La absolución de Luis Posada Carriles es la mayor derrota moral que ha sufrido la rama radical y violenta del exilio histórico, radicada en Miami y New Jersey. Si no lo han reconocido así es por muchos años transcurrido desde sus primeros enfrentamientos con el régimen de La Habana, que han transformado su beligerancia en comentario radial, declaración de esquina, palabra altisonante entre buchito y buchito de café.
En tres horas, el jurado reunido en El Paso, Texas, decidió que el acusado que tenían frente a sí no era un combatiente anticastrista, sino un anciano al que inmigración había tendido una trampa; un viejo indocumentado que era víctima del gobierno norteamericano. Con un predominio de miembros de origen hispano ―es decir, mexicano―, no fueron doce hombres en pugna sino hombres y mujeres dispuestos a pasarle la cuenta a la Migra.
Que un “luchador anticastrista” aprovechara esa circunstancia es normal en cualquier tipo de enfrentamiento ante un enemigo poderoso. Que con anterioridad empleara tácticas y medios terroristas para conseguir su objetivo es condenable, pero consecuente con una tradición imperante durante el siglo pasado. Que por muchos años se sirviera de otros países como base para preparar y lanzar ataques no fue más que una repetición de gestos y conductas llevadas a cabo por muchos otros antes que él. Que se sintiera incomprendido y rechazado por un país que lo había utilizado en más de una ocasión para trabajos sucios no debió extrañarle nunca. Todo esto cae dentro de la mentalidad y la actuación de cualquier terrorista internacional, desde los anarquistas italianos a los fundamentalistas islámicos. El ser considerado patriota por unos y asesino por otros parte del oficio.
Pero al jurado validar las declaraciones de Posada, de que no tuvo nada que ver con los atentados dinamiteros contra la industria turística en Cuba, el exilio se queda de pronto sin un “héroe”. Porque el plan de atentar contra el turismo extranjero en Cuba fue un ejemplo clásico de una forma de actuar respaldada y propagada por ese sector del exilio que siempre ha reclamado la exclusiva de mantener una actitud combativa frente al régimen de La Habana.
Si Posada agradeció al sistema de justicia norteamericano y al jurado “que encontró la absolución”, no hizo más que ratificar su argumento de que él no tuvo nada que ver con los atentados. Entonces, cuáles han sido sus acciones contra el Gobierno cubano en la última década.
Ahora el plan de los atentados a los centros turísticos queda reducido a dos o tres extranjeros, que por dinero pusieron las bombas y a causa de ello asesinaron a un turista italiano.
Sería bueno que los benefactores de Posada Carriles publicaran una lista de “hechos de guerra”, con resultados efectivos, de justificara su “trayectoria anticastrista”. De lo contrario, su militancia y dedicación es algo parecido a la virginidad de la Virgen María: cuestión de fe.
En sus últimas declaraciones, Posada parece más dispuesto a integrarse a los Cuerpos de Paz que a otra cosa.
“La lucha sigue por Venezuela, por Cuba y por América” mientras la gente viva en la “miseria y sin pan”, expresó al leer un escrito de una página que presentó al abrir la rueda de prensa hoy miércoles en Miami.
Mientras tanto, la lucha contra el hambre se inicia con el estómago lleno. Esta noche Posada será recibido como un héroe en el Big Five Club para una recepción y cena. El cubierto cuesta cuarenta dólares. No se aclara si los pobres de Latinoamérica están invitados, o si también tienen que pagar por el cubierto.
Foto: Luis Posada Carriles (c) habla en una rueda de prensa junto a sus abogados Arturo Hernández (i) y Felipe Millán (d) en El Paso, Texas, el viernes 8 de abril de 2011.