sábado, 9 de junio de 2012

Pinochet, el homenaje y Miami

El homenaje a Augusto Pinochet, programado para este domingo en Santiago, revela el apoyo que un grupo social minoritario pero significativo e influyente sigue prestando en Chile a la dictadura, cuyos crímenes minimizan en pro de una arquitectura institucional y económica que sigue vigente, dice un cable de la agencia EFE, que publica El Nuevo Herald.
Justo cuando se cumplen cinco años y medio de la muerte del dictador, bajo cuyo mandato (1973-1990) murieron 3.200 personas y 38.000 sufrieron tortura o prisión política, dos organizaciones poco conocidas que reúnen a sus fieles han convocado este acto en un teatro de la capital.
“Es el único caso de dictaduras de largo alcance que han cometido crímenes atroces en que hay un porcentaje de la población, minoritario sin duda, pero significativo, que apoya y que se siente interpretada por lo que fue eso”, señala el sociólogo Manuel Antonio Garretón, agrega la información de EFE.
En tanto, el Gobierno, el primero de derecha tras el retorno a la democracia en 1990, señala que no apoya estas iniciativas, pero que los organizadores tienen “el legítimo derecho” a expresar sus opiniones.
Si bien el presidente, Sebastián Piñera, votó en 1988 contra la continuidad de Pinochet en el poder, su coalición agrupa a muchos políticos que entonces estuvieron al lado del dictador y que aún hoy son condescendientes con él.
Lo que no aparece en el cable de EFE ni publica el Herald es la lista de invitados extranjeros al acto, en que se presentará un documental sobre Augusto Pinochet.
Para la exhibición del documental el domingo en el Teatro Caupolicán, la “Corporación Once de Septiembre” cursó invitaciones a diferentes personajes políticos y militares de Estados Unidos, España, Francia y Argentina.
Desde Estados Unidos figuran el alcalde del condado de Miami-Dade, Carlos Giménez; el presidente del senado estatal de La Florida, Anitere Flores; el alcalde de Miami, Tomas Regalado; el senador federal Marco Rubio; el congresista federal Mario Díaz Balart y el presidente de la Juventud Anticastrista, Yasser Torres.
Por su parte, desde el país galo se convocó a la ex candidata presidencial del Frente Nacional de Francia, Marine Le Pen.
Desde España, el presidente del Partido Fuerza Nueva, Miguel Méndez Pinar, y el director de la Fundación Francisco Franco, Jaime Alonso.
Desde Inglaterra se citó a al miembro de la Cámara de los Lores y Visconde de Alamein, David Montgomery, y al integrante de la Unión de Promociones de las FF. AA. De Argentina, Guillermo Cesar Viola.
Por supuesto que la invitación a un acto de esta naturaleza no presupone, ni con mucho, que el invitado aceptará o que está de acuerdo con el homenaje. Hay no obstante un factor de percepción, que ha llevado a los organizadores de la actividad a colocar a políticos y funcionarios cubanoamericanos junto a figuras como Marine Le Pen, Miguel Méndez Pinar y Jaime Alonso. Algo así como un listado de afinidades ultraderechistas internacionales.
La celebración de un acto de esta naturaleza viene amparada por el derecho a la libertad de expresión. Solo que al hablar de este derecho hay que ser consecuente.
Al menos hay dos formas de entender y practicar la libertad de expresión. Una es la que se practica por lo general en Estados Unidos, y que puede resumirse en el derecho a expresar una opinión, no importa lo desagradable y errónea que pueda resultar para pocos o muchos, y al mismo tiempo un derecho igual a manifestarse en contra de ella. Es el juego político de manifestaciones y contra-manifestaciones, que en este país se prohíbe solo en el caso en que esté presente un llamado a violar la ley o una amenaza de destrucción del orden constitucional.
Sin embargo, en un país democrático también pueden existir límites más amplios a la libertad de expresión, sin que ello implique necesariamente una falta de libertades en un sentido general.
Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en Francia, donde está penada la negación del Holocausto. 
Por regla general esta segunda actitud ante la libertad de expresión ocurre en naciones donde en el pasado se establecieron regímenes totalitarios, y sea debido a que aún ⎯en un sentido relativo⎯ ha transcurrido poco tiempo, o a cierta debilidad estructural ⎯tanto en lo que se refiere a la sociedad civil como a los fundamentos del ejercicio democrático⎯, el gobierno se siente en la obligación de establecer barreras y no brindar oportunidad alguna para que se desarrollen con impunidad absoluta las tendencias que llevaron al surgimiento de dictaduras totalitarias.
En este sentido, a cada país democrático le toca aplicar el modelo que considere más conveniente, y si Chile considera adecuado aprobar la celebración de este acto, tiene el pleno derecho a hacerlo, así como los pinocheistas a regodearse en su salsa, tal como en ocasiones hacen en Miami los batistianos.
Lo que creo que, de tener el poder, tanto pinocheistas como batistianos no se mostrarían tan generosos, pero eso es parte de su naturaleza. También considero que, en buena medida, los exiliados mezclan ambos conceptos de libertad de expresión, y apelan a la vía americana a la hora de exigir, pero recuerdan el uso europeo cuando tienen que aguantar un discurso contrario. Eso, por otra parte, no deja de ser parte de la naturaleza del cubano: no es lo mismo para mi que para ti.

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