sábado, 31 de mayo de 2014

El dengue, ese enemigo


El dengue es un enemigo algo raro en Cuba. En ocasiones se combate, pero no se menciona. En otras se ha usado como ejemplo de “agresión imperialista”. A veces se oculta la enfermedad bajo un diagnóstico vago. Hay que destacar que esta situación esta cambiando, y que tanto periodistas independientes como otros que trabajan en la prensa oficial han comenzado a decir la verdad sobre lo que ocurre. Una tarea nada fácil, pero que de momento parece imparable.
Ante las cámaras de la televisora local Perlavisión, el doctor Alfredo Varens Álvarez, director municipal de Higiene y Epidemiología en Cienfuegos, confirmó que existen más de 3,500 casos diagnosticados en esa provincia desde octubre del año pasado hasta el 22 de mayo, de acuerdo a una información de El Nuevo Herald.
Según Varens, en las últimas semanas se han registrado alrededor de 200 ingresos por semana. A fines de abril, otro funcionario de Salud Pública, Yoel Torres, había dicho en la emisora provincial Radio Ciudad del Mar que existían 2,000 casos reportados, agrega El Nuevo Herald.
Las declaraciones de Varens tuvieron eco en el blog del periodista cienfueguero Omar George como un ejemplo de lucha “contra el secretismo”. Según el periodista, Varens declaró fuera de cámara: “A mí nadie me ha dicho que no dé cifras. Y por la verdad hay que matarme”.
Con anterioridad, George había publicado en el sitio de la Unión de Periodistas de Cuba una nota en la que comentaba su frustración por la negativa de las autoridades de Salud del territorio por aportar datos precisos sobre la magnitud de la pandemia, a pesar de que Cienfuegos atravesaba “una de sus peores epidemias de dengue”.
No es fácil que la verdad se abre paso en la isla, sobre todo si es de forma oficial.
El Nuevo Herald contactó el viernes al doctor Varens, quien se sorprendió ante la cifra de 3,500 casos que, supuestamente, él mismo había brindado a periodistas nacionales. Luego dijo no estar autorizado para dar información sobre el tema, pero declaró que si estos números habían sido publicados por los medios cubanos, debían ser ciertos pues “la prensa cubana no miente”.
Si de acuerdo al médico la prensa oficialista no miente, la situación es grave en Cienfuegos y resulta elemental que lo conozcan tanto el resto de los habitantes de la isla como quienes visitan el país.
Ahora se conoce que de nuevo hay dengue en Cuba, y en parte se sabe por la prensa cubana. Sin embargo, no siempre ha sido así. El miedo al mosquito ha llevado a un secretismo injustificado, que puede haber puesto en peligro la salud e incluso la vida de muchos.
El periódico de Miami realizó una búsqueda de la palabra “dengue” en los archivos de la Agencia Cubana de Noticias, parte de la Agencia de Información Nacional (AIN), y obtuvo solo dos resultados. El más reciente es un artículo publicado el pasado martes en el que se cita al doctor Armando Garrido, director Nacional de Salud Ambiental del Ministerio de Salud (MINSAP), quien declaró de modo general que “los niveles de infestación por el mosquito Aedes Aegypti continúan siendo un problema en la mayoría de las provincias”, sin referirse abiertamente a los casos de dengue.
Alertar a la población
En 2006, durante los meses en que el entonces gobernante Fidel Castro se encontraba grave o padeciendo una enfermedad que le impedía aparecer en público, de nuevo una epidemia de dengue azotó la isla, pero no se ofreció información al respecto.
