Tanto mandatarios y legisladores
demócratas como republicanos, se han mostrado más interesados en aparentar ante
sus electores un interés por la situación en Cuba, que en contribuir a un
cambio real en la nación caribeña.
El último fracaso dado a conocer es un plan
para crear un sistema estilo Twitter, que en última instancia sería utilizado
para recopilar información y “fomentar” la disidencia.
Más allá de una breve y momentánea
infusión de dólares a algunos bolsillos, el plan no parece haber servido para
nada, salvo que su conocimiento ahora se ha utilizado con fines de propaganda
por el gobierno cubano para denunciar la continua “injerencia” de Estados
Unidos en los asuntos cubanos.
Lo irónico del caso es que de inmediato
han saltado las alarmas sobre el “derecho” de Washington para forzar un
“cambio” de régimen en Cuba. Sólo que la pregunta más práctica sería si ser una
superpotencia le otorga a cualquier gobierno de Estados Unidos —no importa si
demócrata o republicano— una potestad ilimitada para despilfarrar el dinero de
sus contribuyentes. Y desde ahora debía promoverse una protesta ciudadana para evitar
que la Agencia por el Desarrollo Internacional de EEUU (USAID) siga haciéndolo
todo mal en lo que respecta a Cuba. Que se dediquen a ayudar a cualquier islita
perdida en cualquier océano, pero que se vayan a desplegar su incapacidad a
otra parte.
Claro que la aparición ahora de este
estudio elaborado por la Associated
Press no es nada inocente, y corrobora que, en lo que respecta a su labor en
Cuba, la USAID no está simplemente en la mirilla sino que le llueven los
cañonazos, pero que se los merecen por su mal trabajo.
Por supuesto que limitar la ineficiencia
a la USAID resulta injusto. Por décadas, todo o la mayoría de lo que se ha
hecho para promover la democracia en Cuba, con fondos norteamericanos, se ha
hecho mal. Asombra que la nación más poderosa del mundo sea tan torpe ante un
pequeño país, salvo que se abrigue la sospecha que ineptitud no ha sido un
pecado sino un objetivo. Es cierto que se entra entonces en la teoría de las
conspiraciones, pero son demasiados datos para encerrarlos simplemente en la casualidad
y la circunstancia.
Desde los lejanos planes de la CIA para
exterminar a Fidel Castro, una y otra vez en este país se ha repetido un
esquema similar, difícil de entender fuera de Estados Unidos: la utilización de
amplios recursos y fondos millonarios con el objetivo de no lograr nada.
Lo que en muchas ocasiones se ha
interpretado como torpeza o franca ineficiencia no ha sido más que la
apariencia de un proyecto destinado al fracaso.
Sólo una nación que cuenta con un
presupuesto de millones y millones de dólares, puede destinar algunos de ellos
simplemente al despilfarro; solo un país poderoso y al mismo tiempo víctima de
su prepotencia puede llevar a cabo tal tarea.
En el caso cubano, Washington lo ha hecho
con éxito durante décadas.
La consecuencia es que ha surgido un
"anticastrismo" que es más un empeño económico que un ideal político,
alimentado en gran medida por los fondos de los contribuyentes.
Cuando a finales del siglo pasado la
transformación de este modelo se acercaba al punto clave, en el cual la
estrechez del objetivo político del grupo del exilio que lo sustentaba hacía
dudar de sus posibilidades futuras, la llegada al poder de George W. Bush
dilató su supervivencia, al tiempo que impuso un gobierno con una carga
ideológica —afín precisamente a los principales beneficiarios del “modelo
anticastrista”— como no se conocía en esta nación desde décadas atrás.
La política de extremos pasó a ser la
estrategia nacional y no una maldición miamense.
La administración de Barack Obama, que en
el caso cubano se ha movido entre la inercia, el desinterés y la desconfianza,
no ha hecho más que prolongar una situación heredada. Por supuesto que —como
siempre— el régimen de La Habana continúa acumulado triunfos en su poderosa
capacidad para prolongar el desastre. Nada cabe esperar de La Habana y
cualquier apuesta a favor de una correspondencia de gestos choca contra el muro
de la inmovilidad, pero si los esquemas en favor de fomentar la democracia, que
en otros países han funcionado con éxito, fracasan en Cuba, por qué ese empeño
torpe en gastar el dinero.
Si de algo ha sido ejemplo la isla, es en
ser un laboratorio que convierte en fracaso lo que en otras partes triunfa.
Desde los lejanos días de la expedición de Bahía de Cochinos, ya era hora para
haber aprendido la lección.
Durante los últimos años, Washington ha
estado repitiendo que sus objetivos son apoyar a la disidencia, contribuir al
aceleramiento del cambio pacífico para lograr la transformación política y
económica de la isla y aumentar el nivel de información de los cubanos. Pero en
la práctica, estos planes han resultado contraproducentes para cumplir estas
metas.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 7 de abril de 2014.
