Pedro Robledo tiene la curiosa virtud de
estar en el lugar inapropiado en el momento inapropiado. ¿O es todo lo
contrario?
En marzo de este año Robledo, que es
argentino y tiene 21 años, se encontraba en una fiesta en Buenos Aires cuando
fue agredido por haber llevado a su novio.
El ataque provocó una ola de indignación
y repulsa contra la homofobia en su país.
Fue entonces que, en su cuenta de Twitter,
Robledo llamó “fuhrer” a la presidenta Cristina Fernández. Luego se arrepintió
y le pidió disculpas, aunque siguió considerando autoritario al gobierno
argentino.
De todo esto salió un encuentro entre
Fernández de Kirchner y el joven, un artículo de la presidenta elogiándolo, y de
condena a la agresión, y una fotografía.
La foto resultó una especie de
“bendición” fortuita y futura, que acaba de salvar a Robledo de una estancia en
un calabozo cubano, pero esto ya es historia actual y la segunda ocasión —al
menos hasta el momento— de ese estar en donde no lo quieren.
Robledo y Valentina Aragona, miembros de
la agrupación Propuesta Republicana (PRO), viajaron a Cuba como turistas, para
conocer el país y participar en el encuentro sobre derechos humanos organizado
por Estado de SATS, quien meses antes había hecho una convocatoria pública para
la realización del evento. Así que no se puede hablar aquí de conspiración,
reunión secreta o actividad subversiva para derrocar al gobierno de la isla
Las autoridades cubanas no solo les
impidió asistir al evento. Tras elaborar una serie de acusaciones disfrazadas
de pretextos para retenerlos, los agentes terminaron presentando un cargo
kafkiano: la intención de asistir. No solo se es culpable de lo que se ha
hecho, sino también de pensar en hacerlo. La mente te incrimina antes de que
muevas un dedo.
En Cuba los turistas solo pueden
transitar por ciertas zonas, destinadas precisamente a ellos, afirma Robledo
que le dijeron los agentes en la isla, que incluso le mencionaron una
enigmática “Ley 131312” según declaró en un programa de televisión argentina.
“Pero si lo que hice se puede hacer en
cualquier parte del mundo”, afirma él que le dijo a la policía política. “Cuba
no es el mundo”, le respondieron.
Eso tan peligroso, que produjo que él y
Aragona fueran escoltados por al menos cuatro agentes hasta la escalerilla del
avión de Taca que los llevó de regreso a su país se concreta en acciones muy
simples: conversar con los cubanos.
Lo que se “puede hacer en cualquier parte
del mundo”, fue para el gobierno cubano motivo
más que suficiente para realizar una detención en horas de la madrugada, para
engañar a la pareja argentina y decirles que el cónsul de su país en La Habana
los estaba esperando para acompañarlos, para el encarcelamiento de ella por
varias horas y para largos
interrogatorios a ambos. Demasiadas acciones relacionadas con un fin único:
intimidar a cualquier visitante extranjero en Cuba, a fin de que se mantenga
con su mojito al sol o a la sombra, pero lejos del fuego político.
Al final, fue cuando los cubanos
descubrieron la foto de Robledo con la presidenta argentina que la suerte
comenzó a cambiar para los detenidos. Antes él había preguntado por cuántas
horas permanecería preso. “Horas, no. Semanas”, dice que le respondieron. Una
agresión en su país disminuyó el impacto de otra en el extranjero, pero ambas
fueron actos de discriminación e injusticia.
Ni Robledo ni Aragona son políticos de profesión.
Tampoco él tiene apariencia de guerrero y ella es una mujer menuda. Difícil
explicarse el peligro que físicamente pudieran haber representado para el
gobierno cubano.
Robledo tiene una activa presencia en las
redes sociales y desde el brutal incidente que lo hizo conocido en Argentina participó
en varios programas de televisión. También es columnista invitado en la web Infobae
y fue nombrado coordinador del área de Diversidad e Inclusión en la Fundación
Pensar, un centro de estudio y análisis. Tanto Propuesta Republicana como la
Fundación Pensar están estrechamente vinculadas con Mauricio Macri, gobernante
de Buenos Aires y opositor político de Cristina Fernández.
En cierto sentido Robledo vendría a ser
la versión argentina del español Ángel Carromero, aunque en circunstancias
diferentes y con profesiones distintas. A los dos los une ser jóvenes
extranjeros que muestran un interés por lo que ocurre en la isla.
Aquí el vínculo es aquello que despierta
el temor y desencadena la represión por parte del régimen de La Habana: la
modalidad de romper el aislamiento a la oposición, no desde una proyección en
el exterior sino con la presencia de ciudadanos de otros países en la isla.
La mala publicidad que acarrea este tipo
de represión no importa al régimen. Más importante para él es mantener el
control estricto —en realidad y apariencia— por encima de todo. El resto son
palabras huecas, como las de Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela
en Sudáfrica. Declaraciones de momento. Esconder el garrote por un instante.