lunes, 28 de mayo de 2012

Ofensiva revolucionaria


El Gobierno cubano está empeñado en una nueva ofensiva. No la lleva a cabo contra los residentes de la isla; no pretende intervenir nada ni nacionalizar negocio alguno; nada tiene que ver con piruetas ideológicas anteriores, como la construcción paralela de socialismo y comunismo; tampoco está interesado, en este caso, en perseguir la bolsa negra y el contrabando. No, lo que quienes mandan en la Plaza de la Revolución quieren es anular el exilio moderado, convertirlo en corderito amaestrado y restarle independencia.
Dos factores explican este intento. Uno es que La Habana se siente cómoda con la bipolaridad política que hasta ahora ha definido al exilio. Otra es el fracaso de Raúl Castro como proveedor de alimentos y en general de bienes de consumo para la población.
Basta recorrer los datos que con frecuencia ofrece el economista Oscar Espinosa Chepe en sus artículos, basados en las estadísticas cubanas, para comprobar que la agricultura continúa sin avanzar. Si a ello se une la pobre producción cañera en particular ⎯la zafra azucarera volvió a incumplir los planes este año, según Granma⎯  y la incertidumbre sobre el futuro del mandatario venezolano, Hugo Chávez, es lógico que los ojos del gobernante cubano se vuelvan hacia el norte, Estados Unidos y el exilio de Miami, en busca de fondos para la supervivencia.
El problema es que el régimen castrista decepciona a diario.
No a los exiliados.
Quien se marchó de Cuba ⎯más o menos voluntariamente⎯ trajo la decepción con su salida. Sin embargo, para los que optaron permanecer en la isla, o se han visto obligados a ello, no hay la más remota esperanza de mejoría.
Acaba de ser demostrado, con la vuelta a la prensa de la historia del famoso cable para internet, que es otro misterio u otro desconsuelo en una larga lista de engaños.  La periodista Andrea Rodríguez muestra en un excelente reportaje que a más de un año del anuncio de la llegada del  cable submarino a las costas de la isla, la conexión de Cuba a la red de redes sigue siendo de las peores del mundo. Cuba tiene la segunda conectividad más baja del mundo por detrás de la isla de Mayotte, al norte del canal de Mozambique en Africa. Así que si uno vive en Burkina Faso o en Chad, no debe olvidar que es un afortunado con respecto a Cuba al entrar en la red.
Nada que ver con el famoso embargo. El gobierno venezolano asegura que el cable submarino de fibra óptica que su país tendió hacia Cuba está “absolutamente operativo”, y señala que cualquier inconveniente de internet en la isla es un “asunto soberano” del gobierno cubano.
Esto coloca a los problemas de conexión que afrontan los cubanos en el terreno de la censura. Y la censura en la isla es algo que se extiende sin límites, cuando se trata de un objetivo priorizado.
Así que no solo se le veta la posibilidad de tener internet en la casa a los opositores de cualquier tipo. El simple ciudadano que simplemente quiere disfrutar un video en You Tube no puede hacerlo. Ni en su casa, ni en un establecimiento estatal ni en parte alguna. Simplemente porque el servicio no cuenta con la velocidad necesaria.
Al final el problema no es técnico y tampoco económico, sino de ideología. Una ideología que se limita a la supervivencia del régimen.
También el gobierno cubano apela a esta ideología ⎯a la que se sacrifica todo no por una cuestión de pureza sino de mando⎯, para desde La Habana intentar dictar pautas sobre el exilio. No sobre el exilio histórico, que por regla general ya no tiene familiares en la isla, sino sobre quienes han llegado en las dos últimas décadas. A cambio no está dispuesto a concesiones o cambios, sino a lanzar migajas.
Por supuesto que el esfuerzo ahora no es convertir a los exiliados moderados en marxistas, comunistas o socialistas ⎯esto quedó atrás y nunca tuvo mucho sentido en Cuba⎯ sino en nacionalistas. La definición nacionalista que La Habana aplica en este caso cumple un uso operativo: subordinación a los dictados de un régimen del que se ha escapado al llegar al exilio.
En primer lugar hay una farsa legal. Si la actual constitución cubana, en lo cual sigue las pautas de la Constitución de 1940, no admite la doble ciudadanía ―y fundamenta que una vez que un cubano adopta una ciudadanía extranjera pierde automáticamente la cubana―, carece de sentido jurídico que al mismo tiempo se exija a los que se han nacionalizado estadounidenses, pero nacieron en Cuba, que tengan que entrar a la isla con un pasaporte cubano. 
En segundo una mezquindad política. La no satisfacción con la forma de proceder de un sector del exilio, con algunas de las normas existentes en el trato del gobierno norteamericano hacia la isla, o con la actuación de los congresistas cubanoamericanos, implica necesariamente el convertirse en coro o cotorra a favor de la libertad de “Los Cincos”.
El Gobierno cubano no solo ignora la independencia política, sino la desprecia. No está dispuesto a un diálogo serio y abierto con quienes viven en el exterior. Se limita a reuniones ocasionales, con mucha publicidad y pocos resultados. Esa es su ofensiva, y también será su fracaso.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Homofobia y fanatismo cristiano


