La protesta de los exiliados en
Miami por el aparente mal trato que reciben inmigrantes procedentes de Cuba que
se encuentran detenidos en Bahamas amenaza con convertirse en un diferendo entre
esta ciudad y el país caribeño. Mal negocio —en el sentido específico y más amplio del
término— que la polémica se encamine en esta dirección.
En primer lugar, hay que tomar en
consideración una situación que no es nueva. Inmigrantes procedentes de la isla
llevan años llegando a Bahamas en espera de una oportunidad para viajar a
Estados Unidos. En diversas ocasiones se ha denunciado que sufren maltratos
mientras se encuentran recluidos allí. No es una situación que afecta solo a
los cubanos. Lo mismo sucede con haitianos, hondureños y brasileños, entre
otros inmigrantes que quieren entrar a Estados Unidos. Lo que hace únicos a los
cubanos son dos características: sus posibilidades de establecerse en EEUU son
mayores, ya que hay la Ley de Ajuste Cubano, que les permite acogerse al
refugio una vez que logren la entrada en suelo estadounidense y que existe una
comunidad cubana en el sur de la Florida —con gran poder económico y político—
que en determinados momentos los ha apoyado (por supuesto que situaciones como
esta también sirven para buscar dividendos políticos, promoción y propaganda
gratuita).
Estos cubanos, que en resumidas cuentas
solo buscan una vida mejor —en lo que no se diferencian de otros inmigrantes ni
de quienes llevamos varios años aquí— son a la vez víctimas de una dualidad
legal y hasta moral: si en lugar de llegar a la Bahamas hubieran sido
interceptados por un guardacostas estadounidense, los habrían devuelto a la isla.
Desde hace años no se producen protestas
en Miami por esas devoluciones. Por otra parte, ellos han elegido una forma
ilegal de entrada a este país. Para los legisladores estadounidenses —en
especial los que pertenecen al Partido Republicano— resulta cada vez más
contradictorio abogar en favor de la exclusión de los cubanos dentro de una
posición cada vez más afianzada y estricta que mantiene su partido en contra no
solo de la inmigración ilegal sino de la legalización o amnistía de los
inmigrantes ilegales. El argumento de que en Cuba existe un Estado totalitario
no ha perdido, pero ahora tiende a ser contrastado con dos hechos innegables:
en estos momentos tanto Washington como La Habana han flexibilizado sus
políticas migratorias, al punto de que 46,662 cubanos abandonaron la isla de
forma permanente en 2012, la cifra más elevada desde la “Crisis de los
Balseros” de 1994, cuando unas 47.000 personas se lanzaron al mar, como publica
el diario español El
Mundo.
En este sentido, cualquier análisis —y
también cualquier protesta— sobre lo que está ocurriendo con los cubanos
detenidos en Bahamas debe partir de varios puntos básicos: se trata de una
inmigración ilegal; Bahamas le ha dado entrada en su territorio a los cubanos,
aunque de forma temporal y se encuentran detenidos, y las denuncias de maltrato
deben ser investigadas.
“Los abusos en las Bahamas han llegado al
punto de tortura… esta es una campaña contra personas dentro del gobierno de
Bahamas que torturan a los indocumentados. Lo que queremos es que esto se
resuelva”, manifestó el miércoles a The Associated Press Ramón Saúl Sánchez, el
líder del Movimiento Democracia el miércoles 31 de julio. Sánchez es uno de los
dos exiliados cubanos que se encuentra en huelga de hambre en Miami. El otro es
Jesús Alexis Gómez, quien realizó el video en que se muestran los maltratos.
Por su parte, Bahamas ha negado la autenticidad del video. Sánchez lleva ocho
días sin comer, mientras la huelga de Gómez se ha extendido por una quincena.
“Las quejas son constantes, en Miami hay
miles de personas que han pasado por ahí”, aseguró Sánchez refiriéndose a los
presuntos abusos.
El gobierno bahamense se ha negado a
firmar un acuerdo en el que los exiliados demandan que se investiguen “actos de
brutalidad que llegan a ser torturas”, que Bahamas se comprometa a respetar de
manera permanente los derechos humanos y que siga las convenciones
internacionales de asilo político, entre otros puntos.
Hay varias exigencias en el documento de
los exiliados que deben haber contribuido a la negativa de Bahamas. El uso de
la palabra tortura es quizá demasiado fuerte, la consideración de que los
refugiados buscan asilo político resulta cuestionable y la inclusión de las
islas caribeñas en un conflicto que les resulta ajeno.
