No hay que esperar mucho del IX Congreso
de la oficialista Unión de Periodistas de Cuba (Upec), que se clausura hoy
domingo. Esa falta de esperanza o entusiasmo no obedece a una particular
vocación pesimista o a una arraigada esencia reaccionaria, es simplemente una
conclusión sensata que parte de un hecho simple: en Cuba la prensa oficial,
como se la ha conocido tradicionalmente, cada vez importa menos, no solo a la
población sino también al Gobierno. Los llamados a la actualización que se han escuchado
en los últimos tiempos hasta ahora han sido más entretenimiento que realidad. De
nada sirve ilusionarse con una reunión de un cuerpo profesional que se ha
caracterizado por su actitud lacayuna y la exigencia de definición política y
militancia ideológica, cuando el dueño de los medios de prensa —es decir, el
gobierno cubano; es decir, los hermanos Castro— no hace nada para favorecer el
surgimiento de un periodismo que sea, al menos, menos aburrido, para decir lo menos.
Porque los periódicos, la radio y la
televisión cubana no son solo aburridos sino cada vez más inútiles. El propio
centro de poder en la isla ha terminado despreciándolos, y dedicándole mayor
atención a otras formas alternativas que actúan como remedos de lo que existe
en la actualidad fuera de Cuba. Así se puede prescindir fácilmente de Granma, Juventud Rebelde y Trabajadores,
y acudir a sitios como Cubadebate, La
Jiribilla o los diversos blogs oficialistas o de simpatizantes del régimen,
para conocer al menos la versión del Gobierno de diversos hechos que ni siquiera
se mencionan en la prensa tradicional.
Lo que debe destacarse —y apostaría a que
en este congreso de periodistas posiblemente ni se mencione— es que estos
medios tradicionales han quedado relegados a la función de publicar obituarios
selectos, los contados discursos de Raúl Castro, algún escrito que
ocasionalmente hace Fidel Castro —los cuales, desde hace años, aparecen primero
en Cubadebate— y volver una y otra
vez a contar la “gesta heroica” que culminó el primero de enero de 1959. Lo
demás se reduce a indicar visita de mandatarios y funcionarios extranjeros,
crónicas ridículas y pueblerinas, pequeñas informaciones sobre aburridos actos
y reuniones inútiles en que se repiten consignas y se ofrecen algunos datos
—ahora, hay que señalar, un poco más confiables que durante la época de Fidel
Castro—, así como selectas también “actividades culturales”.
Esta prensa oficial se rige, desde hace
años, bajo el principio del desprecio hacia los lectores, que al carecer de
internet —como ocurre a la mayoría de la población cubana— queda fuera hasta de
lo que dicen incluso los repetidores y portavoces oficiosos de la versión
oficial.
Bueno, malo o regular, el único
desarrollo en los medios de información y opinión del Gobierno se ha producido
de cara al extranjero. Para quienes viven en la isla y carecen de internet,
solo queda el tedio.
Así que por mucho que se hable de que la Upec enfrentará
los retos de la prensa nacional ante la “actualización” socialista, en medio de
un llamado a eliminar el “secretismo” y el “triunfalismo” de los medios, lo que
hay que esperar es simplemente una nueva sarta de consignas.
Basta recordar que esa prensa oficial
llama ahora “Comandante Supremo” al fallecido Hugo Chávez, no sólo como una
copia servil de la expresión poschavista sino en una muestra más de perversión
del lenguaje, y en lo que también es un ejemplo de retroceso ideológico: la
superstición y el oscurantismo como remedo burdo a un socialismo que se fue.

Basta visitar hoy el sitio en internet
del diario Granma y encontrar una
sección bajo el título Fidel siempre tuvo
la razón: la justificación imperfecta para no celebrar elecciones libres,
cambiar sólo lo permitido y seguir eternamente en un presente constante y de
miseria. Si debido a las circunstancias e incluso características personales,
en lo político y lo económico el gobierno de Raúl Castro no es por completo
igual al de su hermano mayor, desde hace años —incluso con Fidel Castro en el
pleno ejercicio del poder— la isla vive bajo un limbo ideológico.

Cuba avanza —o retrocede— hacia un país
donde cada vez más la sustentación doctrinaria se encuentra en una especie de
limbo o se encierra en la burla.
Sin embargo, los antiguos métodos de
propaganda continúan moviendo esa maquinaria arcaica, ya sea por temor, una
orden desde arriba o simplemente porque no tienen una forma mejor de hacerlo.
Desde hace algún tiempo se habla en Cuba
de incrementar las denuncias de lo mal hecho, así como publicar y dar a conocer
ineficiencias, sobre todo en el campo económico y administrativo. Si bien este
esfuerzo —de llegar a producirse realmente— resultaría beneficioso, en el
mejoramiento de algunas deficiencias administrativas locales y hasta
nacionales, no deja de eludir el problema fundamental: la noticia surge o se
descubre, pero no se fabrica. Al incurrir en esto último se cae en la
tergiversación y el engaño. Con el empleo recurrente de frases altisonantes se
cae en el ridículo.
Medios noticiosos anticuados y ridículos.
Esa son las características principales de la prensa oficial cubana, que entre
el bostezo y el engaño sigue sobreviviendo en un vacío informativo. No creo que
un congreso de unos infelices periodistas pueda cambiar esta situación.