Nicolás Maduro lo acaba de confesar,
aunque circulaban rumores e incluso el diario español ABC había escrito una nota al
respecto. Duerme con un muerto. El actual mandatario venezolano muchas veces pasa la noche en el Cuartel de la Montaña, donde reposan los restos de Hugo
Chávez. Mientras tanto, su esposa, Cilia
Flores, permanece en La Viñeta, pues la residencia
presidencial, La Casona, sigue ocupada por la familia de Chávez.
En esa abigarrada mezcla de rejuegos
políticos, amenazas de conspiraciones, demagogia y prebendas, que constituye lo
que podría denominarse con eufemismo la práctica y retórica del quehacer
poschavista, es muy difícil separar la pantomima del modelo.
Lo más probable es que la permanencia
nocturna de Maduro en el Cuartel de la Montaña solo busque infundir en sus seguidores la idea de que él recibe inspiración del muerto, que
éste lo guía y aparece en sus sueños para indicarle el camino y aconsejarlo
contra los enemigos, que le inculca lo mejor para el pueblo.
La superstición y el oscurantismo adquirió categoría de razón de Estado durante los últimos meses de la vida de Chávez. Es sin duda un recurso torpe, aunque fue una alternativa ante la carencia de otra mejor, dentro del objetivo de conservar el poder.
La superstición y el oscurantismo adquirió categoría de razón de Estado durante los últimos meses de la vida de Chávez. Es sin duda un recurso torpe, aunque fue una alternativa ante la carencia de otra mejor, dentro del objetivo de conservar el poder.
Sea por la limitada capacidad mental de
buena parte de la élite gobernante, así como debido a la realidad del país,
que exige un cambio total de rumbo para
salir de la grave crisis actual, cualquier respuesta racional lleva implícita
la pérdida del gobierno para los chavistas.
Así que la adopción y la propaganda a favor
de patrones de conducta arcaicos se ha convertido en parte de la estrategia de
los seguidores de Chávez. La Edad Media que vuelve bajo el disfraz de un
Socialismo del XXI, que no es lo uno ni lo otro.
Eso sí, el misterio desaparece a favor de
la propaganda. Maduro no visita el Cuartel de la Montaña de forma subrepticia ni busca a oscuras
la inspiración de su tutor político. El mismo se ha encargado de hacerlo
público en la primera emisión de Diálogo
Bolivariano, el programa de
televisión ideado para sustituir el Aló Presidente de Chávez.
Maduro
dijo en el programa que se queda
a dormir en el Cuartel de la Montaña cuando quiere reflexionar:
“Yo a veces vengo en las noches, a veces
me quedo a dormir aquí, bastantes veces. Los vecinos son los que a veces se dan
cuenta, entramos en las noches y nos quedamos a dormir aquí, venimos a
reflexionar para acá”.
Domicilio
conyugal
En otras ocasiones, Maduro duerme en la
suite japonesa del Palacio de Miraflores, según ha informado ABC.
Por su parte, Flores vive en La Viñeta,
una residencia destinada a los jefes de Estado extranjeros.
Esta dislocación de residencias cumple
varios objetivos, desde el mantener un privilegio —aunque provisional— a la
familia de Chávez, hasta construirse una imagen de líder sacrificado, que
antepone la patria a la familia.
En este sentido, Maduro no hace más que
imitar a Fidel Castro, pero con una diferencia: mientras que el cubano mantuvo
aislado a su entorno familiar —esposa e hijos— hasta la enfermedad que lo llevó
al abandono de las tareas diarias del poder, el venezolano hace público este
vivir errante, para que una elección personal de estilo de vida, o simplemente
una forma de pasar la noche, se convierta en parte de un sacrificio a favor de
la nación.
Maduro
abandona el lecho conyugal en busca de una inspiración no divina ni transcendental, sino de la sabiduría política —en este caso reducida a la
sagacidad necesaria para mantenerse en el poder— que podría brindarle el
espíritu de quien lo ungió como sucesor.
En este esfuerzo cabe todo, desde la afirmación
ridícula de que Chávez se le ha aparecido en la forma de “un pajarito” hasta la
reafirmación constante de que él es “el elegido” (el cartel electoral de
Maduro, desde el día que formalizó su inscripción como candidato presidencial, fue una frase de Chávez: “Maduro, desde mi corazón”.
