jueves, 11 de abril de 2013

Mi visión del golpe que no derrocó a Chávez (II)


La cadena Castro-Chávez

Hugo Chávez no fue devuelto a la presidencia por el pueblo venezolano. Las multitudes no lo rescataron de la prisión —asumiendo que alguna vez estuvo realmente preso— y lo colocaron en el Palacio de Miraflores. Aunque la mayor parte de lo ocurrido en los últimos tres días en Venezuela encierra incógnitas aún no resueltas, poco a poco emergen detalles que permiten afirmar que uno de los factores claves de la vuelta al poder del mandatario fue su relación con el gobernante cubano Fidel Castro. La fuerte polarización que hoy día domina la sociedad venezolana ha convertido en sinónimo los términos de castrismo-anticastrismo y chavismo-antichavismo. Si antes del 11 de abril a Chávez se le criticaba por su admiración desmedida hacia Castro, en las próximas semanas los venezolanos conocerán —o al menos sentirán— la colaboración más estrecha que se avecina con el régimen de La Habana.
Chávez, por otra parte, está obligado a estrechar sus lazos con la Plaza de la Revolución. Su conciliador discurso de regreso al poder no inspira ninguna confianza. Nunca ha dejado de ser un militar que imagina una conspiración en cada rincón y un enemigo en cada crítico. Si ello ocurría cuando tenía en alza su popularidad y se sentía seguro en el poder, por lógica política y psicológica se intensificará ahora. Es posible que el propio Castro le aconseje moderación, pero es difícil que el mandatario venezolano la tenga.
Por lo pronto, ya hay más de cien detenidos. Se avecina una purga en las filas militares y el régimen de Caracas aprovechará lo ocurrido para intensificar la intimidación sobre los medios de prensa. El ministro de la Defensa, José Vicente Rangel, subrayó ayer domingo que los “golpistas venezolanos deberán responder por sus actos”. Para luego enfatizar: “Desde Pedro Carmona Estanga, quien fuera designado presidente por los golpistas, hasta los dirigentes políticos de esa acción, tendrán que responder”. Sus palabras, reseñadas precisamente por la agencia cubana Prensa Latina, hacen temer una cacería de brujas. Por su parte, el ministro de la Secretaría, Rafael Vargas, aseguró el mismo día que: “La nueva coyuntura nos permitirá avanzar más sólidamente en el proceso revolucionario, y lo ocurrido el 11 de abril no afectará en lo absoluto el plan de gobierno”. O Chávez desmiente o rectifica —si no con palabras al menos con acciones— las declaraciones de sus ministros en los próximos días, o su retórica reconciliadora al retomar la posesión de la presidencia es pura palabrería.
La vuelta al poder del ex teniente coronel es el resultado de varios factores: el rechazo de la Organización de Estados Americanos (OEA) a la rebelión cívico castrense, el efecto negativo del primer decreto ley del gobierno interino, las divisiones entre los militares, la acción decidida de los miembros del gabinete y de los legisladores favorables a Chávez y la pérdida de la calle debido a la pasividad de la oposición.
La historia o el momento le jugó una mala pasada al empresario Carmona, convertido en presidente interino por algo más de un día. Una cumbre en San José, Costa Rica, de jefes de Estado latinoamericanos, planificada con muchos meses de anterioridad, enfrentó a los mandatarios de la región con la obligación de emitir una declaración de inmediato sobre lo ocurrido. Los presidentes de Argentina, México y otras naciones criticaron la alteración del orden constitucional. Pronto la cumbre emitió una declaración de condena. Los presidentes se vieron ante la disyuntiva de violar un tratado hemisférico recientemente firmado, que llama al aislamiento diplomático de cualquier nación donde se ponga fin a un gobierno democrático en abstracto, y el respaldo a un movimiento cívico militar que se anticipaba precisamente a una ruptura aún mayor y real de un orden constitucional fragmentado, como venía ocurriendo en Venezuela.
Los mandatarios escogieron la fórmula más burocrática y segura: rechazar lo ocurrido y solicitar al Secretario General de la OEA, Cesar Gaviria, que viaje a Venezuela. A la larga, la OEA se verá obligada a exigir a Chávez medidas concretas para lograr el restableciendo democrático, como una forma tardía de justificar el daño, que infringieron a la posibilidad de una verdadera democracia, con su resolución de condena. Pero ya será tarde. El propio Chávez se encargará entonces de rechazar a la organización internacional que lo ayudó a sobrevivir.
 El presidente interino Carmona actuó muy deprisa, al intentar barrer de un plumazo todo el aparato chavista. La cúpula empresarial debió buscar una alianza con la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV). Es cierto que les faltó cautela, pero ello no fue el factor decisivo de su caída.
 A su vez, la división entre los militares abrió la posibilidad del estallido de una guerra civil. Por otra parte, al no obtener el gobierno interino el necesario respaldo internacional, muchos de los mismos prefirieron mantenerse leales a Chávez.
