miércoles, 31 de agosto de 2011
¿Nada mejor que publicar?
¿Y El Nuevo Herald no tiene nada mejor que publicar que un comentario de Juan Abreu, en que éste le hace el juego a Zoé Valdés para atacar a Yoani Sánchez?
martes, 30 de agosto de 2011
Elogio de los cobardes
El mecanismo de terror en una dictadura falla solo con un grupo social: los intelectuales.
No es que los intelectuales sean los ciudadanos más valientes. Puede que se encuentren entre los más cobardes, pero demuestran una mayor capacidad de asimilación y resistencia. Son además los que trascienden.
Jorge Edwards, en su biografía de Pablo Neruda, Adiós, Poeta, dice: "A Fidel siempre lo encontré irritado frente a los escritores, desconfiado, como si ese precario poder que ellos manejan, el que les confiere el uso y el arte de la palabra, amargara de algún modo, en su núcleo más vital y sensible, el poder suyo".
En la biografía sobre Stalin de Edward Radzinsky se narra la preparación de un juicio a Babel y Meyerhold, que involucraría a figuras como Eisenstein, Katoyev y Ehrenburg. Pero en el curso de los interrogatorios, Stalin pierde la fe en que los intelectuales jueguen su papel tal y como estaba planeado. Pierde la confianza en el proceso, ya que, por ejemplo, Babel lo admite todo y luego se retracta. Stalin decide que los artistas son tipos impredecibles, a un grado sumamente peligroso, que admitían demasiado fácilmente culpas inventadas pero que con igual facilidad se retractaban de lo dicho un minuto antes. Entonces, optó por matarlos en forma callada.
En Cuba, quien plantea de forma más descarnada el conflicto entre los intelectuales y el gobierno fue Ernesto Che Guevara, al expresar: "el pecado original de los intelectuales cubanos es que no son verdaderos revolucionarios". La frase pudo haberse invertido: el primer pecado de los revolucionarios cubanos siempre ha sido que no son intelectuales (con perdón de Martí), o peor aún que son intelectuales falsos, pero el Che era un hombre orgulloso.
Con el triunfo de la revolución, se les impone a los intelectuales este complejo de culpa. Roberto Fernández Retamar (volverá a ser católico Retamar) lo expresó en un verso infeliz: Quien murió por mí en la ergástula? Nosotros los sobrevivientes, a quién debemos la sobrevida".
El complejo de culpa por no haber sido un terrorista o un tiratiros se extiende durante la primera etapa de la literatura cubana posterior al primero de enero de 1959 ―dominada por el existencialismo de Sartre―, y se transforma en complejo de clase proletario, por no ser un trabajador manual, en las generaciones literarias posteriores.
Tras más de medio siglo del triunfo revolucionario, años que también han marcado el fracaso ―por el exilio, Estados Unidos y una buena parte de la comunidad internacional― a la hora de ofrecer una "ilustración democrática" fundamentada en la libertad, y al posibilitar la existencia de un gobierno representativo como contrapartida a la "ilustración socialista", erigida sobre un proyecto frustrado de justicia social, el régimen sigue siendo unipartidista y persiste en autodenominarse "marxista-leninista", pese a las muestras de agotamiento de dicho modelo.
Sin embargo, el agotamiento ideológico del modelo marxista-leninista no ha desembocado en un desmoronamiento del sistema, ni mucho menos ha permitido una mayor influencia externa. Si quienes viven bajo el socialismo cubano son sujetos moldeados en la creencia de que el Estado debe llevar a cabo una amplia distribución de derechos y beneficios sociales―algo nunca logrado, siempre justificado con el pretexto más a mano: subdesarrollo, bloqueo, fin del campo socialista, crisis económica internacional― también han sido condicionados socialmente en la constante prórroga del momento en que ejercer sus derechos civiles y políticos en condiciones de libertad.
El gobierno de La Habana ha hecho todo lo posible por mantener esa condición, timoneando de acuerdo al momento pero sin soltar el control del rumbo. Para llevar a cabo esta maniobra, el régimen de La Habana no solo ha llevado cabo un proceso de redefinición y apropiación del nacionalismo posmarxista, apoyado en el culto casi místico a la figura de José Martí, sino en la despolitización de escritores y artistas, marcada por el paso del "intelectual orgánico" al creador neutral, y ejemplificada por el olvido cuasi oficial del poeta comunista Nicolás Guillén y la canonización del católico José Lezama Lima y la revista Orígenes.
Para sostener estos ajiacos ideológicos, el régimen de La Habana ha necesitado tanto controlar la lectura como la escritura. Aunque en ambos casos se han producido avances en Cuba, más allá de casos específicos, géneros mencionados y momentos históricos, aún el gobierno cubano y los intelectuales que lo defienden fundamentan su política cultural en una administración territorial de la creación y en practicar una aduana ideológica, que permite pasar a unos y a otros no. Si bien lo no publicado en Cuba no puede considerarse sinónimo de lo no leído en la isla, la presencia de libros, temas y autores marginados no es lo suficientemente fuerte como para romper la lógica de la exclusión.
En este sentido, Cuba entra a formar parte de otro mundo, en buena medida extraño a Occidente: una especie de África, donde al tiempo que existen las condiciones para la preservación de la especie hay una banda de forajidos disfrazados de guardianes de parque, que obedecen las órdenes del gran cazador. Aquí los intentos de desvalorizar el papel del intelectual son más graves por varias razones.
Mientras que, por una parte, las complejas relaciones de los escritores con el proceso revolucionario son aún motivo de disputa en la isla y el exilio, existe una labor de borrón y cuenta nueva por parte del régimen de La Habana, que pretende diluir la necesidad de una orientación moral y cívica en el país. Se intenta una banalización de la censura: un ministro de cultura que exhibe una melena de antiguos rizos, conciertos de rock y rap, una estatua de John Lennon inaugurada a bombo y platillo, la aparición de obras prohibidas o de autores exiliados ya muertos.
Actos y gestos tardíos. Una política de jaulas con las puertas abiertas, pero con vigilantes en las cuatro esquinas. Zoológicos al aire libre para turistas. Como contrapartida, un esfuerzo sistemático por domesticar al grupo. Una táctica de no usar el látigo sino la zanahoria.
Porque a diferencia de Europa, donde la capacidad de influencia de la clase intelectual se vio disminuida a consecuencia de los cambios políticos y sociales —lo que ha beneficiado a gobernantes y empresarios—, en Cuba se asiste a una campaña gubernamental de sustituir la represión contra escritores y artistas, siempre que sea posible, por una permisividad controlada. Difieren las circunstancias, pero el objetivo es el mismo: limitar el poder de un grupo social.
Controlar a los intelectuales sigue siendo un interés del régimen cubano, y no desestima esfuerzos al respecto. El gobierno de La Habana no se siente seguro. Entre sus temores se encuentra que en cualquier momento el intelectual diga: "A un lado camarada máuser", y tome la palabra.
Fotografía: El presidente cubano Raúl Castro (i) asiste el sábado 20 de agosto de 2011, a la gala cultural en el Gran Teatro de La Habana por los 50 años de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Junto a Castro el escritor y presidente de la UNEAC Miguel Barnet (c). EFE/Alejandro Ernesto
lunes, 29 de agosto de 2011
Un reclamo vigente
Durante el mayo francés, Sartre reclama que el intelectual vuelva a ejercer el papel desempeñado durante el siglo XIX. Algo que él reconocía había sido abandonado durante más de cincuenta años en su país, pero que consideraba necesario retomar.
Con diversos énfasis y con resultados disímiles, desde el intelectual orgánico hasta el educador público, esa función de conciencia crítica de la sociedad se mantuvo vigente en la segunda mitad del siglo XX.
