No es un blog. No es un sitio en internet. No es una emisora de
radio cualquiera. Tampoco un canal de televisión privado. Es Radio y TV Martí. Ambas
fueron creadas para difundir información veraz y objetiva sobre lo que ocurre en
Cuba. Deben su origen a una prensa distorsionada, mentirosa y parcializada que
existe en la isla. No lo han hecho mejor. Nunca.
Desde su origen, primero la radio y luego la televisión martiana,
estas emisoras del gobierno de Estados Unidos
se han visto envueltas en una madeja extremadamente compleja, que debe
su enredo a por los menos tres aspectos.
Es una emisora de un gobierno extranjero cuyo objetivo fundamental
es enviar información sobre y hacia un país con el cual no tiene relaciones
cordiales, pero tampoco una situación de beligerancia. No es solo que entre
Washington y La Habana no medie una declaración de guerra. En resumidas
cuentas, desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no le declara la
guerra a nadie, simplemente se dedica a hacer guerras, como cualquier otro
producto de exportación. Lo importante
aquí es que la hostilidad entre ambas naciones se ha limitado a declaraciones
de ocasión. Los espías mutuos no cuentan, porque espías tiene todo el mundo en
todas partes.
Así que estamos ante una emisora extranjera que es, más que otra
cosa, un rezago de la guerra fría. La justificación de existencia, por
supuesto, es que el actual gobierno cubano es otro rezago de esa misma guerra
fría.
Sin embargo, la emisora cuesta y la pagan todos los contribuyentes
norteamericanos, incluso aquellos que a estas alturas no saben lo que es o fue
la guerra fría. Hay una trampa: Radio y TV Martí supuestamente cumplen una
función de política exterior, pero son financiadas gracias a la política
nacional. La Florida es uno de esos estados cambiantes y decisivos en cualquier
votación presidencial, al tiempo que el poder político de los legisladores
cubanoamericanos y el exilio cubano es
muy elevado. Así que ni siquiera el presidente del país más poderoso del planeta
se atreve a cerrarla. Y este es el segundo aspecto.
El tercero es que la emisora nació gracias al papel que por años
desempeñó la más poderosa organización que logró crear el exilio de Miami y por
mucho tiempo fue su coto privado, y en parte lo sigue siendo. En una época la
Fundación Nacional Cubano Americana decidía hasta el menor empleado que entraba
a las emisoras, ahora se limita a nombrar quien las dirige. Al mismo tiempo, y
a veces de acuerdo y otras en contra, también la institución es utilizada por
los legisladores cubanoamericanos en Washington para distribuir premios y
castigos. Ya entonces estamos de llene en el tercer aspecto.
Por si todo esto fuera poco -y en buena
medida también gracias a ello- los exiliados
cubanos nunca han entendido muy bien cuál es el papel y tampoco el objetivo de
Radio y TV Martí. Para ellos se ha tratado siempre de un instrumento para
derrocar a Castro, nunca de un órgano informativo. En los meses anteriores al
surgimiento de Radio Martí, aquí en Miami hubo casi un fervor de que la emisora
iba a poner fin al régimen imperante en Cuba. No ocurrió, pero sí sucedió algo
muy importante, que desde entonces ha definido en buena medida las relaciones
entre Washington y la comunidad exiliada.
Es posible que la figura más importante surgida en este exilio sea
Mas Canosa. No por sus logros políticos en relación a Cuba -casi nulos- sino en
relación a Washington. Hasta Mas Canosa los exiliados cubanos habían tenido que
situarse -de forma más o
menos voluntaria- del lado del
gobierno estadounidense para lograr los medios necesarios en sus planes de
lucha contra el gobierno de La Habana. Y de igual forma, Washington tanto daba
como quitaba, de acuerdo a sus intereses.
Hasta cierto punto Mas Canosa cambió esa ecuación. Y Radio Martí
fue ese punto de transición. De pronto los exiliados cubanos contaron con una
emisora, pagada con dinero de los contribuyentes estadounidenses, para hacer
llegar su discurso. O al menos así lo creyeron algunos.
Pronto se vio que esa idea original del exilio cubano no era fácil
de llevar a la práctica, porque en resumidas cuentas Radio Martí, pese a nombre
e intenciones, era una emisora norteamericana.
Entonces comenzó un tira y encoge -llamarlo
confrontación o disputa es cierto a veces, pero otras exagerado- que dura hasta
hoy. Y en el medio surgió una emisora con capital cubano, que hizo del
anticastrismo vocinglero un negocio legal: Radio Mambí. El conocido lema de
“Esta sí es cubana” tiene su origen en ese momento: Radio Martí no era
realmente cubana, Radio Mambí sí.
Con el tiempo las cosas fueron variando algo. La radio del exilio
cubano se vio obligada a transformarse y el anticastrismo vocinglero dejó de
ser el gran negocio, aunque aún rinde dividendos. También Radio Mambí pasó, de
ser un negocio cubano, a formar parte de una cadena mexicana. Pero pese a
algunos pequeños cambios -el principal es
que la política ha tenido que ceder el paso a determinadas horas y en ciertos
meses a la pelota-, sigue siendo
fiel a la política de intransigencia, nostalgia e ignorancia con que fue
creada.
Mientras tanto, desde el exilio no se ha hecho otra cosa que
tratar de convertir a Radio Martí en otra Radio Mambí, y en buena medida lo han
logrado. Desde un esfuerzo geográfico, que implicó el traslado de la capital
del país a la capital del exilio, se ha hecho todo lo posible por destruir cualquier
vestigio de objetividad, información balanceada y análisis que pudiera brindar
la emisora del gobierno norteamericano.
