martes, 5 de octubre de 2010

Tópicos torpes


Líderes del exilio en Miami, supuestos expertos y comentaristas de la prensa radial y escrita siguen demostrando una ignorancia total ―si es posible mayor cada día― sobre lo que ocurre en Cuba. Agotados desde hace mucho el optimismo incontrolable por el fin de fin de régimen, los preparativos para formar gobierno desde Miami y el saboreo anticipado de ajuste de cuentas implacable, es la hora de los que picotean aquí y allá, en la búsqueda del detalle que de algún consuelo o aliento a los empecinados.
Sin ilusión ya para apostar a la muerte de Fidel Castro ―como el detonante esperado para una transformación rápida, que permita barrer con un modelo imperante e inoperante por medio siglo y dar vía a un sistema similar al que existe en Miami― pocas opciones quedan a los que se niegan a creer que tantas frustraciones no fueron sólo caídas en el camino sino una vía hacia la derrota. Hablar del deterioro económico de la isla ―que es verdadero― es quizá el refugio final.
Lo primero a tener en cuenta es que ya a estas alturas carece de sentido esperar por la muerte de Fidel Castro. Por supuesto que cuando ocurra será noticia mundial. No hay que subestimar las repercusiones del hecho y tampoco echar a un lado las repercusiones que tendrá en el comportamiento y las expectativas de quienes viven en la isla.
Pero nada de esto debe impedir analizar que en Cuba está marcha un proceso de cambios económicos ―que aunque limitados y algunos de ellos posiblemente destinados al fracaso― implican la puesta en marcha o la liberación de factores que siempre se anheló entrarán a funcionar dentro de la maltrecha situación en la isla. Es decir, quienes se dicen participe de una ideología que prioriza el mercado y la empresa privada, han comenzado a desvirtuar sus funciones a la hora de hablar de Cuba.
Si bien es cierto que el control económico que ha impuesto ―y espera conservar― el Estado cubano es enorme, ¿por qué no contribuir a su debilitamiento, en la medida de lo posible y de forma paulatina, desde Estados Unidos y particularmente desde Miami? Esta parece por momentos ser la intención de Washington, pero no acaba de definirse.
Es difícil de comprender ese afán en favor de que fracase el plan de reformas del gobierno cubano, cuando lo que en verdad debería interesar a un exilio preocupado por el bienestar de quienes viven en la isla es iniciar los intentos de incorporar ―de forma independiente y sin ataduras políticas e ideológicas― al capital y el conocimiento del exilio moderado. Es decir, contribuir a que en Cuba la reforma pase del “chichal” a la empresa familiar e incluso la pequeña propiedad mercantil.
Se puede argumentar que este objetivo es muy difícil de alcanzar o que el Estado cubano nunca jugará limpio o no lo va a permitir. Sin embargo, si quienes dirigen el proceso cubano han tenido que ceder en puntos que hasta hace poco era lógico apostar a que no lo harían, como el permitir el empleo de fuerza laboral contratada, bajo qué razonamiento se puede negar por completo la posibilidad de esta vía.
Lo cierto es que, hasta este momento, pocos en el exilio apuntan hacia esta vía. El Cuba Study Group continúa siendo la excepción y no la norma. La equivocación se repite y el alboroto se impone sobre el sentido común.
Fotografía: una bodega en La Habana.

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