Un buen reportaje y otra prueba de que Will Weissert es uno de los mejores periodistas extranjeros informando desde Cuba. Uno de los pocos que no se queda en La Habana, disfrutando de un mojito mientras copia una o dos noticias de la prensa oficial y las manda a Estados Unidos:
WILL WEISSERT/AP
SIERRA MAESTRA, Cuba
En las escarpadas colinas de la Sierra Maestra, donde Fidel Castro inició su lucha insurgente hace 50 años, las actitudes de los cubanos son más relajadas que en la capital. Si bien los más ancianos se mantienen leales al sistema comunista, los jóvenes expresan su anhelo por un cambio.
Aquí, a más de 800 kilómetros (500 millas) de La Habana, la gente suele expresarse con más libertad y algunos hasta se quejan abiertamente de sus privaciones.
Cincuenta años después del triunfo de la revolución, ''la gente se siente bien, pero no todos sienten el mismo orgullo'', dice Juan González, un trabajador local de 59 años de edad y oriundo de la aldea de Santo Domingo.
Ello se debe a que las promesas de un futuro brillante y próspero no han llegado tan rápidamente como ansiaban. La electricidad, el agua y el servicio telefónico llegaron en años relativamente recientes. Algunas familias siguen viviendo en casuchas de piso rústico y lavan su ropa en el río. Los métodos de transporte más comunes son por buey, mula o caballo.
González dice que el problema principal es la falta de transporte público. En la región hay una sola ambulancia pero hace unos años se dañó ''y varias personas murieron por eso''.
La electricidad llegó apenas en 1986, y eso gracias a ingenieros soviéticos.
Al sur de Santo Domingo está Comandancia de la Plata, el sitio que usó Fidel Castro para su ofensiva final. Allí pernoctaba en una choza de madera con techo de palmera. A poca distancia está el árbol que él usaba para practicar su puntería y que todavía tiene marcas de bala.
Luis Angel Segura, de 55 años, es un guía que lleva a los turistas por el rústico sendero hacia la choza. Si uno habla con él por un buen rato, comienzan a surgir las expresiones de descontento. Su malestar no es porque el gobierno no actúe, sino porque actúa demasiado -por ejemplo, permitiéndole a los campesinos sembrar sólo las cosechas que se les indica, y venderlas solamente al mismo gobierno.
''Debería haber más autonomía, pero nos dicen 'Cuba somos todos''', expresó.
Aún así, nadie aquí extraña la era prerrevolucionaria cuando imperaba la dictadura de Fulgencio Batista. Como muchos cubanos, Segura califica esa de época como "la tiranía''.
Apenas unas 600 personas viven en las aisladas montañas alrededor de Comandancia de la Plata. Hay unas pequeñas escuelitas y clínicas, que se nutren de energía solar para
funcionar. En las zonas más rurales, los maestros duermen en casas de sus alumnos y los médicos hacen visitas. Como todos los cubanos, los habitantes de la región no pagan por sus viviendas y reciben raciones de alimentos.
El gobierno amplió una carretera por estas montañas, pero hay tan poco tráfico que
los campesinos usan la vía para secar sus granos de café, y los animales la usan para dormir.
Muchas familias tienen televisores obtenidos gracias a créditos del estado, pero se recibe muy poca señal. Hay algunos ''videoclubes'' donde se muestran copias pirateadas de películas. El acceso a internet es estrictamente regulado.
Como en muchas ciudades, las zonas rurales tienen sus Comités de la Defensa de la Revolución que se reúnen para hablar sobre los problemas comunitarios y donde la asistencia es obligatoria.
''Aquí todo está bien organizado, pero la gente se queja y nada ocurre'', declaró Julia Castillo, una ama de casa en Sierra Cristal, otra zona montañosa que fue base de los rebeldes.
Cuando se le pregunta a los cubanos sobre su sistema educativo o de salud, casi siempre prefieren hablar del de Batista, aunque pocos hoy en día vivían en esa época.
Una excepción es Rubén La O.
''Antes de la revolución yo no podía leer'', dijo La O, quien tiene 73 años de edad y quien fue compañero de lucha de Fidel. "La educación es un arma gigantesca. La mayoría de la gente no lo entiende, pero Fidel sí''.
Pero el hermano de Rubén, Alcides, dice que los jóvenes no aprecian lo que tienen.
''Hay muchas escuelas pero hay mucha gente que no quiere estudiar, que no aprovecha todo lo que tiene'', dijo Alcides.
Alejandro, un campesino que vive cerca de allí, opinó que el problema no es la apatía sino la falta de libertad.
''¿Solidaridad? Está bien, pero eso no puede reemplazar al cambio político'', dijo
Alejandro, de 26 años y quien vive con sus padres y no quiso dar su apellido para no causarles problemas. ''La gente está lista para algo nuevo, hay mucha frustración''.
