En un extenso artículo publicado en la revista Letras Libres, el historiador Rafael Rojas analiza los ''vínculos'' de Walter Benjamín con Cuba, y en especial los nexos o su ausencia -incluso la ignorancia- entre los escritores cubanos, la cultura oficial de la isla y la obra del filósofo y ensayista alemán.
Ya en otros comentarios de este blog he planteado que considero que Antonio José Ponte es, entre nuestros escritores actuales, quien aporta a la literatura cubana la óptica más cercana a Benjamín.
Hablo de óptica y no de visión. No he leído aún un ensayo que interprete la mirada que nuestros novelistas más destacados ofrecen sobre la ciudad (La Habana) a partir de los escritos de Benjamín. Ponte hace alguna mención al respecto, pero no se detiene en el tema. También en un comentario anterior de este blog, hice referencia a una cita de Guillermo Cabrera Infante, poco conocida, en la cual el autor de Tres tristes tigres menciona su intención de que su obra se vincule —aunque sin prescindir de una mediación interpuesta— con la del filósofo: “TTT y La Habana [para un Infante difunto] son simplemente mis esfuerzos no por recrear las leyendas sobre una ciudad, sino por crear la ciudad. Quise hacer respecto a La Habana lo que Baudelaire hizo por París. O más bien lo que Walter Benjamin dijo que Baudelaire hizo por París”.
Al hablar sobre la ciudad de Lezama Lima, Ponte señala que llegar a La Habana ya no encuentra en sus calles al Caballero de París: “He supuesto en él el espíritu del flaneur que existió en Baudelaire, que destacó otro maestro de ver ciudades, Walter Benjamin”.
Sólo que ya La Habana a que llega el ingeniero que era entonces Ponte, para convertirse en escritor, no puede hallar una urbe que permita la identificación, ni siquiera la añoranza, con la recreada por Benjamin. De ahí su interés por fijar las ruinas, la ciudad no recreada y ni siquiera imaginada, sino reducida a un inventario de escombros. Detenerse en las ruinas será entonces su venganza ante la imposibilidad de continuar, o extender, lo hecho con anterioridad por Lezama, Carpentier y Cabrera Infante.
Esta ciudad cercana a la visión de Benjamin no sólo es imposible de encontrar por la causalidad histórica sino por la geografía y el tiempo: estaba en proceso de transformación antes del primero de enero de 1959 y la amenaza del desarrollo termina sustituida por la destrucción. De La Habana posible para Benjamin —que se limita a Centro Habana y Habana Vieja— ahora sólo quedan, además de las ruinas de Ponte, los laberintos infernales de Pedro Juan Gutiérrez y Leonardo Padura.
Más allá de las preferencias culturales, aventuro una hipótesis. El Benjamin marxista comienza a ser divulgado en Cuba en medio de la etapa conocida benévolamente como Quinquenio gris. La vuelta al dogma —más que a la ortodoxia— hizo que su difusión fuera limitada.
Cuaderno de Cuba agradece a Javier Santos por la fotografía de un edificio de la calle Obispo, en La Habana, que ilustra este comentario.