Vivimos ahora en una época en muchos sentidos pre-mayo francés. Y también presenciamos un abandono de la función intelectual, similar al denunciado por Sartre. Ser intelectual es una profesión del siglo pasado. Hasta hace poco los jóvenes autores diferían en la elección de su vocación —querían ser poetas, narradores o cineastas—, pero estaban unidos por un afán común: se consideraban intelectuales. Ya no.
Por una parte, la especialización de labores llevó a separar los campos del escritor y académico de los terrenos del comentarista político. Por la otra, la tendencia hacia la izquierda de la mayoría de los intelectuales llevó a un paulatino pero constante deterioro del prestigio disfrutado por décadas. El fin de la Unión Soviética y el deterioro del ideal comunista fueron la culminación de un proceso iniciado años atrás. La noción de compromiso político quedó en entredicho, considerada como ejemplo de deshonestidad y estafa. Su cara oculta salió a relucir con fuerza: un oportunismo que gritaba las injusticias capitalistas mientras callaba los desmanes socialistas.
Esto afectó no sólo a los intelectuales de izquierda, sino también a los críticos sociales desde una posición de centro y centro-derecha. Estos últimos, menospreciados de forma más o menos evidente por los seguidores de Sartre, que se consideraban los paradigmas del “intelectual orgánico” proclamado por Gramsci, no solo no vieron llegar su turno, sino también fueron parte del grupo en desgracia. La caída de los “comprometidos” arrastró consigo la estima de constituirse en aguafiestas social.
A partir de entonces, desempeñar la función de conciencia crítica comenzó a verse como una labor de “izquierdista”: poco confiable, caduca y sospechosa.
domingo, 28 de agosto de 2011
El valor del dólar
El pordiosero le reclama a Rui Ferreira, mientras aprieta un dólar en la mano. Quiere más. Yo le acabo de dar dos dólares, pero no los considera suficientes. Es un hombre joven, que sostiene una hermosa niña negra en el brazo que se agita con el reclamo. El segundo dólar ha desaparecido de su mano y sigue esgrimiendo ese billete único, como si de pronto fuera un funcionario de la Reserva Federal a punto de pronunciar un discurso. Rui le responde que ya se le he entregado suficiente dinero. La discusión ocurre mientras retrocedemos hacia el automóvil, luego de sacar varias fotografías de las ruinas de la catedral haitiana en Puerto Príncipe, y observar como otros pordioseros —niños, mujeres, adolescentes, ancianos, una embarazada y un hombre que ha perdido una pierna y avanza ágil con sus muletas— se dirigen hacia nosotros. En Haití, una situación de este tipo puede tornarse de pronto peligrosa, y en ocasiones muy peligrosa.
Los términos misericordia y violencia penden, como tantas cosas en este país, de un hilo muy delgado. Yo no me detengo, pero veo que Rui se para y busca entre dólares, euros, yuanes y reales hasta encontrar un par de billetes haitianos. No sé cuál es su valor, si veinte, cien, doscientos o cuatrocientos gourdes y se los entrega al mendigo.

―¿Qué te reclama el hombre, no estaba conforme con los dos dólares?, le pregunto a Rui.
―Es que me dijo que era muy poco, que prefería las limosnas en gourdes. Que con la depreciación del dólar, cuando llevaba éstos al banco, le daban muy poco a cambio.
Las fotos son de Rui Ferreira, salvo la que él aparece, que la tiré yo.
Las fotos son de Rui Ferreira, salvo la que él aparece, que la tiré yo.
La madurez llega a Miami
Que un grupo de exiliados cubanos protestaran por el concierto de Pablo Milanés no es noticia, porque llevan ya bastante tiempo en ello. Que ese sea el titular que escogiera El Nuevo Herald, al menos para su edición digital, tampoco tiene mucho valor noticioso: más de lo mismo.
Lo que hay que destacar es que el concierto se celebró sin contratiempos, que acudió un numeroso público deseoso de oír a Milanés y que el cantautor cubano fue escuchado por un auditorio entusiasta.
Hay que reconocer también que los manifestantes se comportaron de forma adecuada y que, por supuesto, tenían todo su derecho a protestar.
Lo más saludable es que parecen haberse terminado los días en que cualquier protesta contaba con la participación de una policía cómplice, que no ofrecía la protección adecuada a los que simplemente quería ir a un concierto, como ocurrió hace años, cuando Gonzalo Rubalcaba se presentó en el Guzman Center, en tiempos del delincuente convicto César Odio de administrador de esta ciudad.Y esto por citarsolo un ejemplo.
A Rubalcaba ―que por cierto ahora vive aquí― lo pudimos ver y escuchar menos de cien personas. Aunque ya se informó que no fue un lleno total,varios miles disfrutaron del concierto de Pablo.
Parece que finalmente Miami está llegando a la madurez.
sábado, 27 de agosto de 2011
jueves, 25 de agosto de 2011
Una propuesta sin sentido
Dice Ileana Fuentes en un artículo:
''Pues bien: yo tengo la solución salomónica para la encrucijada de Pablo Milanés. Yo le sugiero que además de un espectáculo cultural, haga un acto público de buena voluntad: establecer con sus ingresos y ganancias del concierto de Miami un Fondo Benéfico Pro Madres Cubanas Negras. Acto de solidaridad cubana y –muy importante– racial que lo hará más grande''.
El problema es que la propuesta carece de sentido.
Según la ley del embargo, los músicos y artistas cubanos que se presentan en Estados Unidos no pueden recibir pagos o compensación en dinero. El gobierno estadounidense les otorga un permiso de trabajo temporal y las empresas promotoras están autorizadas únicamente a costearles los pasajes y pagarles viáticos de unos $80 diarios.
Así que una mejor sugerencia sería pedir la eliminación de la ley del embargo, para luego pedir a Pablo Milanés donaciones, que por otra parte deberían ser para las madres cubanas de cualquier color.
Por otra parte, imagino que Milanés debe estar fatigado ante tantas propuestas sobre lo que hizo, lo que no hizo, lo que debiera hacer y lo que sería mejor que hiciera. ¿Por qué no lo dejan tranquilo? No es más que un artista. Aunque en algún momento él también tuvo esos sueños de cantor latinoamericano y quizá es por ello que nos lo tomamos tan en serio
El texto de la columna de Fuentes puede leerse en El Nuevo Herald. Luego apareció reproducida aunque con otro título, en Diario de Cuba.
lunes, 22 de agosto de 2011
¿Una derrota republicana?
La pregunta a formular en los próximos días tiene que ver más con Irak que con Libia: ¿hubiera resultado igualmente fructífero emplear contra Sadam Husein la estrategia que está llevando a la caída de Muamar el Gadafi? Con el dictador libio en paradero desconocido, y una situación confusa y aún cambiante en el país africano, casi ni es posible siquiera un cuestionamiento a las claras, aunque la pregunta es tentadora: ¿hasta qué punto es necesario invadir a un país para salir de un dictador?
Cada hora que pasa se hace más evidente que la eventual caída de Gadafi va a tener repercusión en Estados Unidos. Quizá no en el mayoría de la ciudadanía, de corta memoria, desconocimiento total de la geografía, la historia y la política, y una visión que no va más allá de lo que ocurre en la gasolinera de la esquina. Pero hasta esa estación de servicio automovilístico pueden llegar los efectos. Por lo pronto, ya hoy se registró una modesta baja en el precio del crudo.
El resultado de una derrota de Gadafi iría mucho más allá del precio de la gasolina. El último argumento que quedaba a los republicanos, al mencionarse el descalabro que para Estados Unidos ha significado el fin de Husein, era que había un dictador menos en el mundo. Desde este punto de vista, un argumento irrefutable, que por lo general solo admitía una respuesta negativa, al enfatizar quien contestaba que lo que sobran son dictadores, y que uno menos no hacía la diferencia. Sin embargo, la respuesta tenía una carga pesimista muy grande, y cuando uno la apuntaba no dejaba de caer en falta con la humanidad.
