HAY UNA DIFERENCIA fundamental entre un enigma y un misterio. Un enigma ocurre cuando no sabemos lo suficiente sobre un hecho. Si contamos con la información necesaria, el enigma desaparece. Cualquiera puede descifrarlo, si tiene a su disposición los datos necesarios. El misterio, por otra parte, elude las respuestas simples. Para resolverlo, se necesita tener una gran capacidad de juicio, la habilidad necesaria para evaluar incertidumbres, realizar un análisis lo menos apasionado posible y estar dispuesto a admitir la existencia de varias respuestas o de una respuesta muy amplia.
El estado actual de salud de Fidel Castro es un enigma. Lo que ocurrirá en Cuba tras su muerte es un misterio.
Si se publicaran informes médicos detallados, desaparecerían los rumores y las conjeturas sobre su destino. Al menos hasta donde es posible contar con un diagnóstico adecuado. Días atrás el enigma dejó de ser tan impenetrable. Cuando el diario español publicó que el gobernante cubano había sido sometido a varias operaciones luego de la primera intervención quirúrgica de finales de julio, y luego el cirujano español José Luis García Sabrido confirmó tácitamente la información, supimos no sólo que el mandatario estaba en una situación grave o muy grave o delicada, sino que no se estaba produciendo una verdadera recuperación, sino una sucesión de mejoras y recaídas.
El gobierno cubano ha enfatizado el hermetismo, decretado por el propio jefe de Estado, como una forma de eludir el misterio de lo que ocurrirá a su muerte. Es más, ha declarado la falta de misterio: la sociedad cubana y el gobierno de la isla no cambiarán de rumbo.

Se trata de una jugada estratégica que ha rendido sus frutos, pero a la cual involuntariamente o no hemos colaborado todos. O resolvemos el enigma con una simpleza —decimos que Fidel Castro está muerto desde hace algún tiempo— o encubrimos nuestra incapacidad de análisis sobre el futuro de Cuba con propuestas alejadas de la realidad y juicios fundamentados en premisas erróneas.
Pero el error que más repetimos es confundir los términos. Tratar la situación que vivirá Cuba tras el fin de Fidel como si fuera un enigma, el cual seríamos capaces de resolver si contáramos con los datos necesarios. El problema con este enfoque es que, a diferencia de lo que ocurre con la salud del mandatario, hay datos más que suficientes para poder imaginar al menos uno o varios escenarios posibles. Pero como gran parte de esa información puede no resultar adecuada para plantear un determinado objetivo, la descartamos. Al final, terminamos obviando el misterio, dejando sin resolver el enigma y nos entregamos a un simple vaticinio. Eso es lo que hacen los charlatanes y adivinos, sobre todo a finales de un año. Siempre con la esperanza de que sus predicciones quedarán olvidadas en los próximos meses, pero leídas en el momento de divulgarlas.
Sin entrar en detalles, hay informaciones conocidas que nos permiten analizar el futuro de Cuba tras la muerte de Castro:
-La economía cubana ha mejorado —no tanto como dice el gobierno, pero no tan poco como pretende Miami— y se ha diversificado. Cuenta con una coyuntura de precios favorables en renglones como el níquel y el azúcar, además de buenas perspectivas de exploración petrolera.
-Las empresas mixtas funcionan en renglones fundamentales, como el turismo y la explotación minera.
-Hay importantes acuerdos firmados y en marcha con Venezuela, China y Rusia, que garantizan que ese avance continúe.
-La entrada de fondos desde el exterior, ya sea mediante las remesas de los inmigrantes o el pago por los servicios que prestan los médicos cubanos en el extranjero, no parece que disminuya en un futuro cercano. Más bien lo contrario.
-Los apagones se han reducido al mínimo y se esperan ligeras mejoras en el transporte y quizá también en la entrega de alimentos y construcción de viviendas.
-Raúl Castro tiene el control total de las fuerzas armadas y el gobierno.
-Ha disminuido la presión ideológica, sin que esto afecte el control estatal.
-Aunque evidentemente no ha llegado el momento de asimilar la muerte de Castro, sí el país se está acostumbrando a su ausencia.
-El abandono del país continúa siendo percibido como la solución de los problemas, sobre todo por la juventud, más que la esperanza en un cambio de la situación en la isla.
-El exilio ha quedado fuera de cualquier opción política respecto a la isla, no por voluntad del gobierno cubano sino por mandato de Washington.
-No hay una oposición organizada. La labor de la disidencia se ha visto reducida al mínimo.
-Washington no piensa cambiar su estrategia hacia la isla, lo que garantiza que se mantendrá una política poco eficaz y destinada sólo a satisfacer los deseos de los votantes del sur de la Florida.
Al mismo tiempo, se mantiene varios factores de incertidumbre:
-La población se mantiene a la espera sobre el destino final de Fidel Castro. Ve poco probable su regreso al poder, pero lo considera aún el gobernante del país.
-La ciudadanía tiene un nivel de expectación muy alto respecto a una posible mejora económica —aumento de los salarios e ingresos— en un futuro más o menos cercano, al tiempo que crecen sus necesidades vitales. Los supuestos avances económicos no se han trasladado al hogar. Este nivel de expectación en cualquier momento se traduce en una urgencia por lograr algún tipo de incremento en el nivel de vida.
-La muerte de Fidel Castro significará el fin de la época de un régimen fundamentado en la “legitimidad de origen”, obtenida por el triunfo frente a la dictadura de Fulgencio Batista, para dar paso a una “legitimidad de ejercicio”, marcada por la promesa de una prosperidad económica. A partir de entonces, se verá un aumento de las presiones ciudadanas para que el gobierno sea más eficiente.
Del equilibrio justo entre estos dos grupos de factores dependerá en buena medida la permanencia de un gobierno de Raúl Castro, un proceso paulatino de transición o por otra parte un aumento de la represión, el caos y la intranquilidad.