A veces es muy difícil entender que este país gaste tantos millones en armamento, que mueran norteamericanos y que a la vez se mate a tanta gente de las más diversas nacionales, en una supuesta lucha contra el fanatismo, cuando al mismo tiempo existen tantos extremistas que actúan libremente en esta nación, que lanzan un mensaje de odio y que participan en la contienda para elegir el mandatario de un Estado que cuenta con el poder suficiente para destruir el planeta.
El reverendo Charles Worley expresó en su iglesia bautista de Maiden, Carolina del Norte estado que prohibió este mes por referéndum el matrimonio homosexual, que los homosexuales debían encerrarlos en un cerco eléctrico, y tratados peor que el ganado, a la espera de que mueran.
Ante los fieles, declaró: “Construyan un gran cerco (…), pongan a todas las lesbianas adentro, vuelen por encima y tírenles comida. Hagan lo mismo con los homosexuales y asegúrense de que la barrera sea electrificada, para que no puedan salir… y en algunos años morirán (…) no se pueden reproducir”.
El pastor también afirmó que no votará “por un asesino de niños y un amante de los homosexuales”, una referencia implícita a Barack Obama.
El oscurantismo de estas sectas religiosas, que en la actualidad divulgan sus mensajes por la televisión y la radio, es una lacra que persigue a Estados Unidos desde sus orígenes.
A diferencia de lo ocurrido en otros países ⎯por ejemplo, nadie persiste en establecer tribunales de la Santa Inquisición en las naciones latinoamericanas⎯ aquí no solo han proliferado, sino cada vez adquieren mayor poder político, los grupos religiosos que tratan de imponer una visión del mundo cruel e ignorante. Lo peor es que los más diversos factores ⎯desde leyes fiscales propicias hasta la actual crisis económica⎯ contribuyen a alimentar a un sector parasitario que se aprovecha de la desesperación ajena para su enriquecimiento.
No hay mejor libro, para conocer esa mezcla de puritanismo hipócrita y arrogancia ⎯unido a un temor y rechazo al mismo tiempo del “otro”, lo ajeno⎯ que En la raíz de América, de William Carlos Williams, un escritor libre de acusaciones de comunista y que jamás pretendió convertirse en activista político. Alguien que se limitó a ser un gran poeta y un excelente ensayista.
Williams escribió este libro para comprender mejor la esencia de su nación, con los recursos de la prosa y la poesía como instrumentos de análisis. No es un tratado histórico y mucho menos una obra filosófica, pero supera ambos géneros con agudeza y conocimiento.
“Hay un ‘puritanismo’ —del que se oye hablar, sin duda, pero usted no ha visto cómo apesta todo lo que toca— que ha pervivido desde el pasado y que todavía vive en nosotros. Es una cosa atroz, una especie de sirena cuya cola fuera un cadáver. Es también como algo que permanece, un hedor en una habitación. Esta COSA, extraña, inhumana, poderosa, es como una reliquia de una tribu extinguida cuyas costumbres fueran repugnantes”, le dice Williams a Valéry Larbaud en París.
“… es un fenómeno extraordinario que los americanos, siendo como somos una pura invención, hayamos perdido el sentido de que lo hoy somos tiene su origen en lo que ha sido el país en el pasado; de que es en AMERICA donde radica la fuerza de todo lo que somos y lo que hacemos; que la moral afecta a los alimentos y los alimentos a los huesos y que, en resumen, carecemos de concepción alguna de qué sea la moral, desde el momento en que no reconocemos terreno ninguno como nuestro… y también que esta tosquedad está basada enteramente en la ignorancia que manifestamos acerca de nuestros comienzos…”, agrega en otro momento.
Williams describe a misioneros protestantes dispuestos a “perdonar” a los indios por sus pecados, pero que retroceden aterrados cuando éstos, en señal de agradecimiento intentan cogerles las manos y besárselas. Rechazo que no responde a una actitud piadosa ni a la humildad, sino simplemente al asco.
“No podía soportar [el pastor] que los indios arrepentidos le pusieran las manos encima, como habían hecho los padres católicos del norte, sino que se retiró y les dijo que se dirigieran tan sólo a Dios. ¡Ah!, muy bien, dirá usted. Pero es un gesto muy feo; y es eso lo que ha persistido, ¡el temor al tacto!”, explica Williams.
El fundamentalismo cristiano pasó a un primer plano durante los dos períodos de mandato presidencial de George W. Bush. Lo hizo tras formar una extraña alianza con el sionismo y el lobby judío en Washington. Una alianza que se mantiene, y cuyo fundamento no es espiritual sino político, incluso partidista.
La situación de incertidumbre económica imperante, el desconcierto ante un nuevo orden mundial todavía en cierne, la frustración causada durante décadas por dos partidos políticos que a diario demuestran su ineficacia en las funciones legislativas y de gobierno, junto a cierta debilidad percibida en la actuación del presidente Obama en la esfera nacional de gobierno, hace que de nuevo los factores de extremo vuelvan a desempeñar un importante papel en el proceso electoral. Desgraciado el país cuyos ciudadanos necesitan de pastores como el reverendo Charles Worley.
Para escuchar al reverendo Charles Worley, pinche aquí.

