Un artículo mío en Infolatam:
La realidad cubana, en su forma más cruda, es la tragedia de la ilusión perdida. El primero de enero de 1959. El día en que el ciudadano se creyó dueño de su destino y terminó encerrado, preso de sus demonios y de los demonios ajenos. La revolución como un dios arbitrario. Un proceso que alentó las esperanzas y los temores de los pobres y la clase media baja; que les dio seguridad para combatir su impotencia y les permitió vengarse de su insignificancia. Que nutrió el sadismo latente en los desposeídos y les brindó la posibilidad de ejercer un pequeño poder ilimitado sobre otros, pero que al mismo tiempo intensificó su masoquismo, al establecer como principio la aniquilación del individuo en el Estado, y vio en ello satisfacción y gozo.
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