Entonces esa mezcla de fragilidad y poderío del gobierno de La Habana —que por décadas lo ha caracterizado— alcanzó tal irracionalidad, que en ocasiones no solo penetraba el absurdo sino caía en el terreno del ocultismo. Las reuniones para discutir la campaña para la erradicación del mosquito Aedes Aegypti —el agente transmisor del dengue— parecían cónclaves de iniciados, con palabras que no se podían  pronunciar.
La palabra “dengue” era una de ellas. En esa época, en Cuba se llevó a cabo dos batallas paralelas: una para combatir la epidemia y otra que impedía nombrarla. Esta mezcla de recursos y silencios era digna de la literatura, pero las muertes impedían concentrarse en el hecho literario.
La epidemia no solo había sido excluida de la narrativa y el cine, sino también de las noticias. El mosquito, visible y pertinaz, era el único enemigo que no podía nombrarse.
El temor persiste, como demostró el doctor Varens Álvarez, ante la pregunta de un medio extranjero, sobre todo si ese medio procede de Miami. En la situación cubana se puede comprender ese temor —lo que no impide combatirlo— y saludar al médico que optó por la verdad frente al miedo.
La negación ridícula de un problema, como la existencia de una epidemia —sea de cólera o de dengue— nos enfrenta con un componente irracional propio de los gobiernos totalitarios: el mito del Estado todopoderoso, que está más allá del orden común de las cosas; la obediencia ciega y la confianza absoluta en ese poder que no admite fallas y defectos.
El dengue es precisamente una falla, un defecto que el régimen se niega a reconocer, del cual jamás ha admitido sus causas reales: algo ajeno al país, que cuando apareció por vez primera en forma de epidemia grave, durante el proceso revolucionario, se culpó de su origen a la CIA y a Washington. Entonces sí podía mencionarse porque era una amenaza externa.
En aquel entonces se optó por nombrar al mal, pero años después se ocultó su retorno y la extensión que estaba alcanzado por todo el país. Y al igual que ocurrió con la salud de Castro, se prefirió la incertidumbre. Los rumores y especulaciones sustituyeron a la falta de datos.
Se sospechaba que la epidemia podía haber venido de lugares como Venezuela y otros países del área que aún en la actualidad envían a Cuba alumnos y enfermos. También abundaban los comentarios de que en aquel nuevo desarrollo epidemiológico había estado influido por el empeoramiento de las condiciones en los sistema de alcantarillado y suministro de agua, la falta de higiene, el menor control fitosanitario y el desvío del personal médico hacia otras naciones. Incluso se especuló que la ausencia de Castro del poder era causa del brote y resultado del ocultamiento.
Hay que reconocer el esfuerzo que siempre ha desarrollado el gobierno cubano para controlar este tipo de epidemia; señalar que se han destinado amplios recursos a la labor y decir que, en otras naciones del área, el mal es endémico y no se combate con igual rigor.
Nada de lo anterior, por otra parte, impide enfatizar que las causas que han posibilitado una y otra vez el surgimiento de nuevos brotes de dengue se encuentran en las deficiencias y errores de ese mismo gobierno, que por lo general combate con intensidad una crisis de salud de la cual es culpable por las pésimas condiciones sanitarias, ya sea por descuido, mal trabajo o carencia de recursos.
