Uno de los argumentos repetidos en contra
de cualquier medida que busque reducir las restricciones impuestas por el
embargo norteamericano hacia Cuba es que de esta forma se alienta el
mercantilismo impuesto por el régimen. En realidad, de levantarse el embargo,
la tendencia económica que terminaría imponiéndose sería todo lo contrario.
El capitalismo moderno está fundamentado
en la noción de un mercado libre de mercancías, servicios e ideas. Por contraste,
el mercantilismo fue el sistema económico que dominó en la economía de Europa
Occidental desde el siglo XVI hasta finales del siglo XVIII. Este se
fundamentaba en una política estatal de beneficios mutuos entre la clase
mercantil y un gobierno que buscaba fortalecerse.
El régimen cubano explícitamente prohíbe
a la población entablar relaciones comerciales u otro tipo de actividades
comerciales privadas. Estas se encuentran estrictamente reservadas para el
Estado y sus gobernantes. Cada dólar que ha sido negociado con Cuba, por las
firmas norteamericanas, ha sido tramitado por una entidad única, la empresa
Alimport, que es propiedad del régimen castrista y operada por éste.
Las actuales leyes norteamericanas
condicionan los vínculos comerciales con la isla al reconocimiento y respeto de
los derechos económicos, políticos y humanos del pueblo cubano, así como a la
realización de elecciones libres y el establecimiento de la democracia en la
isla. Sólo cuando esto ocurra, el comercio con Cuba será libre y beneficioso,
dicen quienes justifican la permanencia del embargo.
Es cierto que el Gobierno cubano practica
el mercantilismo económico, sólo que la política del embargo contribuye a ello.
Esto no quiere decir que la eliminación de las restricciones comerciales
implicaría el fin de las prácticas mercantilistas en Cuba, pero sí puede
afirmarse que el embargo brinda un medio ideal para el desarrollo del
mercantilismo.
El recurrir a un embargo es una solución
relativamente sencilla para los gobernantes de cualquier parte del mundo. La
justificación perfecta ante la incapacidad o el deseo de hacer algo mejor. No
basta con repetir con mayor o menor énfasis que funcionaron anteriormente, la
época de los embargos es cosa del pasado. No se puede jugar a la subordinación
del comercio según dictados gubernamentales y decirle al mundo que abra las
fronteras a los productos norteamericanos. Incluso las sanciones económicas,
que no deben confundirse con un embargo, tienen una efectividad muy limitada.
También es cierto que tanto Europa como
Canadá y México ponen en práctica lo que se podría considerar una política
mercantilista respecto a Cuba, la cual igualmente puede ser criticada. Sus
empresarios han contado con el apoyo de sus países, y con las bondades de un
comercio restringido, donde sus productos se pasean libres de la competencia
norteamericana. Pero debe añadirse que le han pagado a Estados Unidos con la
misma moneda que este país les ha querido aplicar, sólo que en sentido inverso.
El capitalismo moderno se fundamenta en
el mercado libre, pero no es necesario el libre intercambio de información para
que haya capitalismo. Demasiadas dictaduras han ocurrido en el último siglo y
continúan en el presente que niegan esta afirmación. También cada vez más se
hace evidente que no son necesarias las libertades políticas y el respeto a las
derechos humanos para que se produzca un crecimiento económico.
Las exigencias de los legisladores
cubanoamericanos y varios grupos del exilio, de mantener las restricciones al
comercio con Cuba y fundamentarse para ello en los supuestos beneficios del
capitalismo, resultan perjudiciales para la economía norteamericana y son en
última instancia hipócritas. Si se pusieran en práctica, no sólo Estados Unidos
no podría comerciar con un puñado de países, con los cuales mantiene
importantes nexos económicos, sino que algunos de estos exiliados, que
pertenecen al sector empresarial del exilio de Miami, no habrían podido
desarrollar muchas de sus empresas, ya que han hecho un gran número de negocios
con dictaduras latinoamericanas que no sólo carecen del menor respeto por los
derechos humanos, sino que han torturado sistemáticamente a sus opositores.
Las prácticas mercantilistas no son
ajenas a los exiliados de Miami, una ciudad donde se han obtenido contratos sin
licitación, cargos públicos han sido distribuidos entre compinches e incluso
millones de dólares, supuestamente destinados a impulsar la democracia y el
respeto a los derechos humanos en la isla, han servido para financiar viajes y
proveer de un medio de vida cómodo a varios que aparentan ser feroces
anticastristas, y en realidad han convertido el alboroto en negocio.