
SI DE CUBA y votos se trata, la falta de vergüenza de los candidatos políticos republicanos ha establecido algunos récords difíciles de superar. No se trata de defender a los demócratas, porque no están libres de culpa, pero en la demagogia anticastrista nadie supera al partido de Ronald Reagan, un señor que intentó un acercamiento con el régimen de La Habana, a través de los diálogos de Alexander Haig y Vernon Walters con enviados cubanos, negó la entrada a esta nación a miles de cubanos que esperaban en terceros países, mantuvo a más de tres mil refugiados llegados por el Mariel en cárceles norteamericanas, permitió la visita de funcionarios castristas y devolvió a Cuba un infeliz que intentó emigrar a estas tierras y terminó en la Isla condenado a nueve años de prisión.
Basta que alguien en Miami mencione a Reagan para que lluevan los elogios, pero su actuación presidencial no se diferencia de otros presidente anteriores, demócratas y republicanos. El mito de los republicanos anticastristas es sólo un recurso electoral, que aún sigue conquistando a ingenuos.
Si he mencionado a Reagan no es por un interés especial en volver sobre la memoria de un presidente norteamericano, sino simplemente como ejemplo del recurso repetitivo —pero siempre eficaz— utilizado por los republicanos: acusar a los demócratas de favorecer al régimen de La Habana cuando en realidad los gobiernos demócratas han beneficiado más a este exilio con sus medidas para al final sólo recibir a cambio reproches y críticas: miles de llegados a estas costas gracias al puente marítimo Mariel-Cayo Hueso y cientos de balseros de la crisis de los años noventa todavía estarían en Cuba y no serían ciudadanos norteamericanos si en esos años el inquilino de la Casa Blanca hubiera sido un republicano. Tienen todo su derecho a votar ahora —convertidos en ciudadanos norteamericanos— por quien les venga en gana. También vale la pena recordarles su falta de gratitud.
La lid para el puesto de gobernador en la Florida ha entrado en su fase final con un virtual empate. Hasta ahora, el tema cubano no ha tenido gran importancia en la contienda, pero cuando cualquier argumento es bueno para tratar de anotarse un punto sobre el contrario —algo que por otra parte hacen los miembros de cualquier partido político en este país y en cualquiera— el voto cubano ha vuelto a cobrar particular importancia: el republicano Charlie Crist acusa a su rival demócrata Jim Davis de ir a Cuba.
El ataque contra Davis ha sido protagonizado por el senador Mel Martínez, quien en mensajes televisivos en favor del candidato republicano dice que el congresista demócrata realizó un viaje a Cuba en el que se reunión con “oficiales castristas” y que ha usado su “puesto en el Congreso para oponerse a las sanciones al régimen de La Habana”.
Además del mal uso del español —donde Martínez dice “oficiales” hay que entender “funcionarios”: el político no se reunió con militares sino con personeros del régimen—, el senador simplemente está tratando de sacar un provecho electoral lanzando su ataque a una práctica común entre legisladores norteamericanos, ya sean demócratas o republicanos. Por otra parte, el cargo de gobernador de la Florida no determina las políticas nacionales hacia el régimen de La Habana.

Desde una óptica favorable al exilio más intransigente de Miami —que no es la del creador de este blog—, el senador Martínez no es precisamente un ejemplo de una postura “vertical anticastrista”. Fue él quien, tras el traspaso temporal de poder de Fidel Castro a su hermano Raúl, vino a esta ciudad y planteó que había que esperar por el desarrollo de los acontecimientos en la Isla. Actuó más como un portavoz de la actual administración que como un senador que representa a los electores de la Florida.
Los votantes cubanoamericanos deben elegir al próximo gobernador —sea republicano o demócrata— en base a su historial y puntos de vista respecto a los problemas estatales, no en función de una supuesta actitud hacia el régimen de La Habana. Por otra parte, cualquiera de los dos políticos electo no tendrá una influencia decisiva en la política nacional. ¿Cuántos gobernadores que viajan a Cuba han logrado cambio alguno en las leyes vigentes al respecto?
Si resulta singular —para cualquiera que viva fuera del sur de la Florida, y especialmente alejado de Miami—, el hecho de la inclusión del tema cubano en una contienda estatal, la manipulación del asunto se hace evidente al constatar que la posición de Davis al respecto no difiere sustancialmente de la de los políticos republicanos.
“El congresista demócrata de Tampa ha respaldado con su voto el mantenimiento del embargo, y la financiación de Radio y TV Martí, recordó Joe García, vicepresidente de la Nueva Red Demócrata”, según aparece publicado en un artículo de El Nuevo Herald.
Sobre su viaje a Cuba en el 2003 junto al congresista republicano Jim Kolbe de Arizona, García explicó que Davis se reunió antes de partir con la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), los Municipios de Cuba en el Exilio y Silvia Iriondo de la organización MAR por Cuba, explica el reportero Joaquín Utset en el artículo mencionado.
A su llegada a la isla, mantuvo un encuentro con el opositor Oswaldo Payá en su casa y trató infructuosamente de reunirse con el doctor Oscar Elías Biscet, según relató Davis entonces en una información sobre su viaje publicada en The Miami Herald.
Además de con opositores, Davis se encontró con el presidente del parlamento cubano, Ricardo Alarcón. Davis dijo en el artículo que le instó a liberar a los presos políticos y democratizar el régimen.
Los viajes a la Isla y los encuentros con Alarcón son comunes entre legisladores y funcionarios norteamericanos.
En enero de 1998, cuando el papa Juan Pablo II visitó Cuba, Caleb McCarry, actual coordinador del Departamento de Estado para una transición democrática en Cuba, viajó a la Isla junto a Marc Thiessen y Roger Noriega —asesores del senador republicano por Carolina del Norte, Jesse Helms, y miembros del personal del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Entre el 21 y el 31 de ese mes se entrevistaron con disidentes y también con Alarcón.