El periodista Pedro de la Hoz la emprende
en el diario oficialista Granma
contra los nuevos ricos cubanos residentes en la isla, pero a diferencia de
otras épocas, donde un artículo de este tipo se concebía como parte de una
campaña ideológica, aquí la lucha política ha sido sustituida por un llamado en favor de la cultura.
“Ahora mismo, en estos tiempos y entre
nosotros, es posible tropezar con individuos y familias cuya noción de
bienestar solo toma en cuenta la riqueza material en detrimento de los valores
espirituales. Sujetos para quienes la solidaridad es una mala palabra, el
egoísmo una bandera, la mezquindad un escudo y la grosería el único modo de
proyección social”, escribe De la Hoz.
El periodista enfatiza en lo que
considera un grave deterioro cultural en este sector de la población cubana
que, gracias a una serie de medidas que permiten cierto desarrollo legal de la
empresa privada, cuenta en la actualidad con ingresos mucho mayores que el
resto de la población.
Para ello pone el ejemplo de que, “como
lo ético (o mejor dicho, su falta) se revela también en lo estético, a no pocos
nuevorricos los vemos vestir marcas y no vestidos; consumir ruido y no música;
el sándwich de pierna y la lata de Coca Cola para los hijitos por encima de la
merienda escolar; el último grito del videojuego exterminador preferible a la
mejor enciclopedia digital. Gnomos de las leyendas nórdicas y muñequitos de
Disney adornan casas con chimeneas en el trópico. Los quince cambios de traje
en los quince valiendo más que la excursión familiar con las amigas de la
escuela”.
De la Hoz realiza un típico ejercicio de
oportunismo en este artículo.
Debido a que el “enriquecimiento” de
algunos cubanos ha sido a consecuencia de medidas puestas en práctica por el
Gobierno cubano, no le queda más remedio que enfocar su llamado de alerta en
“el costo ambiental y cultural del consumismo”.
La crítica no es solo tangencial sino de
un oportunismo meridiano. Apelar a la cultura a los pocos días de que el
gobernante Raúl Castro denunciara precisamente la falta de educación y cultura
de buena parte de la ciudadanía es simplemente ponerse a tono, una vez más, con
el poder.
Ahí otro aspecto que vale la pena señalar
con relación al artículo y la falta de cultura, en este caso cinematográfica.
Antes de describir el comportamiento de
los nuevos ricos cubanos, De la Hoz ha recurrido también a una película famosa
para fundamentar su argumentación:
“Recuerdo la reveladora metáfora del
protagonista de la película El ciudadano
Kane, de Orson Welles, una de las grandes obras maestras del cine de todos
los tiempos. Aquel hombre que construyó un imperio mediático, que acumuló
riquezas sin cuento y compró para su disfrute personal los más estrafalarios
tesoros, murió obsesionado por no haber podido descifrar la clave de la única
palabra que en su niñez le hizo sentirse ser humano”.
El problema aquí es que o el periodista
no recuerda bien la película, o nunca la entendió. El descubrir la clave de una
palabra, “Rosebub”, no es una obsesión del protagonista Kane sino de la prensa.
Kane sabía perfectamente su significado.
En la cinta la palabra Rosebud juega dos
funciones, a niveles muy diferentes. Una es que se trata de una palabra en
clave, una especie de broma que irritó mucho a William Randolph Hearst, el
magnate periodístico que sirvió de modelo a Welles. No se va a revelar este
significado aquí, pero es fácil de encontrar.
El segundo papel, y más significativo de
la palabra Rosebud, es servir de guía en el desarrollo de la película, en un
doble sentido: como parte de la trama y como metáfora.
A la hora de buscar ejemplos, siempre es
bueno un mínimo de documentación.