El primer vicepresidente del Consejo de
Estado, Miguel Díaz-Canel, calificó de “quimera imposible” prohibir la
circulación de noticias cuando estas pueden llegar a la opinión pública a
través de redes sociales y páginas en internet.
“Hoy las noticias de todos lados, las que
son buenas y las que son malas, las que están manipuladas y las que son
verdades, las que están a medias, circulan por las redes”, indicó Díaz-Canel, durante
la clausura del Seminario Nacional de Preparación del Curso Escolar 2013-2014,
realizado en La Habana el lunes 6 de mayo.
“Llegan
a las personas, las gentes las conocen y lo peor es el silencio”, dijo quien
oficialmente ocupa la segunda posición de poder en Cuba.
Parece una noticia alentadora, una
indicación de que, finalmente, el régimen cubano ha comprendido que ya pasó la
época en que los cubanos tenían que esperar meses, para que en algún discurso
de varias horas, el entonces gobernante Fidel Castro leyera una interminable —y
bien filtrada— lista de informaciones de las agencias cablegráficas, y
enterarse en ese momento de alguna crisis, una situación internacional o
simplemente un descubrimiento y hasta una tendencia de la moda. “¡Qué informado
estaba Fidel!”, se decía. La realidad es que los que estábamos desinformados
era quienes vivíamos en la isla. O viven, porque en este sentido la situación,
en la prensa oficial del país, no ha cambiado.
Muy bueno que el primer viceministro
reconozca en público lo imposible que resulta en la actualidad prohibir la
circulación de noticias. El problema es que los cubanos no se han enterado que
lo dijo. Al menos, no han podido leerlo en los dos principales diarios del
país.
“La escuela posee la misión fundamental
en la construcción de una sociedad con elevados valores morales y éticos, pues
no puede existir justicia social, equidad y verdadera soberanía sin educación y
sin cultura, expresó Miguel Díaz-Canel Bermúdez”. Así encabeza el periódico Granma su nota informativa sobre la
clausura del seminario. Luego agrega:
“El también miembro del Buró Político del
Partido refirió que entre los principales desafíos de este sector se halla la
preparación política e ideológica de los estudiantes, a quienes se debe formar
como revolucionarios por convicción”.
No hay un solo párrafo, en el resto de la
información, en que se haga referencia a esa imposibilidad de censurarlo todo a
que hace referencia, por ejemplo, la agencia Efe: una clara diferencia entre la
noticia para el exterior y la noticia dentro de la isla.
Por otra parte, Juventud Rebelde encabeza
su nota de esta forma:
“La escuela posee la misión fundamental
en la construcción de una sociedad con elevados valores morales y éticos, pues
no puede existir justicia social, equidad y verdadera soberanía sin educación y
sin cultura, expresó Miguel Díaz-Canel Bermúdez, primer vicepresidente de los
Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del Seminario Nacional de
Preparación del Curso Escolar 2013-2014, celebrado en la capital desde el
pasado viernes”.
Y en su segundo párrafo agrega:
“El también miembro del Buró Político del
Partido refirió que entre los principales desafíos de este sector se halla la
preparación política e ideológica de los estudiantes, a quienes se debe formar
como revolucionarios por convicción”.
Pero bueno, ¿son dos periódicos o uno
solo con dos nombres? Porque en ambos casos todo se resume a enfatizar —como en
los viejos tiempos— “la preparación política e ideológica de los estudiantes”,
apuntar algunas premiaciones y dar un poco de lo que se conoce como background de la noticia: lo que se
agrega al final, como otros participantes de menor importancia en el acto,
antecedentes, etc., y que es fácilmente cortable del texto de acuerdo al tamaño
disponible para publicar.
Así que el problema no se limita a la
“quimera imposible”, algo expresado casi con nostalgia, de imponer la censura
en todo momento, sino también tiene que ver una preferencia por priorizar lo
conocido, lo cliché y hasta lo cursi, ante el temor a pasar una línea invisible
pero presente, que representa el riesgo, no importa lo pequeño que sea. Esta
autocensura es uno de los aspectos que hace que la prensa oficial cubana se
encuentre entre las más serviles y anticuadas.
Otro ejemplo de la edición del lunes de Granma.
El presidente impuesto venezolano ha
decidido sacar el ejército a las calles. Es un acto potencialmente muy
peligroso, ya que podría indicar una escalada en el establecimiento de una
dictadura militar en el país.
Granma
prefirió incluir esta información en una más
amplia, bajo el título: Gobierno
venezolano fortalece salud, seguridad y alimentación.