lunes, 21 de mayo de 2012

Ni contrarrevolucionarios ni nostálgicos


Mientras el exilio cubano continúa empecinado en la bipolaridad castrismo-anticastrismo —el carácter emocional del término implica un más allá del simple pensamiento binario—, quienes rechazan el régimen en Cuba han ampliado sus fronteras, abierto nuevas vías al debate y transformado  el panorama opositor. Esta transformación ha ocurrido tanto en los terrenos del análisis y la información como en el alcance y la prontitud de las denuncias. Estos cambios obedecen a diversos factores algunos originados por el propio gobierno cubano, otros debido al avance tecnológico y en menor medida gracias a las reducidas modificaciones de actitud hacia el caso cubano en Washington, aunque todos coinciden en un denominador común: la poca o nula influencia de Miami, que ha evolucionado de factor beligerante a fuente de suministro, y de motivo de preocupación para la Plaza de la Revolución a barraca de visitantes.
Está en primer lugar el problema de las palabras. Las definiciones y los términos habituales son cada vez menos aptos para establecer posiciones. No es un fenómeno que afecta solo a la situación cubana, pero que en esta ciudad se refleja en dos direcciones, tanto en lo relacionado con la política nacional (estadounidense) como en todo lo que tiene que ver con la isla. Dos patrias tienen algunos: Cuba y Miami.
De esta forma, los términos derecha, izquierda, reaccionario, revolucionario, progresista y conservador han adquirido nuevos matices, y en ocasiones su empleo emborrona, en lugar de aclarar la discusión.
Para comenzar, tenemos a quienes aquí se llenan la boca para afirmar que son conservadores. Esto equivaldría a decir que obedecen a un pensamiento que no se sustenta en un conjunto particular de principios ideológicos, sino más bien en la desconfianza hacia todas las ideologías. En el mejor de los casos, estas personas no necesariamente están a favor del ancien régime (la dictadura de Batista) y sus iniquidades, ni tampoco proponen una ideología contrarrevolucionaria, sino que al tiempo que advierten contra la desestabilización que ha acarreado las políticas revolucionarias, se declaran a favor que lo mejor para Cuba hubiera sido una serie de cambios paulatinos en muchos casos referidos a las costumbres y tradiciones pero también económicos y sociales que eran posible alcanzar por otros medios opuestos a la acción política, ya que ésta terminaría por traer el despotismo.
Ese conservadurismo que podría llamarse tradicional, punto de referencia de la izquierda también tradicional para identificar al exilio de Miami, prácticamente no existe aquí.
Lo que con los años ha alcanzado mayor vigor en la parte más vocinglera y visible de la comunidad exiliada no es el conservadurismo, sino una actitud ultra reaccionaria.
En muchas ocasiones, en el discurso político y la información periodística, se asocian los términos conservadores y reaccionarios, pero no son sinónimos. Mientras que la clásica confrontación entre liberales y conservadores tiene que ver con los seres humanos y su relación con la sociedad, la disputa ente revolucionarios y reaccionarios se refiere a la historia.
(El término liberal está utilizado en su acepción clásica de doctrina política y económica, tal y como fue planteada por John Stuart Mill y se emplea en Europa; definió las luchas políticas en buena parte de los siglos XIX y XX en Latinoamérica; así como caracterizó en buena medida la contienda política en Cuba durante la primera mitad del siglo XX. No tiene que ver con esa especie de nombrete que gustan repetir en la radio de Miami, y en general en la prensa republicana, donde liberal es  sinónimo de socialdemócrata, fabiano, comunista o el mismo diablo.)
Hay dos tipos de reaccionarios, que pueden coincidir en diversos objetivos, pero difieren fundamentalmente en su actitud hacia el cambio histórico. Unos añoran el regreso a un estado de perfección que ellos creen que existía antes de la revolución (la cual puede ser política, pero también social, económica y cultural). Otros suponen que cualquier revolución es un hecho que no tiene marcha atrás, pero que la única respuesta a una transformación tan radical es llevar a cabo otra similar.
Para referirse al segundo grupo, en la actualidad estadounidense no hay mejor ejemplo que los miembros del Tea Party, unos contrarrevolucionarios que buscan destruir todas las leyes, principios y normas que llevaron a la creación de una sociedad con servicios de seguridad social, asistencia pública y beneficios para los más necesitados, y volver a la época del capitalismo más salvaje de la década de 1920, existente antes del establecimiento del New Deal/Fair Deal de las décadas de 1930 y 1940 y de la puesta en práctica años después del concepto de la Nueva Frontera/Gran Sociedad de los años 60.
En lo que se refiere a Cuba, en la actualidad es correcto catalogar de conservador al actual mandatario Raúl Castro, cuyas anunciadas reformas son pocas, superficiales y atrasadas. Pero al mismo tiempo, la parte más visible del exilio -en lo que respecta a la opinión política- se niega a adoptar una posición progresista y ha acogido con beneplácito la actitud ultraconservadora incendiaria que caracteriza al Tea Party.  En una contradicción política más, estos exiliados adoptan al mismo tiempo la nostalgia conservadora y la combatividad de Tea Party. Son revolucionarios-reaccionarios.
Sin embargo, entre quienes rechazan al régimen en la isla no está presente el afán contrarrevolucionario de destruir por completo a la sociedad existente, ni tampoco la vuelta nostálgica a la Cuba de ayer. Esto, al menos, es una esperanza.

