Una pregunta clave en el caso de la
muerte de Trayvon Martin se resume así: ¿estaría hoy vivo el joven negro si esa
noche George Zimmerman no hubiera estado armado? Hay otra, también importante:
¿Debe una nación, o simplemente uno de sus estados o provincias, permitir que simples
ciudadanos se crean o estén amparados de una autoridad suficiente para decirle
a un transeúnte que se detenga e interrogarlo sobre lo que hace y por qué
camina por esa calle?
Pero preguntas como estas, por supuesto,
nunca estuvieron presentes en el juicio contra Zimmerman, que fue declarado
este sábado “no culpable” de los cargos de asesinato en segundo grado y
homicidio involuntario que se le imputaban por la muerte en 2012 en Florida del
adolescente negro desarmado Trayvon Martin.
El veredicto de inocencia es fácil de
comprender, desde el punto de vista legal, de acuerdo al sistema judicial
imperante en este país. Pero el hecho de que Zimmerman resultara absuelto
incluso del cargo de “homicidio involuntario” es sin duda un grave error.
Mark O'Mara, abogado del exvigilante
voluntario de origen hispano, recordó ayer al jurado en la exposición de los
argumentos de cierre que una “duda razonable” de que Zimmerman sólo intentó
defenderse era suficiente para declarar a su cliente no culpable de los cargos
que se le imputaban.
Lo que vendrá ahora —y ojalá y no se
produzcan disturbios racionales— será una larga discusión en que se analizarán
los argumentos más diversos, desde la composición del jurado —integrado solo
por mujeres— hasta las características de la zona en que ocurrió el hecho. Cada
parte tratará de ajustar los datos a un molde ideológico y racial.
No es nada nuevo. Ya viene ocurriendo desde que ocurrieron los hechos. Por el ejemplo, el que Martin fumara marihuana —eso que un célebre expresidente de este país dijo que fumó pero no inhaló— fue transformado por un “consumía drogas” por articulistas de la derecha fanática y trasnochada. No hay que esperar entonces imparcialidad o al menos cordura en los comentarios. Pero esas son las implicaciones políticas e ideológicas. A los efectos jurídicos, el aspecto de la “duda razonable” es sin duda el factor clave.
No es nada nuevo. Ya viene ocurriendo desde que ocurrieron los hechos. Por el ejemplo, el que Martin fumara marihuana —eso que un célebre expresidente de este país dijo que fumó pero no inhaló— fue transformado por un “consumía drogas” por articulistas de la derecha fanática y trasnochada. No hay que esperar entonces imparcialidad o al menos cordura en los comentarios. Pero esas son las implicaciones políticas e ideológicas. A los efectos jurídicos, el aspecto de la “duda razonable” es sin duda el factor clave.
Más allá del veredicto en sí, hay varias
factores que deberían ser analizados a profundidad por la sociedad
estadounidense. Es muy poco probable que ocurra, porque ahora y antes cualquier
aspecto será visto bajo una óptica racial y política, algo realmente
lamentable.
La primera cuestión que debería propiciar
un fuerte debate es la razón de ser de esos cuerpos de “vigilantes”, que
siempre se crean bajo el amparo de ciudadanos preocupados por la seguridad y el bienestar de quienes viven en
determinada área, y de vecinos dispuestos a participar en la solución de los
problemas de un lugar, pero que terminan sirviendo de refugio a irresponsables,
inmaduros e indisciplinados, que siempre encuentran en esos grupos una
justificación y un pretexto para una actuación que en cualquier otra
circunstancia se consideraría al menos irresponsable.
Porque si de algo se puede acusar a
Zimmerman —y no es una acusación legal, pero sí un enjuiciamiento como
individuo— es de irresponsable e indisciplinado.
Luego de indicar a la policía la
presencia de un “sospechoso” en el barrio, Zimmerman no se limitó a mantenerse
al margen, como le indicaron, sino fue directamente a confrontar a Trayvon
Martin. ¿Y de cuando acá hay que admitir que a uno lo pare en una calle un
individuo con ínfulas de policía y someterse a un cuestionamiento de alguien
que no cuenta ni con la autoridad ni con el entrenamiento para llevar a cabo
acciones de ese tipo?
Cualquiera ha conocido, en su edificio,
barrio o lugar de trabajo, a personas con esa especie de “complejo de policía”
o seres con deseo de meterse en la vida de los demás y con ademanes de ordeno y
mando.
Contra sujetos de esta naturaleza debemos
estar protegidos, y no permitir que se erijan en nuestros “protectores”. Una
sociedad debe procurar que se destaquen las formas de civilidad y no canalizar
ese afán de represor que parece ser afín a muchos.
Por lo demás, nadie ha dicho que Martin
asaltó a Zimmerman, o siquiera que se dirigió a éste. La violencia se
desencadenó a consecuencia de un acto del exvigilante.
La versión de Zimmerman sobre su
actuación en defensa propia se fundamentó en que Martin le pegó un puñetazo en
la nariz, le empujó y, al caer al suelo, el muchacho se sentó a horcajadas
sobre él y comenzó a golpearle y sacudir su cabeza contra el suelo, por lo que
tuvo que dispararle.
Cabe la duda en cuanto a los motivos de
Zimmerman. No se puede afirmar que lo guió un odio racial. En lo que es más
difícil tener duda es a la hora de eximirlo de responsabilidad alguna. Si se
hubiera tratado de un accidente de tráfico, con un fallecimiento como
consecuencia y Zimmerman de chofer, el equivalente sería que el automóvil se
subió a la acera y mató a un peatón, aunque lo hizo para esquivar un árbol. No
es que el chofer quisiera matar al peatón, pero por qué iba por la acera y no
por la calle. ¿Sorprendió a Martin entrando en alguna casa, mirando por una
ventana? ¿Vio al adolescente negro apoderarse de algo en el vecindario? ¿Una bicicleta
acaso? Las respuestas negativas a todas estas preguntas señalan solo a un
hecho: la conducta irresponsable del exvigilante, y aquí es donde encaja el
homicidio involuntario.
Este aspecto del veredicto, esta
absolución total de Zimmerman, es posible que se convierta en una fuente de
furor para la comunidad negra. Este hecho puede ser un detonante racial.
Colocando a un lado los actos de
violencia, lo más preocupante no debe ser que el caso produzca un debate
nacional, sino todo lo contrario. Esta absolución completa debe producir una
crítica seria y profunda, así como un escrutinio social. Están en juego
aspectos fundamentales de la sociedad estadounidense, en especial los que
conciernen a la igualdad racial, los derechos civiles y el derecho a poseer
armas y a utilizarlas en legítima defensa.
Lo peor es que todo derive hacia un
choque entre minorías. Un adolescente negro muerto por una parte. Por la otra
un joven de madre peruana. Un enfrentamiento entre la comunidad negra y la
latina sería el mejor escenario posible para los racistas que aún abundan en
este país.
Al inicio del caso se produjo un debate
sobre la controversial ley estatal conocida como “Stand Your Ground” aprobada
en 2005, que permite a los residentes del estado el actuar como si estuvieran
en el viejo oeste, y disparar y matar alegando defensa propia, traspaso a la
vivienda o incluso miedo sin enfrentar cargos criminales. La discusión se quedó
en nada. Para salvar apariencias, el gobernador nombró una comisión para
examinar la ley, que se esforzó todo lo posible en no hacer nada y tuvo éxito
en su empeño. Nada hace esperar que no vuelva a ocurrir lo mismo.