Esta situación parece estar cambiando, aquella estrategia criticada por los legisladores republicanos, al final parece estar dando resultado. Sin los bombardeos, primero de Estados Unidos y luego de la OTAN ―que en gran medida y desde el punto de vista bélico es el nombre europeo de Washington― los rebeldes nunca se hubieran situado cerca de la victoria.
Es verdad que hasta cierto punto y desde una perspectiva bélica, la guerra de Irak ―y podríamos añadir la de Afganistán― fueron el preámbulo para el desarrollo de los bombardeos ´´inteligentes´´ y las misiones de vigilancia, rastreo y ataque de los aviones predators. Sin embargo, este desarrollo no es más que un avance tecnológico, que en ningún caso sustituye las decisiones políticas.
Las actitudes y conductas de los legisladores republicanos, con respecto a Libia, transitaron por otras vías hace apenas unos meses.
En marzo de este año, la representante federal Ileana Ros-Lehtinen, presidenta del comité de relaciones internacionales de la Cámara, junto a otros republicanos, le planteaban al presidente Barack Obama que definiera bien sus objetivos con relación a Libia.
´´Estados Unidos siempre se ha mantenido firme junto a aquellos que son oprimidos y a los que se les niega sus libertades fundamentales´´, dijo Ros-Lehtinen en una declaración. ´´Sin embargo, este no puede ser el único criterio para Estados Unidos involucrarse militarmente´´.
Esto, dicho en cubano, fue echarles un cubo de agua fría a los rebeldes libios. Habría, por otra parte, que escuchar la gritería que la legisladora hubiera formado de escuchar formulados estos criterios con respecto a la situación cubana (de hecho, son los que Washington aplica a Cuba, es cierto, pero no sin que verbalmente los legisladores cubanoamericanos los rechacen).
´´El pueblo estadounidense espera que el Presidente, como nuestro comandante en jefe, determine cuando los intereses de seguridad nacional están en riesgo, y que él está preparado para comandar a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas, para proceder con el fin de proteger y defender estos intereses. Someterse a las Naciones Unidas y solicitarle a nuestro personal militar que haga cumplir el mandato de la comunidad internacional´ establece un peligroso precedente´´.
Es decir, en este documento la legisladora Ros-Lehtinen lo que hace es apoyar un unilateralismo y una actitud aislacionista típica de un republicanismo radical anterior a los dos períodos presidenciales de George W. Bush. Aislacionismo que fue uno de los puntales de la plataforma de campaña de Bush al llegar por primera vez a la presidencia, frente a la postura de Al Gore, que se inclinaba a la intervención de Estados Unidos en conflictos como el de Serbia.
A esto hay que agregar que figuras importantes dentro del Partido Republicano, como el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner; el jefe del comité de servicios armados de la Cámara, Howard McKeon y la propia Ros-Lehtinen estuvieron cuestionándose los ataques aéreos a Libia, por parte de Estados Unidos, en momentos de crisis presupuestaria.
Al inicio de los ataques norteamericanos, Ros-Lehtinen lo hizo aún más claro con esta declaración ´´La cuestión clave es que hay que preguntarse si es del interés de la seguridad nacional involucrase en Libia´´, dijo Ros-Lehtinen. ´´Porque disturbios hay por todas partes. Hoy es Libia, mañana puede ser cualquier otro lugar´´.
A medida que escribo, me resulta más necesario agregar que este comentario puede parecer apresurado y falta mucho para la terminación del conflicto en Libia, un lugar donde los rebeldes han manifestado, en ocasiones, una mayor predilección por posar ante las cámaras que por mantenerse fieles disparando las ametralladoras. La aparición repentina de Saif al Islam ―que supuestamente había sido capturado por los rebeldes y hasta el Tribunal de La Haya estaba disputándose su juicio― ante la prensa en un hotel de Trípoli, es una muestra más que esta guerra es además un juego de espejismos. Pero no hay que olvidar que Sadam Husein fue capaz de evitar a las tropas de Estados Unidos en Irak durante ocho meses. La captura de Gadafi en un plazo más corto no solo sería un alivio para el mundo, sino un triunfo necesario para Obama.
Fotografía: combatientes rebeldes libios celebran en el barrio Qarqarsh de Trípoli el 22 de agosto de 2011.
Sin mirar por donde piso
En el periódico Libre, del delincuente convicto Demetrio Pérez Jr., se encuentra una especie de encuesta. Un amigo me indica que es más bien una cloaca de desahogo para la estulticia y el resentimiento, pero yo le respondo que está equivocado: en la democracia todo el mundo tiene el derecho a expresar su criterio.
Dice la pregunta que hacen en Libre: ´´¿Está a favor de la cancelación del concierto provocativo del sábado 27 en la Arena de Miami?´´
Lo que me llama la atención es que la pregunta se formula de una forma prejuiciada, ya que al catalogar el concierto de ´´provocativo´´ está influyendo sobre la opinión del entrevistado.
Es entonces mi amigo quien me sale al paso. Afirma que solo un tonto puede esperar encontrar en esas páginas el mínimo de conocimiento, objetividad o raciocinio.
Tiene razón, ¿y quién me manda andar por las calles de Miami, sin mirar para donde piso?
La fragilidad del mal
De pronto la vida se ha tornado frágil para los hijos de los dictadores. Es un fenómeno nuevo que los debe tener sorprendidos. A diferencia de sus padres, que es posible que para llegar al poder hubiera tenido que luchar durante algún tiempo, llevar a cabo un golpe de Estado o ascender a la cumbre mediante intrigas y asesinatos, pero siempre a riesgo de perder la vida en una de esas escaramuzas, los supuestos delfines se la tenían bastante fácil: una escolta constante no solo para proteger sino para soportar las peores majaderías, estudios en universidades y sitios privilegiados en los que nunca pudieron, a su edad, poner un pie sus padres y lo que vendrían a ser placeres sin milites, una frase banal pero verdadera. Cierto que existían rivalidades entre hermanos que a veces se resolvían con la muerte, pero esos eran simples problemas domésticos. La clave, en todo caso, era convencer a la figura paterna, como no bastaba el simple hecho de ser el progenitor o por no serlo, y lo demás una dulce mezclas de halagos y habilidad.
Ahora no es así, uno tras otro hemos visto caer al hijo tras el padre, muertos o encarcelados. No hay sucesión segura. Es más, se impone que los herederos piensen sobre la testarudez paterna, cuando aún es tiempo y dedique un momento a hacer las maletas.
Hay cierto empecinamiento en la historia y la política, de repetir un guión similar. Tras largos de poder absoluto, gobiernos totalitarios que parecían eternos se desmoronan en semanas, días, incluso horas. Las plazas que por décadas se realizaron discursos en que se ensalzaba al dictador caen en manos de los opositores y son rebautizadas de inmediatos, los cientos, miles de carteles con la imagen del hasta entonces poderoso jefe de Estado son pisoteadas, escupidas, desechas en minutos.