El otro Castro

Si usted viaja a San Francisco y menciona el apellido Castro a uno de los residentes del área, lo más probable es que su interlocutor, si no es cubano, no asocie el nombre con Fidel Castro, ni Raúl Castro y mucho menos Mariela Castro.
El distrito Castro, al que por lo general se le conoce simplemente como The Castro, es un vecindario en el valle Eureka, en San Francisco, California, donde vive la mayor concentración de gays en Estados Unidos. Se le reconoce además como uno de los símbolos del movimiento LGTB, que agrupa a lesbianas, gays, bisexuales y así como lugar de celebración de eventos y punto ideal para entrevistas y el lanzamiento de noticias y planes de activismo homosexual.
Aquí el nombre Castro no tiene nada que ver con Cuba ni su gobierno actual, sino con José Castro (1808-1860), una de las tantas figuras singulares de la historia de cualquier país, en este caso dos naciones y si hubiera sido por Castro quizá hasta tres.
Castro nació en Monterrey y en su juventud su ideal era lograr un status de semi independencia para Alta California. Después de varios y arrestos y triunfos políticos y militares contra el gobierno mexicano de Alta California, y de derrocar a más de un gobernador, terminó dirigiendo a los californianos en su lucha contra las tropas estadounidenses. Tuvo que marchar a México, residió en Sinaloa y luego volvió a California. Terminó regresando a México y fue nombrado gobernador y comandante militar de Baja California. Nunca renunció a su ciudadanía mexicana y a sus grados militares. Siendo gobernador de Baja California, fue asesinado por un bandido en 1848.
El vecindario que ahora lleva su nombre surgió en 1887, cuando el ferrocarril unió al valle de Eureka con el centro de San Francisco. La zona siempre mantuvo un cierto aire “marginal”, extranjero más bien. Primero se le conoció como “La Pequeña Escandinavia”, por la presencia de inmigrantes suizos, noruegos, daneses y finlandeses y luego, hasta mediados de la década de 1960, fue un barrio de obreros irlandeses.
Fue durante la Segunda Guerra Mundial que las fuerzas armadas norteamericanas situaron a miles de homosexuales en San Francisco, tras darle la baja de servicio debido a sus preferencias sexuales. Muchos se asentaron en Castro, y así comenzó la llegada de los gays al distrito y sus vecindarios.
En la actualidad, la zona no es solo el lugar de asentamiento de una comunidad, sino un centro de actividades y lugar de conmemoración. Todo un conjunto de eventos se celebran en este barrio, donde incluso existe un parque en que se recuerda a los homosexuales víctimas de la represión nazi.
Es por ello que el viaje de Mariela Castro a San Francisco adquiere una importancia especial, que trasciende al congreso de LASA. Ya se ha anunciado que se reunirá con grupos LGTB de esta ciudad y el aspecto “académico” de la visita quedara opacado por la labor de propaganda.
No hay que negar la importancia del trabajo de la hija del gobernante cubano en favor de los derechos de los homosexuales. Sólo que esta labor no puede verse aislada, y en este sentido hay también dudas ⎯decir sospechas quizá sea demasiado partidista⎯ sobre su desempeño.
El primero tiene que ver con esa duplicidad de la que Mariela Castro no puede desprenderse, y que le llega como herencia familiar. No se trata de echarle a los hijos la culpa de los padres, pero en la persecución a los homosexuales en Cuba hay tanta culpa del gobierno cubano, el mismo que se mantiene en el poder, que no puede limpiarse con un rostro agradable y una labor meritoria pero limitada.
El cambio de actitud del régimen de La Habana hacia los homosexuales, que precede en gran medida a la labor de Mariela Castro, fue un paso de avance, pero no una rectificación de errores. Más bien una tergiversación de errores. Con echar para atrás una política establecida por el centro de poder, mediante el otorgamiento de cargos, viajes y premios literarios a un grupo de homosexuales perseguidos fundamentalmente durante el mal llamado “quinquenio gris”, se quiso equiparar a la represión y la censura con un problema temporal de rechazo a una tendencia sexual. La política de closet abierto mantuvo cerrada la puerta al debate sobre otros actos represivos, y convirtió a la condena de la represión pasada en una excusa para no hablar de la represión presente.
A esto se une que siempre es sospechosa ⎯aquí sí cabe esta palabra, porque se refiere a la tarea emprendida por un régimen⎯ la actitud de un victimario, cuando se convierte en un proveedor de refugio para las víctimas. A veces las comparaciones históricas resultan odiosas y desproporcionadas, pero no deja de saltar a la mente que el papel de Mariela es similar al de una supuesta hija de Hitler repartiendo cemento y ladrillo, y un poco de pintura, para reparar sinagogas.
Por último, y para no hacer la lista muy larga, uno de los problemas fundamentales con Mariela Castro es que trata de ser y no ser, a la vez, la hija de papá. Y la cuestión es que de papá, y del tío, desde hace años está harto el pueblo cubano. Esa mentalidad de gobernar el país como una hacienda ⎯compararlo con una dinastía es un insulto a la Historia⎯ desde hace rato debió haber cedido el paso. La directora del CENESEX debería comprender que ella no puede pretender ser la solución de un problema cuando todavía forma parte del mismo. Y es en el punto de independencia donde radica su posición más cómoda, pero también más vulnerable.
No es exigirle a Mariela Castro que sea una hija rebelde. Es más bien, creer que debe ser algo independiente. En ni siquiera intentar esto anula todo valor que pudiera otorgársele, más allá de una labor limitada y una exhibición por momentos exagerada.
El problema del exilio es que no trata de enfrentar la avalancha propagandística del régimen de La Habana, de la que forma parte el viajes de Mariela Castro, con una respuesta que vaya más allá de un acto de censura: patalear por un otorgamiento de visa. A diferencia de lo que está ocurriendo en Cuba, donde por ejemplo el Observatorio Cubano de los Derechos LGBT (OBCUD LGBT), organización independiente, denunció la represión a la que han sometido a varios de sus miembros en el marco de la V Jornada contra la Homofobia, organizado por el CENESEX, en Miami se adopta la política del avestruz: si no se puede impedir que la hija de Raúl Castro venga, reducir todo el problema a la lipidia y el pataleo.
Hay un hecho significativo en la reunión de LASA de este año.  Mientras en ocasiones anteriores han participado en el evento académicos, investigadores y escritores representantes de la diáspora, en su sentido más amplio, ahora este grupo ha quedado reducido a unos pocos. Es decir, el grupo de investigadores procedentes de la Isla, junto a otro que viene de la academia norteamericana ⎯y está formado fundamentalmente por estudiosos de origen cubano, pero nacidos en este país o traídos aquí a edad muy temprana⎯ domina la reunión. Esto obedece en buena medida a mayores facilidades en el otorgamiento de visas bajo la administración demócrata, pero no deja de ser un dato preocupante que esa cuña que formaban los investigadores exiliados se reduzca. Que La Habana esté ganando terreno en el campo de la propaganda, sino en el ideológico, no deja de causar preocupación. El mensaje que trae Mariela Castro es fácil de imaginar: estamos haciendo lo posible para que los homosexuales sean felices en Cuba. Pero por favor, devuélvanos a los Cinco. Como siempre repite un discurso rayado, no es de esperar audacia alguna, como decir que los espías, también luchaban en Miami contra la homofobia.
Una versión más amplia de este post forma parte de un artículo que hoy publica Cubaencuentro.

