Una de las razones fundamentales para el
fracaso de cualquier plan —como el abortado intento de creación de un “Twitter
cubano”— destinado a buscar un cambio de régimen en Cuba, o al menos iniciar un
tránsito hacia la democracia, no se menciona en Miami: la falta de motivación
de la población en la isla para quitarse de arriba a los Castro.
Cierto. El mecanismo represivo es muy
fuerte y ha logrado crear un terror que se adelanta a cualquier intento de
cambio político. Pero la frustración que ese mecanismo establece casi siempre
no se canaliza en rencor sino en espera. La situación imperante en la isla no
muestra un futuro pero sí un escape. Y ese escape es Miami, la salida, el viaje
al extranjero o incluso una simple remesa familiar.
El exilio cubano, por otra parte, vive
entre la realidad y el espejismo. El espejismo es lo que se lee, ve y escucha
por los medios. Estos siguen controlados por quienes llegaron primero y se
limitan no a ofrecer una visión tergiversada de lo que desconocen sino a cumplir
una función de ensueño.
Lo primero que se desconoce o se pasa por
alto es al cubano actual. La mayor parte de quienes viven en la isla y han
llegado en los últimos años a esta ciudad nacieron no solo tras el 1 de enero
de 1959, sino en muchos casos en una sociedad establecida y fuertemente
cimentada por un régimen que no brinda alternativas.
Si quienes eran niños al triunfo de la
revolución, o crecieron durante el proceso de cambio institucionales que han
degenerado en la Cuba actual, padecieron un deterioro progresivo de sus
libertades individuales, una creciente carencia para la satisfacción de sus
necesidades personales y un aislamiento paulatino, los que nacieron
posteriormente —y en particular los “hijos del Período Especial”— llegaron a un
mundo donde lo natural era la falta, no el despojo. No fueron perdiéndolo todo:
nacieron sin nada.
De ahí que se pueda establecer pautas
nacionales y momentos definitorios que marcan generaciones y grupos, tanto en
la isla como en el exilio.
Por ejemplo, esa urgencia de libertad y
anticastrismo furibundo se agota en buena medida tras el éxodo del Mariel.
Basta recorrer las discusiones que aún hoy persisten sobre las posiciones
políticas de escritores y artistas de aquí y de allá, y encontrar muchas de los
argumentos más enconados en quienes aprovecharon la oportunidad de salida que
brindó el Mariel para desarrollar una obra en el exterior.
En el caso de quienes decidieron
permanecer en Cuba o no pudieron irse, la Primavera Negra de 2003 es el canto
del cisne de una disidencia que debe ser catalogada como tal —me refiero al
significado primordial de la palabra, no estoy negando la existencia de una
oposición posterior— y en que buena parte de sus miembros rondaban entre los 40
y 50 años de edad.
Es hasta esos individuos, hombres y
mujeres —que casi constituyen un genotipo— que llega la caracterización y el
imaginario de un exilio tradicional, que indudablemente ha ampliado sus
fronteras respecto al limitado alcance de su composición primaria.
Lo demás son casos aislados, asideros a
los que se agarra ese establishment
del exilio en su afán por perpetuarse. Solo que los tiros van por otra parte, y
el cubano “recién” llegado no tiene nada que ver con ese “hombre viejo”, el
exiliado tradicional continúa su camino en extinción y el americanocubano
—nacido aquí, porque a estas alturas cubanoamericanos son muchos— tiene poco o
nada que ver con alguno de los dos anteriores.
Queda entonces poco para la definición de
un país, de un “nuevo país” o del resurgimiento de la “Cuba de ayer”, cuando se
carece de una voluntad fundacional. Y es que si algo logró transmitir a la
psique del cubano el régimen establecido por Fidel Castro no fue un espíritu
nacionalista —como se repite tontamente hasta por periodistas internacionales
que cubren su destino escribiendo desde Cuba o sobre Cuba— sino todo lo
contrario: una mentalidad colonialista.
Solo que con una peculiaridad: colonia no
para ser explotada sino para explotar a la metrópolis de turno. En esto, Castro
creó un modelo digno de un buen estudio histórico.
La dependencia del otro para la
subsistencia está tan fuertemente arraigada entre los cubanos que anula o
debilita cualquier motivación independentista. La desaparecida Unión Soviética
en su momento, Venezuela mientras dure y Miami ahora y mañana.
Lo demás se acomoda de acuerdo a las
circunstancias del momento, y para aquellos que nacieron durante el Período
Especial, o pocos años antes, es indudable que en la actualidad ellos disfrutan
de mayores posibilidades —económicas y hasta de expresión— que al momento de su
nacimiento. ¿Cuál es el motivo entonces para rebelarse?
Mencionado el espejismo —la Cuba que no es,
la rebelión que no existe, el acomodo diario— falta entonces hablar de la
realidad que cada vez se impone más entre los cubanos en esta ciudad, y esta se
define por un acto: el viaje a la isla cada seis meses. Aquí también hay una
inversión fabulosa. Ya no es el viaje a las Indias ni ese ansiado a la Madre
Patria, que muchos inmigrantes españoles en Cuba soñaban realizar al menos una
vez en su vida y pocos conseguían. Ahora las cosas son más fáciles. Trabajar y
dos veces al año pasar una semana allá. Una patria para vacacionar, ver a
familiares y amigos. Razones válidas, pero también el alarde y el recuerdo a
solo 90 millas de distancia y un pasaje excesivo. Sin exilio no hay país.
¿País?
1 comentario:
El modelo creado por Fidel Castro y sus colaboradores posee, efectivamente, inquietantes elementos que lo acercan más a un Estado colonial que a uno moderno. Las analogías resultan inquietantes, y cursan todo tipo de privilegios, caprichos y extravagancias, como si de una corte se tratara. Los cambios son tantos y de tal calado, que, como una casa necesitada de reparación en su base, sus dueños optan por la inercia, como en aquella anécdota de Don Ramón del Valle-Inclán cuando le hicieron una colecta para que repara el techo de su casa; comprándose un paraguas en lugar de materiales de construcción, explicando que si el objetivo era no mojarse, el paraguas cumplía el cometido, quedándole un resto de dinero para comer.
JF
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