Al parecer dos de los hijos de Gadafi han sido arrestados. Uno de ellos es Gadafi Saif al Islam, quien era visto como el posible sucesor del dictador. En la foto de arriba lo vemos en uno de sus días de gloria cotidiana, ya pasados: elegante, de aspecto decidido y rostro inteligente. Por un momento representó sin duda un rostro más civilizado y conciliador que su padre, ese asesino con trajes de opereta. Pero en la práctica era igualmente brutal que su hermano, aparentemente también preso, Khamis Gadafi. Saif al Islam fue la esperanza reformista, en cuanto a inversiones extranjeras y cambios económicos, para algunos círculos occidentales, mientras que otros lo consideraban simplemente un instrumento de su padre, destinado a lograr, precisamente, que esas reformas nunca llegaran. En un discurso por televisión, y durante el inicio de la revuelta, mostró su verdadera cara en un discurso televisivo, en que amenazaba con un dedo y prometía acabar con todos los opositores
En esta etapa final de la Era Gadafi, que Libia inauguró el domingo, no ha servido de nada ni la astucia de Saif al-Islam ni la bestilidad de Khamis, jefe de policía y de la Brigada Khamis, el núcleo duro de las fuerzas especiales. La temida Brigada Khamis ha resultado la sorpresa del día, al ofrecer una mínima resistencia a los rebeldes.
Podrá demorarse más o menos, pero en la vida de muchos de estos dictadores llega el momento en que, como que se les agota la cuerda. A veces es necesaria la ayuda exterior, como en el caso de Libia, para que ello ocurra. Otras, el ejemplo de Stalin, nunca ocurre y la cuerda que se les agota es la de la vida, no la del régimen, que se extiende más allá con otros nombres, otras épocas. En el mundo en que vivimos hay cada vez menos esperanzas, pero esta es una de ella: que las cuerdas se están acabando inexorablemente.
sábado, 20 de agosto de 2011
Con la mayor discreción
Dice Zoé Valdés que fue ''una activista política discreta en contra del castrismo'', durante su estancia en París, a la diestra y siniestra de Alfredo Guevara.
No hay duda que llevó a cabo su labor discreta con todo éxito: nunca nadie se enteró.
viernes, 19 de agosto de 2011
Chávez, el gallero
Hugo Chávez habló primero de las tilapias que comía en Cuba, criadas por el propio Fidel Castro. Ahora es él, en Venezuela, quien se dedica al cuidado de animales. Tiene dos gallos, y les ha puesto nombre: Fidel y Chávez. Los cría en uno en uno de los patios del palacio presidencial de Miraflores, Caracas.
“Tengo dos buenos gallos aquí en el patio de la choza de palma y ya comenzaron a cantar. Uno es un enorme gallo Giro que se llama Fidel. Y el otro es un agresivo Zambo que se llama Chávez. Nació aquí en Miraflores y es hijo de Fidel”, escribió en la columna de prensa que inauguró el miércoles en el diario estatal El Correo del Orinoco.
Además de que cualquier psicoanalista hubiera pagado buena plata por un párrafo así (no es necesario, el mandatario venezolano los manda gratuitos), hay cierta tendencia en Chávez por vincular a Fidel Castro y al mismo con un caudillismo propio de la novela de la tierra latinoamericana.
Se trata de un retroceso penoso. En un principio, la revolución cubana fue asociada a la vanguardia de la literatura latinoamericana. La generación del boom fue de simpatizantes castristas, simplemente. No solo apoyaban a la revolución cubana, sino que en su mayoría ―Donoso fue una excepción― adoraban a Fidel Castro. Luego éste se ocupó de hacer trizas esos lazos, pero por mucho tiempo hubo un carácter progresista, de avanzada, asociado con la imagen del proceso cubano, aunque éste se hubiera apartado de esa senda.
Ahora Chávez devuelve el ejemplo castrista a la hacienda, sea en Birán o en cualquier republica latinoamericana.
miércoles, 17 de agosto de 2011
Rivera quiere impedir, por ley, que usted vote
De todos los legisladores cubanoamericanos, David Rivera expresa en su estado más puro la división entre cubanos llegados en años recientes y cubanos que han permanecido por largo tiempo en este país, o aquellos que son hijos de cubanos provenientes de las primeras oleadas de exiliados.
A nivel familiar, en la mayoría de los casos, esa división no existe. Tampoco uno la encuentra en las calles de Miami ni se evidencia en las áreas residenciales, En esta ciudad no hay barrios para los recién llegados ni zonas de exclusión. Por supuesto que muchos de los llegados hace ya décadas tienen mejores viviendas y trabajos, pero esa no es necesariamente la norma ni rigen cuotas de restricción. Hay recién llegados que han hecho el dinero suficiente para vivir confortablemente y personas que llevan muchos años en este país cuya vida se ha reducido a los limitados ingresos de una asistencia social siempre expuesta a los cortes presupuestarios. De hecho, al ser más jóvenes, muchos de los recién llegados cuentan con mayores posibilidades laborales.
Ahora bien, la división ha comenzado a acentuarse debido especialmente a las medidas sobre las remesas y los viajes adoptadas por el gobierno del expresidente George W. Bush. No son diferencias políticas, en el sentido de que los recién llegados tengan una mayor simpatía por el régimen cubano. No son discrepancias ideológicas. Nadie que ha llegado en los últimos días años ha salido a la calle a expresar una opinión favorable sobre los servicios médicos públicos, la banca estatal o la nacionalización de las empresas privadas. Las diferencias fundamentales radican en que los que han llegado en las dos últimas décadas priorizan a la familia sobre el mantenimiento de una estrategia política agotada frente al régimen de La Habana, quieren escuchar la música que oían en la isla y a los intérpretes que escuchaban en la isla, y para ellos la política es algo secundario, porque entre otras razones, adoptar esa actitud fue uno de los motivos que los llevó a irse de Cuba.
Los miembros de una parte del llamado “exilio vertical”, un nombre que expresa más declaración sonora que una realidad, no comparten esos criterios. Quieren seguir empeñados en una lucha anticastrista que es más verbal que cualquier otra cosa, y aferrados a sus puntos de vista caducos. Quieren, en última instancia, conservar el poder pleno y absoluto en esta ciudad. No solo decidir que políticos triunfan en las elecciones, sino también qué música se escucha en la radio y en las esquinas. Y por lo tanto cada vez se sienten menos a gustos con los que llegaron después. El legislador David Rivera, que tiene aún pendiente más de una investigación sobre manejos de fondos, se está convirtiendo en su político favorito, o al menos el está haciendo todo lo posible para lograrlo.
Rivera sabe perfectamente que hilos mover, que palabras usar y en cuales actos participar para el sector más fanático del exilio se sienta a gusto con él, y aquí entra el hacerle la vida imposible a los inmigrantes recientes que quieran viajar a Cuba.
El rechazo de Rivera hacia los cubanos recién llegados adquiere un grado tal que quiere dilatar el proceso mediante el cual los inmigrantes o exiliados recientes se convierten en residentes permanentes. Bajo su propuesta de ley, estos sólo serían elegibles para solicitar una tarjeta de residencia cinco años después de su llegada a Estados Unidos, algo muy diferente a la permanencia de un año que rige actualmente.
Aquí no termina el asunto. De ser aprobada la medida, también dilataría en cuatro años la posibilidad de que estos recién llegados puedan votar, ya que por lo general la ciudadanía se adquiere cinco años después de recibir la green card o tarjeta de residencia.
Riviera quiere mantener a los cubanos que llegan actualmente a Estados Unidos, Miami y posible su distrito en un limbo legal con un estatus migratorio de parolee durante cuatro años adicionales, con el fin de que no puedan viajar a Cuba. Al mismo tiempo se demorarían cuatro años más en convertirse en ciudadanos norteamericanos y, por lo tanto, votantes.
Salvo la ocasión en que el mismo Rivera quería quitarle los beneficios de Seguridad Social y Servicios de Salud a los ancianos que viajaban a Cuba, no conozco de una propuesta más vil de parte de un legislador estadounidense.
