La aprobación, por parte de la Comisión de Apropiaciones de la Cámara de Representantes, de una propuesta que devolvería las regulaciones sobre los viajes de los cubanoamericanos a la isla al estado en que se encontraban antes de 2004, crea una situación interesante en un año electoral.
Se sabe que los legisladores cubanoamericanos por el sur de la Florida se oponen a la medida, ya que ésta busca derrotar precisamente las normas que ellos crearon durante el período en que el presidente George W. Bush buscaba la reelección. Pero la pregunta es hasta dónde van a llegar sus esfuerzos.
Analizar el debate sobre la propuesta, que por otra parte enfrenta grandes dificultades que hacen esperar su derrota, en primer lugar por el casi seguro veto presidencial si logra la aprobación a través de ambas cámaras, ayudará en buena medida a los pronósticos electorales.
De no producirse acontecimientos importantes en Cuba que la perjudiquen, es casi seguro que la propuesta logre un mayor apoyo entre los legisladores en estos momentos. En primer lugar, su alcance es limitado. Busca volver a una situación imperante incluso durante la mayor parte del primer mandato de Bush, cuando no se cambió la política imperante respecto a los viajes y las remesas, pese al aumento de la represión en la isla. Esta cautela no es gratuita, y ha sido formulada por el patrocinador del cambio en las normas, el congresista demócrata por el Bronx, José Serrano, quien ha optado por buscar un pequeño avance en la flexibilidad de las restricciones.
En segundo porque es conocido el efecto negativo que las regulaciones tienen dentro de la comunidad exiliada de Miami. Al punto que han permitido al virtual candidato demócrata, Barack Obama, y a los tres retadores del mismo partido que disputan asientos en la Cámara de Representantes, hacer de este punto un lema de campaña, al tiempo que se manifiestan a favor de mantener el embargo hacia la isla.
Esto coloca a los tres congresistas cubanoamericanos republicanos en la posición de tener que apoyar, con toda su fuerza, el mantenimiento de una normas creadas por ellos, pero que al mismo tiempo se han convertido en uno de los principales argumentos políticos de sus contendientes.
Vale la pena estar muy al tanto de si, como es de esperar de acuerdo a su historial y declaraciones, dedican todo su esfuerzo a derrotar la propuesta de Serrano, mediante una intensa labor de alianzas e intercambio de votos entre otros legisladores, como han hecho en años anteriores. De lo contrario, si simplemente optan por votar en contra y dejar la decisión final en manos del pleno de la Cámara y en última instancia el Presidente.
¿Cómo interpretarían los simpatizantes de los tres congresistas cubanoamericanos una victoria en la Cámara de la propuesta de Serrano? ¿La considerarían una muestra de que éstos han perdido poder dentro del cuerpo legislativo? Por otra parte, ¿cualquier avance congresional hacia una mayor flexibilidad de los viajes a Cuba no podría actuar de acicate, que impulsaría al núcleo más poderoso del exilio histórico a volcar aún más dinero en las campañas de sus legisladores favoritos?
Es casi seguro que cualquier resultado dentro del Congreso, respecto a cualquier propuesta en favor de una mayor libertad para viajar a la isla no resulte decisivo en esta contienda electoral, que se definirá a partir de que ha ocurrido o no un cambio en las prioridades de quienes ahora cuentan con el derecho al voto. Esta posible diferencia entre el electorado de hace cuatro años y el actual es sin duda la clave. Pero el termómetro político tendrá que colocarse no sólo en las campañas de Miami, sino también en el Congreso de Washington.
Fotografía: una joven vende dulces en un pequeño puesto callejero, el 12 de agosto de 2007, en La Habana, un día antes del 81 cumpleaños del convaleciente presidente cubano, Fidel Castro (Alejandro Ernesto/EFE).