domingo, 20 de mayo de 2012

Usted también, don Mario



Dice Mario Vargas Llosa que “también los Premios Nobel de Economía, cuando se convierten en iconos mediáticos, dicen a veces tonterías”. Se le olvidó agregar que a los que obtienen igual galardón en Literatura les ocurre lo mismo.
A Vargas Llosa le ocurre, cada vez con mayor frecuencia, el parecerse al personaje don Guido, del poema de Antonio Machado. Ya solo falta verlo salir el Jueves Santo llevando un cirio en la mano.
Por lo pronto publica una columna en el diario español El País donde alaba a la canciller alemana, Ángela Merkel y su férrea política de austeridad. De paso la emprende contra el nuevo presidente francés, François Hollande, y el economista estadounidense Paul Krugman.
Contra Krugman, lanza la siguiente andanada: "Dicho sea entre paréntesis, los asustados por las profecías apocalípticas del profesor de Princeton harían mejor en creerle al presidente de Telefónica, César Alierta, quien acaba de afirmar de manera categórica que ´España es un país solvente, tanto en el sector público como en el privado´. Tengo la seguridad absoluta de que el señor Alierta está mejor informado que el doctor Krugman sobre la salud económica de este país".
Aunque el paréntesis podría indicar una leve disculpa, el novelista lanza un golpe engañoso y pérfido: eso de preferir la opinión de un alto ejecutivo sobre la de un destacado intelectual evidencia al menos traición de clase, o de gremio.
Es posible que Krugman exagerara al anunciar un “próximo” corralito para la economía española. Sin embargo, a partir de lo que está ocurriendo en Grecia no deja de ser una hipótesis. Pero lo fundamental es que, si llega a ocurrir o si los españoles comienzan a retirar los fondos de sus cuentas en grandes cantidades, la culpa no hay que echársela solo al economista norteamericano, sino a los mercados europeos y al actual Gobierno español. Un gabinete y un mandatario que en sus pocos meses de gestión han  demostrado un desacierto absoluto. Claro que ideológicamente la presidencia de Rajoy es mucho más cercana a Vargas Llosa de lo que fuera el gobierno socialista, así que una columna nunca está demás para tratar de evitar el desmoronamiento.
Lo demás es, sin decirlo explícitamente, una defensa de la censura. Hablar de "ficciones malignas", además del toque santurrón del título, es de cierta forma hacer un llamado a exterminar ese mal.
Ahora bien, si Vargas Llosa recurre al presidente de Telefónica para refutar a un intelectual, nada más lógico que recurrir a otro presidente para rebatir a otro articulista.
En cualquier caso, este presidente es mejor que el de Vargas Llosa, o al menos tiene mucho, mucho más poder para cambiar las cosas.
Da la casualidad que se celebró una reunión en Estados Unidos que cambia en buena medida lo que afirma Vargas Llosa en su artículo.
Los líderes de las principales economías del mundo se pusieron de acuerdo ayer sobre la idea de que la austeridad, por sí sola, no puede resolver la grave crisis de Europa y en que ha llegado la hora de impulsar el crecimiento. Finalmente, la canciller alemana, Ángela Merkel, suavizó su posición y aceptó la estrategia del estímulo económico como conclusión de la cumbre del G-8, informa el mismo diario El País en su edición dominical, esa que también trae el artículo de Vargas Llosa.
“Es imperativo favorecer el crecimiento y la creación de empleo”, subraya la declaración final. “Nos comprometemos a tomar todas las medidas necesarias para fortalecer nuestras economías y combatir las tensiones financieras, reconociendo que las medidas adecuadas no son las mismas para cada uno de nosotros”, añade el documento, según El País.
Así que los consejos del novelista parecen que no llegaron a tiempo a Camp David.
Dice Vargas Llosa:
“La estupidez es contagiosa, sobre todo en el dominio político, y lo extraordinario es que mucha gente perfectamente consciente del estado real de la economía europea, cree que la receta simplista y fantasiosa de Hollande, que le ha servido para ganar las elecciones, será también la columna vertebral de su política ahora que ha llegado al poder”.
Por su parte, la información de El País señala que el presidente norteamericano venía buscando una estrategia de crecimiento desde hace tiempo, la misma que ha aplicado en EEUU con relativo éxito. Pero nunca había podido trasladarla a Europa porque no encontraba en ese continente el ambiente propicio. Eso parece haber cambiado. La llegada de Hollande, unida a la comprobación de que las medidas de ajuste están condenando a los países europeos a la recesión y, como consecuencia, a la agudización de su problema de deuda, parecen haber movido el péndulo en la otra dirección.
Así que la “receta simplista y fantasiosa de Hollande” no era más que un slogan de campaña.
Si es cierto que la estupidez es contagiosa, se sabe donde el novelista adquirió el virus. Algunas compañías son malas consejeras. ¿O es a la inversa?

Mariela y Miami



Desde que se anunció la visita de Mariela Castro a Estados Unidos, se han multiplicado las críticas a Hillary Clinton, la Secretaria de Estado, por haberle otorgado el permiso de entrada.
Estas denuncias se fundamentan en parte en el reglamento presidencial, establecido en 1985, que prohíbe que el Departamento de Estado conceda visados a “oficiales o empleados del Gobierno de Cuba o el Partido Comunista de Cuba”, independientemente del tipo de pasaporte que presenten.
Por la radio de Miami se ha repetido una y otra vez que se trata de una nueva muestra de debilidad del gobierno demócrata de Barack Obama, hacia el régimen de La Habana, al permitir que una miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba viaje a Estados Unidos.
Que en esta ciudad se mienta con impunidad no es noticia. Aquí se lanzan comentarios falsos o sin sentido, y si provienen de determinados círculos de poder en Washington, o de grupos de presión en el exilio con el dinero suficiente, posiblemente se repitan en todos los medios de prensa de la ciudad.
Luego vienen los ignorantes, que expanden estos comentarios y magnifican los detalles hasta convertir a la noticia en mentira. Esto contribuye a que cualquier denuncia ¾muchas de ellas válidas en su origen¾ se conviertan en alboroto local, y se apaguen al poco tiempo.
En el caso de la visita de Mariela Castro hay que señalar varios puntos, a los que en esta ciudad se le resta importancia o se omiten, pero que más allá de las fronteras del Versailles se toman en cuenta.
Mariela Castro viene a un evento académico que lleva años realizándose, incluso en Miami, y donde siempre han sido invitados académicos e investigadores de la isla. La participación más o menos numerosa de estos siempre ha dependido del grado de flexibilidad que esté aplicando el gobierno estadounidense de turno.
Mariela Castro es directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (CENESEX) y de la revista Sexología y Sociedad. Tiene una licenciatura del Instituto Pedagógico Enrique José Varona, en La Habana. Ha publicado 13 artículos académicos y nueve libros. Uno puede cuestionarse la labor del CENESEX, la calidad de los trabajos académicos o la autoría de los libros. Lo que no puede obviar es que con tales credenciales no hay que extrañar su participación en un congreso académico, más en el caso de que este evento se desarrolla en San Francisco, el principal (o uno de los dos principales, el otro sería Nueva York) centro de la comunidad gay en Estados Unidos.
El nombre de Mariela Castro no aparece en la lista de miembros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y no está oficialmente vinculada a la actividad política del país.
Tampoco es la primera vez que Mariela Castro viaja a Estados Unidos, ya lo hizo en 2002, para recoger un premio por su labor. En aquel entonces la nación era presidida por George W. Bush y Condoleezza Rice desempeñaba las funciones de Secretaria de Estado, ambas figuras muy queridas por el exilio ultra reaccionario de Miami.
Lo demás, es cuento para bobos en año de elecciones.
Por supuesto que Mariela Castro no es una figura neutral políticamente y lleva a cabo una intensa labor de propaganda, presentándose como la tendencia benevolente del castrismo y no solo la cara más bonita sino el rostro más apacible y alegre de una larga dictadura. Pero oponerse a su visita a Estados Unidos es, precisamente, hacerle el juego al intento de vender a la actual sociedad cubana como un sistema en proceso de “actualización”, mientras que el exilio de Miami representa la versión retrógrada, el pasado de guerra fría y el fanatismo.
Hubiera sido mejor dejar la visita de Mariela Castro a Estados en el nivel de anécdota, o como muestra de la dependencia de Cuba a Estados Unidos, una señal más de tener que acudir a este país para buscar legitimidad, académica o de todo tipo.
Sin embargo, los legisladores cubanoamericanos no pueden prescindir del alboroto. Es curioso ver como, en lo que respecta al caso cubano, se turnan ante el spotlight.
No por gusto le tocó el turno al senador demócrata Robert Menéndez, al encabezar las críticas a Hillary Clinton. De esta manera se trató de esquivar en lo posible que la denuncia se viera como una jugada partidista, y anticiparse al momento en que apareciera la visita anterior de Mariela Castro. Sin embargo, esto fue simplemente un esfuerzo limitado, porque en un año de elecciones no se desaprovecha argumento alguno.
Así que Mitt Romney, el virtual candidato republicano a las elecciones presidenciales, rechazó el viernes el otorgamiento de la visa a la directora del CENESEX.
“La decisión de la Administración de Obama de concederle un visado a Mariela Castro, la hija del dictador cubano Raúl Castro, es una bofetada a todas aquellas valerosas personas en Cuba que sufren una persecución constante por luchar por los valores universales que tan queridos nos son a los americanos”, declaró en un comunicado el director político de la campaña de Romney, Lanhee Chen.
Ileana Ros-Lehtinen solicitó el jueves pasado, en una misiva a Clinton la anulación del visado a Castro. ¿Envió una carta similar en su momento a Condoleezza Rice?
 Por su parte, el representante por la Florida Mario Díaz Balart comentó: “Permitirle a estos altos funcionarios de un régimen que promueve el terrorismo que entren en nuestro país está en contra de las proclamaciones presidenciales vigentes”.
Las declaraciones de Mario Díaz siempre se caracterizan por este afán de emprenderla a garrotazos. Resulta difícil comprender a quién se refiere el legislador cuando habla de “altos funcionarios”: ¿Mariela Castro?, ¿las decenas de investigadores de diversos organismos cubanos?, ¿los escritores? ¿los profesores universitarios?
Es absurdo que quienes no admiten una opinión contraria pretendan promover la puesta en marcha de una sociedad democrática en Cuba.  Porque si hay algo de que acusar a Mariela Castro, en relación a su visita a Estados Unidos, es que viene a este país a promover una opinión contraria. Solo que en la democracia las opiniones se discuten, no se censuran.
Este grupo de legisladores, que solo representa al grupo del exilio que vocifera una “línea dura”, pero que buena parte de las veces se ha caracterizado por una actuación blanda cuando hay que ir más allá de las declaraciones, influyó durante años de forma decisiva en la política norteamericana hacia Cuba. Con Barack Obama en la Casa Blanca y un Senado dominado por los demócratas han visto reducido su poder, aunque todavía mantienen buena parte del mismo. Cada vez más ajenos a la realidad cubana, casi a diario reaccionan con ira ante una situación que ven escapar de sus manos, tanto en Washington como en La Habana. Asumen la intransigencia no como un principio moral, un recurso emotivo y una justificación personal, sino como un valor político, necesario para ser reelegidos en sus cargos en Washington. En esto, y en muchas cosas, no se diferencian de quienes gobiernan en La Habana.

