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2 comentarios:
Solo quisiera añadir que será ese mismo cubano el que determinará qué rumbo hemos de coger. De que logremos extraer y combinar armoniosamente lo mejor que nos ofrece el de allá y lo positivo y útil que puede aportar el de acá depende, en gran medida, si vamos al despeñadero o al pedestal de la victoria.
Mirado desde un punto de vista del cubano como nación, es evidente que la desdichada revolución ha parido dos existencias cubanas totalmente ajenas, unidas vagamente por un anómalo cordón umbilical al que llamamos “la tierra donde nacimos”.
Por un lado, tenemos aquel cubano, aun atrapado en la isla, aun pensando en cómo “resolver” porque trabajar no paga, atrapado en una acerada tela de araña que lo aprisiona desde la cuna, que se nutre de valores torcidos que le permitan al menos subsistir. Es el cubano que piensa que nada va a cambiar porque el gobierno no quiere, como si el gobierno fuese entidad divina que da y quita la vida; es el cubano de a pie que, creyendo salvarse, destruye a su paso.
Del otro lado, estamos los que nos fuimos y que, paulatinamente, vamos siendo asimilados por otras culturas y formas de ver el mundo. La inmensa mayoría de nosotros, aunque aplatanados, aun sentimos en carne propia lo que la isla sufre y siente. Hemos, por lo general, dado un salto galáctico en cuanto a valores, hábitos y principios se trata; aprendimos que el estado no nos manda sino a la inversa; sabemos ahora que los políticos podrán ser corruptos pero la sociedad a la que pertenecemos les pasa la cuenta en las urnas; entendemos que trabajar produce; nos molesta la avaricia desmedida y repudiamos la vagancia social; experimentamos y sentimos en carne propia que significa ser dueños de nuestro destino.
Llegar a estas conclusiones es tarea fácil para aprendices de brujo como yo; imaginarnos como los cubanos y los cubanos habremos de lidiar el uno con el otro sin ser aceite y vinagre, es labor ardua que podrá tomar décadas. No obstante, no sería ético callarnos y voltear la cabeza pensando que alguien va a venir a doblar el lomo por nosotros. Eso creímos por medio siglo y los resultados no son nada alentadores.
Quizá, nosotros, los de acá, debíamos comenzar por interiorizar que todo el honor del sacrifico pertenece al de allá que se quedó hambriento, cansado, fatigado por los constante embates de una realidad despiadada. No sería loable el tratar de avasallar al de allá con todo nuestro “caudal de conocimientos” porque nosotros, los de acá, si sabemos cómo se hacen las cosas. Eso seria demasiado “cubano”!
Con humildad se nace, pero, también, se cultiva y se practica.
w.dominguez
www.sinpatriaperosinamo.blogspot.com
Muy acertadas las consideraciones de Will Dominguez y tuyas. Ese "cuanto peor, mejor", que un sector del exilio reclama restringiendo la comunicación y ayuda a los cubanos del interior, puede llevar a lo que dice el articulo: un pueblo abandonado a las nuevas mafias, estilo Haiti o ciertos paises de Centroamérica.
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