Por supuesto que esto se ha logrado en buena medida de que ambas
emisoras son un fracaso, desde el punto de vista informativo. Esta incapacidad,
que es también el resultado de todas las políticas, tácticas y estrategias
erróneas que desde el principio se han aplicado, tiene al igual su fundamento en el hecho de que a
través de repetidas administraciones, tanto republicanas como demócratas, el
interés fundamental no ha sido transformar la situación cubana, sino mantenerla
como está. Y desde el punto de vista del fracaso, Radio y TV Martí son un
verdadero éxito: la emisora de radio, tras una primera etapa de existencia , ha
ido perdiendo oyentes y al mismo tiempo ha sido incapaz de contabilizar o
explicar estas pérdidas, mintiendo descaradamente sobre supuestos aumentos de
radio escuchas, en los que nadie cree pero que tampoco se rebaten con
fundamento; la estación de televisión nunca se ha visto en Cuba, y año tras
años se desperdician millones en esfuerzos que van desde aviones hasta la
contratación de espacios en emisoras de televisión de Miami; el sitio en internet
por años fue un punto perdido en la red y en la actualidad no ha logrado
situarse en una posición destacada entre otros que también tratan sobre Cuba,
al punto que blogs y sitios con pocos o ningún recurso económico los superan,
demostrando que nadie gana a un gobierno a la hora de botar dinero a manos
llenas.
En fin, que por tres décadas al hablar de noticias y Radio y TV
Martí solo tienen cabida las malas noticias, esas que se refieren a lo mal que
lo hacen o lo mal que están las emisoras. No porque no cuenten con buenos
periodistas, técnicos e informadores, sino porque siempre la administración ha
sido nefasta. Es difícil encontrar un lugar con igual capacidad para colocar
ineptos en cargos de dirección. Esta práctica se mantiene hasta hoy.
Por ello no debe extrañar que las
emisoras sean de nuevo muestra de lo que no se debe hacer. Ahora un editorial
firmado por el director de la Oficina de Transmisiones hacia Cuba (OCB) califica
de “lacaya” la actitud del cardenal
Jaime Ortega hacia el gobierno cubano.
Hay dos cuestiones fundamentales aquí. Una que no ha sido norma que
editoriales aparezcan en estas emisoras. “Los únicos editoriales de las
emisoras del gobierno de EEUU son los de la Voz de América (VOA), una práctica
que comenzó en la Segunda Guerra Mundial y se consolidó durante la guerra fría”,
como explica el periodista Rui Ferreira en un artículo publicado en Cubaencuentro. El otro es que, aunque
la publicación del editorial sea legal, el lenguaje del mismo tiene un tono de
barricada que es más apropiado en Radio Mambí que en Radio Martí. ¿O son una
las dos?
Hay otro hecho que llama la atención
aquí, y es la torpeza demostrada por
Carlos García, el director de la OCB, que controla las transmisiones de Radio y
TV Martí , al tratar el asunto.
El editorial en cuestión, que al
parecer fue hecho por García -un abogado que hasta ahora se desconocía si en algún momento había
escrito una coma- apareció en la página web Martinoticias, fue transmitido por radio y
luego retirado. A preguntas del diario El Nuevo Herald, sobre la retirada del
editorial, el director de la OCB respondió:
“No estamos
escondiendo nada”, afirmó. “No es una cosa que queremos estar machacando todo
el tiempo; lo pusimos dos días y lo sacamos”, señaló.
Esto es poco serio. A ningún director
de una publicación se le ocurre tamaña respuesta. Los editoriales se hacen, se
publican y se archivan. No los desaparecen. Desaparecer textos es lo que hacían
en las dictaduras comunistas, ¿no? Es lo que aún hacen en Cuba, ¿no?
Aunque en eso de respuestas torpes,
ni la OCB ni la Junta de Gobernadores
de Transmisiones (BBG) parecen tener límites.
De acuerdo a Lynne Well, portavoz de la BBG, “el editorial
se inscribe en el marco de un exploratorio formato piloto de la emisora que
incluye escritos de opinión, debidamente identificados”. Al menos eso es lo que
le dijo Well a El Nuevo Herald, al
día siguiente de que ese diario informara sobre el editorial aparecido y desaparecido.
Vamos a detenernos un momento en un
hecho. No estamos hablando de ejecutivos de una cadena de noticias, directivos
de una agencia de prensa, directores de periódicos y canales de televisión
local, dueños de periodiquitos de esquina. Se trata de funcionarios importantes
del gobierno de Estados Unidos de América. El cargo de director de Radio y TV Martí, no necesita confirmación
senatorial, pero el Senado sí tuvo que aprobar el nombramiento del director de
la Oficina de Transmisiones Internacionales, que supervisa tanto las
operaciones de Voz de América como de Radio y TV Martí, labor que desempeña en
la actualidad de Richard 'Dick' Lobo.
Ambos cubanoamericanos visitaron en abril la redacción de El Nuevo Herald para
promover una nueva fase de desarrollo de las emisoras.
De acuerdo con el diario de Miami, “Well indicó que el editorial representa la opinión de García y
aclaró que no tiene que ilustrar necesariamente la de ninguna otra instancia
gubernamental”.
Hasta hace poco -quizá aún siga vigente- quienes trabajaban en
ambas emisoras del gobierno de Estados Unidos, contaban con un buen número de
restricciones a la hora de emitir públicamente sus criterios personales. Esto
sin contar con otras muchas que también existen para los funcionarios del
Departamento de Estados, al que pertenecen Radio y TV Martí. Parece que ya no,
al menos para el director de la OCB.
¿Es este desparpajo parte
de esa “nueva fase de desarrollo”?