Uno tiende a pensar que los legisladores buscan lo mejor para sus contribuyentes, pero en este caso, el legislador David Rivera lo que quiere es que una buena parte de ellos sean ciudadanos de segunda categoría, sin poder viajar libremente o derecho a voto. Vale la pena preguntarse entonces, ¿cuál es la diferencia entre este legislador y muchos funcionarios que aún tienen el poder para perjudicar o incluso detener la vida de miles de cubanos? Si uno de los clichés más repetidos es que uno llega a tierras de libertad al establecerse en Estados Unidos, entonces qué pinta Rivera en todo esto. ¿Quiere establecer su mini Estado totalitario?
En primer lugar, el representante Rivera no solo está violando el compromiso de hacer lo posible por mejorar la vida de sus contribuyentes, ya que les quiere negar todos los beneficios que conlleva la ciudadanía norteamericana. En segundo lugar, la medida propuesta por Rivera tiende a dividir a quienes viven en este país, negándole o dilatándole la posibilidad de una plena integración a quienes llegan a estas costas. Por último, no conozco una medida más antipatriótica, si sigo considerando que la patria de Rivera es Estados Unidos y no el reducido grupo de recalcitrantes que votaron por él, los centros de reunión de la reacción, como Radio Mambí, y quienes lo lanzan a llevar a cabo ese papel de cancerbero troglodita.
Cuaderno de Cuba agradece la información brindada por The Cuban Triangle para realizar este post.
Para mayor información al respecto, en inglés, vea aquí.
Actualización: Rivera presentó la propuesta el primero de agosto, pero nada se dijo al respecto. The Cuban Triangle sacó la noticia el martes 16. Ahora, en la edición del miércoles 17 de El Nuevo Herald, aparece lo siguiente:
“Sus asesores dijeron que Rivera no había dado publicidad al proyecto de ley porque está a la espera de que el Congreso reanude sus sesiones para modificar la redacción de una sección que habría afectado a todos los recién llegados de Cuba, y no sólo los que regresan a la isla.
La redacción actual requeriría que los cubanos esperaran cinco años -en lugar del plazo actual de un año y un día- antes de que sean protegidos por la Ley de Ajuste, recibiendo residencia inmediata en Estados Unidos y otros beneficios. La nueva redacción, enviada por correo electrónico por la oficina de Rivera a El Nuevo Herald, dice que los cubanos no serán elegibles para la Ley de Ajuste si regresan a la isla antes de que su estado sea ajustado”.
Llama la atención ese cambio fundamental en la redacción de la propuesta. O Rivera actuó precipitadamente o le dijeron que modificara lo que había escrito.
En cualquier caso, el cambio no modifica la esencia del proyecto, que puede resumirse de la siguiente manera: un sector radical del exilio, llámese histórico, llámese intransigente, quiere que todos los cubanos que han llegado en los últimos años a este país entren por el aro, y aunque piensen diferente hagan lo que ellos, quienes se consideran dueños de esta ciudad y el exilio, consideran lo correcto. ¿Suena familiar? Pero nos dijeron que habíamos llegado a tierras de libertad. ¿O no?
martes, 16 de agosto de 2011
Contra la impunidad en la injuria
Muy bien por Hugo Cancio.
El organizador del concierto del cantautor cubano Pablo Milanés informó este martes sobre posibles acciones legales contra algunos grupos de exiliados en esa ciudad, que lo acusan a él y al artista de “agentes de Fidel Castro” y buscan cancelar el espectáculo, reportó la AFP.
“Respetamos el derecho a protestar pero no aceptamos que se abuse del derecho con fines maliciosos, difamando e interrumpiendo relaciones comerciales por radicalismos ideológicos”, declaró Hugo Cancio, promotor de la gira de Milanés en Estados Unidos, que incluirá un concierto el 27 de agosto en el American Airlines Arena de Miami.
Hay un grupo de indeseables en esta ciudad ―Emilio Izquierdo, Juan Cuellar, un tal Prieres, entre otros― que ocupan su vida con la ilusión de convertirse en perseguidores y censores a todo trapo cada vez que surge la posibilidad de una competencia deportiva con atletas residentes en Cuba en esta ciudad, se producen e incrementan las visitas a familiares en la isla, aparece un libro que no les gusta en los estantes de las bibliotecas escolares públicas o acude un artista de La Habana a ofrecer un recital.
Más allá de la protesta válida, estos sujetos están empeñados en impedir que tales actividades ocurran. Para ello, recurren a la intimidación, la mentira y el agravio. Durante años han logrado lanzar la injuria repetida de llamar ´´agentes de Castro´´ a personas que simplemente apoyan o tienen una posición política distinta a la de ellos. Han actuado con impunidad y desenfado, y han contado además con la participación a su favor de una prensa timorata, torpe o ignorante.
Los vemos participar en programas de televisión, como el que hasta hace poco tuvo María Elvira Salazar, aparecer con frecuencia en emisoras radiales apegadas al pasado como Radio Mambí y ser citados con frecuencia en El Nuevo Herald.
Hasta ahora, nunca cualquiera de ellos ha tenido que detenerse a pensar (es un decir) durante un minuto por lo que expresan o a plantearse una moderación mínima ante acusaciones lanzadas con el mayor desparpajo.
Ojala y este anuncio de Hugo Cancio no se quede en una simple amenaza verbal y sirva para poner coto a los protagonistas de tantas campañas de improperios.
La república de Hialeah contraataca (II)
En febrero de este año llegó a la categoría de noticia provinciana que con el voto unánime de sus siete miembros, el Concejo de Hialeah acordó solicitar al Congreso de Estados Unidos que prohíba la entrada de artistas y músicos cubanos procedentes de Cuba.
Hasta el momento, la repercusión nacional o internacional de los alegres censores de Hialeah ha sido nula, aunque sospecho que no pierden las esperanzas.
Sin embargo, la resolución del Concejo de Hialeah es un buen ejemplo de una confusión cotidiana en Miami y sus alrededores, que se manifiesta a diario con la invocación de un par de nombres de artistas locales.
“Gloria Estefan no ha ido a cantar a la isla, mientras que Silvio Rodríguez ya se ha presentado en Estados Unidos.”
En lugar de Estefan, puede colocarse el nombre de Willy Chirino o de otro artista local. No hay diferencia alguna.
Este argumento parte de una premisa falsa. Cuando Washington habla de intercambios culturales entre Cuba y Estados Unidos, se refiere precisamente a que artistas y grupos culturales de las dos naciones realicen visitas, sin incluir necesariamente la actuación de artistas exiliados.
La política de embajadores culturales, típica de la guerra fría, nunca fue concebida como una forma de confrontación, sino todo lo contrario.
A Moscú fue Benny Goodman y Dave Brubeck, no una orquesta de balalaikas de inmigrantes rusos. Louis Armstrong se convirtió en embajador musical ―y viajó a diversos países tras el fin de la II Guerra Mundial y en plena guerra fría, incluso a varias naciones africanas que estrenaban su independencia―, no Nina Simone, una excelente cantante y pianista de marcada participación en el movimiento de los derechos civiles. La neutralidad se prefiere en estos casos. No siempre ocurre, tampoco es un punto de vista o una conducta que hay que aprobar, es simplemente la norma establecida.
El exilio cubano comete el error de juzgar los intercambios culturales bajo la ilusión de Miami como nación. En Hialeah parecen existir iguales sueños de grandeza. Creen que cualquier aspecto de la política estadounidense hacia Cuba debe funcionar de acuerdo a sus intereses y que ellos representan a Estados Unidos en cualquier aspecto de la relación entre Washington y La Habana. Nunca ese sector del exilio se ha repuesto del golpe que debía haberlos devuelto a la realidad: la salida del niño Elián.
Reconocer no solo que fue un error político batallar por la permanencia del niño en Miami, sino fundamentalmente un acto de arrogancia del exilio, continúa a la espera del necesario debate.
