Ahora que ha muerto Margaret Thatcher,
Esperanza Aguirre aspira a ocupar su lugar, al menos en España.
Aguirre acaba de decir que considera que
las políticas liberales son hoy "más necesarias" que nunca.
“Lo que yo digo es que la gente se queja
porque da la impresión de que no hay alternativa. Y yo digo que sí la hay, y es
la que está apuntada en el programa electoral del PP”, dijo la presidenta del
Partido Popular de Madrid en un coloquio que se celebra en un coloquio que
se celebra en Estoril, Portugal.
Yo sostengo que hay que explorar la
alternativa de reducción del gasto. Hay que reducir las distintas
administraciones públicas”.
Aguirre quiere que en España se lleve a cabo
una reforma “radical y sin precedentes”.
En la reunión de Estoril, Aguirre aseguró
que está convencida de que el dinero está mucho mejor y es mucho más útil “en
los bolsillos de los ciudadanos de un país que en el de los políticos y
burócratas” y añadió que las recetas liberales que profesa son más necesarias
que nunca en Europa y en los países occidentales debido, precisamente, a la
crisis brutal que atraviesan.
El problema con las ideas de Aguirre es
que son viejas. Ronald Reagan y Thatcher las aplicaron con un éxito político
momentáneo y resultaron en un fracaso económico a los pocos años. En última
instancia, fueron esas ideas las que han traído la crisis actual.
Reducir el tamaño del gobierno puede
resultar atractivo, cuando uno sufre o al menos conoce esa enorme e ineficiente
maquinaria administrativa que existe en todo gobierno. Sin embargo, en la
práctica siempre se traduce no en la reducción de una burocracia parasitaria,
sino en el recorte de beneficios, servicios y controles. Por lo general, cuando
se habla de reducir el gobierno por lo general lo primero que se echa por la
borda son lo programas sociales, las ayudas a las instituciones culturales y
los planes de protección ambiental.
Tanto Reagan y Thatcher brillaron por sus
personalidades, pero si se analiza el resultado de sus planes económicos, los
resultados son negativos: menos impuestos para los ricos, privatización de
empresas que debían haber permanecido dentro de la esfera estatal, grandes
recortes en los beneficios sociales, luz verde a todo tipo de fusiones
corporativas —con la consecuencia de desempleo y creación de grandes
monopolios— y el otorgamiento de un poder sin límites al mercado y el capital
financiero. Para citar unos pocos ejemplos y sin señalar que en lo moral y
social ambos gobiernos se caracterizaron por manifestar y alentar los
sentimientos más retrógrados, una vuelta al pasado, el oscurantismo y una
moralina parroquial.
Desde que hipócritamente anunció su renuncia
a la presidencia de la comunidad de Madrid — “he llegado a la conclusión de que
este es el momento adecuado para dejarlo”— Aguirre ha estado tanteando las
posibilidades de poder lanzarse a una carrera política mayor: la presidencia
del país. La crisis que no amaina en España tiene cada vez un potencial mayor
para brindársela y también con cada declaración de Aguirre parece más claro que
seguirá esa vía.