Uno de los problemas fundamentales, a enfrentar en cualquier posible conversación entre Washington y La Habana, es el dólar. La ley del embargo no permite al gobierno cubano llevar a cabo transacciones con esta moneda. Al mismo tiempo, éste le ha impuesto un recargo a la moneda norteamericana, que no obedece a un valor real del dinero convertible cubano, como contragolpe a las restricciones establecidas por la Casa Blanca durante el gobierno de Bush, y la persecución a cuanto banco en el mundo estaba dispuesto a cambiarle los dólares a la isla.
En la práctica, hay un conjunto de medidas poco prácticas, onerosas e inútiles para el supuesto avance de la democracia en Cuba, que en la actualidad dificultan la mayoría de las transacciones económicas en la isla.
Esto es en gran parte el resultado de acciones políticas y electorales llevadas a cabo por los legisladores cubanoamericanos en Washington —especialmente la representante Ileana Ross-Lehtinen— que durante años se han empeñado con ahínco en hacerle más difícil la vida a los cubanos de aquí y allá que mantienen sus vínculos familiares, y a quienes viven en la isla.
Toda la compleja trama del dólar norteamericano en la economía cubana, que es legal en Cuba pero no circula, con el que se pagan las compras en artículos norteamericanos, pero no sin antes una conversión de otras divisas, debido a lo cual hay por supuesto un costo, se convertiría en un aspecto de magnitud aún mayor si se el Congreso de Estados Unidos permite los viajes de los norteamericanos a la isla.
Para conocer en mayor detalle este asunto, vale la pena buscar un artículo de Marc Frank, que aparece en el portal de la ABC News, donde de forma objetiva y detallada se explican algunos de los hilos de esta madeja. Para leerlo, pinche aquí.
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