita atrevida al estudiante enamorado, mientras los puñales de los cuatro gitanos se hundían sobre el cuerpo del caballero, para luego huir furtivamente y Lope de Vega marchar al destierro, mientras la mujer se paseaba por el puente —¿el puente, cómo sería el puente?: lo imaginaba como en un cuadro de El Aduanero Rousseau y creía que ella debía tener la misma fragilidad y encanto de las demoiselles de Renoir; pero también algo de la crudeza y lozanía de las repasseaurses de Degas— y Mesie Julián, al que veía semejante a los negros pintados por Landaluze, regresaba al solar exigiendo con audacia un respeto negado por el cantante con un tono risueño. Una burla que era al mismo tiempo un desafío hacia quienes lo escuchaban y con la que cerraba siempre sus recitales. Para que no quedara duda de que nadie podía adelantársele a la hora de reírse de sí mismo.
Recurrir a las mismas imágenes cada vez que oía aquellas canciones, que se sabía de memoria. Sin librarse de la actitud de aspirante a escritor. Hasta que éstas iban perdiendo terreno y sólo quedaban las palabras desprovistas de significado. Convertidas en música. Flotando entre las cortinas, los terciopelos gastados y las oscuras naturalezas muertas que colgaban de las paredes de aquel sótano. Un lugar que era más que un restaurante para él. Donde comenzaba a vivir cuando descendía los pocos escalones que le permitían matar la noche y empezar a borrar al país que no podía abandonar.
Todo había terminado. El movimiento de hombros sobre el puente. El gritico de respuesta a la otra negrita. La mueca cómplice sobre el destino del chivo. De nuevo el cantante recorrió la distancia del piano a las mesas, dirigiéndose a la que ya ocupaban Barretico y Merceditas. Pero antes se detuvo un momento. Para saludar y hablar por unos minutos con el comandante.
Photo: AP/Javier Galeano

LA VIE EN ROSE (III)


—HOY BOLA HA tocado como nunca —le dice a Corbacho.
—Cierto. Pero a mí lo que me gusta es otra cosa, el jazz.
Conocía a Domingo Corbacho de hacer la cola a la entrada y luego tomar unos tragos juntos y quizá comer antes de la una de la mañana en que cerraba el restaurante.
Aunque nunca hablaban mucho, los unía la preferencia por el coñac español. Un día Corbacho le habló de su época de trompetista de la Banda Gigante de Beny Moré. Ahora tocaba en el Martí, un viejo teatro habanero, reconstruido a mediados de la década de los sesenta, que presentaba obras vernáculas. Por lo que contó entonces, supo que el trompetista despreciaba su trabajo actual, en el que se limitaba a repetir los mismos sonidos cada función, sin esforzarse en lo más mínimo. Le dio la impresión de que éste considerara concluida su carrera como intérprete. “La vida del músico se ha vuelto aburrida. En otra época se pasaba trabajo, a veces hasta hambre, pero valía la pena. Ahora te mata el tedio.”
El trompetista era de mediana estatura, musculoso y de mirada penetrante. Vestía con marcada atención a los detalles. Traje azul oscuro. Una camisa azul clara o blanca, de mangas largas y puño francés. Siempre llevaba yugos de oro. Nunca lo vio cometer el error frecuente de usar calcetines blancos con el traje. Imaginaba sólo los ingleses capaces de alcanzar esa perfección al anudar la corbata. Lo trataba con el respeto y la admiración que merecía un lord negro de la Habana de los años cincuenta, que luego de transcurridos casi veinte años de revolución se consideraba satisfecho con poder emborracharse de vez en cuando con coñac español. Alguien ajeno por completo a la ciudad calurosa y sucia que existía fuera del sótano.
Consideraba a Corbacho un intérprete más de música bailable. Ahora esta afirmación daba un nuevo interés a una conversación que hasta entonces no pasaba del intercambio amable que acostumbraban a tener en ocasiones.
—A mí también me gusta el jazz, creo que es la música que más me gusta.
Había escuchado tan poco jazz, que apenas lo dijo se lamentó de una declaración tan rotunda. Pero ya sabía que la ignorancia siempre se perdona en la barra.
—Uno de los músicos de jazz que más me gustan es Fats Navarro —agregó para convencerse a sí mismo de que podía hablar del tema.
Hacía apenas dos días que sabía de la existencia de Navarro. Sólo conocía unos pocos intérpretes, nombres aprendidos en las lecturas interrumpidas de La historia del jazz de Marshall W. Stearns, una edición insólita aparecida en Cuba en 1966. Lo había escuchado en el único programa radial de jazz que se transmitía en el país —de lunes a viernes, entre once y cuarenta y cinco y doce de la noche—, a cargo de Horacio Hernández.
—Sí, Fats es muy bueno, además toca mi instrumento. Tú sabes, la trompeta. Fue el único músico que en un recital consiguió colocar su nombre encima del de Dizzie Gillespie. Pero fue un imbécil: lo mató la heroína, igual que a Charlie Parker. La droga ha acabado con muchos de los mejores jazzistas. Era una vida muy dura: drogas, discriminación y tugurios llenos de gángsters.
Corbacho dijo la palabra pronunciándola en español, pero siguiendo el plural de la gramática inglesa.
—Como a Chano Pozo. Creo que fueron unos gángsters los que lo mataron.
Intervino contento de poder exponer algo de lo leído en el libro de Stearns. El músico pidió a Valdés que le llenara la copa antes de contestar. Tomaba Tres Cepas en estado puro, sin permitir siguiera que el hielo diluyera la bebida. Un vaso de agua natural embotellada permanecía intacto al lado de la copa.
—Sí, como a Chano Pozo, que fue un loco. Darle una galleta a un tipo de esos delante de todo el mundo. Pero Fats no es mi preferido.
—¿Armstrong?
—Armstrong es historia. El que es realmente bueno es Miles Davis.
No supo que responder. No conocía ese nombre. No lo recordaba del libro de Stearns.
—Ah, sí. Miles.
Conocería la música de Miles Davis antes de conocer su sonido. En el cuento de un joven escritor que descubre a Miles. Sin saber que el escritor había vivido en el edificio en que él vivía entonces. Y que el edificio ya era parte de los recuerdos del escritor que serían literatura —como también en su momento le ocurrirían a sus recuerdos mezclados no con los recuerdos pero sí con la literatura del escritor— y repitió Miles sin conocerlo. Acertando por ignorancia con la forma con la cual lo llamaban. Lo dijo sin poder sospechar —sin imaginar siquiera— que un día tendría y luego perdería el mismo disco que había inspirado el cuento, y que en su destino estaba conocer a los dos personajes del relato. Primero al aficionado al jazz que invita al adolescente a fumar marihuana. Supo después que quien fumaba marihuana con el aficionado era el saxofonista que había traducido y escrito el prólogo al libro de Sterns, y quien con los años se casaría con una compañera suya de la Escuela de Psicología, y que llegaría ser su amiga pero nada más. El aficionado al jazz y a la marihuana era un fotógrafo francés viviendo en La Habana. Alto y un poco extraño, entre enloquecido y ajeno como la mayoría de los extranjeros residentes entonces en la isla. Era hermano de la mujer de alguien que llegaría a ser su amigo, y que si no está en este libro es porque cuando se encontraron él también había dejado de ser parte de él. Más tarde se encontraría en Miami con el otro personaje y autor del relato, quien no era alto pero sí había estado loco, y al que siempre encontraría ajeno y cercano a veces. Al que respetaría y envidiaría por su escritura y por conocer y querer y amar a quienes él luego iba a conocer y querer y amar. Todavía no había llegado —aunque estaba cerca el día— que luego de leer el cuento, que esa noche ignoraba, empezaría a admirar a un Miles Davis legendario. Pero aún no sospechaba nada de esto. Y mucho menos aquella noche y en esa barra y con varios tragos y sin comer. Y tampoco podía imaginar que la narración se iría haciendo real a través de los años. Sin acabar nunca de concretarse. Que llegaría otra etapa en su vida en la cual iba a desperdiciar la oportunidad de escuchar Miles en vivo para no perdonárselo nunca. Una historia que no tendrá fin hasta descubrir un día —recordando la lectura, pero escuchando algo imposible de expresar, pese a las certeras palabras del escritor— que él también era capaz de sentir los “extraños lamentos” de trompeta en sordina, como envuelta en algodones de éter. Los sonidos que desde antes sabía y que hasta entonces no habían sido suyos. Y si nunca la memoria logró alejarse de esa noche y de ese momento frente a Corbacho, fue porque sin saberlo agradeció entonces que de alguna forma la felicidad iba a tocarlo. Aunque sólo pudo repetir:
—Sí, Miles.
—Alex, ¿cuál fue la penúltima cosa que tocó Bola?