El resultado de una rápida y sorpresiva victoria afectó a la oposición chavista, pero la mayor culpa en este sentido la tienen los propios medios de prensa, que tanto contribuyeron a la salida temporal de Chávez del poder. Durante una parte del sábado, las emisoras de televisión privada no dieron cuenta de los disturbios que empezaron a sucederse desde horas tempranas, manteniendo a sus espectadores en una especie de país virtual, alejado de la realidad. Lo hicieron con el fin de infundir tranquilidad y contribuir a la consolidación del nuevo gobierno. Esta actuación constituyó en primer lugar una grave violación de su papel fundamental: informar a la población. Además, tuvo a la larga un efecto negativo: mantuvo en sus casas a muchos de los manifestantes que un día anterior habían desempeñado un papel tan notable en la salida de Chávez.
Todos estos factores incidieron en un proceso que se sucedió vertiginosamente, pero lo que le aportó su dinámica efectiva fue la toma del palacio de Miraflores por los simpatizantes de Chávez y el dominio de las calles por las turbas. Durante todo el sábado, Caracas vivió en un caos provocado y organizado por el chavismo. Fue aquí donde el apoyo de Cuba resultó fundamental para la sobrevivencia del presidente Chávez.
Al tiempo que los partidarios del gobernante se lanzaron a denunciar los atropellos de que eran víctimas los miembros del gobierno recién derrocado, y a criticar la pasividad de la prensa, grupos e individuos se dedicaron a hostigar y agredir a los periodistas, nacionales y extranjeros.
La acción se llevó a cabo con una coordinación perfecta. Pudo verse, a través de las limitadas imágenes de televisión, como en muchos casos los agresores se trasladaban en motocicletas de un punto a otro. Cumplieron un objetivo fundamental: silenciar a una prensa que al mismo tiempo criticaban por su silencio.
Como resultado de esa acción El Universal dejó de salir por primera vez en 93 años, emisoras de televisión fueron tomadas y los periodistas se vieron obligados a abandonar la salas de redacción. De los seis principales diarios que circulan el domingo en la capital, sólo dos lograron salir a la calle.
Según un cable de la agencia EFE, Andrés Martín, periodista del diario 2.001, denunció que fue amenazado por dos individuos armados frente a la sede del periódico. Martín detalló que dos hombres armados con pistolas 9 milímetros Glock, que se desplazaban en un automóvil, le apuntaron a la cara y lo insultaron. Agregó que ese tipo de armas “no las posee todo el mundo”, puesto que son “muy costosas”. Por su parte, los saqueos de comercios contribuyeron al caos premeditado e infundieron terror en los comerciantes.
Figura clave en estos hechos fue el vicepresidente Diosdado Cabello, quien ocupó la presidencia por varias horas para devolvérsela a Chávez. Cabello es un ex compañero de armas del ex teniente coronel de paracaidistas, y participante en el fallido golpe que éste protagonizó el 4 de febrero de 1992. Su rápido ascenso en el régimen formó parte de la militarización del gabinete producida en enero de este año. Cabello fue también el creador de los Círculos Bolivarianos, una copia de los comités de defensa de la revolución cubanos. De acuerdo a una información aparecida el viernes en El Universal, los miembros de los grupos bolivarianos, acusados de los asesinatos durante la manifestación del 11 de abril, fueron dotados de credenciales y armas de fuego pertenecientes a la policía de Caracas. Recibieron su entrenamiento militar e ideológico en Cuba, luego de viajar a la isla como “enfermos”.
Según una información de Rui Ferreira aparecida en El Nuevo Herald, Chávez tuvo una breve conversación telefónica con Castro minutos antes de ser arrestado. El diario Granma, que no se caracteriza precisamente por estar en punta en la divulgación de noticias, ya tenía el regreso del presidente venezolano en su edición online de la madrugada del domingo. La televisión cubana transmitió en vivo la llegada de Chávez a Miraflores. La Habana dedicó todas sus energías al problema venezolano. Castro acudió en auxilio de Chávez. 
No necesitó enviar un grupo de asalto ni desembarcar una expedición. Los hechos evidencian que venezolanos entrenados en la isla —e incluso es posible que miembros de la seguridad cubana— participaron en las acciones del sábado, que culminaron con el retorno del ex teniente coronel golpista. Todo ello compromete aún más al mandatario venezolano con el régimen de La Habana.
La otra cara de la moneda es que, durante el breve tiempo que Chávez estuvo fuera del escenario, los venezolanos expresaron violentamente su rechazo al régimen de la isla. No sólo cercaron la embajada sino que Petróleos de Venezuela (PDVSA) anunció la cancelación del acuerdo de envío de 53,00 barriles diarios de crudo a la isla. Ahora Castro podrá contar de nuevo con el suministro petrolero, pero para el pueblo venezolano el trato preferencial al régimen de La Habana resultará más oneroso que nunca. No se les puede negar la victoria al militar golpista y al anciano guerrillero, pero la cadena que a partir de este momento los une cada vez más estrechamente, puede resultar a la larga demasiado pesada para ambos.

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