En este sentido parece encuadrarse la
respuesta más reciente del gobierno de Bahamas, que afirmó el viernes que está
en disposición de enviar de inmediato a Estados Unidos a los cubanos que mantiene
retenidos en su territorio, siempre que Washington dé la luz verde a su
traslado.
“Es reprensible que Bahamas esté siendo
atacada de este modo, aparentemente con sanción oficial. Es simplemente atroz”,
dijo el ministro bahameño de Relaciones Exteriores, Fred Mitchell, en una
declaración por escrito enviada a El
Nuevo Herald.
“Si quieren que estos detenidos estén en
Estados Unidos deberían utilizar su influencia para que sean devueltos a
Estados Unidos. Si las autoridades estadounidenses aprueban esto, podemos
soltar a los detenidos mañana mismo”, agrega el documento.
La declaración de Mitchell ocurre el
mismo día en que tres congresistas de origen cubano mandaron una carta al
Departamento de Estado pidiendo que presione a Bahamas para “asegurar la
seguridad y el bienestar” de los detenidos, a quienes llama “buscadores de la
libertad”.
La carta fue firmada por los
representantes Mario Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen, ambos republicanos de
la Florida, y Albio Sires, demócrata de Nueva Jersey.
La oficina del senador Robert Menéndez,
demócrata de Nueva Jersey y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores
del Senado, dijo que él está en comunicación con la embajada de Bahamas en
Washington, pero no hizo ninguna declaración sobre el tema, de acuerdo a la
información publicada por El
Nuevo Herald.
Mitchell también acusó a los
manifestantes de estar preocupados sólo por tres detenidos específicos que son
acusados de tráfico humano y que “se cree que previamente fueron residentes
permanentes de Estados Unidos”.
Sánchez rechazó esta acusación, de acuerdo
a El
Nuevo Herald.
“Deploro profundamente el tráfico humano.
Soy y siempre he sido enemigo de eso”, dijo Sánchez. “El gobierno de Bahamas
está buscando cualquier artificio para no tener que investigar” los presuntos
abusos.
“Las personas que han sido golpeadas y
maltratadas, la mayoría son personas simples buscando la libertad”, agregó. “Si
hay dos o tres traficantes entre ellos, aplíquenles la ley, pero no la tortura.
Que los condenen a 100 años… bien. Pero
que no se escuden con eso”.
Sánchez ha mantenido una huelga de hambre
durante ocho días, acompañado por otro activista, Jesús Alexis Gómez, que lleva
15 días sin comer.
Mitchell aseveró en su declaración que es
mala idea para el sur de la Florida buscar pelea con Bahamas.
“Los bahameños están hartos y
sorprendidos con estas protestas. Los ciudadanos de Bahamas gastan mil millones
de dólares anualmente en la economía de la Florida”, declaró Mitchell. “Muchos
negociantes de Florida les deben sus ganancias a sus clientes bahameños”.
La huelga de los exiliados cuenta con el
apoyo del alcalde de Miami, Tomás Regalado, así como de la vicealcaldesa de
Doral, Bettina Rodríguez Aguilera.
Convertir la cuestión en una crisis entre
el sur de la Florida y Bahamas coloca el asunto en la órbita de los clásicos
enfrentamientos en que con demasiada frecuencia se ve envuelto el exilio de
esta ciudad. De inmediato surgirá la cuestión de que Regalado no es el alcalde
del exilio, y mucho menos de Cuba, sino de una ciudad en donde la comunidad cubana
es predominante, pero no el único componente poblacional.
Si se tiene en cuenta que el número total
de cubanos implicados es muy bajo, unos cuarenta, la solución no debería ser
difícil si no incidieran una serie de factores políticos. De inmediato debe
aclararse y solucionarse cualquier situación de maltratos. Luego buscarse una
vía de entrada en Estados Unidos. Lo lógico es que familiares aquí o alguna
organización de exiliados o caritativa se responsabilice de ello. No hay que
olvidar que tras la “Crisis de los Balseros”, miles de inmigrantes cubanos
tuvieron que esperar tres años antes de ser admitidos en EEUU (por entonces el
exilio también exageró diciendo que se encontraban en “campos de concentración”
en Guantánamo). El problema, por supuesto, que esto no soluciona el problema,
ya que no impediría que otros cubanos lleguen a Bahamas (es posible también que
este país decida no darle albergue a más inmigrantes). La solución definitiva
pasa por una revisión tanto de la Ley de Ajuste Cubano como de la política pies
secos/pies mojados. Cada vez le resulta más imperioso a Washington llevar a
cabo esta revisión.