El
titular resume la declaración es de un expreso político cubano que vive en
España: “Si lo llego a saber, me quedo en Cuba”. El acuerdo entre el gobierno
cubano y el español, con la mediación de la Iglesia Católica, que permitió la
salida de la isla de 115 prisioneros que sufrían condenas injustas, mantiene
esa nota amarga que lo caracterizó desde el inicio: nunca fue una salida
apropiada sino una solución desesperada. Ahora, con el desahucio en Alicante de
una familia de refugiados, se hace más necesario que nunca tratar de buscar un
remedio a la situación.
La
noticia apareció en la prensa española y la reflejó Radio Martí. Catorce
agentes de la Policía Nacional y 80 miembros de la Plataforma “Stop Desahucios”
que fueron arrastrados por la fuerzas del orden hasta las afueras del local.
Como consecuencia, dos personas fueron detenidas, tres resultaron heridas y una
menor de edad, hija del matrimonio, recibió atención médica.
Es
una situación compleja, donde es fácil buscar culpables pero difícil hallar
soluciones. Se puede resumir en que los cubanos llegaron en el peor momento
posible a un país en que ya había estallado, con una fuerza nunca prevista, una
crisis largamente anunciada. Que España ya estaba en una situación desventajosa
para recibir refugiados se sabía desde el anuncio del acuerdo, lo que resultaba
imposible de vaticinar era que los peores pronósticos se quedarían cortos ante
la realidad que aún vive la nación.
A
todo esto hay que añadir graves fallas en la organización de la salida y
llegada de los cubanos.
“Se
tomaron decisiones precipitadas, hubo descuidos”, opina Elizardo Sánchez
Santacruz, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y
Reconciliación Nacional (CCDHRN).
“Los
responsables de estos conflictos son quienes diseñaron fórmulas desacertadas
para traer a los cubanos hacia el destierro en España sin valorar debidamente
la composición de los núcleos familiares o incluso, a veces, la identidad de
las personas”, ha advertido.
En
su opinión, fue el gobierno cubano quien llevó la voz cantante en el proceso de
excarcelaciones y, entre las tres partes, cerraron “una especie de chapuza”, de
acuerdo a una información de la agencia Europa Press.
Esa
“chapuza” (no sé si esa expresión tan castiza es propia del disidente, de
visita en España, o una simple versión de sus palabras según el cable) se ha
convertido en una tragedia para un grupo de familias: “Nos han engañado, nadie
piensa en mis hijas pequeñas”, exclama Ismora Sánchez, la madre en la familia
de desahuciados.
Han
transcurrido más de dos años desde que los expresos cubanos comenzaron a llegar
a España. Las ayudas previstas entonces siempre se otorgaron con un carácter
temporal, e incluso en su momento fueron criticadas debido al alto índice de
desempleo ya existente en el país. Ese desempleo no ha hecho más que ir en
aumento. Además, muchas de estas personas salieron de Cuba a una edad
relativamente avanzada —cincuenta o más de cuarenta años— que indudablemente no
los favorece a la hora de buscar empleo.
A
la hora de criticar el acuerdo entre La Habana y Madrid, hay que tener en consideración
que Madrid buscó aprovechar una posibilidad mínima para ayudar a la liberación
de los opositores. No se le puede negar su función de catalizador de un proceso
que no había originado, pero el cual buscó canalizar en favor de una causa
justa. Un papel que fue a la vez humanitario y político.
No
hay que olvidar que lo que estuvo en el tapete entonces fue lograr la
excarcelación de quienes habían estado sufriendo condenas injustas. El gobierno
de José Luis Rodríguez Zapatero participó activamente en ese logro, al tiempo
que no está libre de cualquier reproche, tampoco se puede dejar de reconocer el
logro que significó la liberación de los prisioneros. Se puede decir que
quienes viajaron a España lo hicieron ilusionados y apremiados, pero en última
instancia eligieron un destino al que otros, que prefirieron permanecer en
Cuba, dijeron que no.
Los
reproches, sin embargo, deben quedar atrás. Hace años se elaboraban en esta
ciudad planes exitosos, que permitieron la entrada aquí de cubanos que se
encontraban en condiciones lamentables en terceros países. ¿Por qué no retomar
esa idea y buscar la manera de que los expresos políticos cubanos que se
encuentran en situación precaria en España puedan venir a este país, si así lo
desean?
Más
allá del acuerdo establecido entre los gobiernos de Cuba y España, respecto a
los disidentes excarcelados, y de las ayudas otorgadas en su momento y ya
vencidas, el exilio de Miami debería dar un paso al frente en contribuir
monetariamente al sostenimiento y manutención de estos cubanos.
Algunos
de los cubanos que viajaron a España se sienten traicionados y echados a un
lado. En su momento lucharon por una Cuba mejor, y ahora se enfrentan al
desamparo y el olvido.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 13 de mayo de 2013.