sábado, 28 de octubre de 2006

LA VIE EN ROSE (IV)


—HAY QUE VIVIR el momento feliz, Alex.
—Hay que gozar lo que puedas gozar —le respondió.
—Porque sacando la cuenta en total —dijeron a dúo, casi cantando. —El mundo está hecho sin felicidad.
—Hiiiiijiiiijiiiii.
—La realidad es nacer y morir. Lo dijo un negro, analfabeto y ciego, Alex. Y es la pura verdad: la realidad es nacer y morir. Marx era alemán y se pasó la vida jodiendo como yo a su mujer y a su familia y pasando trabajos y dejando que Engels lo mantuviera, y leyendo y estudiando y amargado todo el tiempo y creía el muy estúpido que había logrado una nueva filosofía —una nueva filosofía, hiiiiijiiiijiiiii, como les gusta eso a los alemanes: se vuelven locos por una nueva filosofía— y luego vino un negro, analfabeto y ciego, y dijo lo mismo. Sin estudiar ni un carajo. Puro marxismo. Y era negro y analfabeto. ¡Qué carajo Marx!: el negro sabía tanto como él, y era ciego y analfabeto.
Al salir estaba la brisa del Malecón, que le refrescó la cabeza e hizo que el tabaco ardiera mejor, y bajó por la calle P hasta 23 y comenzó el ascenso por La Rampa y sintió el aire de la noche habanera como nunca volvería a sentirlo en su vida y supo que la noche era algo fría y en su cuerpo algo le descubrió que pese a los tragos el aire llegaba a su espalda mientras subía la pendiente, y eso era todo porque lo único que le faltaba era ser lo suficientemente viejo para comprender que entonces y sólo entonces era el momento de alargar la mano y tomar lo que quisiera, pero al llegar a Radiocentro se detuvo ante las luces intermitentes de los semáforos y atravesó la calle para dirigirse a la heladería. Eran las dos de la mañana y Coppelia estaba a punto de cerrar. Decidió entrar y pedir una ensalada de helado: cinco bolas de sabores diferentes que él redujo a uno solo: chocolate. Saboreó el helado sentado en las inestables sillas de hierro, rodeado de los escasos jardines y de los aislados grupos (casi todos de maricones) que hablaban en voz alta en mesas cercanas. No le agradaba mucho la idea de comer el sábado con Israel y la China y quién sabe qué invitados, y mucho menos la propuesta del domingo con la pareja de tortilleras, pero pensó que no tenía nada mejor que hacer y en qué pensar, y que después de todo Ferreto tenía razón: Arsenio Rodríguez era el filósofo nacional de este puñetero país, más grande que Marx porque lo que había dicho cantando, y que su vida (la suya, no la de Arsenio Rodríguez) era mucho mejor que la de sus compañeros de estudio, aunque sabía que transcurría como encerrada en una burbuja artificial que tarde o temprano se rompería. Casi había dejado de soñar con abandonar el país y sabía que no terminaría ninguna de las carreras que había comenzado. Tenía veintidós años y llevaba la vida de un hombre de cincuenta, sentado noche tras noche en una barra, mientras consumía su coñac en silencio o conversaba con conocidos. Se concentró en el sabor del helado, una de las pocas cosas que ahora hacían bien en esa maldita isla (al igual que antes habían sabido hacer sones y rumbas), y contempló la noche y lo alejado que estaba de ese país de heladeros y músicos, donde vivía como un turista, salvo por contactos ocasionales con la realidad, como ese chocolate. “Qué carajo”.
En su auxilio llegó una de las últimas escenas de la noche, cuando minutos antes de marcharse el médico se volvió hacia Bola y le preguntó:
—Bola, una de la últimas cosas que tocó. La penúltima. Alex y yo estábamos hablando de eso, pero no sabemos. No pudimos ponernos de acuerdo. El dice una cosa y yo digo otra. ¿Qué fue lo que tocó Bola? Fue algo de Cole Porter, ¿no?
La cara de Bola permaneció en su memoria por muchos años, disminuida apenas por el recuerdo luego de verlo actuar por última vez en un concierto tras la fracasada “Zafra de los 10 Millones”, cuando ya él no era el adolescente que iba a El Monseigneur y tenía mujer y amigos y por primera vez trataba de vivir en el país que siempre le parecía extraño aunque no conocía otro. Bola altanero —porque siempre supo que también él, aunque tuviera más de una puerta de salida, estaba sentenciado al destino de la Isla— y por saberlo se negaba a admitirlo y mucho menos a imaginar que terminaría formando parte de la memoria de aquel adolescente con el que de vez en cuando hablaba dos o tres palabras, que se borrarían al morir ambos; sin que las imágenes grabadas lograran poco más que repetir algunos gestos, los discos (que años más tarde Alex oiría una y otra vez en cualquier lugar en que se encontrara, no sólo para disfrutar la música sino para resignarse a la humillación de recordar y envejecer tras la noticia de la muerte del cantante) atrapar apenas sus interpretaciones únicas y las decenas de fotografías tratar inútilmente de detener la picardía de su rostro— y entre asombrado, molesto y despreciativo contestar al médico:
—Por favor doctor, no era Cole Porter. Qué va. Era La Vie en Rose, doctor. La Vie en Rose.
Photo: AP/Javier Galeano

viernes, 27 de octubre de 2006

SIEMPRE LA MUERTE SU PASO BREVE


EN MEDIO DE un aumento sin freno de los rumores respecto a la salud de Fidel Castro, el presidente venezolano Hugo Chávez lanzó un mensaje, en su acostumbrado lenguaje florido, que añade nuevas dudas y diversas interpretaciones.
Chávez aseguró que Fidel ''anda caminando de noche'' y agregó que pronto irá a visitarlo a La Habana, durante un discurso que ronunció este viernes en Caracas, de acuerdo a la Agence France Presse.
En la inauguración de una planta procesadora de cacao, Chávez envió saludos a Castro y afirmó que el gobernante cubano ''anda caminando y sale de noche a recorrer campos y villas. Pronto iré por allá a visitarlo'', según reseñó la agencia estatal de noticias ABN.
Más allá de la cursilería que caracteriza a Chávez, sólo cabe interpretar sus palabras en un sentido figurado. Y aquí pueden surgir las interpretaciones más disímiles, desde que Fidel esté agonizando o delirando hasta que ya éste considera que cumplió su misión y que vivepresa de los recuerdos. Bajo este lenguaje figurado, la visita anunciada podría ser desde una despedida hasta asistir a las ceremonias fúnebres. No hay que olvidar además la asociación que existe entre la muerte y la noche. Chávez podría estar insinuando que Fidel no está vivo.

