Sara Calvo
Cuando la Crisis de Octubre vivía en La Habana, en 23 y 26, en el Vedado. Mi hija Mariana tenía dos meses de nacida, y una de esas noches en que los recién nacidos no dejan dormir, me asomé por la ventana entreabierta de mi cuarto, como a las 2 o 3 de la madrugada. Bajo un silencio sepulcral, vi pasar por la calle 23 un avión con las alas plegadas, camino hacía el puente del río Almendares, en dirección a Marianao. Después de una hora más o menos, aparecieron unas rastras que cargaban lo que después se supo eran los famosos misiles camino de vuelta a la Unión Soviética. Creo que al día siguiente salió en la primera página de Revolución ese titular que todos atribuyen a Fidel Castro: Nikita, Nikita, lo que se da no se da quita. Ese es mi recuerdo de la Crisis de Octubre. Ni Máuser, ni metralletas, ni pistola. Pero, sobre todo, ni fango ni hamacas. Mi cuento no es nada heroico. Solo miré por la ventana.