El asesor especial de asuntos internacionales de la presidencia de Brasil, Marco Aurelio García, afirmó el lunes que según la Constitución venezolana el presidente de ese país, Hugo Chávez, tiene un plazo de 90 días, prorrogables por otros 90, para asumir un nuevo mandato al frente del Gobierno, de acuerdo a un cable de la agencia Efe.
García, quien pasó el 31 de diciembre y el 1 de enero en La Habana para enterarse sobre la salud del mandatario venezolano, explicó que ese plazo se otorga cuando no es declarada la “imposibilidad” para asumir la presidencia venezolana, según informó la estatal Agencia Brasil.
En caso contrario, con una eventual muerte del gobernante o declarada la imposibilidad de asumir, la Asamblea (Parlamento) deberá convocar a nuevas elecciones en un plazo de 30 días.
Se trata de una interpretación de la Constitución venezolana ya escuchada con anterioridad, pero la importancia aquí radica no solo en las palabras sino en quien las dice. García, quien se encontraba con su familia de vacaciones en México, viajó a Cuba por pedido directo de Rousseff y según el propio asesor sostuvo “largas conversaciones” sobre el asunto con el vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro; con el presidente cubano, Raúl Castro, y con Fidel Castro.
Profesor universitario en Chile y en Francia, García fue uno de los que ayudó a establecer el Partido de los Trabajadores brasileños, coordinó tanto la campaña para la elección que llevó al poder a Luiz Inácio Lula da Silva como la plataforma y el plan de gobierno para las elecciones de 1994, 1998 y 2006. Fue también uno de los organizadores del Foro de Sao Paulo, que agrupó a los grupos y movimientos de izquierda en Latinoamérica y el Caribe. Actuó como presidente interino del partido entre octubre de 2006 hasta enero de 2007, y vicepresidente desde octubre de 2005 a febrero de 2010. En 2007 se convirtió en un consejero especial en política internacional del presidente Lula y ha continuado en ese cargo en el mandato de Rousseff . Estamos hablando de un peso pesada de la izquierda política, no solo de Brasil sino de toda Latinoamérica.
“La presidenta Dilma consideró que era útil que yo fuera a Cuba para tener más antecedentes sobre la salud del presidente Chávez”, subrayó.
Para García, el Gobierno brasileño “no ve inestabilidad política en Venezuela”, a pesar de que el estado de salud de Chávez “es grave y sin previsión” sobre su evolución.
“La información que tuve es que el estado de él era grave, enfrentando una batalla muy difícil después de una operación compleja y que provocó como secuela una infección respiratoria, entonces, por tanto, es imposible hacer cualquier previsión”, apuntó García.
Según el asesor, el Gobierno brasileño está “conmocionado” con la situación “lamentable” de la salud de Chávez, amigo personal de García.
De esta forma queda cerrado el eje La Habana-Caracas-Brasilia, que ha tenido a su cargo las decisiones sobre la sucesión de Chávez. Cuba ha diseñado la estrategia, en Venezuela están los encargados de ponerla en práctica y Brasil acaba de otorgarle el visto bueno.
No quiere esto decir que todo esté resuelto sobre la situación venezolana, pero sin duda se ha realizado una operación internacional que se ha trazado con precisión ejemplar y ante la pasividad o el desconocimiento del resto de las fuerzas en la región y una debilitada oposición interna.
La clave en todo esto radica en un hecho simple: mientras que la enfermedad y sucesión del presidente venezolano es un asunto interno del país, las aparentes soluciones a la crisis, desde el punto de vista de los objetivos de la cúpula chavistas, han sido trazados en el exterior. Tamaña operación de injerencia ha despertado críticas en la oposición venezolana, pero por lo demás se lleva a cabo con una impunidad absoluta.
Quiero esto decir que las estampitas, los muñecos con la figura de Chávez, los rezos, las misas y los llantos se limitan a una operación de diversión: ganar tiempo y entretener al pueblo; apelar al drama familiar ante una situación que tiene poco que ver con el hombre y la familia.