El dengue siempre se ha enfrentado con una combinación de profilaxis, tratamiento clínico, y un énfasis ideológico, incluso bélico. Por décadas se ha caracterizado al mosquito portador como “enemigo” y se han empleado términos como “combate” y “ofensiva” para enfrentarlo, como si el pequeño animal portara cañones y ametralladoras. No se trata del empleo del ejército para combatirlo —lo que han hecho otros países, como Nicaragua— sino del uso de la retórica guerrera a la hora de enfrentar un problema elemental de higiene y salud. Pero a los ojos de un gobierno militar, todo se resuelve con tropas y jerga.
Siempre se ha intentado achacar a la población —hogares, viviendas y familias— la culpa por las diversas epidemias; a costumbres caseras, como mantener plantas en el agua —las “malanguitas en el agua”—, sin reconocer que el desbarajuste nacional, y no el ambiente doméstico, es lo que ha propiciado la propagación del mal y las deficiencias para combatirlo.
Todo ello queda claro en un excelente reportaje aparecido en 14ymedio, donde se ejemplifica tanto el desvío de recursos —desde el robo de la gasolina de los equipos hasta la venta del alcohol destinado a matar las larvas, que en el mercado negro es adquirido por los padres para acabar con los piojos y liendres de los hijos— como la falsificación de datos y el trabajo mal hecho por improvisados.
Los años del dengue
La epidemia de dengue más grave reportada en Cuba fue en 1981, cuando la cantidad de personas enfermas llegó a 344,203; se notificaron 10,312 casos de dengue hemorrágico y 158 muertes; el mal retornó en 1997 con 3,012 casos; hubo 11,432 casos en 2001 y 3,011 en 2002; para 2006 se habló de al menos 15,000 casos, según cálculos no oficiales; en noviembre de 2009 se informó que ese año se habían registrado 63 casos, “todos importados por viajeros de otros países y ninguno grave”, de acuerdo a datos oficiales.
En 2006, informaciones que circularon fuera de Cuba hablaron de que el dengue había causado más de mil muertes en la isla ese año, pero el Gobierno siempre ha negado esa cifra de muertes, y la situaba en “apenas unas 40”. Un funcionario del Ministerio de Salud Pública admitió que podría haber “más de cien”, pero en ningún caso más de mil.
Durante años Cuba ha presentado una situación epidemiológica “delicada”, por la presencia de diferentes tipos de gripe y la aparición de casos de leptospirosis, hepatitis y otras infecciones. También han circulado rumores de la presencia de infecciones apenas conocidas con anterioridad, y que pudieron haber sido introducidas por los cientos de miles personas que han viajado a la isla, para estudiar o recibir tratamiento médico, procedentes de muchos países de América Latina y el Caribe.
En años anteriores se han encontrado en la isla diversos serotipos que pueden producir la enfermedad, todos importados por visitantes. El propio Gobierno ha considerado que la enfermedad no presenta características endémicas en el país, pero que se ha mantenido  “latente'', con brotes epidémicos ocasionales, debido a la cantidad de viajeros —fundamentalmente de América Latina— y a la presencia permanente del Aedes Aegypti como vector.
Los síntomas del dengue son fiebre, dolores musculares, erupción cutánea y trastornos digestivos, pero también se pueden presentar sangrados y la muerte puede sobrevenir por shock, señalan los especialistas. 

