Escribe Julieta Rudich, en el diario español El País, sobre el tradicional Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, en la capital de Austria
“De forma similar a su primera vez, en 2011, hoy Welser-Möst también ha presentado al público presente en la sala y a los millones de telespectadores de 81 países un recital muy correcto, virtuoso pero poco pasional, en el que los valses de Strauss parecían más firmes que leves”.
Creo que Franz Welser-Möst es uno de esos directores de orquesta a los que siempre uno tiene que añadirle un pero. Es muy bueno, pero. Tiene una técnica perfecta, pero. En su caso, ese pero es que, bajo su batuta, la orquesta se convierte en una perfecta máquina de relojería, demasiado perfecta.
Hay una escena en la película Taking Sides, de István Szabó, en que una joven le pregunta al personaje que está siendo investigado por una supuesta colaboración con el régimen nazi, al parecer Wilhelm Furtwängler, lo que opina sobre una interpretación que acaban de escuchar del célebre Quinteto en Do Mayor, Op. 163, de Schubert. “Creo que el tiempo fue demasiado perfecto”, le responde Furtwängler. La muchacha se queda sin saber qué responder.
No sé si en la película este comentario es un guiño a Karajan. Quizá sea muy rebuscado buscar ese vínculo. Herbert von Karajan fue la estrella en ascenso mientras Furtwängler estaba sometido a una investigación durante el período de desnazificación. Karajan era un fanático del ritmo perfecto, una cualidad que admiraba tanto en Louis Armstrong como en los músicos callejeros cubanos.
En el caso de Welser-Möst, su perfeccionismo siempre está acompañado de una ejecución casi cartesiana de la música. Por supuesto, prefiero esta cualidad al histrionismo de Dudamel.