domingo, 28 de abril de 2013

Atrás, atrás, atrás



Machado debe estar revolviéndose en la tumba. No el bueno, no el español. No se trata del poeta sino del dictador. Pero eso de que ahora el llamado parlamento cubano —un engendro de vagancia y servilismo que apenas se reúne dos veces al año— regrese al Capitolio Nacional, es como para amargarle la eternidad a cualquiera.
El Parlamento cubano realizará su próxima sesión este año en el Capitolio Nacional de La Habana, actualmente en reparaciones, dijo un funcionario, de acuerdo a una información de la AFP aparecida en este diario.
El remozamiento del “Capitolio Nacional (es) una obra de suma importancia para la arquitectura y para La Habana, como sede, como lo ha anunciado el general-presidente (Raúl Castro), del Parlamento Nacional”, dijo el historiador de La Habana, Eusebio Leal, cuya oficina dirige la conservación del casco antiguo de la ciudad.
Así que ese barrer con todo lo existente —lo bueno y lo malo—, que Fidel Castro impuso al llegar al poder, continúa su retroceso. Lo que se impone ahora es cambiar lo que se cambió. Hay una vuelta al pasado que se afianza en la isla. De continuar la marcha, el país se transformará en una especie de “Cuba Nostalgia” permanente.
Más allá de considerar como un hecho positivo la restauración del célebre edificio, destaca la ironía del cambio.
Despojar al Capitolio de su contenido original —servir de sede del poder legislativo cubano— cumplió varias funciones.
Una de ellas fue expresar el rechazo a un cuerpo de poder característico de la democracia. No hizo falta demoler el edificio, bastó con quitarle su función original, con independencia de los fallos que ésta puede haber tenido en el pasado.
Convertir el lugar en el museo de ciencias naturales Felipe Poey fue otra muestra más de escenografía revolucionaria. La idea no fue nueva ni original. Desde la época de la revolución francesa se multiplicaron las transformaciones de palacios, edificios públicos e iglesias en llamativos centros de ciencia, que expresaran que el nuevo orden establecido era paradigma de racionalidad, cultura y humanismo, mientras al mismo tiempo se multiplicaban los centros de represión, de forma palpable pero más oscura. En Cuba una de las consignas originales fue “convertir los cuarteles en escuelas”, aunque la sola mención de Villa Marista pasó a ser símbolo de advertencia y terror.
El intento de abolición del pasado siempre estuvo acompañado del establecimiento de símbolos propios, aunque en el caso cubano la imitación imperó en cada nueva etapa. Si el Capitolio Nacional no es más que una copia del existente en Washington, el Palacio de las Convenciones representó la presencia de una edificación similar al Palacio de los Congresos de la desaparecida Unión Soviética. En uno y otro caso, símbolos de dependencia.
Llama la atención que este proceso llamado de “actualización”, que unos días avanza brevemente y muchos otros se detiene, no es más que una vuelta atrás. El presente ya no aparece opacado por la llamada constante a pensar en el futuro, sino que se refleja a en la esperanza —a veces prometida, otras simplemente anhelada— de volver al pasado.
Otros gestos del régimen hacen más evidente ese empeño.
De una forma aún tímida, Cuba regresará a una forma de boxeo en que se permiten los premios monetarios, al participar en la Serie Mundial, una competencia semiprofesional por equipos de la Asociación Internacional de Boxeo Amateur (AIBA).
Las cantidades de dinero en juego son irrisorias para lo que es el boxeo profesional. Los pugilistas cobran un salario mensual de entre $1,000 y $3,000 dólares, más un premio de entre $500 y $2,000, según los resultados que obtengan. Pero lo que importa aquí es la admisión del concepto de permitir una práctica deportiva lucrativa. Se ha abierto una puerta.
Por otra parte, el embajador cubano en México, Dagoberto Rodríguez Barrera, dice que la “evaluación educativa debe sustentarse en principios universales, lejos de las ideologías y basado en preceptos científicos”, de acuerdo a una información de  martinoticias.com.
Otra declaración que se puede considerar meritoria de un funcionario cubano. Sin embargo, el problema —el eterno problema con Cuba— es que estas palabras, que a algunos nos parecen sorprendentes, responden a circunstancias de momento, en que la cúpula que gobierna desde la Plaza de la Revolución decide dar un giro, en ocasiones de 180 grados, y establecer como lo más natural del mundo lo que hasta ayer estuvo prohibido.
Así que según las nuevas intenciones del régimen cubano, la política sale de la educación científica y el museo de ciencias se marchó a otro lugar para dejar paso a la política. Ese caminar para atrás, en un sistema que una vez afirmó constituir una avanzada del futuro, no se limita a un símbolo del fracaso. Es también una muestra de desprecio absoluto, tanto para los que en mala hora contribuyeron a crearlo como para quienes en pésima lo sufrieron.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 29 de abril de 2013.

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