ALARCON ENTRA EN EL RUEDO


SI LA IDEA de Raúl Castro ha sido mantener alejado de la Isla a Ricardo Alarcón, en momentos que crecen los rumores sobre un empeoramiento del estado de salud de Fidel, el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba acaba de dejar claro que la sucesión no será un camino fácil.
Alarcón ha dicho en Oviedo, Asturias, que cuando llegue el momento de la desaparición física del Comandante en Jefe, “la Asamblea elegirá al futuro jefe de Estado como eligió en su día a Fidel Castro”.
Antes había aclarado que “la asamblea cubana eligió en su día a Raúl Castro como vicepresidente para hacerse cargo de los destinos de Cuba, si alguna vez faltara el jefe del Estado. Esta situación ha llegado ahora y se asume con normalidad”.
En medio de las expectativas e incógnitas sobre el futuro político de la Isla, las declaraciones de Alarcón constituyen el cuestionamiento más fuerte al poder de Raúl. Al tiempo que le otorga legitimidad, enfatiza que esta legitimidad es sólo temporal. Cuando Fidel muera, será necesario poner en marcha un mecanismo legal que otorgue la presidencia. No es coincidencia que ese mecanismo depende del organismo que precisamente dirige Alarcón.
Puede argumentarse que el traspaso se efectuará sin problemas y que la referencia de Alarcón se limita a mencionar un mecanismo formal, pero la pregunta clave en este sentido es: ¿por qué el presidente de la Asamblea Nacional de Cuba hizo esta mención?
Desde el traspaso temporal del poder a Raúl, dos importantes figuras del gobierno cubano han sido relegadas a declaraciones menores y en ocasiones ha dado la impresión que han sido colocadas al margen de las decisiones importantes. Aunque por motivos diferentes, Alarcón y el canciller Felipe Pérez Roque poco a poco han dejado de figurar entre los actores principales en ese reparto complejo que es la sucesión de poder tras el fin de Fidel.
En el caso de Pérez Roque, quizá lo haya perjudicado una ambición demasiado clara en señalarse como el delfín de Fidel, lo que hizo patente durante su discurso del VI período ordinario de sesiones de la VI Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Por otra parte, Alarcón siempre ha dado la impresión de ser un candidato a la sucesión que contaría con el favor de Estados Unidos. Es probable que Raúl Castro decidiera quitar a ambos del medio.
Pero Alarcón acaba de señalar, precisamente en España, que el camino de la sucesión no es una vía automática sino un proceso abierto. De pronto un viaje anodino ha cobrado una importancia nueva. Habrá que estar pendiente de sus futuras declaraciones.

LOS PRESOS DE CASTRO Y LOS PRESOS CON CASTRO


LA PERIODISTA INDEPENDIENTE Miriam Leiva publica hoy un excelente artículo en el periódico digital Encuentro en la Red.
No lo hace Andrés Gómez, dirigente de la Brigada Antonio Maceo. Ni Gloria la Riva, de la Coalición Answer. Mucho menos el reverendo Lucius Walker, de Pastores por la Paz. Ninguno de ellos muestra el menor interés por la situación de los opositores pacíficos prisioneros en Cuba. Y cuando alguno de ellos lo hace, ese interés resulta sospechoso.
Los tres participaron en la organización de un acto reciente —celebrado en la capital norteamericana— en favor de la liberación de los cinco espía cubanos encarcelados en este país.
Dice Leiva que estas personas “prácticamente tienen en La Habana su segunda residencia y realizan campañas propagandísticas por todo Estados Unidos, Puerto Rico incluido. Se reúnen con altas personalidades del gobierno cubano, el PCC, la Unión de Jóvenes Comunistas, y otras organizaciones; son invitados del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), asiduos a las Mesas Redondas y los noticieros de la televisión cubana; reclutan adeptos para sus actividades a favor del régimen y hablan acremente sobre todas las instituciones de Estados Unidos”.
“Soy feliz —agrega la periodista— con que puedan beneficiarse de la imperfecta democracia yanqui. Aún no se ha visto la represión contra ellos y sus seguidores, ni han sido encarcelados por criticar al presidente Bush, entre muchas otras cosas, por tener "injustamente" presos a los cinco cubanos que han sido acusados de espías y otros cargos. Por menos que eso, en la perfecta democracia revolucionaria serían arrojados en un pestilente calabozo y, como poco, cumplirían tres años por desacato. No recibirían visitas de amigos nacionales ni extranjeros; tampoco podrían hacerse fotos o cartearse con todo el mundo”.
Leiva señala que personas conocidas “han visto, algún domingo, a Andrés Gómez en la Iglesia Santa Rita de Casia, tomando fotos y videos a las Damas de Blanco. Nunca se ha identificado ni dirigido a ellas. Tampoco se ha constatado referencias en sus exposiciones publicitarias, ni se sabe qué habrá hecho con esas tomas”.
Leiva termina su artículo con un llamado, que desgraciadamente sólo cabe esperarse que caerá en oídos sordos:
“Señores solidarios, ¿algún día ustedes saldrán del molde? No unan el embargo a otros asuntos. No jueguen con los sentimientos humanos. Por esa senda, no están en el camino correcto. Aquí hay un pueblo que, lamentablemente, ustedes no conocen. ¡Todos los demás también somos cubanos!”.

FABULA DEL LOBO, LAS OVEJAS Y EL BUEN PASTOR


NO ES HACER pasar a Luis Posada Carriles por una pobre oveja, pero sí por un buen pastor, que durante muchos años protegió su rebaño de los ataques de los lobos.
El intento de presentarlo como un combatiente antiterrorista se parece como una gota de agua a otra a la campaña internacional del régimen de La Habana en favor de los cinco espías cubanos detenidos en Estados Unidos. En ambos casos, los carteles de terrorista y antiterrorista se cuelgan a partir de argumentos ideológicos.
La realidad es que Washington utilizó a Posada Carriles para diversas actividades encubiertas, en una época en que el empleo de ciertos medios violentos se mantuvo en secreto y no se sancionó como ahora. Pero la guerra fría terminó, y pese a que la actual administración ha intentado —y a veces logrado— volver al empleo de la tortura y el crimen para destruir a los enemigos del sistema imperante en esta nación, también ha aumentado, en el pueblo norteamericano y el mundo, el repudio por las justificaciones ideológicas y políticas de los asesinatos de civiles y de los actos que ponen en peligro la vida de inocentes.
Posada Carriles se ha convertido en un rezago de otra época, y por supuesto que hay hipocresía por parte de un gobierno heredero de una tradición que admitía —aunque a veces a escondidas— la realización de sabotajes y actos terroristas con tal de atacar al enemigo.
Condenar esta hipocresía no debe ser una justificación de lo mal hecho. Demasiadas guerras y crímenes ocurrieron durante el siglo pasado, para persistir en presentar como víctima a un terrorista.
Luis Posada Carriles tiene un amplio historial —en parte hecho público, en parte mantenido aún en secreto— que lo descalifica como patriota y luchador por la democracia. No es un inocente detenido sin motivos, que sufre de privación de libertad por causa de intereses internacionales. Es un individuo que la mayor parte de su existencia ha obrado al margen de la ley, sin detenerse a medir las consecuencias de sus actos en las vidas de seres inocentes.
Es cierto que el régimen de La Habana utiliza y manipula constantemente el caso de Posada Carriles para fines propagandísticos y que el gobierno imperante en la Isla carece de moral para tratar de aparecer como paladín del antiterrorismo.
Muchos actos de la trayectoria de Posada Carriles son tan repudiables como la campaña de sabotajes llevada a cabo por el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario para poner fin a la dictadura de Fulgencio Batista. No hay justificación para colocar bombas en cines, parques y hoteles. El terror no es un arma adecuada ni moral ni legal, ya sea utilizada contra un dictador como Batista o contra un déspota totalitario como Castro.
El mantener a Posada Carriles encarcelado en Estados Unidos no es una injusticia, sino un hecho que responde a la época en que estamos viviendo, donde el terrorismo ha perdido sus justificaciones ideológicas.