Fotografía superior: paneles solares para brindar electricidad a la viviendas en la Sierra Maestra (Ismael Francisco/Prensa Latina/AP).
Fotografía izquierda: vista de la Sierra Maestra, en esta foto del 9 de diciembre de 2008 (Ismael Francisco/Prensa Latina/AP).
Fotografía derecha: museo de la Comandancia de la Plata en la Sierra Maestra (Ismael Francisco/Prensa Latina/AP).
Aquí, a más de 800 kilómetros (500 millas) de La Habana, la gente suele expresarse con más libertad y algunos hasta se quejan abiertamente de sus privaciones.
Cincuenta años después del triunfo de la revolución, ''la gente se siente bien, pero no todos sienten el mismo orgullo'', dice Juan González, un trabajador local de 59 años de edad y oriundo de la aldea de Santo Domingo.
Ello se debe a que las promesas de un futuro brillante y próspero no han llegado tan rápidamente como ansiaban. La electricidad, el agua y el servicio telefónico llegaron en años relativamente recientes. Algunas familias siguen viviendo en casuchas de piso rústico y lavan su ropa en el río. Los métodos de transporte más comunes son por buey, mula o caballo.
González dice que el problema principal es la falta de transporte público. En la región hay una sola ambulancia pero hace unos años se dañó ''y varias personas murieron por eso''.
La electricidad llegó apenas en 1986, y eso gracias a ingenieros soviéticos.
Al sur de Santo Domingo está Comandancia de la Plata, el sitio que usó Fidel Castro para su ofensiva final. Allí pernoctaba en una choza de madera con techo de palmera. A poca distancia está el árbol que él usaba para practicar su puntería y que todavía tiene marcas de bala.
Luis Angel Segura, de 55 años, es un guía que lleva a los turistas por el rústico sendero hacia la choza. Si uno habla con él por un buen rato, comienzan a surgir las expresiones de descontento. Su malestar no es porque el gobierno no actúe, sino porque actúa demasiado -por ejemplo, permitiéndole a los campesinos sembrar sólo las cosechas que se les indica, y venderlas solamente al mismo gobierno.
''Debería haber más autonomía, pero nos dicen 'Cuba somos todos''', expresó.
Aún así, nadie aquí extraña la era prerrevolucionaria cuando imperaba la dictadura de Fulgencio Batista. Como muchos cubanos, Segura califica esa de época como "la tiranía''.
funcionar. En las zonas más rurales, los maestros duermen en casas de sus alumnos y los médicos hacen visitas. Como todos los cubanos, los habitantes de la región no pagan por sus viviendas y reciben raciones de alimentos.
El gobierno amplió una carretera por estas montañas, pero hay tan poco tráfico que
los campesinos usan la vía para secar sus granos de café, y los animales la usan para dormir.
Como en muchas ciudades, las zonas rurales tienen sus Comités de la Defensa de la Revolución que se reúnen para hablar sobre los problemas comunitarios y donde la asistencia es obligatoria.
''Aquí todo está bien organizado, pero la gente se queja y nada ocurre'', declaró Julia Castillo, una ama de casa en Sierra Cristal, otra zona montañosa que fue base de los rebeldes.
Cuando se le pregunta a los cubanos sobre su sistema educativo o de salud, casi siempre prefieren hablar del de Batista, aunque pocos hoy en día vivían en esa época.
Una excepción es Rubén La O.
''Antes de la revolución yo no podía leer'', dijo La O, quien tiene 73 años de edad y quien fue compañero de lucha de Fidel. "La educación es un arma gigantesca. La mayoría de la gente no lo entiende, pero Fidel sí''.
Pero el hermano de Rubén, Alcides, dice que los jóvenes no aprecian lo que tienen.
''Hay muchas escuelas pero hay mucha gente que no quiere estudiar, que no aprovecha todo lo que tiene'', dijo Alcides.
Alejandro, un campesino que vive cerca de allí, opinó que el problema no es la apatía sino la falta de libertad.
''¿Solidaridad? Está bien, pero eso no puede reemplazar al cambio político'', dijo
Alejandro, de 26 años y quien vive con sus padres y no quiso dar su apellido para no causarles problemas. ''La gente está lista para algo nuevo, hay mucha frustración''.
Fotografía superior: paneles solares para brindar electricidad a la viviendas en la Sierra Maestra (Ismael Francisco/Prensa Latina/AP).
Fotografía izquierda: vista de la Sierra Maestra, en esta foto del 9 de diciembre de 2008 (Ismael Francisco/Prensa Latina/AP).
Fotografía derecha: museo de la Comandancia de la Plata en la Sierra Maestra (Ismael Francisco/Prensa Latina/AP).
1 comentario:
Esto demuestra que si ayudamos a normalizar las relaciones con la isla,aumentara la posibilidad del cambio que deseamos para nuestro pais.
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