El diario oficialista Juventud Rebelde publica una nota de
Prensa Latina en que refiere la mención que hace Nikolai Leonov de la ocasión
en que conoció a Raúl Castro.
Leonov es presentado como un “teniente general
ruso (retirado) e historiador”. Fue mucho más que eso.
Próximo a cumplir los 85 años Leonov está
lejos de ser un simple “retirado”. Fue un diputado nacionalista, de 2003 a
2007, y se le considera un mentor de Putin, de quien fuera su superior en la KGB.
Precisamente lo más notable de la larga
carrera de Leonov no son sus funciones diplomáticas ni su labor como
historiador. Su importancia radica en su trabajo como oficial de alto rango en
la KGB, su conocimiento de Latinoamérica y en particular el papel que desempeñó
en la formación de Raúl Castro y el Che Guevara como militantes comunistas. A
ello se une una serie enorme de “casualidades”, que hicieron que siempre Leonov
estuviera en el lugar preciso y a la hora adecuada para cumplir una labor en
apariencia a veces simple, pero de gran importancia para el órgano de
inteligencia soviética.
A la edad de 25 años, Leonov fue destinado
a la embajada soviética en la capital mexicana. En el barco en que viajaba a México conoció a Raúl Castro, también de 25 años, que regresaba a Cuba
luego de haber asistido a un encuentro de las Juventudes Socialistas en Viena, Austria, en marzo de 1953, y junto a Joel Domenech a la reunión preparatoria del IV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrada en Bucarest en julio de ese año.
Luego, en 1956, durante la estancia de
los revolucionarios cubanos en Ciudad México, para la preparación de la
expedición a bordo del yate Granma, Leonov se encontró “casualmente” con Raúl
Castro en una calle y éste le presentó al Che Guevara.
“Recuerda Leonov que por casualidad
después reencontró en la calle al actual Jefe de Estado cubano en el exilio en
México, adonde llegó junto a otros futuros expedicionarios del yate Granma tras
la prisión en la Isla de Pinos”, publica Juventud
Rebelde.
Las “casualidades” y viajes continuaron
sucediéndose en la vida de Leonov.
En octubre de 1959, sus superiores en la
KGB le ordenaron que acompañara Anastas Mikoyan a México. Luego, en febrero de
1960, también viajó con Mikoyan, en esta ocasión a La Habana. Durante la visita
de Fidel Castro a la Unión Soviética, en 1963, sirvió de traductor. A finales
de la década de los 70 y principios de los 80, Leonov viajó con frecuencia a Polonia,
y realizó análisis de la situación y las perspectivas del socialismo en esa
nación, para su jefe, Yuri Andropov.
Lejos están todos esos destinos de esa visión
casi angelical del anciano historiador, que nos presenta la información de Juventud Rebelde, quien dice que “el
pueblo cubano y sus dirigentes merecen versos de gloria a 50 años de la primera
visita de Fidel Castro a la Unión Soviética”.
Por supuesto, la palabra KGB no aparece
por ninguna parte en lo publicado en el diario oficialista. Aunque la omisión
no debe causar asombro, en la prensa oficial cubana lo que menos importa es
informar. Así, el objetivo principal de la información es resaltar la figura de
Raúl Castro:
“Tomé una confianza desde el primer
momento en aquel amigo [Raúl Castro] que no sabía dónde había nacido,
simplemente en aquel ser humano, y hasta ahora ha perdurado, no me equivoqué”,
sostiene el ex agente de la KGB.
Los pequeños placeres del poder.