jueves, 26 de octubre de 2006

TORPES TOPICOS


NUNCA COMO AHORA varios líderes del exilio en Miami, supuestos expertos y comentaristas de la prensa radial y escrita han mostrado una ignorancia mayor sobre lo que ocurre en Cuba. Ante el aparente estancamiento actual, las respuestas han ido desde el optimismo incontrolable por el fin de fin de régimen, los preparativos para formar gobierno y los preparativos destinados a un ajuste de cuentas a la inocencia imperdonable de considerar al gobierno de Raúl Castro como un calco del modelo chino, abierto a las reformas y comprometido a permitir mecanismos económicos ajenos a una estructura de producción socialista, aunque sea en escala limitada.
El error mayor, sin embargo, no radica en ninguno de estos aspectos, sino en apostar a la muerte de Fidel Castro como el detonante esperado para una transformación rápida que permita barrer con un modelo imperante por casi medio siglo y dar vía a un sistema democrático similar al existente en Estados Unidos y Europa.
La realidad, desgraciadamente, marcha por otros rumbos. Negarse a verla es vivir en una ilusión permanente. Intentar exponerla es arriesgarse a ser considerado desde aguafiestas hasta pro castrista. Pero ningún insulto impedirá que ocurra.
Lo primero a tener en cuenta es que ya a estas alturas carece de sentido esperar por la muerte de Fidel Castro. Por supuesto que cuando ocurra será noticia mundial. No hay que subestimar las repercusiones del hecho y tampoco echar a un lado las repercusiones que tendrá en el comportamiento y las expectativas de quienes viven en la Isla.
Pero nada de esto debe impedir analizar que en Cuba está marcha un proceso de consolidación acelerada de un nuevo gobierno, con cambios paulatinos que se llevan a cabo dentro de la mayor discreción posible, aunque no por ello se elude el realizarlos sin demora. No sólo el cambio de dos ministerios fundamentales —Comunicaciones y Transporte— tras el traspaso temporal de poder de Castro el 30 de julio, sino también el énfasis en aspectos económicos y políticos, que afectan tanto a la nación como a sus relaciones con otros países.
Ante todo, hay que definir lo que Raúl Castro no quiere cambiar, para a partir de ese punto tratar de ver lo que espera a la Isla en los próximos meses o años.
El ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y ahora presidente en funciones no va a abandonar el modelo socialista, sino todo lo contrario: buscará fortalecerlo. No se siente inclinado hacia la creación de un modelo mixto, que permita la inclusión de la pequeña propiedad mercantil y el desarrollo de un comercio privado autorizado, aunque estrechamente regulado, así como el surgimiento de organizaciones profesionales o sindicales al margen del Estado.
La superestructura ideológica se mantendrá sin cambios en la esfera nacional. Esto quiere decir que el discurso político continuará siendo antiimperialista, comunista y cerrado al reconocimiento de las libertades individuales y los derechos humanos y ciudadanos típicos de las democracias occidentales.

La ausencia de cambios ideológicos y el férreo control de la prensa y los organismos estatales —que Raúl tratará de mantener a cualquier costo— ha contribuido en buena medida a que el exterior no se perciban cambios dentro del gobierno. En igual medida, tanto la disidencia como la ciudadanía en general se mantienen a la espera del anunciado final de Fidel Castro.
Al mismo tiempo, el plazo concedido por la supuesta enfermedad terminal del gobernante o su extensa recuperación viene a desempeñar un papel similar al que en su momento jugó el empecinamiento en el poder del dictador Fulgencio Batista. En ambos casos, más que obstáculos al cambio la permanencia de Batista entonces y Fidel ahora son recursos indispensables para posibilitar el afianzamiento y la capacidad de una vanguardia que se apresta a tomar el mando (ejercito rebelde antes de 1959 y aliados de Raúl ahora).
Ello ha permitido a la cúpula gobernante desempeñar el papel de vanguardia asignado por Lenin a la clase dirigente. Mientras que tanto el exiliado como el residente de la Isla esperan por la muerte de Fidel, Raúl y sus colaboradores más cercanos consolidan posiciones.
Esta toma paulatina del poder, facilitada en buena medida por un mecanismo de sucesión establecido que ha funcionado a la perfección, sólo ha necesitado de dos tácticas para funcionar con la implacable certeza de un mecanismo de relojería: una es pregonar que Fidel se mantiene “al tanto de todo”, con el “teléfono a mano”, “dando órdenes”: la eficiencia de la maquinaria depende de la discreción y la modestia para lograr sus fines. Demostrar que no hace falta el máximo líder es echar por tierra la justificación de un sistema que los cubanos han soportado por demasiado tiempo. El otro es abordar los aspectos prácticos que endémicamente han mostrado su ineficiencia no como problemas del sistema o consecuencias de su inoperancia, sino como aspectos disfuncionales capaces de ser enmendados: la indisciplina, el robo y la corrupción son hasta ahora los principales puntos que Raúl y sus seguidores vienen destacando como males a enfrentar.

Al contrario de lo que han interpretado algunos cables de prensa y algún que otro periodista, el publicitado debate, por parte de un grupo de expertos cubanos, sobre los problemas de la sociedad socialista no se encamina hacia el estudio —y mucho menos el establecimiento— de reformas económicas y sociales, sino hacia una vuelta de la aplicación estricta del modelo de producción socialista.
Lo que dejaron en claro los reportajes aparecidos en el diario Juventud Rebelde fue la existencia de una serie de irregularidades, sin las cuales no es posible el funcionamiento de la mayoría de los centros de servicio a la población. Estas irregularidades surgieron en su mayor parte a consecuencia del llamado “Período Especial”, pero algunas se remontan a una época anterior y tienen que ver con la aplicación poco ortodoxa e indisciplinada del socialismo en Cuba, lo que el Che Guevara caracterizó como “socialismo con pachanga”. Raúl va a intentar que el socialismo funcione. Que lo logre es otro problema.
Es cierto que con la desaparición de Fidel Castro se pondrá fin a un estilo de gobierno unipersonal, caprichoso en muchas ocasiones y errático. El nuevo mandatario buscará enmendar todos esos errores con el establecimiento de una estructura de toma de decisiones donde la delegación de poderes y una mayor autonomía en la gestión desempeñarán un importante papel. Pero ese modelo es perfectamente posible sin que implique una mayor libertad económica —al estilo de la economía liberal— y nada tiene que ver con las aspiraciones democráticas de la ciudadanía.
De llevarse a cabo estas reformas la población se beneficiará con una mejora en los servicios y los salarios, pero al mismo tiempo aumentarán las exigencias laborales. En enero entrará en vigencia un nuevo reglamento en los empleos, que castigará la falta de asistencia, las llegadas tardes y las ausencias del lugar de trabajo, así como cualquier tipo de retribución o beneficio considerada ilícita.
Este código laboral también contempla la penalización por la introducción en computadoras de “programas, imágenes o ficheros que contengan pornografía, juegos prohibidos y documentos falsos”, de acuerdo a un cable de la Associated Press. Categorías tan amplias permitirán tanto el castigo de usos ilícitos de las computadoras de forma similar a las que rigen en cualquier centro de trabajo de cualquier país del mundo, pero también la aplicación de la norma con fines de censura.

