Algunas
de las razones actuales para el levantamiento del embargo norteamericano hacia
el régimen cubano son malintencionadas en sus pronunciamientos y lógicas en su
práctica. Detrás de ellas se encuentran intereses comerciales, que no solo
buscan vender unos cuantos productos. A ello se une el interés de destacar un
principio: los embargos comerciales tienen poca utilidad, salvo excepciones, en
un país como Estados Unidos, una nación que propugna la economía global y el
liberalismo económico.
Otros motivos de rechazo pueden ser debatidos con argumentos similares,
pero de signo contrario. Entre ellos, la afirmación de que el embargo es
inmoral, que hay que suprimirlo para quitarle una excusa al régimen castrista y
la acusación de que éste es el causante de buena parte de la miseria en Cuba.
Desde el punto de vista político o militar, los embargos ―incluso los
bloqueos en el caso de guerras― no son morales e inmorales, porque la ética
nunca ha formado parte de la estrategia. También al gobierno de La Habana le
sobran las excusas y la pobreza que impera en la isla es una de las mejores
tácticas con que cuentan los hermanos Castro, al utilizar la escasez como un instrumento
de represión.
Pero
a estas alturas el embargo no es una medida que se valora de forma positiva, en
el país donde un mandatario la promulgó en 1962, luego de tener a buen
resguardo una provisión tal de tabacos que le sobreviviría.
Kennedy
no vivió lo suficiente para conocer que no era violar la ley, sino el tabaco
cubano lo que resultaba dañino. Fidel Castro lo supo a tiempo y dejó de fumar.
Por su parte, el embargo no se ha hecho humo en más de 50 años.
Continúa
en Cuaderno
Mayor.
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