Como dar una mala noticia y que usted no se entere


La prensa oficial cubana, la única reconocida en la isla, lleva décadas censurando la información, pero eso le resultó relativamente fácil hasta el surgimiento de internet. En lo que quienes pertenecen a esos medios han tenido que trabajar un poco más es en la tergiversación, las medias verdades y las casi mentiras. Aunque aquí tampoco se nota mucho esfuerzo en la mayoría de los casos.
Hay una especie de cartilla, que se sigue al pie de la letra: destacar lo que conviene; el resto se oculta o se limita a un par de líneas al final; abusar de los eufemismos y  prodigar adjetivos a diestra y siniestra; recurrir a cualquier explicación, no importa lo inverosímil que resulta, si es útil para no buscarse problemas; huir de las comparaciones, sobre todo si se trata de cifras anteriores a 1959; eludir datos precisos y cambiar la realidad por consignas.
Es una especie de juego de corto y pongo, donde el orden de los factores sí altera el producto.
Las informaciones de la actual zafra azucarera no escapan a este ejercicio.
Este es un cable de Prensa Latina del 29 de mayor de 2014:
Continúa zafra cubana pese a clima adverso
Una decena de ingenios permanece aún en operaciones en la actual zafra cubana, en busca de lograr el cumplimiento de sus planes respectivos, que ya lo materializaron 24 centrales, informó hoy el Grupo Azucarero Azcuba.
Hasta el momento cinco provincias alcanzaron los volúmenes programados para esta campaña, mientras que Holguín —en la zona oriental— se aproxima a sumarse a ese grupo.
Liobel Pérez, especialista de Comunicación Institucional de Azcuba, dijo a Prensa Latina que pese a las dificultades afrontadas en esta zafra por el comportamiento atípico del clima, se ha logrado incrementar la producción un 3% respecto a la anterior.
Significó que se mantiene una tendencia al aumento de la producción del endulzante en las últimas cuatro campañas, incluida la actual.
El Grupo se propuso crecer en esta zafra un 18% en relación con la precedente, pero las lluvias en varios territorios y un invierno atípico —de poco frío— han sido responsables de las dos terceras partes del tiempo perdido por la industria, en opinión de Pérez.
Mientras, avanzan las labores de la siembra de caña en el país al plantarse en el primer cuatrimestre tres mil hectáreas más que en el año anterior.
Actualmente el rendimiento agrícola promedio es de 43 toneladas por hectárea, frente a una media de 26.7 en el 2010.
Hasta aquí el cable de Prensa Latina.
La información destaca el heroísmo y el cumplimiento del plan. Pese a las dificultades climáticas, se ha logrado incrementar la producción un 3 %, respecto al año anterior; cinco provincias han cumplido sus planes y otra está a punto de lograrlo; 24 centrales alcanzaron la meta programada.
Triunfos y más triunfos.
Solo que esos triunfos comentados se utilizan para encubrir un fracaso.
El plan planteaba un crecimiento del 18%. Si únicamente se logró un 3% quiere decir que se incumplió en un 15%. La cifra del fracaso es mayor que la del triunfo.
Sin embargo, sobre ese fracaso se pasa en puntillas y el cable solo se limita a echarle las culpas a un “invierno atípico”; es decir, hubo poco frío.
Cierto, el clima influye sobre la economía.
La economía de Estados Unidos se contrajo un 1% en el primer trimestre, debido a las fuertes nevadas, para citar un dato que ya deben estar buscando los adictos al poscastrismo si han llegado hasta aquí.
Pero hay diferencias fundamentales. El invierno estadounidense sí fue realmente “atípico”, con tormentas de nieve nunca vistas y el descenso vertiginoso de las temperaturas en el centro y sur de la nación, algo que no ocurría desde la época de las glaciaciones. Por otra parte, ello afectó a la economía en un 1%, no en un 15%.
Si en Cuba el incumplimiento azucarera es tan grande, otros factores deben haber actuado: humanos, económicos, políticos.
Veamos ahora otra información de la prensa cubana. Es de Cubadebate, del 30 de mayo:
Cuba aumenta en 3 por ciento su producción azucarera
Cuba aumentó su producción azucarera en 3% durante la actual zafra y aún una decena de centrales permanece en operaciones, informó este jueves un experto del Grupo Azucarero Azcuba.
Liobel Pérez, especialista de Comunicación Institucional de Azcuba, expresó que ese crecimiento productivo respecto a la campaña anterior se logró a pesar de las “dificultades afrontadas por el comportamiento atípico del clima”.
