La agricultura cubana, a la que el gobernante
Raúl Castro declaró el eje de sus reformas económicas hace seis años, continúa
sin despegar por falta de aportes financieros y otros problemas.
Esto significa que hay que dedicar cifras
millonarias a la importación de productos agrícolas.
Las compras de alimentos ascendieron a
$1,747 millones en 2013. Esto representa
$102 millones más que en el 2012.
El Ministerio de Agricultura señala que
los mayores escollos en el campo cubano son los financieros, aunque también
existen “deficiencias” en el proceso inversionista, como obras mal ejecutadas y
mal uso de tecnologías, de acuerdo a un artículo aparecido en el diario Granma.
El informe reveló que 86 empresas
agrícolas terminaron el año con pérdidas de alrededor de los $210 millones.
Esto equivale a que algo más del 20% de las empresas agrícolas cubanas no son
productivas y no crean riquezas sino generan déficits. En cualquier empresa,
grande o pequeña en el mundo capitalista, ya se estaría buscando un sustituto
al administrador, pero no en Cuba.
Los datos demuestran el fracaso de los
intentos de “actualizar” el sistema económico imperante, pero es seguro que las
cifras, de por sí, no significarán nada para la permanencia de Raúl Castro en
el mando.
En Cuba ser un mal administrador del
Estado no implica la necesidad de un cambio político o de dirección.
Hay al menos una señal positiva, y es que
aunque las cifras publicadas es posible que no sean exactas, si están más cerca
de la realidad que esos número imaginarios, de cumplimientos en la hoja de
papel, que imperaron durante las décadas que Fidel Castro estuvo al frente de
la administración cotidiana del país.
Entonces los número se escondían y era el
imperio de los resultados fantásticos y fantasmagóricos. Ahora hay una
tendencia a sustituir los mitos económicos por cierta dosis de realismo.
Lo peor del caso es que una y otra vez se
escucha y lee el fracaso agrícola, sin que se establezcan soluciones.
A finales de julio del pasado año, por
ejemplo, y ante otro informe de resultados adversos en la agricultura, se habló
de llevar a cabo ciertas reformas, pero los resultados siguen siendo pobres.
El Estado posee el 80 por ciento de la
tierra y arrienda el 70 por ciento a los agricultores y las cooperativas. El
otro 20 por ciento de la tierra es propiedad de las familias de los
agricultores privados y sus cooperativas y produce un porcentaje mucho mayor de
alimentos para la nación.
Pese a que ya se permite a los campesinos
vender directamente algunos de los alimentos que cultiva, en algunas zonas, la
modernización de la agricultura y el comercio agrícola están lejos de
alcanzarse.
En primer lugar por falta de inversiones.
La mayoría de la tierra aún se ara con bueyes, no hay fertilizantes ni recursos
de todo tipo para aumentar la productividad de los terrenos. En segundo por las
trabas que aún persisten por parte de la burocracia y el propio gobierno
central.
En lugar de brindarle apoyo a las
iniciativas privadas, en la mayoría de los casos el único beneficio que otorga
el Estado es el de no entrometerse. Y cuando se entromete es para censurar,
reprimir y castigar.
Esta es una de las grandes diferencias
entre el llamado “modelo chino” y los pasos breves y torpes que realiza el
Gobierno cubano para liderar en algún sentido la producción agrícola.
Sin embargo, mantener el inmovilismo es
simplemente continuar avanzando hacia el abismo.
En el 2008, Raúl Castro declaró
“estratégica” la producción de alimentos, pues se importa el 80% de lo que se
come. Sn embargo, la situación no ha mejorado mucho en estos años.
En noviembre del 2009, el diario Granma sacaba a relucir una frase de
Fidel Castro sobre la falta de productividad, ¡de 1970!, para reforzar la
campaña oficial sobre ese mal en la isla.
“La productividad prácticamente se
olvidó, y la improductividad es el abismo que amenaza tragarse los recursos
humanos y la riqueza del país”, clamaba el hoy retirado líder.
Pocos días antes, el Granma resaltaba que uno de los “grandes males” del sector estatal
de la agricultura cubana es “el exceso de personal improductivo”.
“La urgencia por incrementar la
producción de alimentos y reducir las importaciones ha acelerado la solución de
este viejo problema que —según el diario— engendra burocracia, eleva los
costos, frena la productividad, crea desorden e impide que el obrero mejore sus
ingresos”.
Ya en 1970 Fidel Castro aseguraba que “los
trabajadores tienen que tomar conciencia de este problema”.
Llama la atención ese empecinamiento de
los hermanos Castro, de echarle a los demás la culpa de sus errores, pero la
tierra es más terca que ellos y sabe más, y desde hace varios siglos no hace
mucho caso a los discursos.
Esta es mi columna semanal de los lunes en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del 10 de marzo de 2014.