Cada vez estoy más seguro de que Miami se ha convertido en una especie de tierra de nadie, donde los caballos relinchan y se detienen en dos patas sin atreverse a avanzar. Los carros se vuelcan en las cunetas o caen a precipicios en su carrera loca hacia el pueblo y apenas la cámara, a la distancia, capta las viejas casonas, desde cuyas ventanas se ven sombras que no se sabe si son de humanos o de fantasmas. Todo esto puede ser hasta cierto punto cursi, pero me llama la atención como las grandes corporaciones ―noticiosas y de todo tipo― ven a sus filiales aquí como puestos fronterizos, tiendas de raya o bases para el comercio.
"The horror! The horror!"
1 comentario:
Te sigo. Me gusta como escribes. Me gusta lo que escribes. Lo haces muy bien. Te sigo en tu columna de El Nuevo Herald. En tu blog personal.
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