En los días posteriores al inicio del puente marítimo Mariel-Cayo Hueso, Sara y yo almorazbamos con nuestro amigo, el compositor Sergio Fernández Barroso. En determinado momento surgió el tema del Muro de Berlín. El hijo de Sergio, entonces un niño, que hasta ese momento había participado aburrido y silencioso a la conversación en el restaurante 1830, hizo la mejor pregunta de la noche: ¿Y nadie salta del otro lado?, refiriéndose a la posibilidad de que alguien quisiera escapar del ''infierno capitalista'' al paraiso que supuestamente era la Alemania Democrática.
A continuación, un reportaje de la AFP sobre el domingo en que Berlín fue cortada en dos:
RICHARD CARTER/AFP
BERLIN
Los berlineses celebrarán este año los 20 años de la caída del ''Muro'', pero muchos siguen marcados por ese día del verano de 1961 en que ese muro de cemento y alambre de púas cortó brutalmente en dos la ciudad.
Ese ''domingo de las alambradas'', 13 de agosto, los alemanes del Este despertaron atrapados en los sectores ocupados por los soviéticos, separados en una noche de sus familias y sus amigos.
Alemania del Este había decidido poner fin al éxodo de su población, que prefería la libertad y la prosperidad de la República Federal Alemana (RFA) a los rigores de la zona soviética. Berlín, con sus dos zonas de ocupación, era el lugar de paso preferido por los prófugos.
Decenas de miles de personas fueron movilizadas, en el mayor secreto, para levantar apresuradamente, la noche del 12 al 13 de agosto, un muro que consagraría la división de Europa durante la Guerra Fría.
Las imágenes de los habitantes de la Bernauer Strasse, una calle paralela a la nueva frontera, saltando por las ventanas en las lonas colocadas por los bomberos de Berlín Oeste, dieron la vuelta al mundo, así como las de la Iglesia de la Reconciliación, amurallada para impedir que entrasen los feligreses del Oeste.
Una de las vecinas, Frieda Schultze, de 77 años, se encontró literalmente tironeada entre el Este y el Oeste cuando los guardias comunistas trataron de retenerla por los brazos mientras que los bomberos del Oeste tiraban de sus piernas más abajo.
Como la mayor parte de los berlineses, Frieda Naumann, que en esa época era estudiante, fue sorprendida por los acontecimientos. ''Hablé con el pastor de la parroquia el 12 de agosto. El no sabía nada, como todos nosotros'', declaró a la AFP.
Karola Habedank, quien actualmente tiene 55 años, tuvo suerte. Amigos de sus padres, instalados en el Oeste, habían sido advertidos de los rumores de construcción.
La mañana del 13 de agosto la visitaron y le prestaron documentos de identidad con los cuales pudo huir con su familia.
''Sin ellos me hubiera encontrado atrapada en el Este durante todo este tiempo'', declaró a la AFP. ''Pero tenía amiguitos que vivían en el mismo edificio, y que jamás volví a ver''.
Esos actos de solidaridad de los habitantes del Este no eran raros, según ella.
Poco a poco, los kilómetros de alambres de púas fueron reemplazados por un muro de hormigón de 43 km de largo, mientras que otra barrera aislaba a Berlín Oeste de la RDA que la rodeaba.
Miles de hombres armados, que tenían órdenes de arrestar o matar a los que quisieran escapar, vigilaban esta ''barrera de protección antifascista''.
Esto no impidió que unas 5.000 personas lograsen escapar, pasando por arriba, a través, o incluso por debajo del muro hasta su caída, en 1989, según el Grupo de Trabajo del 13 de agosto. Sin embargo, cientos de personas murieron.
Entre ellas, un bebé de 15 meses, Holger H., asfixiado por su madre escondida en un camión, por miedo a que sus gritos alertasen a los guardias que registraban el vehículo, según la fundación del Muro de Berlín.
Entre los dispositivos más imaginativos para franquear el Muro estuvo un teleférico, fabricado con un cable tendido desde el baño de un ministerio, que permitió escapar a una familia.
Otros huyeron a nado, antes de que las autoridades de Alemania del Este instalasen picos metálicos sobre la superficie del Spree, el río que atraviesa Berlín.
Diez túneles también fueron cavados bajo el Muro, permitiendo evasiones masivas, como la de 57 personas desde el sótano de una casa vecina del Muro, en 1964.
En la actualidad, sólo algunos fragmentos aislados del Muro siguen de pie en Berlín, lo que no impide que la separación esté lejos de haber desaparecido totalmente, según numerosos alemanes.
''Creo que nunca lloré tanto como cuando cayó el Muro. Era magnífico'', recuerda Karola Habedank.
Fotografía: un padre y su hija caminan junto a una sección aún en pie de lo que fuera el Muro de Berlín, cerca del Memorial del Muro de Berlín, en Bernauer Strasse, el 24 de julio de 2009, en Berlín, Alemania (Sean Gallup/Getty Images).
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