En un proceso que tiene como única razón
de existencia el perpetuar en el poder a un reducido grupo, el mecanismo de
represión invade todas las esferas de la forma más descarnada, y sin tener que
detenerse en los tapujos de supuestos objetivos sociales, que en el proceso
cubano desaparecieron o pasaron a un segundo o tercer plano hace ya largo
tiempo.
En una ocasión, Fidel Castro le afirmó a
un oficial de alto rango de la seguridad del Estado cubana que la conducta del
gobierno chino en la plaza de Tiananmen demostraba que no sabía como reprimir
al pueblo de forma adecuada, y por lo tanto éste se había visto forzado a la
"dolorosa y poco placentera" tarea de "eliminar" a miles de
sus ciudadanos.
La dictadura militar de los hermanos
Castro no ha escatimado recursos en una maquinaria represiva eficaz, silenciosa
y omnipresente. Pero no ha sido suficiente. En ocasiones la situación escapa de
control y hay que recurrir a medios más burdos.
Entonces el mecanismo de terror delega la
ejecución de la represión en turbas, e incluso en ocasiones en grupos que hasta
cierto punto podrían catalogarse de paramilitares.
No son las autoridades, sino el propio
"pueblo", quien responde a las "provocaciones".
La justificación de la violencia es la
ira revolucionaria. Los actos de repudio, las Brigadas de Respuesta Rápida y el
hundimiento del transbordador 13 de Marzo por un grupo de "trabajadores
que actuaron en defensa de sus intereses", para citar uno de los ejemplos
más conocidos, responden al mismo patrón represivo, cruel e hipócrita.
Sin embargo, esta situación de
"violencia revolucionaria" no puede ser mantenida de forma permanente
en su versión más cruda, y el régimen lo sabe. Por ello dosifica una tensión
diaria con esporádicos estallidos --a veces provocados por la misma Plaza de la
Revolución y en otras como respuesta a los acontecimientos que considera tienen
cierta potencialidad para poner en peligro su supervivencia-- de saña y
algarabía.
En este sentido, uno de los aliados que
por décadas ha empleado el gobierno cubano es la escasez. La falta desde
alimentos hasta una vivienda o un automóvil ha sido utilizada, tanto para
alimentar la envidia y el resentimiento, como en ocupar buena parte de la vida
cotidiana de los cubanos.
En tal situación, la corrupción y el
delito han reinado durante cincuenta años de proceso revolucionario. La escasez
actúa a la vez como fuerza motivadora para el delito y camisa de fuerza que
impide el desarrollo de otras actividades. No se trata de justificar lo mal
hecho, sino de aclarar sus circunstancias. En resumidas cuentas, un análisis
marxista de la crisis económica permanente que existe en la isla no debe
excluir al mercado negro, la corrupción y el delito como importantes fuerzas de
un mercado informal pero poderoso.
De ahí que resulte apropiado hablar de
dos fuerzas opositoras frente al gobierno cubano. Hay otra disidencia en la
isla. No son hombres y mujeres valientes que desafían el poder, porque forman
parte del mismo. No gritan verdades, ya que se ocultan en la mentira. Ni
siquiera se mueven en las sombras. Habitan en el engaño. Son los miles de
funcionarios menores --y algunos no tan menores-- que desde hace años desean un
cambio, pero al mismo tiempo no hacen nada por conseguirlo. No por ello dejan
de realizar una labor de zapa, por supuesto que para beneficio personal, que
perjudica al gobierno.
No hay que olvidar que el régimen siempre
ha usado a su conveniencia la distinción entre delito común y delito político.
En una época todos los presos comunes estaban en la cárcel por ser contrarrevolucionarios,
porque matar una gallina era una actividad contraria a la seguridad del país.
Muchas veces también a los opositores se les ha acusado de vagos y
delincuentes.
La escasez también ha sido usada para
incrementar la delación y la desconfianza, a partir de la ausencia de un futuro
en la población manipulada como el medio ideal para alimentar la fatalidad, el
cruzarse de brazos y la espera ante lo inevitable.
Mediante las detenciones de disidentes,
más o menos breves y a lo largo de toda la isla, cada vez que se produce o se
anuncia una actividad opositora pacífica, el gobierno de los hermanos Castro no
sólo intenta sembrar el miedo, sino también el desaliento. Los argumentos son
gastados, los recursos son viejos, pero la vida es una sola.
Hay que agregar además que al régimen no
le basta con castigar a los independientes, quiere matar su ejemplo, enfangar
su prestigio.
Con su vida fundamentada sobre el
principio de la escasez, tanto económica como sicológica, tras el primero de
enero de 1959 el cubano vive presa de la corrupción, que detesta y practica con
igual fuerza. Desde los primeros fusilamientos hasta la Causa No. 1, es
justificación y escape, motivo de envidia y rencor. El régimen de La Habana ha
logrado como ningún otro gobierno anterior explotar la dicotomía de la falta de
lo necesario para sobrevivir, y la corrupción actuando de respuesta para
conseguirlo, como instrumentos represivos.
1 comentario:
> pobreza estructural como mecanismo de control y coercion social
> sistema piramidal y fractal de castas
> sindrome de indefension adquirida
> sindrome del castrismo [y neocastrismo]
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