Destacó, además, que se mantiene una tendencia al aumento de la producción del endulzante en las últimas cuatro moliendas, incluida la actual.
El plan de incremento para esta zafra era de un 18 %, pero las lluvias en varios territorios y un invierno atípico —de poco frío— han sido responsables de las dos terceras partes del tiempo perdido por la industria, explicó Pérez.
Las plantaciones de azúcar en Cuba carecen de drenaje adecuado, por lo que la cosecha mecanizada se hace difícil cuando llueve y el clima húmedo retrasa la producción de azúcar de caña.
Esta campaña comenzó en noviembre último con 49 fábricas en activo y el propósito de que fuera “la mayor zafra de la última década” y llegar a 1,8 millones de toneladas.
José Pérez, líder sindical del sector, dijo el pasado día 15 que la producción de azúcar de esta campaña supera en más 40,000 toneladas el real de la pasada (1,6 millones de toneladas), pero no se cumple el plan previsto.
La cosecha azucarera 2012-2013 se incumplió en 11 % del plan previsto, al dejar de producir 192,000 toneladas de azúcar debido a bajas molidas de caña, afectaciones en la eficiencia industrial y el impacto del devastador huracán Sandy en la región oriental de la ínsula.
(Con información de Xinhua)
Hasta aquí la información de Cubadebate.
Primero hay que señalar que el portal Cubadebate es quizá la mejor fuente de información del gobierno cubano, pero por definición no es un órgano de prensa partidista, como —Granma y Juventud Rebelde— y ni siquiera se presenta como oficial sino más bien oficioso (aunque por supuesto pertenece al aparato estatal).
Lo segundo es que se trata de un medio de difusión por internet, y por lo tanto fue creado más de cara al exterior que al consumo nacional.
Tampoco se pueden pasar por alto dos detalles curiosos de la nota de Cubadebate: el hecho de que un dirigente sindical hable como un administrador de central o magnate azucarero y que la información se complemente con una agencia cablegráfica china (¿así que los chinos saben más que los cubanos de la zafra azucarera?).
Más allá de las similitudes de contenido en ambas informaciones, las une el mismo objetivo: convertir el fracaso en triunfo, señalar el 3% y pasar por alto el 15%.
Sin embargo, Cubadebate se permite ofrecer datos clave que Prensa Latina omite —y por ello vale la pena leer Cubadebate— y es que el incumplimiento del plan de este año supera al del año anterior: “la cosecha azucarera 2012-2013 se incumplió en 11 % del plan previsto”, y con la atenuante de que un huracán afectó la zona oriental del país. Así que este año la falta de cumplimiento es mayor, y aquí es donde está la noticia, escondida en el párrafo final de la información.
Si hubiera el mínimo respeto para el lector, televidente y radioescucha, la prensa oficial cubana debió titular la información con algo así: Se repite el desastre azucarero; Se incumple de nuevo el plan azucarero; Crece incumplimiento del plan en la actual zafra.
Hay otro dato clave que aparece en Cubadebate y está ausente de Prensa Latina-
Dice Prensa Latina que 24 centrales lograron “el cumplimiento de sus planes respectivos”. Pero, ¿qué significa esa cifra? Una tarea elemental, que se aprende en las escuelas de periodismo y redacciones de diarios es el poner las cifras en contexto, para brindar las referencias necesarias al lector a fin de comprender el significado de los números. Cubadebate señala que la zafra “comenzó en noviembre último con 49 fábricas en activo”. Es decir, que hasta el momento más de la mitad de los centrales azucareros no ha podido cumplir los objetivos de producción, y que la cosecha está más que atrasada, a los efectos de ese cultivo, por lo que continuarla en verano es un disparate, solo posible gracias al petróleo venezolano.
Por lo tanto, otro de los titulares posible sería: Hasta el momento más de la mitad de los centrales azucareros no cumplen plan de producción.
Para quienes piensen que este texto la emprende conra la prensa cubana por motivos ideológicos, se puede añadir que lo “objetivo” y “balanceado” es afirmar que ésta no siempre censura la información, sino que a veces simplemente la oculta y el lector tiene que dedicar una mañana y consultar varias fuentes para conocer un mínimo de lo que en realidad ocurre, o vivir en el extranjero.
El único título veraz lo ofreció Radio Habana Cuba, que con la misma información de Cubadebate, editada, tituló así: Zafra azucarera cubana es superior a la anterior en 3% pero se incumple el plan de producción.

