El congresista Lincoln Díaz-Balart es un político con una amplia experiencia en la Cámara de Representantes y en la arena política de Miami. Uno puede estar a favor o no de su agenda partidista, su estrategia para llevar la democracia a Cuba o sus puntos de vista ideológicos, pero nadie puede negarle capacidad y astucia. Por eso es muy posible que a estas alturas Díaz-Balart ande buscando la forma de, con mucho tacto, decirle a una presentadora radial que no realice más encuestas en las que él resulta triunfador para legislar en el reducido espacio de la República de las Tres. No se trata de herir sensibilidades ni de disgustar a seguidores fieles, pero lo de los sondeos radiales ya ha entrado a formar parte del choteo del pueblo. Hasta en la Calle Ocho se ríen de esas votaciones sin gracia y talento.
Lo malo es que puede ocurrir que el legislador Díaz-Balart resulte reelecto, como ha ocurrido en otras ocasiones, y tenga que renunciar a su puesto en Washington porque sus seguidores, treceros y republicanos, le van a exigir con razón, que cumpla su deber para con los electores que lo eligieron primero. Que yo sepa, en este país no se pueden cumplir con dos cargos legislativos al mismo tiempo. O lo peor: Díaz-Balart pierde en las elecciones de noviembre, y sin escaño en el Congreso, poder legislativo o salario se ve obligado a ocupar el asiento en la cámara radial, como una especie de premio de consolación.
Así que es el momento de acudir a los amigos, citar a los conocidos y mover influencias, para de una manera discreta renunciar un resultado electoral anticipado y no solicitado. De lo contrario, Díaz-Balart va a tener que seguir el ejemplo de su primo de la isla: renunciar antes de ser elegido de nuevo. Y dos renuncias en una misma familia no es algo que el pueblo cubano esté dispuesto a admitir fácilmente.
Fotografía: el congresista federal por el Distrito 21, Lincoln Díaz-Balart, en esta foto de 2008 (Pedro Portal/El Nuevo Herald).