“En zonas de Caracas y Miranda arranca el
plan especial de seguridad con el despliegue de las fuerzas armadas para
proteger al pueblo. Nuestro país tiene que ser una nación segura y de paz,
expresó el mandatario como parte de su estrategia de gobierno de calle para
solucionar problemas en contacto directo con la población”, señala Granma.
Sin embargo, el diario omite un dato que
es elemental cuando se brinda una información de este tipo: las causas que han
llevado a tomar esta medida. Dejando a un lado todas las implicaciones
políticas de una acción de este tipo, hay motivos reales que han llevado al
Gobierno venezolano ha tomar acción, y es la elevadísima cifra de asesinatos y
delitos comunes que se cometen en el país.
De acuerdo a cifras divulgadas por el
propio Gobierno venezolano, marzo el número de homicidios aumentó un 14 por
ciento el año pasado hasta alcanzar un total de 16.072 casos.
Esta cifra equivale a una tasa de 54
homicidios por cada 100.000 habitantes, según declaraciones del entonces
ministro del Interior venezolano, Néstor Reverol, recogida por diarios locales.
Así que estos números no son extraídos de
la prensa de Miami, no fueron brindados por la “oligarquía” ni elaborados por
la Agencia Central de Inteligencia. ¿Por qué Granma no les dedica un párrafo, apenas un par de líneas? Porque
hay una censura absoluta, la misma que el primer vicepresidente dice es
imposible de mantener, en todo lo que tiene que ver con Venezuela. Decir algo
tan simple, como que en ese país hay una elevada tasa de criminalidad, podría
considerarse “contrarrevolucionario”.
Entre
el miedo y la indolencia
Es la segunda ocasión, en menos de un
mes, que Díaz-Canel se refiere al estado de la prensa oficial cubana.
El miércoles 10 de abril, en una nota
sobre el recorrido del primer vicepresidente por la provincia de Ciego de
Ávila, Granma publicó lo siguiente:
“El también miembro del Buró Político les
dijo a los periodistas que reconoció que existen limitaciones para el trabajo
de los profesionales de la prensa, pero llamó a perfeccionar la labor de los
medios, desde una perspectiva científica, innovadora, revolucionaria ante los
retos que impone la subversión ideológica que, contra el país, desencadenan los
enemigos”.
De nuevo el énfasis en la “subversión
ideológica”, la perspectiva “revolucionaria”, para ocultar el verdadero
problema: la prensa oficial cubana no informa, y ni siquiera orienta como
pretende: se limita a ensartar consignas y glorificar el pasado guerrillero de
Fidel Castro.
¿Dejan entonces alguna esperanza las
declaraciones de Díaz-Canel? No mucha. En primer lugar porque hasta ahora su
figura parece destinada a jugar con la imagen de un poscastrismo light y más pragmático en un futuro
aparentemente cercano. Y en este sentido no significa otra cosa que un nuevo
disfraz de esa permanente espera que el gobierno de los hermanos Castro lleva
décadas imponiéndole a los cubanos. En segundo, y no menos importante, porque
una de las características fundamentales de la dictadura castrista es una
“imperfección” inherente. Si ha logrado mantenerse en el poder —su mayor
mérito— no se ha visto libre de la torpeza en ese ejercicio constante de estar
en la cumbre.
Para evitar cualquier deslumbramiento
ante la persistencia de los hermanos Castro, aún hay tiempo para señalar que en
México el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se mantuvo en el poder
durante 71 años —ahora ha vuelto, pero bajo otras condiciones— y durante ese
tiempo permitió, e incluso financió, una oposición tibia, permitió una libertad
de expresión que si bien políticamente fue restringida en ocasiones, todavía
quienes viven en la isla pueden contemplarla con envidia, y mantuvo un
desarrollo cultural y educativo que Cuba nunca ha tenido.
Hasta el momento el gobierno cubano ha
sido incapaz de superar lo que podría llamarse una “dictadura imperfecta”:
necesita ajustes de forma constante, que cada vez son más torpes, cualquier
plan o institución que comience a funcionar bien sabe que tiene sus días
contados y el deterioro es un presente perpetuo. Junto a esa situación social y
política, por décadas se ha desarrollado y mantenido un eficiente aparato
represivo, cuya actuación permite una comparación simple: la incapacidad para
producir bienes corre pareja con la eficiencia para generar detenciones.
Recordar estos aspectos permite entender
que, bajo el régimen cubano, siempre es mayor la tentación de reprimir que de
competir, y que aunque se le otorgue a Díaz-Canel una sinceridad no comprobada
—al señalar lo imposible de prohibir que circulen las noticias y todo tipo de
información—, de momento en la isla se seguirá ejerciendo la desinformación y
la censura: por miedo, por envidia, por rencor.
Este trabajo aparece también en Cubaencuentro.