martes, 15 de mayo de 2012

Perteneciente o relativo a los siervos y criados, según la Academia


Hay un interesante artículo de Emilio Ichiikawa sobre otro de Juan Tamayo en El Nuevo Herald. Si repito el mismo adjetivo calificativo usado por Ichikawa es para enfatizar la diferencia en su uso. Hubiera preferido que éste lo empleara en un sentido irónico para referirse a la información del Herald. Quisiera pensar que fue así.Por lo demás, lo aparecido en el Herald tiene un valor noticioso, que se resume en uno o dos párrafos. Lo demás sale sobrando.
Lo que me llama la atención, al igual que le ocurrió a Ichikawa, es que Tamayo se refiriera a una intervención del senador Marco Rubio en estos términos:“El senador republicano por la Florida, Marco Rubio, hizo reír a su audiencia el año pasado en Washington cuando leyó el programa de uno de esos viajes, que tenía sesiones para bailar salsa todas las noches”.
Aclara Ichikawa:
Bajo las revoluciones en las definiciones disciplinarias en las Universidades norteamericanas, gestos como bailar música Salsa, estudiar a los Van Van o probar la comida que se sirve en los paladares de la reforma raulista, entran con toda legitimidad en la categoría académica de Cultural Studies, Antropología cultura, Latino studies, etc.”.
Por supuesto que se puede considerar que materias como bailar salsa no entren en un currículum universitario, pero al hacerlo se establece una distinción entre los bailes cubanos, por ejemplo, y las danzas africanas grabadas infinidad de veces por antropólogos occidentales.
También resulta natural que un político populista como Rubio acuda a estas simplificaciones en sus discursos.Cuando el asunto toma otra característica es en el momento en que un reportero destaca en su texto la capacidad del político como standard comedian, y toma el supuesto chiste como ejemplo de una política absurda y desvergonzada —por parte de una administración demócrata, al frente de la cual hay un presidente odiado por el sector más reaccionario del exilio cubano— y se apoya en la ignorancia propia y de parte de sus lectores para sustentar un punto de vista.

lunes, 14 de mayo de 2012

Adelante, adelante, ¿adelante?


