Hay dos tácticas fundamentales que el gobierno de La Habana, lleva décadas de años empleando contra la oposición pacífica. Una es recurrir a la envidia ciudadana, acusar a los opositores de recibir grandes sumas provenientes de Washington. La otra es considerarlos elementos subversivos, capaces de llevar a cabo o preparar planes destinados a crear el caos, desestabilizar el país e incluso crear las condiciones para supuestos ataques militares.
El primero de estos empeños, considerar a los opositores privilegiados económicos y llamarlos “mercenarios” tiene un objetivo nacional y extranjero. Aquí el dinero es quien hace la diferencia. Una vuelta al fetichismo del dólar, que en cierto sentido tiene su contrapartida en el debate alrededor del embargo y cualquier tipo de medida destinada a ejercer presión económica contra la junta militar que gobierna en Cuba.
Nada más socorrido, para el gobierno cubano, que el intento de encasillar a cualquier manifestación de independencia intelectual o de pensamiento propio como un acto mercenario. La discusión se desvía entonces hacia las razones, válidas o no, que existen tras donaciones, ayudas y facilitación de fondos. Se cae entonces en la discusión interminable del “dinero bueno” y el “dinero malo”. Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio habrían llevado a cabo un proceso de transmutación milagrosa y convertido en “bueno” un dinero entregado por todos los estamentos de la burguesía cubana, ya que estaba destinado a la noble causa del derrocamiento de la dictadura batistiana. Mientras que, por otra parte, todos los fondos provenientes del exterior, que buscan cualquier tipo de cambio a favor de la democracia y el respeto a los derechos humanos en Cuba estaría contaminado por la procedencia de un dinero “viciado”.
Curioso que un sistema que, de sus inicios al presente, ha necesitado constantemente recurrir a un financiamiento exterior, traiga a colación los fondos extranjeros para denigrar al contrario.
Sin embargo, lo más importante en este sentido no son las paradojas del gobierno de La Habana sino su sustentación errónea de cualquier discusión en torno a la ayuda exterior. En un régimen totalitario, que para mayor aislamiento gobierna una isla ⎯en lo que constituye una especie de alianza represiva entre la geografía y la historia⎯, el ejercer este pensamiento independiente de forma pública resulta imposible sin al menos cierta cooperación exterior. Pero lo que es más importante: en este caso estamos hablando de ayuda para la difusión de ideas y opiniones que van en contra de la corriente del pensamiento impuesto desde el poder, no de subversión, y mucho menos violenta, para destruirlo. Esta es la diferencia fundamental.
El tratar de convertir cualquier conducta o idea ajena al gobierno en una falta de reverencia o respeto no es solo una muestra de totalitarismo, sino también un ejemplo de ideología reaccionaria. Una ideología retrógrada que no tiene otra expresión para materializarse que el recurrir a la represión más grosera y burda.
Acaba de celebrarse en Cuba el Festival CLIC, que durante tres días discutió sobre las nuevas tecnologías de la información y el uso de las redes sociales de internet.
Al Festival asistieron blogueros, escritores, periodistas independientes y activistas. No fue un evento para organizar la contrarrevolución, sino un encuentro abierto sobre medios de información.
Como era de esperar, el gobierno cubano ha catalogado al evento de “subversivo” y en Cubadebate se publicó un editorial ruin, que intenta vincular la celebración en La Habana incluso con actividades de “insurrección armada”. Dice el texto de Cubadebate en una de sus partes:
“Esta maniobra tiene claros antecedentes en la red que construyera en Siria un funcionario del Departamento de Estado de EEUU, utilizada hoy para alentar el terrorismo y la intervención extranjera y que Estados Unidos enmascaró como un servicio para denunciar el maltrato escolar. En Libia los celulares “Thuraya”, especialmente promovidos por EEUU, permitieron establecer coordenadas y ubicar blancos civiles y militares, que ocasionaron incalculables pérdidas a las fuerzas leales al gobierno de entonces”.
Afirmaciones de este tipo son realmente alarmantes. Más si se recuerda que los sentenciados en la Causa de los 75 fueron juzgados por cargos de “actividades subversivas”, en que libros, recortes de periódicos, teléfonos y computadoras fueron las “armas del crimen”.
Ya ha sido desenmascarada la mentira de que en Cuba el acceso a internet es muy pobre por limitaciones tecnológicas y los altos costos debido al embargo de Estados Unidos. Se sabe que el famoso cable submarino de fibra óptica, tendido desde Venezuela, tiene un uso privilegiado, y es posible que tenga objetivos militares.
Es propio de la naturaleza del sistema el controlar el acceso a la información. Es por ello que quienes intentan al menos ampliar el alcance de estas tecnologías están en peligro. Y hay que estar alerta al respecto.