jueves, 14 de mayo de 2009

El sainete Cutié: una escapada amorosa convertida en tema de espionaje



Hasta ahora había pensado que el tema de Alberto Cutié quedaba fuera de Cuaderno de Cuba.
La vida amorosa de cualquier sacerdote me tiene sin cuidado y las implicaciones de ello solo son un problema de él, la institución a la que pertenece y quienes se relacionan con esa organización.
De la labor de Cutié como predicador sólo conocía las cursilerías que pronunció durante la misa de difuntos que en esta ciudad se le ofreció a la cantante Celia Cruz. Respecto a su labor de consejero en las páginas de El Nuevo Herald, siempre me pareció un intruso profesional más, que se pone a desempeñar una labor para la cual no tiene un título que lo acredite. Entre las tareas de un cura está el confesar, y para eso está la iglesia, la cárcel, el patíbulo o el lecho de enfermo. Siempre me ha parecido una forma de explotar la frivolidad, el dedicarse a dar “consejos del corazón”. Por lo demás, desde que su nombre comenzó a sonar en esta ciudad lo consideré un hombre sediento de popularidad y un aficionado a buscar publicidad gratuita.
No dejo de reconocer, por otra parte, que en esta ciudad habitan muchos personajes que son capaces de asombrarme. En el caso de Cutié, pese a que como se desprende de los párrafos anteriores nunca ha sido lo que podría llamar un personaje favorito, tenía la impresión de que al menos, por una cuestión generacional, estaba algo apartado de la retórica más pedestre de un sector del exilio de Miami. Ahora veo que, de la forma más barata posible, trata de aprovecharse de esa retórica para buscar simpatías.
Una información de El Nuevo Herald dice que Cutié insinuó que los que le siguieron y filmaron mientras jugueteaba con su amante en una playa de Miami pudieron haber sido espías cubanos, en una entrevista realizada por el programa Aquí y Ahora, de la cadena Univisión.
Esto rompe un récord, incluso para Miami.
“Hace algún tiempo que sabía que me estaban siguiendo”, dijo Cutié. “Yo creo que, al ser cubanoamericanos, tenemos esa paranoia de que quizás se trate de alguien de otro gobierno, de otro lugar. . . Yo había tenido experiencias en Radio Paz de ver carros extraños cuando salía tarde del trabajo o llegaba temprano. Yo veía cosas y decía: ‘¿Quién me estará siguiendo?’”.
Aquí se pasa del escándalo al sainete con una velocidad asombrosa. Es lamentable. No hay seriedad alguna. No es que se practique el saludable ejercicio de chotear la política. Es que el choteo se asume con política, anticastrista por supuesto.
Lo curioso del caso es que, si damos credibilidad a las sospechas de Cutié, este le ha conferido una dignidad nunca reclamada para la labor de espionaje: desenmascarar la hipocresía de un sacerdote. En este sentido, hasta valdría la pena analizar si se firma un tratado de colaboración con La Habana.

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