Nunca hay límites para la ultraderecha de esta nación, y menos para los exiliados cubanos que la imitan y apoyan.
Según Victor Morton, en The Washington Times: “La campaña de Obama aparentemente no miró hacia atrás en la historia cuando seleccionó su nuevo eslogan, Forward (adelante), una palabra estrechamente asociada con el marxismo europeo”.
El articulista añade que muchas de las publicaciones comunistas y radicales y entidades a través de los siglos XIX y XX tenían  como nombre ¡Adelante!
“El nombre Adelante tiene un significado especial en la terminología política socialista. Con frecuencia se ha utilizado como un nombre de socialistas, comunistas y otros periódicos y publicaciones izquierdistas”, añade.
Más adelante agrega que han existido al menos dos publicaciones de la izquierda radical bajo el nombre de “Vorwaerts” (adelante en alemán). Uno de ellos era el diario del partido socialdemócrata de Alemania, cuyos autores incluían a Friedrich Engels y León Trotsky. El otro fue una publicación quincenal de la Liga Comunista, que apareció en 1844, y donde colaboraban Carlos Marx, Federico Engels y Mikhail Bakunin. Para contribuir en algo a esa relación, puedo agregar que igual nombre tiene el periódico del Partido Comunista de Portugal.
Escritos idiotas en los periódicos no es nada nuevo. Lo peor son los lectores idiotas.
Sin embargo, la aparición de este artículo en la blogosfera exiliada, que lo ha tomado como ejemplo de las torcidas intenciones del actual presidente estadounidense, al tiempo que ha hecho lo posible por divulgar la “denuncia”, dejan poca esperanza.
Así que de ahora en adelante tengo que andarme con cuidado. Con la mala fama que tengo en este pueblo, si alguien toca a la puerta de mi apartamento y lo invito a pasar debo limitarme a una seña; si coincido con una persona en la entrada de un elevador y le cedo el paso, optar por una conveniente retirada, y por nada del mundo mencionar un avanti ni siquiera en broma. Las petulancias y chistes son también castigados. Hay que cuidarse del comité de defensa republicana, los censores ultraconservadores y los policías del idioma.
Por cierto, se dice que las últimas palabras, pronunciadas por Mas Canosa antes de morir fueron: “Adelante, adelante, adelante”. Por años la prensa de Miami las ha repetido. ¿Alguna duda ahora sobre la ideología del líder del exilio?
Ante el argumento de que exagero no hago más que remitir a la votación primaria del Partido Republicano del martes 8 de mayo en Indiana, donde el senador Richard G. Lugar perdió frente a un aspirante de su propio partido que cuenta con el apoyo del Tea Party. Lugar, un senador de seis términos en el Congreso federal, siempre había ganado las elecciones con un aprobación del 60 por ciento. Su derrota envía un claro mensaje a los políticos moderados de ambos partidos: estas serán unas elecciones donde los extremos amenazan con jugar un papel decisivo.
Para los republicanos, el peligro es enorme. En unas primarias dominadas por el voto más conservador y ultraderechista, cómo va ahora el virtual candidato, Mitt Ronmey poder conquistar ese sector electoral independiente y situado al centro del panorama político nacional, que se considera indispensable ganar para lograr la presidencia de este país. Porque hasta ahora quienes hicieron la campaña por la candidatura republicana trataron de complacer, con impudicia total, a un electorado blanco, de más de cincuenta años y que vive en los suburbios, el cual por supuesto no representa ni remotamente a la actual población norteamericana. De poco sirve el paseo ocasional con un político carismático como el senador Marco Rubio, bueno para las recaudaciones de fondos entre sus afines pero no para mucho más. Si esta es la carta de Romney para ganarse el voto hispano, no ha hecho más que escoger el as equivocado.
Al mismo tiempo, los demócratas tampoco la tienen fácil, y han iniciado la campaña por la reelección de Obama con un tono pasado de moda: no se puede seguir vendiendo la esperanza. Eso estuvo bien en el pasado, y en buena medida sirvió para conquistar el triunfo. La administración actual no puede, y no debe, representar esperanza alguna, sino ser la realidad. Hasta ahora, el Presidente no ha demostrado el liderazgo suficiente en el terreno económico y de política nacional (algo que, por otra parte, no le ha faltado en la arena internacional, la lucha contra el narcotráfico y la inmigración ilegal, aunque los republicanos hagan hasta lo imposible por no reconocerlo).
Si Obama quiere gobernar durante un segundo período, debe no solo prometer, sino demostrar, que es capaz de enfrentar a fondo los graves problemas económicos por los que atraviesa este país, y no limitarse a medidas keynesianas que recuerdan a la aplicación de curitas para tratar un cáncer. Debe también evitar la trampa de las “guerras culturales” y pasar a un segundo plano el tema como los matrimonios gays. Al final será la economía quien de nuevo decidirá el futuro de esta nación. Solo hay que esperar que aquí no se repita el error de los españoles, que cambiaron un gobierno mediocre por uno realmente malo.
Para el exilio ultra derechista de Miami, esta contienda será realmente candente, en el afán de conservar el poder político alcanzado. No hay duda que hará todo lo posible para lograr este objetivo, aunque no diga “Adelante”, y se limite a, otra vez, dar un paso atrás.
Soldados portugueses leyendo el órgano oficial del Partido Comunista de Porugal, Avante. Foto de Rui Ferreira.