En el caso de los intercambios culturales entre Cuba y Estados Unidos, estos ni siquiera llegan a la categoría de un programa del Departamento de Estado, sino que todo se ha limitado a la facilitación de visas de entrada y permisos de viaje por parte de Washington. El rechazo con el cual se ha recibido esta flexibilización, por parte de los legisladores cubanoamericanos y el sector más reaccionario de la comunidad exiliada, es simplemente otra muestra de esa visión que predomina en esta ciudad, entre aquellos que viven encerrados en su frustración e intransigencia, de cara al pasado y no al presente o el futuro.
Durante años, dos tendencias han conformado las reacciones ante los artistas e intelectuales procedentes de Cuba, que acuden a Miami. La primera es de franco rechazo, de oposición abierta, desprecio y odio. La segunda, una búsqueda pasiva de un espacio abierto que permita el encuentro. Ambas han demostrado sus limitaciones, una pobreza de imaginación y la carencia de la fuerza necesaria para echar abajo los obstáculos, colocados por los empecinados en el pasado.
Apocalípticos e integrados bajo las categorías de la tolerancia y la intolerancia, en el exilio se ha desaprovechado la oportunidad de definir una posición que evite la manipulación del régimen castrista. La incapacidad de arrojar el lastre de un nacionalismo provinciano ha hecho que, junto al hostigamiento contra un supuesto enemigo llegado de la isla, se incremente la sobrevaloración de la nación existente antes del primero de enero de 1959. Un fenómeno con culpables no sólo en La Pequeña Habana.
El cierre de puertas, para no ver lo que ocurre en la otra orilla fue por años la norma. Ocurrió de ambas partes, pero no con igual significado. En Cuba ha sido un gobierno que censura por decreto. En el exilio, un grupo de vocingleros que intenta imponer sus criterios. A 90 millas se optó por omitir o reducir al mínimo la labor cultural, que en condiciones adversas se ha desarrollado en Miami y otras ciudades de la diáspora. Se censuraron nombres, todavía en algunos casos se censuran. Se han producido cambios en Cuba en este sentido, si se compara con el vacío existente décadas atrás. Pero no sólo se deben reconocer los avances, sino llamar la atención sobre lo mucho que queda pendiente. No hay comparación, en cuanto a resultados y alcance, entre las prohibiciones en Miami y en Cuba, pero sí en lo que respecta a las intenciones torcidas.
Ahora bien, este es un problema entre cubanos. Protestar por la llegada a esta ciudad de un artista o intelectual procedente de la isla puede ser un acto legítimo, cuando se realiza acorde a las normas establecidas por la democracia. Tratar de censurar, de prohibir un concierto o impedir una charla no es sólo es comportarse igual que el régimen castrista, sino ignorar de forma soberbia a quienes conviven y soportan a los gritones de siempre en esta ciudad.
Este artículo es en parte variaciones sobre un mismo tema, que he tratado con anterioridad en Cuaderno de Cuba. Este empecinamiento no es más que la otra cara de uno igual, aunque en dirección contraria, manifestado por un sector del exilio cubano empeñado en detener cualquier avance hacia la democracia, tanto en Miami como en La Habana.
Este artículo es en parte variaciones sobre un mismo tema, que he tratado con anterioridad en Cuaderno de Cuba. Este empecinamiento no es más que la otra cara de uno igual, aunque en dirección contraria, manifestado por un sector del exilio cubano empeñado en detener cualquier avance hacia la democracia, tanto en Miami como en La Habana.
Sobre el daño que hace el tabaco
Dice Willy Chirino en Café Fuerte:
“Hay una canción que he escuchado hace unos días en el internet y que se llama Cita con Ángeles, de Silvio Rodríguez. Hasta [el momento en] que saca al Che Guevara es maravillosa…´´.
Bueno, en Cita con Ángeles se menciona o alude a Giordano Bruno, José Martí, Federico García Lorca, la bomba atómica arrojada en Hiroshima, Martin Luther King; John Lennon, los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Salvador Allende. Sin embargo, ni se menciona ni se alude al Che Guevara.
miércoles, 10 de agosto de 2011
¿Y el Papa no pudo encontrar un lugar mejor para atravesarse?
El eje Prado-Recoletos y Gran Vía-Alcalá permanecerán siete días cerrado al tráfico por la visita del Papa, informa el diario español El País.
Los cortes empezarán el próximo lunes y se prolongarán hasta el día 23.- Más de 60 líneas de autobús sufrirán desvíos y limitaciones en su itinerario.
El eje Prado-Recoletos y el Gran Vía-Alcalá estarán cerrados al tráfico durante siete días, desde el próximo martes a las 10.30 hasta las seis de la mañana del día 23, con motivo de la visita del Papa a Madrid.
Joder.
jueves, 4 de agosto de 2011
El titiritero
No será en la galería del horror en Miami, sino en la del error, donde aparecerá Miguel Saavedra de forma definitiva, y será una suerte. El presidente de Vigilia Mambisa no pierde oportunidad alguna para mostrar la imagen más fea y estereotipada del exilio cubano en Miami, esa que el gobierno de la Isla o cualquier enemigo de la comunidad cubana quiere que se proyecte. Su persistencia ―acaba de realizar una protesta contra el concierto que ofrecerá Pablo Milanés― casi ya aterra por su constancia. Su ignorancia sepulta cualquier esperanza de simple payasería. Saavedra acaba de lanzar un ataque a los alcaldes de Miami y del condado de Miami-Dade, Carlos Giménez y Tomás Regalado, respectivamente, por permitir el uso de los “servicios públicos en los negocios de publicidad del régimen de la Habana”. Tanta estulticia puede provocar risa además de desprecio, pero no deja de causar recelo la idea de un mundo donde Saavedra tenga un poco de poder.
Hace algunos años, el 12 de septiembre de 2003 publiqué esta columna en El Nuevo Herald, gracias al apoyo de su director de entonces, Humberto Castelló, y por encima del temor de quien también por esa época tenía a su cargo las páginas de Opiniones, Araceli Perdomo:
Imagine por un momento: ¿un oso bailarín por las calles de la Pequeña Habana? ¿Unas strippers audaces o inocentes cheerleaders? Nada de eso necesita Miguel Saavedra para captar la atención de las cámaras.
Siempre presente con su reducido grupo de agitadores, Saavedra es un personaje que nos representa para bien y para mal. ¿Por qué la comisión de la ciudad no se ha reunido y bautizado una calle con su nombre? Se lo merece. Si en una época resultó imposible hablar de La Habana sin mencionar al Caballero de París, hoy ocurre lo mismo con él y Miami. Finalmente hemos logrado tener un apellido ilustre que simboliza nuestro peor destino. Falta el Cervantes, aunque el otro Saavedra no se detiene ante la dificultad de un párrafo, la sumisión ortográfica y el apego a la palabra, pero no importa. Los objetivos de este nuevo hidalgo son más amplios: no hay protesta innecesaria que lo encuentre impasible. Donde la gritería impere, donde la estupidez amenace, allí estará Saavedra: el manifestante errante.
Pertenecer a la breve troupe de Vigilia Mambisa no es un destino carnavalesco. Uno no puede dejar de admirar el espíritu de este grupo de infatigables voceadores. Basta que aparezca una cámara en el horizonte, para que renazcan los rostros maltratados por los años, para que las gargantas se entusiasmen. Su organización nos recuerda la necesidad de la libre expresión. Nadie mejor que él para poner a prueba nuestra sinceridad ante el principio de que cualquier voz tiene el derecho a proclamar lo que piensa quien la emite, aunque resulte un eufemismo hablar de pensamiento en este caso.