No hay que esperar cambios democráticos bajo el mando de Raúl, aunque sí es posible una mejora en el nivel de vida de la población y por primera vez la puesta en funcionamiento del Partido Comunista, que hasta el momento se ha caracterizado por la falta de iniciativas.
En el terreno internacional, una vez abandonado el aventurerismo y los frecuentes cambios de actitud de Fidel Castro, muchas naciones neutrales —especialmente las europeas— podrán disfrutar de unas relaciones más estables. Esto por supuesto no será favorable al movimiento disidente dentro de la Isla. La Habana ya ha iniciado también una mejora paulatina de sus relaciones con Europa, a partir de España, y es de esperar que este plan se intensifique en las próximas semanas. A partir de un incremento de los nexos económicos, ocurrirá lo mismo que en China, donde los reclamos internacionales en favor de una mejora de los derechos humanos aparecen esporádicamente en la prensa.
La gran incógnita continúa siendo las relaciones del nuevo gobierno cubano con Estados Unidos. Si como ha ocurrido hasta el momento, Raúl Castro es capaz de garantizar la estabilidad en la Isla y alejar el fantasma de un éxodo masivo, es posible que Washington y La Habana finalmente emprendan el camino de una negociación. De llegar el caso, el exilio tendrá que replanteares por completo su papel o resignarse a un aislamiento aún mayor.

DEMASIADAS VOCES, DEMASIADOS AMBITOS


DE PRONTO, HA brotado una epidemia entre altos funcionarios del régimen empeñados en hacernos creer que el gobernante Fidel Castro se recupera, está al tanto de lo ocurre en el país e incluso alegre.
No quiero decir que este afán luce sospechoso, pero al menos es capaz de despertar la curiosidad. ¿Por qué tras semanas de silencio hay este empeño de que no pasa nada?
Ayer miércoles el presidente en funciones, Raúl Castro, dijo que el gobernante cubano “mejora constantemente” y “no se está muriendo como dice alguna prensa en Miami”, de acuerdo a un cable de la Agence France Presse.
Raúl envió un saludo a los trabajadores de Palante, una publicación con pretensiones humorísticas, con motivo de sus 45 años de existencia. El problema es que no agrega nada nuevo a lo expresado tres semanas atrás, cuando clausuró el IV Congreso de la Organización de Pioneros José Martí.
Entonces Raúl usó el calificativo de “prensa de Miami” para referirse a un artículo de la revista Time, que señalaba que Fidel padece un cáncer terminal, de acuerdo a informaciones no confirmadas de la inteligencia norteamericana.
La revista Time no se edita en Miami, su existencia antecede a la revolución cubana y es considerada parte de la “prensa liberal” por los círculos derechistas norteamericanos. En ningún momento ha sido posible identificarla cercana a los objetivos de la actual administración norteamericana y mucho menos vinculada al exilio de Miami.
Un aspecto clave de la información de Time es que no ha podido ser verificada. Incluso funcionarios del gobierno norteamericano de origen cubano han dicho que carecen de información confiable al respecto. La Habana no ha enfatizado este aspecto, sino que se ha dedicado a tratar de restar importancia al mensaje mediante una mentira sobre el mensajero.
El jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, Dagoberto Rodríguez, afirmó el martes 24 que la salud de Fidel “ha estado mejorando todos los días y él asumirá pronto sus responsabilidades como presidente”.
Por su parte, el presidente del parlamento cubano (Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba) se encuentra en España, como parte de un recorrido mucho más amplio, que incluye a Belarús y Rusia. No se sabe si el viaje de Ricardo Alarcón es parte de una estrategia del régimen en su intento de demostrar una completa normalidad de la situación en la Isla o si obedece a un plan destinado a limitarlo a un papel secundario en caso de una sucesión.
La realidad es que Alarcón dijo ayer, miércoles 25, en Oviedo que Fidel “sigue recuperándose y está al tanto de todo lo que ocurre a su alrededor”.
Las palabras del presidente del parlamento son eco de otras de Raúl Castro, que en igual sentido enfatizan no sólo el avance de la recuperación sino la participación del gobernante en los asuntos de Estado.
Aquí vuelven a surgir dudas similares: si Fidel no sólo se recupera por día sino al mismo tiempo es capaz de tomar parte en las decisiones importantes que enfrenta al país, ¿por qué esa renuencia a la cámara fotográfica o de video?
A estas alturas, las alternativas se reducen a tres:
Castro agoniza o su salud se ha deteriorado notablemente.
El tratamiento a que ha sido sometido impide de momento su aparición pública.
Todo no es más que una operación de propaganda cuya culminación tendrá lugar del 2 de diciembre, hasta el momento la fecha oficial de la reaparición pública de Fidel Castro.
Pero el aumento de los mensajes indicando que el gobernante se recupera satisfactoriamente pueden ser interpretados también como una necesidad de ganar tiempo, el miedo antes de tomar una decisión drástica y la única respuesta posible, dadas las verdaderas condiciones de salud del mandatario, frente a la avalancha de rumores que dicen que su fin es inmediato.
De las tres declaraciones, señaladas con anterioridad, la de Alarcón es la más interesante.
En esta crisis, el papel de Alarcón se ha limitado a ser un portavoz para el exterior de noticias sobre la salud de Castro. Más que un protagonista, su papel ha sido de mensajero. Cuando el presidente venezolano Hugo Chávez podía alardear de hablar por teléfono con Fidel y estar al tanto de las últimas informaciones, Alarcón parecía más bien un locutor de un servicio matutino, que por lo general se limita a repetir lo que otros han dicho la noche anterior.
Ahora, ante el notable silencio de Chávez, Alarcón tampoco aporta nada “dramático”, pero habla de una operación quirúrgica “delicada”. Este calificativo tras meses del hecho (ocurrido el 27 de julio) nos enfatiza la gravedad de lo ocurrido, y vuelve a lo que ha sido casi una constante en sus declaraciones, la “continuidad de la revolución”.
Dice Alarcón: “Estoy seguro de que continuará y, como todo organismo vivo, seguirá evolucionado”. Esto está más cerca a un lenguaje de obituario y una Cuba poscastro. No creo que Alarcón tenga dudas sobre el alcance de sus palabras.

