Hoy es un día triste para la música.
Falleció Claudio Abbado a los 80 años. Ya uno estaba acostumbrado a verlo con
esa imagen de hombre enfermo, luego que un cáncer de estomago por poco acaba
con él en 2001. Pero tuvimos 13 años más para disfrutar de su dirección musical
perfecta y para acostumbrarnos a pensar que, quizá, era inmortal.
No fue así y murió en Bolonia, donde
vivía desde 2009. Antes la vida y su talento, e incluso después la enfermedad, le permitieron dirigir las mejores
orquestas del mundo, desde la Staatsoper de Viena hasta la Filarmónica de
Berlín, donde sustituyó a Herbert von Karajan.
Abbado dirigió todo tipo de música, desde
el barroco hasta obras contemporáneas, pero siempre preferí sus versiones de
las sinfonías de Mahler, en especial la Segunda y Tercera.
Creó también la extraordinaria orquesta
del festival de Lucerna, una formación que ha logrado reunir a algunos de los
mejores músicos de Europa.
Era un hombre de izquierda, y como aún
suele ocurrir un defensor del régimen imperante en Cuba. Llevó esa defensa a
extremos imperdonables, como no reconocer la violación de los derechos humanos
en la isla. De eso no lo salvó la música, pero escucharlo dirigiendo una
orquesta casi siempre era suficiente para dejar sus opiniones sobre Castro en
el trastero.
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