El problema con Saavedra es que no creo que sus acciones estén guiadas por igual criterio libertario. Durante años, las variadas manifestaciones organizadas por Vigilia Mambisa han sido la expresión más vulgar de las diversas campañas atemorizadoras llevadas a cabo en esta ciudad. Cosa curiosa. El principal objetivo de la mayoría de estas campañas han sido artistas: pintores y músicos. ¿Por qué preocupa tanto el arte a este hombre poco ilustrado? No es simplemente un empeño personal. No hay exposición, concierto o puesta en escena que involucre la participación o el vínculo con artistas procedentes de Cuba en que no esté presente. Su rostro aparece en las pantallas y su nombre en la prensa local y nacional. Nadie se detiene en sus palabras, pero ningún periodista pasa por alto sus gestos a la hora de informar sobre los diversos actos culturales de esta ciudad, los que con frecuencia hacen titulares.
Saavedra no representa una posición más en el debate de ideas que se lleva a cabo todos los días, tampoco una de las tantas opiniones propias de un exilio diverso: es una caricatura, la imagen estereotipada siempre al auxilio de cualquiera que quiera presentarnos como una comunidad ignorante, irracional y torpe. En este sentido le hace daño al exilio, aunque pretenda todo lo contrario. Es por ello que vale la pena criticarlo: por la utilización que se hace en el exterior de las labores de una organización y un hombre que apenas logran reunir una veintena de seguidores, cuando la generosidad sustituye a la aritmética a la hora de contar.
¿Por qué ese empeño contra los artistas procedentes de Cuba? La respuesta es sencilla. Economía de medios y amplia cobertura. No es que estos artistas estén libres de culpa, es que Vigilia Mambisa convierte al debate cultural y la disparidad de criterios en escándalo callejero. El afán de protagonismo, el interés en "robar cámara", tergiversa una confrontación saludable.
Hay quienes consideran que no vale la pena detenerse en las labores de un grupo cuyas actividades apenas producen comentarios risibles e indiferencia: la carencia de seguidores es la mejor justificación de la existencia de Vigilia Mambisa. Sin embargo, no hay que considerar inofensiva a una organización que en las pasadas elecciones presidenciales [me refiero aquí a la contienda entre George W. Bush y Al Gore] se destacó por su labor intimidatoria durante el recuento de votos en el sur de la Florida. Si Vigilia Mambisa no ha logrado convertirse en una fuerza organizadora capaz de lanzar una turba peligrosa a la libertad ciudadana es porque vivimos en una sociedad democrática, no por la falta de interés de sus miembros. La diferencia entre las manifestaciones que realiza esta agrupación y los actos de repudio ejecutados por el régimen de Fidel Castro se debe al poder que le confiere a los segundos un Estado totalitario. Nada los aparta en el apego a la irracionalidad, la intolerancia y la simplicidad de los medios.
Saavedra es un hábil titiritero siempre dispuesto a mostrar su espectáculo. A veces actúa por cuenta propia, otras no es más que un instrumento de intereses mayores, como ocurrió durante el recuento electoral. Tiene todo su derecho. Pero no debe ser ignorado. Es la mejor manera de proteger la misma libertad que le permite mostrarse, irritado y vehemente, ante el fotógrafo de turno.
martes, 2 de agosto de 2011
¿Ya no seremos como el Che?
''Miles de obreros, campesinos, estudiantes y combatientes refirmaron este domingo la vigencia del trabajo voluntario, a 50 años de su inicio cubano en la comunidad El Caney de Las Mercedes, en Granma.
La histórica Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos (CECC), en cuya construcción el internacionalista Ernesto Che Guevara encabezó la jornada inicial el 22 de noviembre de 1959, fue sede de una masiva movilización para cerrar oficialmente las celebraciones de la efeméride, informó AIN''.
La noticia es vieja. Fue publicada el 23 de noviembre de 2009 en Juventud Rebelde. Pero hay mucho más tiempo de por medio que esos casi dos años transcurridos. En otro momento, uno hubiera visto la información y la habría desechado por irrelevante. En esos 50 años de ''trabajo voluntario'', cuántas veces pudo escribirse el mismo titular, narrar hechos similares y repetir frases del dirigente de turno, con el simple acto de cambiar la fecha. Ya no. Ahora la noticia es otra: se acabó el trabajo voluntario para tapar o eliminar la ineficiencia, malos métodos de trabajo y otras deficiencias administrativas. Se puso fin a un labor dónde prevalecía la pérdida de tiempo, y el gasto de recursos era muy superior al efecto económico del trabajo que se iba a realizar.
Lo dice el periódico Trabajadores. De acuerdo a la información. Los sindicatos ya no van a convocar más a jornadas de trabajo voluntario, y les van a decir a las administraciones que contraten personal al efecto.
''Amarilys Pérez Santana, integrante del Secretariado Nacional de la CTC, recordó que en lo adelante las entidades que necesiten emplear fuerza de trabajo para tareas eventuales o emergentes, de temporadas o estacionales, así como para sustituir a trabajadores ausentes por causas reconocidas en la legislación, deberán contratarla en la reserva laboral'', señaló la publicación.
Muy bien por parte de los sindicatos, salvo que hay muy poco de decisión propia en esta actitud.
De acuerdo al propio Trabajadores, este cambio de la política sindical ocurrió en febrero de este año, durante la realización del Pleno 87 del Consejo Nacional de la CTC, donde se acordó que tales movilizaciones para el trabajo productivo se desarrollaran en aquellas zonas que presenten una escasez de fuerza laboral que justifique su convocatoria o por afectaciones originadas por desastres naturales, tecnológicos, sanitarios, fenómenos climatológicos que dañen cosechas u otras producciones o servicios.
Así que ya lo saben los administradores, si no hay ciclón, no hay trabajo voluntario.
Lo que debe llamar la atención es que Trabajadores haga referencia a este cambio en un artículo del primero de agosto de 2011, al mismo tiempo en que se celebraba la primera sesión del año de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y en los mismos días en que la prensa cubana viene haciendo énfasis en los cambios económicos.
Por ejemplo, el gobierno cubano anunció hace una semana la eliminación de las movilizaciones de un millón de estudiantes para tareas agrícolas en el periodo vacacional, debido a que eran improductivas y generaban enormes gastos.
Así que al final la terca economía le ha ganado la batalla al voluntarioso Che. El trabajo voluntario o productivo o como quiera llamarse desaparece por una simple razón: resulta incosteable. A la hora de sacar cuentas, sale caro. En una economía capitalista, siempre hay que reducir costos. De lo contrario, quiebra el negocio. Y desde hace tiempo ―lo repito por el azar de las palabras― Cuba está al borde de la quiebra.
Hay aún un párrafo casi de disculpa en el artículo de Trabajadores: ''El trabajo voluntario como concepción no desaparece, pues constituye una formidable fuente formadora de conciencia, a la vez que desarrolla el colectivismo, la solidaridad, y es reconocido por la Constitución cubana y el Código de Trabajo; sin embargo —en innumerables ocasiones— solo sirvió para tapar o eliminar la ineficiencia, malos métodos de trabajo y otras deficiencias administrativas''.
No desaparece, pero queda condenado al encierro entre documentos, merced de la crítica de los ratones.
Pero entonces, ¿de ahora en adelante ya no seremos como el Che?
lunes, 1 de agosto de 2011
Recordar con rencor
Creo que es importante, para muchos exiliados cubanos, el no plantearse la relación personal entre su vida actual y los años vividos en la isla bajo la dicotomía de justicia (¿venganza?) u olvido. Me refiero a esa mayoría que no participó activa y militarmente en ninguno de los dos bandos, y que no sufrió castigos mayores o recompensas importantes, recibidas por su actuación durante las décadas en que el proceso se definió por algo más que remesas, recortes y reformas. Hablo, en resumidas cuentas, del noventa por ciento o más de la población cubana. Víctimas o victimarios de ocurrencias diarias como el poder comer o no en un restaurante, perder la noche en una guardia absurda y dedicar un domingo a un trabajo inútil, que se empeñaban en llamar ´´voluntario´´, ´´productivo´´ o ´´agrícola´´, pero que siempre era obligatorio y gratuito.