miércoles, 25 de octubre de 2006

CUANDO COLON SE ACORDO DE QUE HABIA NACIDO EN CUBA


HAY VARIAS CUBAS. No sólo una isla y un archipiélago sino también dos pueblos. Aunque uno es el cubano y el otro el cubense. Una isla en el Caribe y una villa en Europa. En este comentario se habla de la otra Cuba.
La pequeña villa de Cuba tiene unos 5,000 habitantes y está en pleno corazón del Alentejo portugués. Hasta allí se trasladó el periodista español José F. Ferrer, para escribir un reportaje sobre el lugar y lo que será posiblemente uno de los momentos más importantes de su historia. El próximo sábado 28 de octubre, justo 514 años después de que Colón descubriese la isla caribeña, la ministra de cultura de Portugal, Isabel Pires de Lima, inaugurará el primer monumento dedicado al descubridor en suelo lusitano. Un monumento en la villa -nos explica Ferrer- donde los defensores del origen portugués de Cristóbal Colón sitúan su nacimiento.
''El presidente de la Cámara Municipal, Francisco Orelha, y su mano derecha el vicepresidente, Francisco Pólvora, ultiman estos días todos los preparativos en la futura plaza de Cristovao Colom, donde una estatua de 2.5 metros de altura, y una tonelada y media de bronce fundida en Madrid, descansará sobre un pedestal de siete toneladas y media de granito, frente al Palacio del Duque de Beja, del que, según los estudiosos de la teoría portuguesa, el navegante era hijo ilegítimo'', nos narra Ferrer en su reportaje Dicen que Colón Nació en Cuba, aparecido el domingo 22 de octubre en Crónica, su suplemento del diario El Mundo.

Ferrer señala que el primer trabajo serio de investigación sobre el supuesto origen portugués de Colón aparece en el libro Cristovao Colombo, agente secreto do rei Dom Joao II, de Mascareñas Barreto, publicado en 1988. Un año más tarde, tras la lectura del libro de Barrero, otro investigador afincado en Estados Unidos, Manuel Luciano da Silva, inicia sus investigaciones para argumentar la teoría del origen portugués.
Recuerdo que por esas fechas el capitán Jorge Navarro Custín, un ex oficial de la marina mercante cubana exiliado en Miami, publicó en el diario Las Américas una tesis similar.
La tesis del origen portugués de Colón está vinculada a la hipótesis de que fuera un agente doble al servicio de las dos colonias peninsulares, y entre otros datos se apoya en un hecho curioso: al regreso de su primer viaje de descubrimiento, el navegante llega a Lisboa y tras pedir ver a ''su'' rey Juan II, pasa una semana en palacio antes de ir al encuentro de los Reyes Católicos, para rendir cuenta de sus hallazgos.
El posible nacimiento de Colón en la Cuba portuguesa también ofrece una nueva hipótesis sobre el origen del nombre de la Isla.
Diversos estudiosos han argumentado que éste se deriva de una voz indígena ''Cubanacán''. También está el hecho de que Colón escribiera en su Diario de Navegación, refiriéndose a ''otra isla grande mucho, que creo que debe ser Cipango, según las señas que me dan estos indios que yo traigo, a la cual ellos llaman Colba''. A partir de esa primera mención, el almirante comienza a mencionar siempre a Cuba, como el nombre que le dan los nativos a la ''isla grande'', por lo que se considera un error esta primera referencia.
Colón bautiza a Cuba con el nombre de Juana, pero no por ello deja de usar el segundo nombre para referirse a la isla. Juana, por otra parte, no resulta una nominación afortunada. El Almirante lo hace en memoria del Príncipe de Castilla, Juan, pero también la hija de los Reyes Católicos se llamaba Juana. Es precisamente Juana, Reina de Castilla, quien se casa con Felipe el Hermoso, archiduque de Austria, tiene con él un hijo, el emperador Carlos V, y es encerrada al morir su esposo en una historia de amor y traición que le ganan para siempre el apodo de ''Juana la Loca''.
Sin duda, el rey Fernando no estaba muy contento con llamar Juana a Cuba, porque ya viudo, el 28 de febrero de 1515, dispone cambiarlo por Fernandina. Pero este nuevo nombre tampoco logra imponerse y Cuba termina siendo Cuba.
La tesis más favorecida es la de que la palabra Cuba tiene su origen en la lengua taína, pero varían las interpretaciones de su significado, así como las variaciones del nombre.
Por su parte, la Cuba portuguesa, según Rui Ferreira, se llama así por la existencia de agua en el lugar, rodeado por una zona desértica.
El gentilicio tiene también una historia de cambios y dificultades. Está unido a la idea de nacionalidad y no comienza a ser utilizado hasta el siglo XIX. Somos antes indianos, isleños y criollos, pero no cubanos.
Un chovinismo de aldea ha querido en ocasiones destacar la singularidad del nombre que denomina a la Isla. El rechazo a otros topónimos como un reflejo de singularidad y rebeldía incipiente. Es posible que nada de esto ocurriera, que al Almirante una palabra extraña le recordara su aldea de la infancia, que tratara de oír algo similar, que comenzara a repetirlo y otros lo imitaran, que naciera una leyenda.
Foto superior: Modelos en exposición de pintura de Zaida del Río en La Habana/AP
Foto inferior: Dos residentes de la villa Cuba, en Portugal, enseñan una foto de la estatua del descubridor de América./JOSE F. FERRER
Cuaderno de Cuba agradece la gentileza de José F. Ferrer al facilitar la información publicada por él en el diario español
El Mundo.

RIVERO INAUGURA CURSO DE PERIODISMO


EL POETA Y periodista Raúl Rivero, exiliado en Madrid, abrió este martes la sexta edición del Máster en Periodismo de El Mundo, el Grupo Recoletos y la Universidad San Pablo/CEU, con una lección de periodismo en condiciones extremas, informó el diario español El Mundo y el periódico digital Encuentro en la Red.
"Ejercer esta profesión para servir a la sociedad y a la democracia con limpieza, con obsesión por la verdad y con amor a la palabra ha sido la mejor lección de mi vida", expresó Rivero en su lección inaugural.
En su discurso, el poeta cubano hizo un recorrido por su experiencia como periodista que buscó "ámbitos de libertad, espacios para decir la verdad y expresar mi opinión, en medio del entramado policial de un Estado totalitario", dijo.
Premio Columnistas de El Mundo 2003 por su defensa de la libertad, el autor de Sin Pan y Sin Palabras habló de su participación, a comienzos de la década de los años noventa, en la gestación de un periodismo independiente que contara al pueblo cubano la realidad del país en todas sus vertientes.

martes, 24 de octubre de 2006

CONTRA LA INDISCIPLINA


UNO TRAS OTRO, los ministros y funcionarios del régimen están enfatizando la necesidad de mejorar la disciplina y combatir las deficiencias. Es la línea de Raúl Castro, que se impone cada día más.
El gobierno del hermano de Fidel busca optimizar el funcionamiento empresarial en todo el país, y de esta forma mejorar el nivel de vida de la población. Están por verse los logros en este sentido, pero nadie debe dudar que eficiencia y disciplina a diario cobran más importancia en la Isla.
El ministro de la Construcción, Fidel Figueroa, reconoció hoy martes que la indisciplina es el mayor problema del sector, que afronta el reto de atajar el enorme déficit de viviendas del país.
''El primer problema que tenemos hoy es la indisciplina'', dijo el ministro cubano en una entrevista con el diario oficial Granma.
''La actitud de los jefes tiene que cambiar, porque está demostrado que donde falta la exigencia abundan el descrédito y la chapucería'', agregó Figueroa de acuerdo a un cable de Efe que cita al diario.
A su juicio, es ''urgente'' utilizar los contratos como herramienta de trabajo y cumplir con los programas previstos y las fechas de ejecución de proyectos.
''Todas estas dificultades principalmente son las que originan la improductividad, el robo y desvío de materiales'', reconoció.
El ministro apuntó también que es necesario eliminar los sistemas de pago obsoletos y mejorar los salarios de los trabajadores.
Según estimaciones oficiales, el Instituto Nacional de la Vivienda ha construido unas 80,000 casas este año, aunque el déficit continúa siendo uno de los mayores problemas del país.

