Ahora todos están de acuerdo en que fue una broma de mal gusto. Los británicos despertaron el viernes con un drama periodístico en que la noticia no era el mensaje sino el mensajero. Una de las dos enfermeras víctimas de una broma pesada de una emisora de radio australiana fue encontrada muerta. Hay muy pocas dudas de que fue un suicidio.
De acuerdo a la información del diario español El País, se llamaba Jacintha Saldanha. Tenía 46 años, era madre de dos hijos y llevaba más de cuatro años trabajando en el Hospital Rey Eduardo VII, la institución privada en la que suelen ser atendidos los miembros de la familia real británica.
El martes Saldanha estaba atendiendo las llamadas telefónicas del hospital cuando a las 5.30 de la mañana recibió una que supuestamente era de la reina Isabel II, que quería hablar con su nieta Kate, que había ingresado el lunes con fuertes vómitos y mareos debido a su embarazo.
La enfermera pasó la llamada a la colega que estaba en ese momento en la habitación de la duquesa. El problema es que no era la reina, era una locutora de la radio australiana 2Day FM que se hizo pasar por Isabel II y a la que las dos enfermeras trataron como si fuera el monarca británico.
La empleada no pudo soportar la tensión de quedarse atrapada en el centro de esa broma y al parecer decidió quitarse la vida. El hospital asegura que no había tomado ninguna medida contra ella y la casa real dice que en ningún momento se quejó ante el hospital.
El hecho es lamentable, pero también singular. Existe la posibilidad de que determinadas características de la personalidad de la víctima influyeran en la tragedia. No es normal que alguien se quite la vida en estas circunstancias, pero ningún suicidio es normal. El responsable de la emisora dice que no se hizo nada ilegal. Es muy posible, pero lo importante aquí va más allá de los frenos de lo legal, y tiene que ver con la responsabilidad. No cabe duda que fue una actuación irresponsable de la emisora y los conductores del programa, que posiblemente solo obedeciera al interés en ganar audiencia.
Durante una época aquí en Miami era casi cotidiano hacer este tipo de bromas. Incluso dos locutores lograron embaucar a Fidel Castro. Y todo el mundo reía con la gracia, ya que, como todo en esta ciudad, tenía un carácter político: no reírse podría implicar ser acusado de “castrista”.
En la broma a Castro siempre existió la satisfacción del burlador burlado, pero por lo general la presa no era de tanto valor.
Ninoska Pérez Castellón, conductora de un programa en la radio de Miami, se dedicaba sistemáticamente a llamar a Cuba para hacer este tipo de broma. Por lo general sus víctimas no eran altas figuras del régimen, sino recepcionistas y burócratas de quinta categoría. Lo insólito es que aquí se le consideraba una heroína por hacer esto.
Por supuesto que se consideraba una labor de denuncia, que con esas llamadas se ponía en evidencia las injusticia y el desorden existente en la isla. Pero no había nada heroico en que desde una oficina con aire acondicionado se realizara una llamada a La Habana u otra ciudad de Cuba, con la seguridad de una impunidad absoluta. Un triste tópico más del exilio de Miami. Y por supuesto, ridículo y absurdo.
Fotografía: el furgón en el que sale el cadáver de la recepcionista Jacinta Saldanha.