Hoy acabo de leer que el gobierno cubano puso fin a la práctica del llamado ´´ trabajo voluntario´´ y la información me revolvió el estómago.
Pura bilis es lo único que me queda ante ese abuso cometido durante años y años, que nos obligó a tener a muchos una o más fotos durante un trabajo agrícola entre los recuerdos de juventud. La foto puede tener ahora la patina de la nostalgia, el recuerdo de algún ausente o la evocación de este u otro sueño que se materializó o no. Quizá todo eso sea lo permanente, pero la injusticia de obligar a muchos jóvenes ―o no tan jóvenes― a perder días, meses y años de la vida para complacer los caprichos ideológicos de un tirano ahora senil no es fácil de borrar.
El llamado ´´trabajo voluntario´´ incluía “gigantescas movilizaciones hacia campos agrícolas u otras actividades sin un contenido productivo, donde prevalecía la pérdida de tiempo, y el gasto de recursos era muy superior al efecto económico del trabajo que se iba a realizar”, recordó el periódico Trabajadores.
El rotativo añadió que “en innumerables ocasiones solo sirvió para tapar o eliminar la ineficiencia, malos métodos de trabajo y otras deficiencias administrativas”.
Todo esto es cierto, pero si alguien lo hubiera dicho en otro momento, cuando existió un verdadero culto por este tipo de labor, en la época en que era un deber ´´religioso´´ participar en ellas y la menor apatía al respecto era sancionada con medidas punitivas que podrían incluir la expulsión de la universidad, el en envío a cumplir el Servicio Militar Obligatorio y otras similares, habría sido acusado de diversionismo ideológico, posible agente de la CIA y contrarrevolucionario.
Ahora es muy fácil eliminar el ´´trabajo voluntario´´ de un plumazo. De hecho, el gobierno cubano anunció hace una semana la eliminación de las movilizaciones de un millón de estudiantes para tareas agrícolas en el periodo vacacional, debido a que eran improductivas y generaban enormes gastos.
Lo peor del caso, en lo personal, es no poder mirar con desdén estas medidas, caer finalmente en lo que uno ha tratado de rechazar una y otra vez: recordar con rencor.
Fotografía: jóvenes cubanos realizan trabajos agrícolas.
Contra la nación y el mundo
El ministro del gobierno británico, Vince Cable, es quien mejor ha resumido la crisis por la deuda en Estados Unidos: “La ironía de la situación actual (…) es que la mayor amenaza al sistema financiero mundial viene de unos pocos locos derechistas del Congreso estadounidense en vez de la zona euro”.
Si el Congreso no eleva el techo de la deuda, EEUU podría caer en una suspensión de pagos, haciendo subir los costos para el Gobierno y los consumidores. La mayor economía del mundo, que vive una lenta recuperación, podría volver a la recesión, complicando a la economía global.
El tesorero australiano, Wayne Swan, dijo que un prolongado debate sobre el techo de la deuda estadounidense sumaba incertidumbre a la economía global.
“Con la recuperación global y la confianza aún frágil, es de interés de todos que las autoridades estadounidenses trabajen hacia una resolución rápida”, dijo Swan en un correo electrónico a la agencia de noticias Reuters.
La nueva directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, advirtió el jueves a su vez que si EEUU no alcanza un acuerdo para elevar el tope de deuda “podría conllevar un declive del dólar” como la “principal divisa de reserva”.
Nada de esto parece preocupar a los legisladores que representan al Tea Party, un grupo de fanáticos arrogantes empeñados en destruir este país.
El actual gobierno británico es un buen punto de comparación, entre un conservadurismo que puede ser considerado incluso extremo en algunos aspectos y una banda de irresponsables cuyo celo ideológico e irresponsabilidad está más allá del sentido común.
Tras la llegada de los conservadores al poder y de hablarse de una nueva “revolución tory”, ésta no ha resultado tan terrible como la pintan, aunque se ha impuesto la corriente ideológica que propugna la rebaja de los servicios sociales y mira al Estado como un mal necesario.
Un mal necesario, pero que en Gran Bretaña no se pretende limitar a las funciones policiales y militares, como intentan hacer los demagogos del Tea Party en EEUU, y los republicanos nerviosos y cobardes que no saben hacer otra cosa mejor que seguirles la corriente.
La realidad es que en Gran Bretaña hay un gobierno de coalición, así que las ideas conservadoras pasan por el tamiz de los liberales-demócratas, y si es hora de recortes ello obedece más a la crisis que a un corte por motivos ideológicos.
En Washington, en la actualidad la ideología está por encima de cualquier razonamiento. El “circo político” de los republicanos ha ido avanzando cada día en nuevas exigencias de los fanáticos.
Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, el conservadurismo en EEUU ha girado hacia lo que sería mejor considerar como una fuerza de inspiración y objetivos anticonservadores.
Lo que se conoce como movimiento conservador norteamericano tiene su origen en las ideas del pensador y político inglés Edmund Burke, quien a finales del siglo XVIII postulaba que el gobierno debía nutrirse de una unidad “orgánica” que mantenía cohesionada a la población, incluso en los tiempos de revolución. El conservadurismo de Burke no se sustentaba en un conjunto particular de principios ideológicos, sino más bien en la desconfianza hacia todas las ideologías. En este sentido, el debate conservador se ha situado entre los que se mantienen fieles a la idea de Burke de enmendar la sociedad civil, mediante un ajuste de acuerdo a las circunstancias imperantes en cada momento, y quienes buscan una contrarrevolución revanchista. Y una y otra vez, han ganado los contrarrevolucionarios.
Estos derechistas han ido tan lejos en sus posiciones, que no sólo abandonaron cualquier vestigio de los planteamientos de Burke, sino que se convirtieron en una especie de comunistas a la inversa, colocando la lealtad al movimiento —en este caso muchos de los postulados puestos en práctica por el gobierno de Ronald Reagan—por encima de sus responsabilidades civiles y políticas.
El escritor Paul Auster ha asegurado que en Estados Unidos “hay una especie de guerra civil” que se libra sin balas pero “con palabras e ideas” y que se ha agravado desde la llegada de Obama a la Casa Blanca.
Responsable de este estado de cuasi beligerancia es la ultraderecha norteamericana, la cual se ha apoderado de buena parte del Partido Republicano y se aprovecha de la actitud pusilánime de la otra parte, que no la quiere pero le teme.
Quienes ahora reclaman la dirección del movimiento conservador norteamericano, en realidad no son verdaderos conservadores. Se trata de un grupo de revanchistas que tuvieron su momento de gloria durante el gobierno de George W. Bush, y quieren repetirlo, pero aún peor.
Se apoyan en que en este país existe un fuerte rechazo al establishment —la tradicional clase gobernante y las estructuras de la sociedad que ella controla— y que la palabra Estado es casi anatema.
Esta nación se encuentra bajo la amenaza de un movimiento pro fascista que cobra fuerza a diario.
Lo malo para el país es que los movimientos populistas tienden a crecer en época de crisis, y los legisladores republicanos tienen tanto miedo ―o por oportunismo o convicción están comprometidos con las fuerzas más arcaicas y explotadoras― que están haciendo lo posible por empeorar la crisis. Que es una actitud antipatriótica no les preocupa. Son prisioneros de un concepto ideológico tan desafortunado y falso como el que llevó a los jerarcas soviéticos a pensar que el comunismo terminaría conquistando el mundo.
Fotografía: el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner.
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