lunes, 23 de octubre de 2006

FALLECE SALVADOR BUENO


EL INVESTIGADOR Y crítico Salvador Bueno Menéndez, que fue hasta hace dos años presidente de la Academia Cubana de la Lengua, falleció el domingo en La Habana a los 89 años, informó la agencia Efe.
Bueno, que desarrolló una larga carrera en la docencia, había recibido los premios nacionales de Ciencias Sociales (2004) y de Investigación Cultural (2000), y en años anteriores la orden ''Juan Marinello'' (2002) y la medalla ''Alejo Carpentier'' (1995) por sus méritos como personalidad de la cultura cubana.
El mayor aporte de Bueno a la cultura cubana fueron sus diversas antologías, especialmente la del cuento en Cuba (1902-1952). Luego amplió esta obra en diversas ediciones, así como realizó otras antologías, de los mejores ensayistas y de los mejores cuentos cubanos, y la Orbita de José Antonio Fernández de Castro.
Salvador Bueno fue uno de esos ejemplos de profesor amable, que supo compensar la carencia de un juicio más creativo con su dedicación constante.
Más que académico, fue maestro; más que ensayista, periodista cultural. No se pueden señalar aportes notables en su labor, pero quienes por varias generaciones nos interesamos en la literatura y la crítica en los comienzos consultamos sus textos o nos vimos obligados a estudiarlos durante el bachillerato, el pre universitario y la universidad, según el caso de cada cual.
Fue colaborador de las principales publicaciones culturales de la isla, entre ellas, Carteles, Bohemia, Unión, Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba, Revista de la Biblioteca Nacional, Cuadernos Americanos (México) y otras publicaciones extranjeras.
Ocupó desde 1962 la cátedra de Historia de la Literatura Cubana e Hispanoamericana en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana. Fue también asesor literario de la Biblioteca Nacional José Martí.
Nació el 18 de agosto de 1917 y se graduó en 1942 como doctor en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Desde esa fecha y hasta 1947 ejerció como profesor de Español en una institución docente privada.
Presidente de la Academia Cubana de la Lengua, a partir de 1962 fue profesor de la Escuela de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.
Entre sus obras publicadas -además de las ya citadas- figuran: Historia de la Literatura Cubana, 1959, Temas y Personajes de la Literatura cubana, 1967, De Merlín a Carpentier, 1978, y La Crítica Literaria Cubana del Siglo XIX, 1979.
Foto personal de Salvador Bueno que aparece en la galería fotográfica sobre el profesor en CubaLiteraria 2002

MUCHO MAS QUE HUMO


EL FABRICANTE DE tabacos más importante de Estados Unidos está empeñado en acaba con la falsificación de habanos cubanos y no escatima recursos en su empeño.
Lo singular de este caso es que en esta nación no se pueden vender puros hechos en Cuba, así que de lo que se trata es de poner fin a las imitaciones de los cigarros fabricados en Honduras o República Dominicana, por ejemplo, y que se comercializan en Estados Unidos con los mismos célebres nombres que tenían las fábricas cubanas nacionalizadas tras el triunfo de la revolución.
Estos nombres también los utiliza la industria tabaquera cubana, por lo que en la actualidad hay en el mundo dos tabacos completamente diferentes, pero que llevan el mismo nombre de marca —ya sea Romeo y Julieta, H Upmann, Montecristo y otras— y se fabrican en tamaños y formas similares.
Por lo tanto, con lo que se intenta acabar es con los tabacos que se venden y fabrican —desde Hialeah hasta La Pequeña Habana— y que se presentan como habanos, aunque en realidad ningún cigarro que se vende legalmente en este país puede ser de procedencia cubano.
A primera vista, puede parecer que lo se busca terminar es con las “imitaciones” de las “imitaciones”, pero el asunto es mucho más complejo.
Aunque no se ha visto libre de polémica, el proceso que se ventila en la corte de Miami no ha obtenido el lugar destacado que se merece en la prensa de esta ciudad. Ello se debe a que se ve fundamentalmente como un caso de adulteración y falsificación de un producto, cuando en realidad se trata además de establecer un precedente con vista a un futuro, cuando el embargo norteamericano contra Cuba sea levantado.
Ya el juicio en sí no está libre de controversia, porque la empresa demandante pagó decenas de miles de dólares para subvencionar parte de una investigación encubierta de la Policía de Miami-Dade, la cual dio como resultado que cinco sospechosos fueran acusados de traficar con habanos falsificados, según muestran los documentos de la corte.
Ese interés tan grande de perseguir a los falsificadores —y el no reparar en gastos para ello— se explica cuando se conoce que quien demanda es Altadis U.S.A., de Fort Lauderdale, no sólo la empresa que tiene la posesión en Estados Unidos de las marcas registradas de los tabacos cubanos fabricados antes del triunfo de la revolución, sino también la firma cuya casa matriz es Altadis S.A., una compañía que domina el mercado global de cigarros.
Altadis es dueña del 50 por ciento de Habanos SA, el prestigioso fabricante de la marca de cigarros cubanos. Al mismo tiempo, Estados Unidos es el mercado más grande de consumo de puros, representado un 50 por ciento de las ventas globales.
La historia de esta compañía es un rosario de adquisiciones y fusiones, que transformó a una firma formada en sus inicios por la unión de seis marcas regionales en una empresa enorme que fabrica diversas líneas de puros, entre ellos algunos de reconocida calidad mundial.
Consolidated Cigar Corporation, la firma predecesora de Altadis U. S, A., fundada en 1918, contaba entre las seis marcas originales a Dutch Masters, que continúa teniendo gran popularidad en este país y en una época fue anunciada por celebridades como Ernie Kovacs, Sid Caesar and Danny Thomas. Luego en 1921 vino la adquisición de G.H.P. Cigar Co., fabricantes de la marca El Producto, unos tabacos hechos famosos por el comediante y actor George Burns. En 1956 la compañía adquirió Muriel Cigars. Todas estas marcas representan un enorme volumen de ventas, pero no se trata de puros de calidad. Son los típicos cigarros que se adquieren en los supermercados y cadenas farmacéuticas.
No fue hasta 1968, con la adquisición de Consolidate Cigar por Gulf & Western, que la empresa entró en el mercado de los habanos de calidad. Fue entonces que se creó la división de “Cuban Cigar Brands”, las marcas de cigarros cubanos, en Islas Canarias.
La compañía siguió cambiando de dueños y adquiriendo más marcas hasta que en 1999 Consolidated Cigar fue comprada por la Societe Nationale D'Exploitation Industrielle des Tabacs and Allumettes (SEITA), el antiguo monopolio del tabaco francés. La Unión de SEITA y Consolidated resultó en la creación de la empresa tabaquera más grande del planeta. En diciembre de ese mismo año, Consolidated Cigar Corporation/SEITA llegó un acuerdo con la firma española Tabacalera S.A. La nueva tabaquera así formada en Altadis, S. A. (Alliance Tobacco Distribution). En septiembre del 2000, la casa matriz adquirió el 50 por ciento de Habanos S.A., la propietaria de la mayoría de las marcas cubanas y de la franquicia de la Casa del Habano. Altadis vende en España y Francia los tabacos hechos en Cuba.
Se comprende entonces la importancia de este juicio aquí en Miami para Altadis, más allá de perseguir a los falsificadores.
Un levantamiento parcial del embargo es probable que comprenda las ventas de tabacos, y la firma con los derechos legales y comerciales para hacerse cargo de ese comercio multimillonario es Altadis.
El cigarro cubano, famoso en todo el mundo y símbolo de estatus, es también la gran fruta prohibida. Aunque es difícil que el producto de la Isla sustituya por completo al que se cosecha en República Dominicana, Honduras y Nicaragua —de hecho Cuba no cuenta con esa capacidad, ni la tendrá en un futuro próximo—, si va a significar un fuerte competidor.
Desde hace muchos años se viene apostando por un “boom” del tabaco cubano una vez que finalice el embargo, y Altadis quiere que cuando ese momento llegue no encontrar en su camino a los falsificadores.