jueves, 10 de mayo de 2012

Un director de cine frustrado


El novelista cubano Alejo Carpentier siempre tuvo mala suerte con el cine. Luis Buñuel quiso hacer El acoso, aunque no pasó del entusiasmo. Tyrone Power quería producir y protagonizar Los pasos perdidos, pero se murió antes. Cuando la fama ya era algo habitual para Carpentier, el chileno Miguel Littín realizó El recurso del método (1978), y la película se quedó muy por debajo de la obra original. El artista visual y músico barcelonés José Montes-Baquer es el autor de un Concierto barroco (1982) para la televisión, que es solo un dato bibliográfico. El mexicano Paul Leduc filmó Barroco (1989), sobre la misma noveleta, con un pobre resultado. Igual le ocurrrió al cubano Humberto Solás cuando hizo una versión de El siglo de las luces (1993), en este caso para la televisión frances. Por último, el cubano Octavio Cortazar tuvo a su cargo otra noveleta, Derecho de asilo (1994), y tampoco hay mucho que recordar. Las consecuencias de todo esto es una presencia cinematográfica, que si bien no es tan reducida ⎯y ello en parte se debe al papel cultural y político de Carpentier en Cuba⎯ es bastante pobre: lo mejor son sus entrevistas filmadas.
Al colombiano Gabriel García Márquez le ha ocurrido algo similar, aunque aumentado: demasiadas películas basadas en sus textos, con el mismo balance negativo.
Lo mismo que Carpentier, García Márquez ejerció la crítica cinematográfica. Pero hasta aquí llega la comparación. Pocos escritores latinoamericanos salvo el cubano Guillermo Cabrera Infante (que odiaba lo incluyeran en ese grupo) y el argentino Manuel Puig han mantenido una relación más frecuente y constante con el cine. Promotor y guionista, además de crítico, este vínculo hay que buscarlo más allá de estos diversos oficios, porque se encuentra en el centro de su concepción narrativa.
Cuando en El olor de la guayaba, Plinio Apuleyo le pregunta cuál es el punto de partida de un libro, García Márquez responde: “Una imagen visual. En otros escritores, un libro nace de una idea, de un concepto. Yo siempre parto de una imagen”. Pero esa imagen no resulta siempre fácil de trasladar a la pantalla. Y aquí es donde comienzan los problemas a la hora de llevar una de estas obras al cine.
Este interés por la imagen tiene una explicación personal, que trasciende la estética: García Márquez es un cineasta frustrado.
Entre 1952 y 1955 García Márquez compartió estudios con los cubanos Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea, y el argentino Fernando Birri, en el Centro Sperimentale di Cinematografía de Roma. Llegó a ser admitido como tercer asistente del realizador italiano Alessandro Blasetti en la comedia Pecatto che sia una canaglia (1955), protagonizada por Sofía Loren, Vittorio de Sica y Marcello Mastroianni, nos cuenta Guzmán Urrero Peña. Se inicia como guionista con un corto, Langosta azul (1954), de Alvaro Cepeda Samudio, aunque también se le atribuye la dirección al propio García Márquez.
 Al trasladarse a México, mientras se desempeña como escritor y periodista, el creador de El coronel no tiene quien le escriba trabaja en proyectos mayores: El gallo de oro (1964), de Roberto Gavaldón, y Tiempo de morir (1965), de Arturo Ripstein, tienen guiones suyos, mientras que aporta el argumento para En este pueblo no hay ladrones (1964), de Alberto Isaac.
La labor continúa con la participación en los guiones de Juego peligroso (1966), de Ripstein, Presagio (1974), de Luis Alcoriza, y María de mi corazón (1979), de Jaime Humberto Hermosillo, así como en los argumentos de Patsy mi amor (1968), de Manuel Michel, y El año de la peste (1978), de Felipe Cazals.
Sin embargo, todas estas películas son apenas el anticipo del afán, de varios de los principales directores latinoamericanos, por llevar las obras del novelista al cine. La carrera arranca con La viuda de Montiel (1979) de Miguel Littín y no se ha detenido hasta el momento. A la empresa se han sumado un italiano, Francesco Rosi, con Crónica de una muerte anunciada (1986); un cubano, Tomás Gutiérrez Alea, Cartas del parque (1989) y el cuento Contigo en la distancia de la trilogía de narraciones que componen Con el amor no se juega (1991); un mexicano, Arturo Ripstein, El coronel no tiene quien le escriba (1999); un británico, Mike Newell, El amor en los tiempos de cólera (2007); una costarricense, Hilda Hidalgo, Del amor y otros demonios (2009), y un dinamarqués, Henning Carlsen, Memoria de mis putas tristes (2011), para citar a algunos.
En esta larga lista, que cuenta con la serie Amores difíciles (1988), realizada a partir de cuentos de García Márquez, muchos son los resultados menores y francamente mediocres, en directores que han demostrado su talento en otras ocasiones, como la cinta de Rosi, y pocos los logros.   
Para decirlo con rapidez, como ocurre con otros creadores, no se puede hablar de un García Márquez sino de varios. Uno es el escritor realista y otro el realista-mágico, si prescindimos del periodista a veces presente y otras alejado de la narración con un empeño desmesurado.
Las obras realistas —especialmente los cuentos— pueden servir para una buena cinta, en dependencia de la capacidad del realizador, pero aquellas donde impera el realismo-mágico nunca, al menos hasta el momento. El escritor es consciente de esta diferencia, y se ha negado siempre a permitir una adaptación cinematográfica de su libro más representativo y una de sus mejores obras: Cien años de soledad.
Sin embargo, lo difícil ⎯más bien lo imposible para el realizador y productor que tienen el privilegio de adaptar un libro del premio Nobel de Literatura⎯ es desechar fama y taquilla y no apostar por la adaptación de una obra mayor. Intentar una vez más darle al espectador lo que éste espera encontrar luego de pagar el boleto: ciento por ciento García Márquez. La culminación de este empeño es la cinta de Newell, sobre la novela El amor en los tiempos de cólera. Un director británico que no sabe una palabra de español y cuyo vínculo con la literatura es la adaptación cinematográfica del libro de J.K. Rowling Harry Potter y el cáliz de fuego. Se dice que para convencer a García Márquez el productor Scott Steindorff tuvo que apelar a un argumento convincente: $3 millones por los derechos, pero que el escritor no ha querido tener que ver en lo más mínimo con el proyecto, y ni siquiera visitó Cartagena, donde tiene una casa, durante el tiempo de rodaje.
García Márquez sabe que lo que ocurre con sus narraciones es como hacer una cinta con las pinturas de Botero, donde nadie espera que los protagonistas sean flacos y al final el espectador sale de la sala sin otra impresión que haber visto a unos cuantos gordos moviéndose torpemente. Un estilo, en que la destreza de la narración y la habilidad a la hora de construir los personajes son los recursos principales para engrandecer el texto, cae fácil en el estereotipo cuando la palabra pasa a ocupar un lugar secundario. 
Este peligro lo conoció en su momento Ernest Hemingway. “Maestro”, le gritó García Márquez desde la otra acera de una calle parisina y solo le quedó el grito para contarlo. El maestro sabía tanto o más que el alumno, pero ambos también reconocieron en su momento el valor de una buena oferta.
El cine paga muy bien, pero también es necesario mucho dinero para hacer cine. El autor de Historia de un secuestro ha sido extremadamente generoso en ese sentido. No sólo en ocasiones ha cedido gratuitamente el derecho de algunas de sus obras, sino que con una parte de las ganancias recibidas por sus novelas fue el principal fundador de la escuela de cine de Cuba. Más allá de los motivos y las consecuencias políticas, este centro ha servido para formar un grupo destacado de jóvenes realizadores. Su existencia es en buena parte la labor de un novelista exitoso, que al mismo tiempo es un cineasta frustrado. Pero esa especie de deuda que el cine tiene con él no ha podido ser pagada en la pantalla.
Cuando se le pregunta por su director preferido, García Márquez contesta que Orson Welles y Akira Kurosawa. Hay que conformarse entonces con imaginar lo que Welles hubiera hecho con Cien años de soledad. Frente al pelotón de fusilamiento, Aureliano  recuerda la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Kane, un momento antes de morir, añora su infancia lejana y un trineo ya para siempre perdido: Rosebud. 

La comezón del exilio revisitada

A veces en el exilio a uno le entra una especie de comezón, natural y al mismo tiempo extraña: comienza a manifestar un anticastrismo elemen...