2 comentarios:
(1) Veo que Arnaldo M. Fernández , y Armengol todavía más abiertamente con uno titulado FRACASADOS, se dedican a hacer leña del árbol caído del intento de hacernos un canal libre de comunicación con el mundo y, de paso, también a sembrar sospechas y emitir juicios condenatorios de corrupción y deshonestidad de la machacada oposición cubana. Es exactamente eso lo que están haciendo aquí los escribanos del aparato represivo y lo mismo que se ha intentado en Venezuela por estos días. Asombra el nivel de aburrida coincidencia. No creo que haya inocencia en buena parte del mundo, pero tampoco faltan las personas honestas, ni siquiera en un país tan empobrecido como este, donde el 99% del ganado humano se ha criado y hecho viejo en la pobreza, y hasta miseria, además del maltrato y manipulación del todopoderoso Estado. Armengol y Fernández deberían de tenerlo presente porque aunque sea en parte cogieron también su parte de esa cajita. Por honesta introspección, deberían de aplicarse a lo poco o mucho que aprendieron de instintiva avidez carnívora en la permanente pobreza y maltrato que padecieron en este sistema para poder entender que a muchas personas, si se les da la oportunidad, se meten en el bolsillo más de lo que les corresponde. Por ser tan repetido en la Historia y motivado por oportunismo criminal, equivocado juicio o pomposa estupidez intelectual, se podría excusar y ni siquiera hacer mucho caso este torpe ejercicio de "sagacidad " en juicios apresurados e insensibles sobre la naturaleza humana, la misma que ellos también disfrutan, en lo bueno y malo que tenga.
(2) Pero para colmo de sus ataques, y esto es lo que sí me parece deleznable, por no ponerme tan paranoico como es fácil ponerse aquí, y con razón, es que sospechen de enorme deshonestidad y acaparamientro de recursos de un grupo reducido, aunque creciente, de personas que se oponen, y esto hay que decirlo una y otra vez, valientemente frente a un régimen que no se detiene ante la ejecución de cualquier bajeza contra ellos porque, enemigos de clase dentro de la conceptuación totalitaria, los considera bichos a exterminar y cualquier medio es válido para ello. Demasiadas veces he visto a los opositores con ropas gastadas y zapatos dignos de un tanque de basura para estar llenando cuartillas alegando el beneficio que se están metiendo en el bolsillo. Y aunque lo fuera, te aseguro que siempre sería poco frente al acoso, el miedo y trastorno y el abuso que sufren ellos y sus muchas veces disueltas familias, año tras año, haciendo lo que ni Armengol ni Fernández hicieron nunca. Pero si además de toda esta labor prejuiciosa, para colmo se intenta reprobar al gobierno norteamericano por emprender una discutible ilegalidad al intentar ayudar a abrir este criminal y vergonzoso encierro en pleno pujante siglo XXI y en medio del mundo Occidental, en lugar de aplaudir ese y cualquier otro esfuerzo por la libertad, es negar y hasta olvidarse de todo lo que ha ha hecho la nación norteamericana por la libertad del mundo, que es mucho más de lo que ha hecho ninguna otra, en dos "cubanólogos expertos" como estos me parece, más que oportunismo sinvergüenza, un buen trabajo de apoyo para la ilegalidad que disfruta hasta con aplausos el régimen cubano. Ninguna dictadura brutal merece que se le respeten sus alegatos de soberanía o que se consideren legales sus instituciones. Tratarla como un estado normal más es como aceptar una célula cancerosa como otra de tantas sanas en un cuerpo en peligro. No creo que sea la ingenuidad o la digna indignación la que hace que estos dos señores se explayen de tal manera sobre lo legal de una acción que busca un poco de libertad, ya sea para la oposición o para que el pueblo cubano busque lo que quiera con ella. Parecen querer esperar de un pueblo cautivo lo que ellos mismos nunca buscaron a la menor oportunidad que les dieron y que ahora disfrutan a plenitud, en libertad para opinar hasta estas callosas barbaridades que escriben. Pretender que un pueblo envilecido y encanallado por más de medio siglo se comporte de acuerdo a cánones establecidos en sus mentes es sólo egoísmo del que tiene sus problemas de supervivencia bien resueltos.
(El que suscribe no es un opositor militante, pero sí una persona que, aunque sigue aquí encerrado, venció al miserable siervo de la gleba que por años se hizo de él, y que a nombre de esa diminuta libertad lograda y mantenida dentro del Auschwitz caribeño, me creo en el deber de romper una lanza por los que, honestos y deshonestos, también por ellos aguantan en firme.)
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