Influencias
dispares
Dentro de esa mezcolanza superficial y oportunista,
lo mismo vale una foto y una estampita que las más diversas formas religiosas.
El actual presidente de Venezuela se confiesa devoto del gurú indio
Sai Baba. Maduro y Flores visitaron al líder
espiritual en 2005.
Sathya Sai Baba, fallecido en 2011, tiene
seguidores en todo el mundo, quienes consideran que éste tenía poderes sin
límite, que trascendían la experiencia mundana y científica, pero que por
humildad se negaba a mostrarlos.
Junto a esta admiración desbordada,
abundan las denuncias a Sai Baba por abuso sexual, engaño, asesinato y delitos
financieros. Un documental de la BBC señala que la controversia ha persistido
por al menos 30 años. Incluso el sitio web de la embajada de Estados Unidos en
Delhi —refiriéndose directamente a Sai Baba— llegó a advertir a los
estadounidenses que pensaban visitar el estado de Andhra Pradesh, en el sur de
la India, sobre un “líder religioso local” que había sido denunciado por
dedicarse a una “conducta sexual inapropiada” con jóvenes devotos varones.
De Castro a Sai Baba, las influencias que
ha recibido Maduro son múltiples y dispares.
El mandatario ha asegurado que Flores es el amor
de su vida. Durante la campaña electoral hizo que le tomaran fotos besándola
en público, mientras afirmaba que a él sí le gustan las mujeres, frente a la
soltería de Capriles.
Por otra parte está su fama de galán.
Durante sus seis años como canciller tuvo varias amantes, que luego se vieron
beneficiadas con cargos en embajadas y consulados de Venezuela en el exterior.
Sin embargo, esta relación con Flores,
diez años mayor que él, muchos consideran que es de “conveniencia”. Estaban
separados después de vivir juntos durante veinte años bajo la sombra de Hugo
Chávez, luego que ella defendiera al fallecido gobernante tras éste liderar el golpe de Estado del 4 de febrero
de 1992. Encuentros ocasionales más o menos, en realidad fue la última campaña electoral, de
abril de este año, la que los volvió a unir. Posteriormente, la presidencia de Maduro tuvo como consecuencia que se casaran el 15 de julio. Se afirma que la abogada, expresidenta
del Parlamento y exprocuradora general, ejerce una gran influencia en el
gobierno actual.
Santuario
El que Maduro duerma con frecuencia en el
Cuartel de la Montaña tiene un significado simbólico, que va más allá de la
tumba de Chávez.
El sitio ha cambiado de nombre tres veces
desde que se construyó, durante los mandatos de Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez.
Su destino original fue ser la sede de la
primera Academia Militar del país. Luego, en 1981, se convirtió en Museo de
Historia Militar, para mostrar objetos,
armas, uniformes y artículos militares de los siglos XIX y XX.
Allí Chávez estableció su centro de
operaciones, para luego rendirse en su intento de golpe de Estado, durante la
presidencia de Carlos Andrés Pérez.
Tras fracasar el golpe, Chávez fue
arrestado y le permitieron que hablara a través de los medios y asumiera su
responsabilidad ante el país.
El entonces teniente coronel apareció
ante los medios de comunicación para informar que
“por ahora” los
objetivos no habían sido alcanzados, y solicitar a sus compañeros entregar las
armas.
Luego de la llegada de Chávez a la
presidencia, en 2001 el lugar pasó a llamarse Cuartel 4 de Febrero y fue convertido
en el Museo de la Revolución Bolivariana.
Sitio que recoge tanto el fracaso como el
triunfo de Chávez, no hay mejor lugar para escenificar las altas y bajas del
chavismo. Si el fallecido mandatario se apoyó siempre en el culto a Bolívar,
después del intento de modificarlo sus partidarios decidieron imitar el destino
de Napoleón, y colocar su tumba en un museo del ejército.
Chávez, militar eterno, ha sido continuado
por un civil, que solo cuenta para su apoyo con la designación de un jefe y
la beligerancia verbal que ejerce a diario.
A falta de un historial de guerrero, a
Maduro le es necesario esa invocación cotidiana al héroe y el mito. Mitología que se sustenta en la
superstición, heroísmo que no transciende la bravuconada.