Si algo caracterizó al esperado debate entre Frank Calzón y Joe García, en el programa de televisión
Polos Opuestos, es que fue muy cubano.
Bueno, casi siempre. Porque Calzón por momentos adoptó poses de señorito español. Incluso se quitó el micrófono, salió del
set y hubo que rogarle que volviera.
Pero es difícil que un intercambio político entre posiciones opuestas en Miami se aleje mucho de situaciones parecidas a las que dicen ocurre en la famosa ''esquina caliente'' habanera, donde los fanáticos de ''la pelota'' se apasionan con sus respectivos equipos, discuten y por momentos parece que la sangre va a llegar al río, para acabar en nada.
La diferencia es que aquí las novenas beisboleras fueron sustituidas por los dos partidos políticos nacionales.
García es presidente del Partido Demócrata del condado de Dade y Calzón director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre.
Aunque este último dijo que no estaba en el programa, que dirige María Elvira Salazar, para apoyar partido político alguno, lo cierto es que en todo momento defendió a los republicanos y especialmente al presidente George W. Bush. Si lo suyo no es militancia activa en favor de la nueva administración, no sé de qué otra manera catalogarla.
Ambos participantes llevan años dedicados a una labor anticastrista y en este sentido, ninguno de los dos cuestionó las credenciales del contrario. A partir de ese reconocimiento mutuo, salieron a relucir desde salarios hasta encuentros personales en el pasado.

Al final, y para recurrir a otro símil deportivo igualmente manido, fue una pelea ganada por puntos, en que por poco la victoria se logra por abandono del contrario.
Sin árbitro ni juez a la vista, quedó a criterio del espectador declarar el vencedor. Creo que fue García, por mayor aplomo, habilidad y menos ''golpes bajos''. Otro televidente puede haber quedado con una opinión contraria.
Lástima que este énfasis en el intercambio personal afectó notablemente lo fundamental: el debate de ideas. En este sentido, también concedo la victoria a García, ya que creo que dejó claro lo negativo e inútil que resulta la actual política norteamericana hacia Cuba. Pero cualquier lector de este blog sabe que es una opinión que comparto, con independencia de programa de televisión alguno, y poco —o mejor, nada— añado al señalarlo. En este sentido, concedo de antemano que me repito, igual que
Polos Opuestos.
Será mejor entonces señalar ciertos aspectos del debate.
El dinero fue la gran pregunta de la noche. Lo que da el gobierno norteamericano con la supuesta intención de contribuir al avance de la democracia en la isla. Lo que llega a los disidentes y lo que se gasta en viajes y conferencias internacionales.
Es decir, lo poco que realmente llega a los opositores en Cuba de estos fondos, cuando llega algo.
Fue al mencionarse este aspecto, cuando en más de una ocasión el director del Centro para una Cuba Libre dio la impresión de pelear contra las cuerdas. Dio la impresión de sentirse arrinconado y a la defensiva cuando una y otra vez volvió a surgir el tema. Debo añadir que en más de un intercambio sobre la cuestión, García estuvo más cerca de ser fiscal que abogado, mientras Calzón no encontraba mejor argumento que una especie de: ''Yo sí, pero tú también''.

Todo ello generó una tensión, que se canalizó hacia aspectos personales. Fue lamentable.
Como se trataba de dos contendientes con mucha experiencia en el debate público, la conductora limitó considerablemente su papel. Incluso a veces parecía más dedicada a disfrutar más el programa que en moderarlo. Logró con ello que el programa fuera más divertido, pero menos ilustrativo.
Desde el punto de vista de entretenimiento, esta edición de
Polos Opuestos fue todo un éxito. Si nos atenemos al debate de ideas, bastante pobre.
García disfrutó de la ventaja que tiene todo miembro de la oposición: atacar más las políticas existentes que presentar alternativas, salvo abogar por el fin de las restricciones a los viajes y la disposición de establecer un intercambio con funcionarios del gobierno cubano, que expresen una posición favorable a un cambio en la isla.
Es cierto que ambas posiciones son conocidas, pero tampoco se trataba de un debate presidencial, ni incluso una discusión vinculada a una campaña política. No estábamos ante candidatos políticos, pero fue algo muy similar: un anticipo parcial de las posibles posiciones que seguramente se debatirán el próximo año, si permanece igual la situación en Cuba.
Calzón volvió al argumento manido de tratar de refutar la opinión contraria con el argumento de ''eso es lo que dice La Habana''. Es más, en un momento llamó ''compañero'' a su contrincante. Fue un truco barato, para decir lo menos.
Sin embargo, hay que reconocer que el director del Centro para una Cuba Libre estaba en una situación de desventaja, al intentar justificar la falta de acción y la poca efectividad de la actual política norteamericana hacia Cuba.
Su estrategia no dio resultado: detenerse por breves momentos en un planteamiento general del problema, para pasar de inmediato a lo personal. Resultó evidente que estaba eludiendo entrar en los aspectos específicos.
Fue una lástima que ello ocurriera, porque en algunas cuestiones específicas —como la denuncia de abusos a los derechos humanos en la isla y divulgación de literatura al respecto—, el Centro para una Cuba Libre ha realizado una meritoria labor.
Lo que pasa es que tras la llegada de Bush al poder, la posición del director de la institución se ha identificado en exceso con la política del presidente Bush.
El resultado es que ahora repite un discurso caduco.
Ayer Calzón desperdició una buena oportunidad de pasar a la ofensiva: retar a su oponente a que avanzara más allá de las críticas. Dio la impresión de un luchador cansado.
La realidad es que en aspectos como la política europea hacia la isla, la posición más agresiva de naciones pequeñas, como la República Checa, puede servir de consuelo en Miami, pero no resulta decisiva en Europa.
En lugar de seguir apostando todas las cartas al Partido Popular español, las organizaciones del exilio deberían intentar buscar los medios de influir en cierta medida sobre el Partido Socialista Obrero Español.
En este sentido, es a los demócratas a quienes hay que pedirles una participación más activa. Calzón desperdició la oportunidad de introducir este punto.
Si hago referencia a esta cuestión, es porque tengo la impresión de que una parte de los fondos que recibe el Centro para una Cuba Libre se destinan a conferencias y eventos que se celebran en Europa. Conocer más de esta labor —y
Cuaderno de Cuba está abierto para divulgar cualquier información de esta organización al respecto— hubiera enriquecido el programa.
Por supuesto que Calzón no es culpable de asistir a un programa que en líneas generales fue la repetición de muchos otros.
Lo que distinguió a la edición de
Polos Opuestos de ayer miércoles fue el dinamismo —incluso la exaltación del debate— y el contar con dos fuertes contrincantes. Pero en cuanto a temas y posiciones fue más de lo mismo.
El problema entonces trasciende a los participantes del programa, y tiene que ver con la situación de anquilosamiento que caracteriza a la televisión de esta ciudad, que se refleja tanto en las novelas como en los espacios de debate político.
Estos últimos son similares a las telenovelas, que repiten una y otra vez viejos esquemas y sólo cambian, a veces, las caras.
Lo peor es que aquí ni siquiera tenemos la oportunidad de ver con frecuencia nuevos rostros: la repetición es la norma diaria.
Fotografías de archivo de varias discusiones sobre béisbol en la "esquina caliente'' del Parque Central habanero, realizadas en diversas fechas.
Superior: enero de 2007 (Chris Welch/Minneapolis Star Tribune/MCT).
Izquierda: octubre de 2002 (Cristobal Herrera/AP).
Derecha: abril de 1999 (Jose Goitía/AP.
Inferior: marzo de 1999 (LPA).