Más allá de algunos estudios académicos, poco se ha avanzado en un análisis que se interne en el misterio de una Cuba posterior a Castro.
Un buen ejemplo de lo que falta por hacer es una publicación que acompaña la edición de este domingo de El Nuevo Herald.
Con el nombre de pronósticos, el escritor y periodista Carlos Alberto Montaner, se formula y responde una serie de interrogantes sobre el futuro de la isla. En un “análisis dialogado”, se emprende la realización de una serie de “PRONOSTICOS concebidos para tratar los temas más importantes de la actualidad mundial”.
Pero la supuesta “conversación en los funerales del Comandante” está más cercana a una cháchara de bodega que a un análisis serio. Libre el texto de la caracterización más elemental de la estructura social, política y económica de la sociedad cubana actual, las preguntas y respuestas formuladas por el mismo autor se detienen en pinceladas sobre algunos aspectos de la personalidad de los principales protagonistas del régimen —especialmente Raúl Castro— para pasar a la divulgación de lo que sería el embrión de una serie de posibles pautas de acción capaces de llevar la democracia en Cuba, intención muy loable si contara con posibilidades más allá de los buenos deseos.
Estamos una vez más frente a la señalada confusión entre enigma y misterio. Para Montaner no es un misterio lo que va a ocurrir en Cuba. Simplemente él tiene las respuestas al enigma, y las propone como una salvación posible frente al estancamiento y un futuro estallido de violencia. Este ejercicio de mayéutica lo realiza en solitario, a la espera de los discípulos en la isla que pongan en práctica sus propuestas. Porque el impreso en el exilio tiene un objetivo no enunciado pero manifiesto: llegar a la isla. Esta valiosa preocupación por el futuro nacional adolece en cambio de las limitaciones de una visión demasiado elemental.
Repitiendo aquí y allá algún que otro esquema de la guerra fría, el autor la emprende contra las falacias del régimen para más adelante sustituir algunas por otras, esta vez propias del pensamiento neoliberal. Algunas muestras:
-En el Este de Europa se ha acumulado una valiosa experiencia sobre cómo privatizar numerosas empresas con los propios trabajadores. Las nuevas empresas se han convertido en compañías privadas en las que los trabajadores son accionistas parciales o totales.
-El capitalismo es un sistema abierto de tanteo y error que se expande en la medida en que las personas van descubriendo oportunidades nuevas y aprendiendo de la experiencia.
-El mercado crea desigualdades porque las personas son desiguales.
El proceso de cambio del socialismo al capitalismo, en la desaparecida Unión Soviética y los países socialistas —con sus ventajas y desventajas— se conoce lo suficiente como para venir ahora a pintarse con un color tan de rosa.
Eso de “crear un fondo especial de solidaridad para hacerle frente a la quiebra actual del sistema de pensiones y proporcionarles a los ancianos la ayuda necesaria para cubrir sus necesidades básicas” es un pensamiento muy humano, pero difícil de alcanzar en una sociedad neoliberal del tipo que Montaner ha propuesto en diversos trabajos. No hay que olvidar las difíciles condiciones que en estos momentos atraviesan los ancianos en la isla, pero también se debe reconocer que el establecimiento de una sociedad donde el papel del Estado se reduzca al mínimo está bien lejos de garantizarle un nivel de vida adecuado a nadie que personalmente no se haya preocupado por ello desde el comienzo de su vida laboral, algo que por supuesto no han podido hacer los cubanos.

Lo más lamentable de este “pronóstico” es que parte de una serie de simplificaciones y lugares comunes, propios de quienes en Miami se reúnen a diario en el restaurante Versailles, para devolvérselos al lector con la adición de un dato por aquí y un nombre por allá, pero sin apartarse en su esencia de resumir todos los problemas de la situación cubana durante más de medio siglo en la figura de Fidel Castro: muerto éste, todo mejorará.
Es una lástima que la premura por hacer un “pronóstico”, impida en parte al autor detenerse en una explicación no de cara al futuro sino mirando al pasado: si en Cuba el “estado soviético” fue el “modelo de organización”, cómo explicar su permanencia tras la desaparición de la URSS.
Hay sin embargo un mérito en esta larga “conversación” que merece destacarse, y es el retomar la idea de un diálogo nacional con todas las partes, formulada en su momento por el fallecido líder disidente Gustavo Arcos. La propuesta, más que el pronóstico de Montaner, encierra en este sentido un valor muy superior a cuanto plan ridículo se escucha en la radio del exilio, donde la fantasía se mezcla con el revanchismo. Montaner, por su parte, escribe libre del odio y la venganza.
El convertirse en interrogador e interrogado permite al escritor eludir el tema del exilio. Salvo la mención a los posibles inversionistas exiliados, visitantes y repatriados (una cifra que acertadamente considera será reducida), queda sin mencionarse al exilio como fuerza política. ¿Un reconocimiento tácito a su nulidad? Sería bueno encontrar una respuesta en otra de las conversaciones que nos promete el periodista.
Las fotografías de los niños son de Alberto Roque/AFP