lunes, 31 de diciembre de 2012

Represión y Navidad en Cuba


La ola represiva no se detendrá en Cuba. Las aparentes medidas que al parecer analizan las autoridades, para “perfeccionar” el sistema de justicia imperante en la isla, no cambiarán la naturaleza represiva del régimen.
No se trata de una afirmación dogmática ni de una respuesta fundamentada en un supuesto anticastrismo vertical. Es una característica de una forma de gobierno que, para sustentarse, 
necesita ajustes de forma constante, que cada vez son más torpes. Sin embargo, junto a esa situación social y política, durante décadas el gobierno ha desarrollado y mantenido un eficiente aparato represivo, cuya actuación permite una comparación simple: la incapacidad para producir bienes corre pareja con la eficiencia para generar detenciones. 
De esta forma el régimen castrista ha creado una cifra mayor de “delincuentes y seres violentos” que todos los gobiernos republicanos anteriores.
No hay que olvidar que el gobierno de La Habana siempre ha usado a su conveniencia la distinción entre delito común y delito político. En una época todos los presos comunes estaban en la cárcel por ser contrarrevolucionarios, porque matar una gallina era una actividad contraria a la seguridad del país. En la actualidad, cada vez que muere un opositor o su caso alcanza una dimensión internacional se le acusa de vago y delincuente.
Lamento escribir un artículo sobre la represión en época navideña. No es preferencia por el oficio de aguafiestas ni denunciar algo nuevo, un brote reciente o un fenómeno oculto. Es que la cualidad de cotidiano no puede convertirse en justificación para el ocultamiento.
Nada de lo anterior implica la mirada idílica hacia el país existente antes de 1959. Pero este constante detener de personas que simplemente han manifestado una opinión contraria al gobierno —con independencia de ahora, en la mayoría de los casos, sea por pocas horas—cierra la puerta a la esperanza de un  cambio paulatino y pacífico hacia la democracia.
A esta alturas está más que comprobado que el gobierno de los hermanos Castro no está capacitado para dirigir un desarrollo económico que satisfaga las necesidades de la población, pero sí ha logrado ser capaz de mantener al pueblo bajo el régimen de una economía de subsistencia durante décadas. Sólo que la contrapartida a la ineficiencia de las empresas estatales ha sido una economía clandestina —la bolsa negra, el “trapicheo”, el “socialismo”—, indiscriminada y personal.
La naturaleza centralizadora y represiva del régimen siempre ha tenido como contrapartida o complemento una corrupción a todos los niveles. Sólo que el gobierno de Raúl Castro parece inspirado en el cine norteamericano, en específico la comedia.
En una de sus mejores películas, Duck Soup, Groucho Marx advierte luego de ser nombrado jefe de Estado: “Mi gobierno será todavía peor que los precedentes”. Y poco después añade: “Serán fusilados todos aquéllos que se dediquen a la corrupción administrativa, a no ser que decidan darme una parte de sus beneficios”.
Hace unos días un amigo que visita la isla con frecuencia me comentaba que, pese al cambio gubernamental que permite en la actualidad la celebración de la Navidad, el espíritu festivo y familiar de estos días continúa trasladado, al parecer de forma definitiva, a las fiestas de despedida del año. No puedo afirmarlo. No visito Cuba y al mismo tiempo defiendo el derecho que tiene cada cual de hacerlo.
Pero si es cierto que, desgraciadamente, en la mayoría de los hogares cubanos no existe la Navidad, también lo es que, lamentablemente, en muchos hogares de Estados Unidos tampoco abunda el llamado espíritu navideño.
Aquí cada vez mas la festividad tiende a ser sustituida por una interminable lista de regalos deseados e inevitables; una aritmética de dólares que nunca cuadra y un indicador de la salud económica del país.
Cada año crece la tendencia a preocuparnos más por lo que compramos o nos compran, por lo que comeremos en Navidad y Nochebuena, por el dinero que tendremos para gastar y por las deudas que podemos o no contraer.
También cada día que pasa, en Cuba hay menos dinero para gastar y más que pedir a los familiares en Estados Unidos. Es por ello que en estos días, Miami y La Habana, tan distantes y tan cercanas, parecen tener aún más en común.
Este año, además, la Navidad llega a una Cuba con dos enfermos célebres. Fidel Castro en un limbo de vida y Hugo Chávez, ⎯cuyo estado de salud según enigmáticos comunicados sólo puede definirse como una “tendencia progresiva” hacia la “estabilización”⎯ en una incertidumbre de muerte. Por ello, los cubanos celebrarán una Navidad bajo el signo de la prudencia, con la acostumbrada represión cotidiana, y el temor de que en cualquier momento el jolgorio se convierta en vigilia.
Esta columna apareció publicada el lunes 24 de diciembre en El Nuevo Herald.

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