Dice Mario Vargas Llosa que “también los
Premios Nobel de Economía, cuando se convierten en iconos mediáticos, dicen a
veces tonterías”. Se le olvidó agregar que a los que obtienen igual galardón en
Literatura les ocurre lo mismo.
A Vargas Llosa le ocurre, cada vez con
mayor frecuencia, el parecerse al personaje don Guido, del poema de Antonio
Machado. Ya solo falta verlo salir el Jueves Santo llevando un cirio en la
mano.
Por lo pronto publica una
columna en el diario español El País donde alaba a la canciller alemana, Ángela
Merkel y su férrea política de austeridad. De paso la emprende contra el
nuevo presidente francés, François Hollande, y el economista estadounidense Paul
Krugman.
Contra Krugman, lanza la
siguiente andanada: "Dicho sea entre paréntesis, los asustados por las profecías
apocalípticas del profesor de Princeton harían mejor en creerle al presidente
de Telefónica, César Alierta, quien acaba de afirmar de manera categórica que ´España es un país solvente, tanto en el sector público como en el privado´.
Tengo la seguridad absoluta de que el señor Alierta está mejor informado que el
doctor Krugman sobre la salud económica de este país".
Aunque el paréntesis podría indicar una
leve disculpa, el novelista lanza un golpe engañoso y pérfido: eso de preferir
la opinión de un alto ejecutivo sobre la de un destacado intelectual evidencia al menos
traición de clase, o de gremio.
Es posible que Krugman exagerara al
anunciar un “próximo” corralito para la economía española. Sin embargo, a
partir de lo que está ocurriendo en Grecia no deja de ser una hipótesis. Pero
lo fundamental es que, si llega a ocurrir o si los españoles comienzan a
retirar los fondos de sus cuentas en grandes cantidades, la culpa no hay que
echársela solo al economista norteamericano, sino a los mercados europeos y al
actual Gobierno español. Un gabinete y un mandatario que en sus pocos meses de gestión han demostrado un desacierto absoluto. Claro que
ideológicamente la presidencia de Rajoy es mucho más cercana a Vargas Llosa de
lo que fuera el gobierno socialista, así que una columna nunca está demás para tratar de evitar el desmoronamiento.
Lo demás es, sin decirlo explícitamente, una defensa de la censura. Hablar de "ficciones malignas", además del toque santurrón del título, es de cierta forma hacer un llamado a exterminar ese mal.
Lo demás es, sin decirlo explícitamente, una defensa de la censura. Hablar de "ficciones malignas", además del toque santurrón del título, es de cierta forma hacer un llamado a exterminar ese mal.
Ahora bien, si Vargas Llosa recurre al
presidente de Telefónica para refutar a un intelectual, nada más lógico que
recurrir a otro presidente para rebatir a otro articulista.
En cualquier caso, este presidente es mejor que
el de Vargas Llosa, o al menos tiene mucho, mucho más poder para cambiar las
cosas.
Da la casualidad que se celebró una reunión en Estados Unidos que cambia en buena medida lo que afirma Vargas Llosa en su artículo.
Los líderes de las principales economías
del mundo se pusieron de acuerdo ayer sobre la idea de que la austeridad, por
sí sola, no puede resolver la grave crisis de Europa y en que ha llegado la
hora de impulsar el crecimiento. Finalmente, la canciller alemana, Ángela
Merkel, suavizó su posición y aceptó la estrategia del estímulo económico como
conclusión de la cumbre del G-8, informa el mismo diario El País en su edición dominical, esa que también trae el artículo
de Vargas Llosa.
“Es imperativo favorecer el crecimiento y
la creación de empleo”, subraya la declaración final. “Nos comprometemos a
tomar todas las medidas necesarias para fortalecer nuestras economías y combatir
las tensiones financieras, reconociendo que las medidas adecuadas no son las
mismas para cada uno de nosotros”, añade el documento, según El País.
Así que los consejos del novelista
parecen que no llegaron a tiempo a Camp David.
Dice Vargas Llosa:
“La estupidez es contagiosa, sobre todo
en el dominio político, y lo extraordinario es que mucha gente perfectamente
consciente del estado real de la economía europea, cree que la receta simplista
y fantasiosa de Hollande, que le ha servido para ganar las elecciones, será
también la columna vertebral de su política ahora que ha llegado al poder”.
Por su parte, la información de El País señala que el presidente
norteamericano venía buscando una estrategia de crecimiento desde hace tiempo,
la misma que ha aplicado en EEUU con relativo éxito. Pero nunca había podido
trasladarla a Europa porque no encontraba en ese continente el ambiente
propicio. Eso parece haber cambiado. La llegada de Hollande, unida a la
comprobación de que las medidas de ajuste están condenando a los países
europeos a la recesión y, como consecuencia, a la agudización de su problema de
deuda, parecen haber movido el péndulo en la otra dirección.
Así que la “receta simplista y fantasiosa
de Hollande” no era más que un slogan de campaña.
Si es cierto que la estupidez es
contagiosa, se sabe donde el novelista adquirió el virus. Algunas compañías son
malas consejeras. ¿O es a la inversa?