domingo, 22 de octubre de 2006

EL ESPEJISMO MUSICAL CUBANO


SI LA BIPOLARIDAD rige la cultura cubana, es una serpiente que se muerde la cola: nuestras virtudes son a la vez nuestros defectos; los grandes triunfos los peores fracasos. En ninguna manifestación artística es tan evidente como en la música. Vivimos fascinados por las polirrítmias más difíciles, pero incapaces de comprender una armonía un poco compleja. El conocimiento musical del cubano es casi nulo, su cultura rítmica inmensa.
Los que argumentan que no existen distinciones entre la música popular y la de concierto hacen una generalización falsa. No se trata de que un arte sea mejor o superior que el otro. Pero quienes pasan por alto las barreras olvidan que los objetivos de ambos son diferentes: la popular es esencialmente música para bailar, mientras la de concierto es música para escuchar. Ambas apelan al sentimiento, pero con medios distintos. Una es más telúrica, visceral, mientras la otra acude al conocimiento para desembocar en la emoción. Mientras una sólo exige la complicidad del baile, la otra requiere el saber del iniciado. El valor extraordinario de la música popular cubana radica precisamente en ello, en trascender con su calidad su valor de “música para” y así convertirse en “música en sí”. Pero ello no anula ni dI minuye las distinciones.
Omitir las diferencias —ya sea por populismo o por convicción— deriva en la mezcolanza, especialmente al analizar los placeres, esenciales y complementarios, de todo fenómeno musical. Mientras que al cubano no le cuesta trabajo abandonarse de inmediato al ritmo, mover los pies al escuchar una melodía o simplemente marcar el compás, rehuye la participación activa en una audición, es incapaz de la atención concentrada en una sala de concierto y rechaza lo imprescindible del conocimiento necesario para no terminar aburrido en un concierto. Nos deslumbra el espejismo de que llevamos música en las venas, cuando en realidad por nuestros cerebros no circula ni una nota natural o sostenida. La inquietud del cuerpo oculta la pasividad de la mente.
Las barreras entre el baile y el concierto se estremecen a veces. En realidad es una distancia temporal más que un límite físico: lo que se inicia como minué o giga termina en tempo de música de cámara o sinfónica. Muchas veces, estas barreras son borrosas. Caen en dos países, y casi al mismo tiempo, para luego elevarse de nuevo. Uno, Estados Unidos a partir de 1920, año en que Al Jolson graba Swanee, que se convierte en el primer hit de George Gershwin, hasta 1961, con Don’t Be Cruel, de Elvis Presley. Otro, Cuba, que conoce un fenómeno similar por la misma época, desde el traslado del son de Oriente a La Habana, allá por 1909, y la creación del Sexteto Habanero en 1920, hasta la muerte de Beny Moré en 1963. Es cierto que Los Beatles extienden esas fechas y esos ámbitos un poco más, pero ellos solos, como un fenómeno aislado, desarrollando una música norteamericana, en breves momentos con elementos rítmicos cubanos, que casualmente se originó en Liverpool. Queda el jazz, pero el jazz es sólo eso: jazz. (Who Could Ask For Anything More?)
Tanto Cuba como Estados Unidos pagan un precio por el privilegio: no tienen un compositor que logre trascender el folclor musical al genero sinfónico. Eso que hicieron Bela Bartok con el húngaro, Igor Stravinsky con el ruso y Heitor Villa-Lobos con el brasileño.
Surgen siempre dos ejemplos para rebatir la tesis: Georges Gershwin y Ernesto Lecuona. En ambos casos, la genialidad musical no logra plasmarse en una obra sinfónica de envergadura, aunque en el caso de Gershwin se está tentado a decir que no fue necesario.
Lecuona es nuestro Gershwin (lástima que no podamos decir que Gershwin es el Lecuona de los norteamericanos): el melodista que busca el género popular pero aspira a trascenderlo. Pero a diferencia de Gershwin, en muchas ocasiones Lecuona da la impresión de que teme ser demasiado vulgar, y ello lo convierte en banal, soso, edulcorado.
Gershwin, por su parte, es el gran compositor de canciones, que se siente fascinado por el reconocimiento inmediato y el dinero que esto representa, pero que lucha por ir más allá y termina empantanado en un mediocre Concierto en Fa para piano y orquesta. Gershwin, el bueno, es el de las canciones. El compositor de obras de concierto sólo logró un ballet admirable y con Rapsody in Blue. una obra ingeniosa, si se quiere propia de un genio, pero no genial.
Con Lecuona ocurre algo peor: el Lecuona malo, el de las zarzuelas y operetas —donde destella aquí y allá una melodía brillante, un giro novedoso, pero cuyo conjunto evidencia un convencionalismo chato y una cursilería insoportable—, ha opacado por completo al bueno, al compositor de piezas para piano de difícil ejecución, de gran complejidad para la mano izquierda y tiempos vertiginosos. Entre ambos extremos queda el Lecuona mejor, el creador de las obras más populares, que son al mismo tiempo las más logradas —La Comparsa es el mejor ejemplo.
Salón de baile y sala de concierto. Entrar al salón, pero sin salir de la sala. Llevar la sala al salón o a la inversa. Junto a esta relación de envidia y desdén, una necesidad insatisfecha de estar al día y a la altura de las circunstancias. Lo español y europeo como marco de categoría para dejar entrar a la rumba de cajón. El músico de atril vestido de diablito para impresionar al extranjero.
Desde Esteban Salas, siempre hemos estado a la zaga: no hemos pasado de la categoría de imitadores tardíos (algunos ingeniosos y agradables, como Saumell). A veces la muerte ha colaborado en la creación de más de un mito. Se especula sobre la brillantez de Roldán y Caturla, cuyo final anticipado les impidió desarrollar la gran obra, que se atisba en sus partituras incompletas o en sus piezas menores. Se los reconoce como los creadores de una música que refleja el carácter nacional, al incorporar algunos de los elementos africanos que forman parte de nuestra cultura. La realidad es un poco más compleja: Roldán y Caturla no fueron más que otros imitadores con los ojos puestos en Europa. Si buscaban lo negro era porque estaba de moda en París. Compositores indisciplinados, siempre estuvieron perdidos en la justificación perfecta: las labores cotidianas que les impedían desarrollar conceptos musicales de mayor alcance. Sobre ellos y sus obras acecha una pregunta cruel: ¿compositores malogrados o composiciones mal logradas?
Foto: EFE/Alejandro Ernesto

La comezón del exilio revisitada

A veces en el exilio a uno le entra una especie de comezón, natural y al mismo tiempo extraña: comienza a manifestar un anticastrismo elemen...