El levantamiento de las sanciones de la Unión Europea (UE) contra Cuba es una victoria para el gobierno de La Habana, pero también una muestra de la independencia europa frente a la política de Estados Unidos hacia la isla. Que Bruselas y Washington siempre han marchado por caminos paralelos al respecto no es noticia. Pero el gobierno de José María Aznar había logrado encaminar un acercamiento entre los enfoques europeos y norteamericanos, que desde su llegada a la Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero ha hecho todo lo posible por alterar.
Hoy se puede decir que la estrategia de Aznar ha quedado atrás.
¿Pero hubo realmente una firme estrategia europea, decidida a subordinar los nexos diplomáticos al respecto a los derechos humanos y una mayor apertura democrática en la isla?
Desde antes de las sanciones impuestas por la represión desarrollada por el gobierno cubano en la primavera de 2003, las diversas votaciones de la UE, exhortando a Cuba a mejorar su política de derechos humanos, cumplían diversos objetivos, entre los que se encontraban, además de un papel por momentos simbólico en favor de la democracia, el brindarle al gobierno norteamericano el pretexto de seguir posponiendo indefinidamente la parte más controversial de la ley Helms-Burton, destinada a sancionar a las compañías extranjeras que obtienen beneficios con propiedades norteamericanas confiscadas en Cuba.
En un año de elecciones presidenciales norteamericanas, donde existe una gran posibilidad de que se produzcan cambios en las tácticas y estrategias de Washington en política internacional, incluidas las que tienen que ver con Cuba, los europeos se han sentido más dispuestos a estampar su firma en una política que en la práctica vienen realizando.
Pero ni en los momentos más tensos de las relaciones entre Cuba y España, durante el gobierno de Aznar, las inversiones españolas ni el comercio con la isla se vieron reducidas sustancialmente. No así los proyectos de cooperación, que Aznar logró reducir en buena medida, aunque La Habana encontró una forma de eludir estos recortes estableciendo vínculos más estrechos con los gobiernos regionales.
Si España ha marcado tradicionalmente la pauta en las relaciones con La Habana, para bien o para mal, según la óptica de quien las analice, la victoria de Cuba es también un triunfo de España y coloca a Madrid entre los blancos más notorios de quienes se oponen a cualquier flexibilización respecto a la isla. Pero esto también no es nada nuevo.
El acuerdo de los ministros europeos vuelve a colocar sobre el tapete el célebre acuerdo de Cotonú, de colaboración entre la UE y el grupo Africa, Caribe y Pacífico (ACP), al que pertenece Cuba.
Desde 1966 la EU pide a Cuba iniciar un proceso hacia una transición democrática en la isla, como condición necesaria para beneficiarse con este pacto. Por su parte, La Habana siempre se ha negado a aceptar una ayuda condicionada. Lo demás han sido avances y retrocesos en un acuerdo que siempre ha sido más una ilusión europea que una prioridad cubana.
Ahora, sin embargo, esta situación puede estar modificándose. La adhesión de Cuba a dos convenios internacionales de derechos humanos y la suspensión de la pena de muerte pueden considerarse pasos importantes en este sentido. Pero la liberación de los presos políticos continúa siendo el obstáculo fundamental.
El propio ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, el ''aliado mayor'' de la isla en este foro europeo, subrayó que ''lo deseable'' sería que se acelerara la excarcelación de presos políticos, ya que ''cuanto más rápido se liberen, mejor para todos''.
Así que todo parece indicar que Europa ha dejado definitivamente atrás el camino del garrote de las sanciones y apuesta a la zanahoria de la cooperación. Los próximos meses dirán si esta estrategia muestra mejores resultados que la anterior, que definitivamente no estaba funcionando.
Fotografía: residentes en el techo de un edificio de La Habana, en esta foto del 19 de junio de 2008 (Javier Galeano/AP).