Mientras el anticastrismo tradicional de
Miami ve al populismo de izquierda latinoamericano como uno de sus peores
enemigos, saluda entusiasmado a cualquier movimiento en Europa con iguales características
de movilización popular, pero de ideología derechista.
Esta inversión de tácticas y consignas
hace que en Miami se alabara a Silvio Berlusconi y en su momento se expresara
admiración por el gobierno de los hermanos Kaczynski en Polonia. Esto para no
remontarse a décadas atrás, cuando igualmente se mostraba entusiasmo por las
dictaduras militares latinoamericanas.
El bolchevismo derechista europeo
encontró su aliado natural en el trotskismo neocon
norteamericano y ambos fueron vistos en esta ciudad como avanzadas de un futuro,
cuando en realidad no eran más que movimientos políticos que se desarrollan en
época de crisis social y económica.
Sólo que aquí los vaivenes políticos se
ven desde una óptica más tremendista, acorde a una visión que es en esencia
totalitaria y que necesita de la presencia de un “hombre fuerte” para
manifestarse. Y ese es precisamente uno de los problemas que enfrenta el exilio
más derechista de Miami: la falta de un caudillo.
Por supuesto que la otra cara del espejo
está representada por la izquierda tradicional, igualmente fanática e
irracional, que postula al engendro del Socialismo del Siglo XXI, en cualquiera de sus
variantes en los territorios latinoamericanos, como la solución de los
problemas nacionales, lo que no es más que una añoranza de un modelo caduco.
Precisamente lo que tienen en común los
populismos de signos ideológicos opuestos es su carácter reaccionario, que se
disfraza de una acción revolucionaria para intentar un retroceso. Pero en Miami
se toma partido por el populismo de derecha, no sólo sin criticar a ambos, sino
también con una ilusión acorde al viejo deseo de imaginar el futuro de Cuba
como una vuelta al pasado.
Lo peor, para ese exilio tradicional de
Miami, es que malgasta sus limitadas energías en un ejercicio constante de
lamentaciones y resentimientos, cuando en realidad lo que debería hacer, para
su beneficio, es enfrentar su principal problema: la dependencia excesiva en
factores externos para lograr sus objetivos. Pero desde hace años da la
impresión que sólo los caminos más torcidos parecen conducir a un cambio en
Cuba.
Lo que resulta muy difícil es dejarse
guiar por un enfoque populista y al mismo tiempo carecer de líder. Es por ello
que en los próximos meses la campaña electoral por la presidencia de este país
podría volverse candente en Miami, sobre todo si el senador Marco Rubio resulta
seleccionado para la vicepresidencia. Más allá de otros factores que pudieran
influir en la decisión de Mitt Romney y sus asesores, es indiscutible que la
popularidad del senador Rubio está en ascenso en todo el país, y desde hacer
rato trasciende lo que podría considerarse un fenómeno local. De hecho, cuando
en las pasadas elecciones legislativas las televisoras europeas ofrecieron los
resultados, uno de los nombres que se destacó en diversos países fue el de
Rubio.
Claro que las razones que llevan a que un
político sea destacado tanto por la televisión casi siempre no tienen nada que
ver con la capacidad, el conocimiento o la dedicación al bien público.
Habrá que ver que pesa más, si el carisma
o la experiencia, para citar solo dos factores que seguro se colocarán en la
balanza a la hora de tomar una decisión, pero es indiscutible que si Romney
aspira a triunfar tiene que hacer lo posible para cambiar los objetivos de su
campaña sin modificar en lo esencial su discurso de apariencia conservadora. Es
decir, si durante las primarias el electorado blanco y mayor de 50 años llevó
la voz cantante en las urnas, se sabe que ello no va a ocurrir en la elección
nacional.
Por otra parte, hay un factor que
seguramente va a tratar de aprovechar el Partido Republicano, y es que el
populismo en este país se ha manifestado con más fuerza en lo que podríamos
llamar una derecha tradicional, con el empuje logrado por el movimiento Tea
Party. Cómo canalizar esa energía sin llegar a los extremos que lleven al
rechazo del electorado medio es el gran reto de los republicanos. Y en este
sentido Rubio ha demostrado sagacidad para la tarea. No hay que olvidar que
durante la campaña la revista del New
York Times le dedicó portada bajo el título “El candidato del Tea Party” y
luego el senador ha conseguido guardar las formas al punto de que nadie lo
puede acusar de ser un extremista o un fanático.
Por otra parte, Romney y su equipo
también tendrán que valorar si compensan o engrandecen algunas de las cualidades
que ya de por sí caracterizan al aspirante a la candidatura republicana. De
esta manera, esa personalidad “plástica” que adapta su discurso a cualquier
auditorio y es más apariencia que contenido ¾algo de lo cual se han percatado muchos conservadores¾, que caracteriza a Romney, ¿será balanceada o aumentada, con
alguien similar pero mucho más joven?
De la respuesta a esta pregunta depende
en gran parte que muchos exiliados cubanos logren al fin uno de sus sueños, y
en el futuro la esperanza de alcanzar la presidencia de Estados Unidos se
convierta en algo así como un premio de consolación, al no lograr la de Cuba.