“Las primarias sacan a la luz la crisis del movimiento conservador en EEUU”, titula el diario español El País. Es una crisis que ya tiene décadas, en las que de forma zigzagueante y oculta en ocasiones se ha venido incubando lo que ahora es cada vez más evidente. Si el Tea Party, en cierta manera, aportó energía pero enterró ideas, como afirma Antonio Caño en el artículo, los problemas de identidad del partido van más allá de la vocinglería reaccionaria. De hecho, lo que hizo el Tea Party fue llenar un vacío que se originó durante el gobierno de George W. Bush, cuando el Partido Republicano disfrutó de la presencia en la Casa Blanca de un gobernante privilegiado, que por aproximadamente seis años de mandato gozó de una enorme popularidad y que al mismo tiempo se caracterizó por una conducta y actuación ambidiestra: el paradigma del neconservadurismo y los programas neoliberales ―reducciones de impuestos, eliminación de controles al mercado , franca actitud a favor de las grandes corporaciones, freno a las normas de protección ambiental y luz verde a cualquier acción en contra de los sindicatos― al tiempo que en cierto sentido practicaba el llamado ''conservadurismo compasivo'' en el otorgamiento de ciertas ventajas a la ciudadanía ―plan de pago de medicamentos, que aunque en primer lugar benefició a la industria farmacéutica no deja de ser un bien público― y una política a favor de la inmigración que se apartaba de los postulados del republicanismo actual. Bush hizo todo eso mientras siempre mantuvo una conducta de irresponsabilidad fiscal que aún sufre Estados Unidos.
Al desaparecer la popularidad de Bush primero y luego la derrota republicana en las elecciones presidenciales de 2008, la crisis republicana no hizo más que salir a flote con fuerza. Solo que entonces la crisis nacional superaba a cualquier otra manifestación y la la reacción de los conservadores se concentró en el ataque al que ha sido un gobierno singular y que aún sigue molestando enormemente a muchos en este país: un presidente de la raza negra, de un origen étnico variado, carismático y con una inteligencia excepcional.
Por ello resulta difícil de admitir la afirmación de Caño en su artículo, cuando dice que la “crisis del conservadurismo es, en todo caso, una crisis engañosa, más relacionada con la falta de liderazgo y con una cierta confusión de propuestas en el momento actual que con la llegada de un cambio de ciclo”. Si hay crisis de liderazgo entre los republicanos es porque el partido ha permitido que el ala más derechista, fanática e ignorante imponga sus criterios. Eso ―por suerte y hasta el momento― en un país como Estados Unidos es una fórmula hacia el fracaso. A no ser que se produzca una crisis económica y social de grandes proporciones ―y en los últimos años se ha estado a punto de traspasar ese límite, un movimiento facistoide como el Tea Party nunca logrará un alcance nacional.
El artículo de El País acierta al señalar, que:
“Al margen de oponerse a Obama y bloquear cualquier alternativa que surgiera del presidente, los conservadores no han tenido nada que ofrecer al país. Simplemente se han parapetado contra cualquier concepto de modernidad y progreso, los que les ha dejado en una posición bastante excéntrica, negando el cambio climático, oponiéndose al matrimonio homosexual (que respalda ya la mayoría de la población), tratando de dar marcha atrás en el aborto o discutiendo avances esenciales de la ciencia, como el uso de las células madre o la teoría de la evolución”.
Sin embargo, la clave de lo que de momento se anuncia como una gran debacle republicana la explica Caño en este párrafo:
“Los conservadores han renunciado a todo espacio de moderación. La moderación, que siempre es considerada una virtud en política, aunque sea de forma hipócrita, se castiga como un grave pecado en esta campaña presidencial republicana. Las figuras moderadas del partido, como John Boehner o John McCain, están condenadas al ostracismo o al silencio. Eso ha creado, al mismo tiempo, un gran abismo entre la dirección republicana —o sus principales figuras en el Congreso— y las bases, que desprecian a sus líderes y quieren actuar por su cuenta. De ahí las dificultades de Mitt Romney para obtener apoyo”.
Es por ello que la posibilidad de que figuras relativamente secundarias dentro del Partido Republicano lleguen al spotlight nacional podría ser el aspecto más interesante ―al menos desde el punto de vista periodístico y de análisis― de esta campaña. Y en este sentido es que Marco Rubio es un político con futuro.