Las ''reflexiones'' de Fidel Castro se están convirtiendo en un cuerpo complejo y desigual, con el que ya tienen que lidiar biógrafos y analistas del pensamiento y la acción del gobernante, así como expertos en la situación cubana. Surgidas con el objetivo aparente de testimoniar que el líder convaleciente estaba vivo, su autoría ha sido puesta en duda en más de una ocasión y han servido desde objeto de burla hasta motivo de adulación. Encierran más de una dificultad, a la hora de una discusión sobre su contenido, y no facilita esta labor que resulten muy tentadoras a la hora de una descalificación fácil: adolescente de graves problemas de redacción, carecen de síntesis, abusan de las citas -que en ocasiones ocupan páginas enteras de los diarios en que son publicadas- y mezclan comentarios banales con cursilerías. Pero lo anterior no permite descalificarlas. Decretar que son el entretenimiento de un anciano o pura palabrería. Para complicar aún más el asunto, una y otra vez los periodistas buscan en ellas indicios sobre la salud de quien las escribe, y siempre salen frustrados. Castro ha prescindido hablar sobre él, lo que no impide que las ''reflexiones'' hablen de él, expresen por caminos casi siempre torcidos sus inquietudes e ideas, y lo que es más importante: que se han convertido en la única muestra con que contamos para tratar de conocer sus intentos de influir sobre el rumbo del país.
La última publicada, en que habla de los esfuerzos y logros del espionaje y el contraespionaje entre la desaparecida Unión Soviética y los Estados Unidos durante la guerra fría -que tuvieron como consecuencia el fin del imperio soviético- es un buen ejemplo de todo lo anterior. Constituye en gran parte un largo ''copy and paste'' de artículos y libros que se encuentran en cualquier biblioteca, pero también puede leerse como una advertencia sobre los peligros que encierra pasar de la confrontación a la negociación. Castro, que siempre se movió mejor en el primero de estos términos, quiere dejar bien claro que tratar de engañar al enemigo, adoptando temporalmente la vía pacífica -mientras se logra la recuperación económica y se incrementan los programas militares, de forma tal que permitan luego pasar a una política exterior más agresiva- es un camino muy peligroso: quien engaña puede resultar engañado a la larga, y perder la partida.

Castro cita el artículo
Duping the Soviets: The Farewell Dossier, de Gus W. Weiss, un asesor presidencial en materia de inteligencia y agente de la CIA que falleció en 2003 en circunstancias sospechosas. Lo interesante aquí no es lo que el mandatario cita, sino lo que omite.
El artículo de Weiss narra los esfuerzos de los soviéticos por obtener, mediante el espionaje industrial, la información necesaria para igualar tecnológicamente a Occidente, como este esfuerzo se vino al suelo cuando el presidente francés Fancois Miterrand informó a su contraparte norteamericana de entonces, el presidente Ronald Reagan, de la existencia de un doble agente soviético, que les había suministrado información sobre intereses, agentes de la KGB y estaciones de espionaje soviéticas en Occidente dedicadas a obtener tecnología avanzada. Washington logró revertir la desventaja, y proporcionó información falsa y tecnología adulterada que resultó vital para colocar a la URSS en una posición tan vulnerable que fue incapaz de enfrentar tecnológica y económicamente el reto del programa militar norteamericano de escudo de misiles conocido popularmente como el plan para la ''Guerra de las Galaxias''.
Hasta aquí lo que Castro cuenta. Este hace énfasis en los daños infligidos a la economía soviética y los cataloga de ''actos terroristas". Esta afirmación, usada con un fin ideológico evidente, resulta no ingenua, sino que trata de convertir en ingenuo al lector: en una guerra de espionaje y contraespionaje, todo es permito, por inmoral que resulte para ambas partes.
Lo que Castro omite -lo realmente importante- es el paralelismo de las acciones y objetivos de ambas superpotencias. Habla de la muerte de Weiss, pero no dice que el doble agente soviético, el coronel Vladimir I. Vetrov, se vio envuelto en un confuso lío de faldas, en que acuchilló y dio muerte a otro agente de la KBG, hirió a una mujer y fue detenido. En prisión, y durante la investigación que se llevó a cabo, se descubrieron sus actividades de espionaje. Fue ejecutado en 1983.

El segundo paralelismo, mucho más determinante, comienza con la puesta en marcha de la política de la Détente entra la URSS y Estados Unidos. Mientras Leonid Brezhnev se lanza a la misma con el fin de ganar tiempo, para fortalecerse y lograr una ventaja frente a Occidente que luego espera transformar en un avance militar, Richard Nixon y Henry Kissinger buscan un alivio de las tensiones, sin establecer los parámetros que limiten una transferencia excesiva de tecnología. Según Weiss, los soviéticos ven los avances en la "coexistencia pacífica'' como una vía para reducir su ineficiencia, mientras Kissinger creía que la interdependencia añadiría un elemento de estabilidad a las relaciones políticas.
Fue el presidente Jimmy Carter quien comenzó a mostrar preocupación por la falta de control en la transferencia de tecnología, pero según Weiss no es hasta la llegada de Reagan que se cierra esta "brecha de vulnerabilidad", con una política que combinaba el contener e incluso revertir el expansionismo soviético con la promoción de un cambio interno en el sistema, para reducir el poder de la élite gobernante, y el desarrollo de negociaciones y acuerdos que actuaran en favor de los intereses norteamericanos.
Queda fuera de la reflexión del gobernante cubano lo que resultaría más interesante para un lector conocedor de la bibliografía que éste cita. ¿Cómo Cuba, que ha desarrollado iguales intentos de adquisición de información y tecnología, puedo sortear estos peligros? ¿Fue obtenida sin "adulterar'' toda esa información lograda de las dos enormes antenas parabólicas del sistema de recepción de satélites instaladas en un patio de MC, o de operaciones de rastreo y espionaje telefónico sobre los bancos de datos norteamericanos? ¿Cuán exitosa resultó la labor del coronel Antonio de la Guardia, que según Norberto Fuentes, en
Dulces Guerreros Cubanos, era el principal suministrador de recursos, desde dinero hasta información, medicamentos, equipos e instrumental del Centro de Investigaciones Médico Quirúrgico (CIMEQ)? Y eso, para citar sólo un ejemplo.
Pero resulta evidente que Castro no está dedicado a la labor de ''divulgar secretos'', como quisiera más de un corresponsal extranjero en La Habana, más allá de dato aquí o allá, una referencia entre párrafos de ese fatigado ''copy and paste'' de cables, libros y artículos que le restan valor a sus reflexiones. Su obsesión continúa siendo Estados Unidos, la forma de lidiar con un enemigo al que durante décadas le ha sacado ventaja en la confrontación. Pero ahora que ve cercana una posibilidad de diálogo, que sabe que es cuestión de meses y del cambio de gobierno en Estados Unidos, una y otra vez vuelve al mismo tema. Sabe que Raúl Castro no será el Gorbachev cubano, pero teme que sea otro mediocre Brezhnev.
Foto superior: Fidel Castro en la televisión cubana (Sven Creutzmann/Mambo photo/Getty Images).
Foto izquierda: Aliannis Carbonell trae café durante el video de Castro por la televisión cubana (Sven Creutzmann/Mambo photo/Getty Images).
Foto derecha: Noris García observa al mandatario cubano en pantalla (Sven reutzmann/Mambo photo/Getty Images).
Foto inferior: una familia mira la trasmisión de la presentación de Castro en la televisión de la isla (Javier Galeano/AP).