Radio Habana Cuba es una emisora radial que transmite para el exterior. Resulta evidente que el gobierno cubano considera que los únicos con derecho a conocer aunque sea parte de la verdad es quienes viven fuera de la isla.

A rescatar la efeméride, pero sin tocar a degüello


Entre los muchos males de un estado totalitario, la impunidad a la ridiculez es uno menor, pero no por ello deja de ser pernicioso.
El periódico Trabajadores publicó una entrevista el 18 de mayo con el título: 20 de mayo de 1902: Una fecha que pretenden arrebatarnos.
Pero un momento señores, ¿quién intentó arrebatar la fecha? Porque no hay que hablar de intento sino de crimen consumado. Fidel Castro borró la efeméride del calendario de la isla, y hasta ahora el hecho continúa incólume, el delito sin castigo.
Sin embargo, este año ha surgido un tenue esfuerzo por cambiar esta situación. Primero, el 16 de mayo, aparece en el blog de Silvio Rodríguez, Segunda Cita, un artículo titulado Reivindicación del 20 de mayo, de Fidel Vascós González, quien presenta la fecha como una especie de Dr Jekyll and Mr Hyde y quiere defender al bondadoso doctor (“el hecho constituyó una manifestación de inmenso júbilo”), pero tiene miedo que lo asocien con el monstruo (“el 20 de mayo también tiene un lado oscuro y de frustración”), por lo que propone un rescate, pero sin tocar a degüello: “Los cubanos patriotas, que son los más, de dentro y de fuera, debemos rescatar el 20 de mayo como una fecha nuestra, con sus luces y sus sombras”.
Al rescate se lanza también Trabajadores, con la entrevistada Francisca López Civeira, doctora en Ciencias Históricas, profesora de la Universidad de La Habana y vicepresidenta de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba.
El texto del periódico es más triste, porque la profesora olvida el menor rigor histórico y se lanza a justificar lo ocurrido: “El 20 de mayo de 1902 había sido el gran símbolo de esa república que, con el triunfo de la Revolución entraría en otra etapa, y por tanto se quería barrer todo lo que simbolizara el pasado oprobioso”.
En realidad el 20 de mayo simboliza el surgimiento de la republica cubana y nunca simbolizó un “pasado oprobioso”, sino la independencia del dominio español. No era el 4 de septiembre ni el 10 de marzo, que por cierto, nunca fueron feriados nacionales.
Confundir patria y Estado con gobierno es un error que aún siguen repitiendo en Cuba quienes se pliegan al sistema.
Cuando a la historiadora le preguntan las causas por las que no se llevó a cabo la anexión de Cuba a Estados Unidos responde con una salida populista:  “En mi opinión no se realizó porque el pueblo cubano no lo permitió”. Si la historiografía cubana está en manos de mentes tan simples, mucho queda por escribir.
Lo curioso es que en ambos trabajos se recurra a un extranjero para justificar el pálido intento de rescate de la fecha: el generalísimo Máximo Gómez  y la frase "!Hemos llegado!".
En realidad, celebrar el 20 de mayo continúa siendo problemático en Cuba no solo porque es cuestionar al propio Fidel Castro: una reivindicación del mayo cubano convierte de inmediato al julio fidelista en un eslabón y no en el comienzo de la república. Y hasta ahí, nadie aún en Cuba —dentro del gobierno o afiliado al mismo— se atreve a llegar.


viernes, 30 de mayo de 2014

La cara del poliedro


En marzo de 2000 escribí esta columna, que apareció publicada el 27 de ese mes en El Nuevo Herald y ahora reproduzco:

Quiero conservar la ilusión de que Alfredo Guevara dimitió del cargo de presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) para “realizar una obra escrita”. Me niego a prestarle mucha atención a los rumores de que fue destituido a consecuencia de la última película de Juan Carlos Tabío, Lista de espera. Me resisto a creer que a estas alturas esté encargado de dirigir la ofensiva cultural que en varios frentes viene realizando en el exterior el régimen de La Habana. Debo confesar, por último, que no lo hago impulsado por el entusiasmo hacia los futuros libros de Guevara —que no pienso comprar— o por el masoquista interés de criticarlos. Me mueve únicamente el afán de venganza.
Anticipo con gusto el resultado de esos libros por una sencilla razón: Guevara no es un escritor. Sería simple decir que no sabe escribir. El problema en él es mucho más profundo. La persona que por más de 30 años dirigió y censuró el cine cubano no sólo es incapaz de realizar un corto de aficionado —con un tema tan pueril como digamos el desayuno del bebé—, sino de expresarse con lucidez en un párrafo, donde las palabras adquieran sentido colocadas unas junto a las otras. En pocos casos es más cierta la frase de que el hombre es el estilo. Si bien el dicho no se puede aplicar por completo a Guevara —no se le puede considerar un escritor—, sí se puede comentar su estilo, y éste siempre ha sido el de negar la creación. Dice ahora el ya exfuncionario que la verdad es “poliédrica”, pero antes él nunca cesó en el empeño de opacar todos sus lados. De sus escritos solo quedará el intento de hacer precisamente eso: un poliedro de una sola cara, que es la de la censura. Si en Cuba hay un “síndrome de la roncha”, Guevara es “una lergia que camina”, como recita con gracia Luis Carbonell. Enfrentado con una cuartilla, su habilidad para destruir las obras y las ideas, y para mutilar y tergiversar los proyectos ajenos se volverá en su contra. A raíz de la renuncia, un cable habló de su “habitual tono críptico y tortuoso”. De seguro el periodista no encontró mejor justificación o complacencia para calificar la forma de expresión de alguien que siempre se destacó por destruir con razonamientos tortuosos más de un criterio, una idea o una propuesta valiosa, reafirmando los peores dogmas en un ropaje de seda y veneno.
Contra la dualidad entre una obra verdadera y un producto fácil y trillado se opone en ocasiones la complejidad hueca, que usa su desprecio trivial por lo popular como una forma de encubrimiento ante la incapacidad para alcanzar el valor artístico. Es el momento en que el tramposo sustituye al artista, el artesano o el comerciante. A lo largo de la historia de la cultura las trampas han sido muchas y variadas. Las practicaron los sofistas griegos y los poetas culteranos españoles. En Cuba y en el ICAIC existió una especie de trilogía, dedicada a encantar las torpezas. Sus tres brujos fueron Guevara, que siempre actuó como sacerdote mayor —cuyo saco sobre los hombros, la ropa negra y el rostro pálido y fláccido siempre recuerdan la presencia fatídica del funerario; Julio García Espinosa, el aprendiz de brujo hasta que las escobas y los baldes le cayeron encima, y Jorge Fraga, que no llegó a ser un espíritu en bruto aunque sí un bruto de espíritu. Durante años los tres compitieron en un rebuscamiento de palabras que aburría desde el inicio.
Quizá algunos piensen que ahora que Guevara cuenta con el tiempo necesario para dedicarse a la escritura pudiera hacerles un favor a los curiosos, ya que no son pocas las intrigas de las que ha sido testigo o protagonista. No lo hará. Se lo impide su cobardía. En una vida dominada por la envidia hay demasiados aspectos turbios. Carece de la humildad necesaria para contarlos. Es demasiado vanidoso para no preferir la trama del insulto y la destrucción de quienes lo superan intelectualmente. Solo se rinde ante el poder.
Si hay un abuso del adjetivo en lo escrito hasta aquí, se debe a mi incapacidad para hablar del personaje en términos peores. Algo podrido hay en Alfredo Guevara y ninguna palabra es capaz de salvarlo o condenarlo. Nada peor que revolver el hedor. De ello no se podrán apartar los futuros libros de Guevara, si algún día los escribe. Ni se libra esta columna. 

jueves, 29 de mayo de 2014

Las últimas palabras de un fracasado


 

Siempre, en la memoria de los 70 en Cuba, Alfredo Guevara fue más que la imagen del cortesano, el comisario político y el funcionario hábil. Era la representación del poder. Pero de otro poder: no el militar autoritario ni el cuadro del Partido altanero; ni siguiera el chivato de cuadra. Era el poder ilustrado y también la ilustración del poder. Doblemente dolorosa porque nada tenía que ver con toda esa epopeya bélica, que rechazaba, ni con la estulticia partidista, que nunca tuve y siempre desprecié. Aunque sabía que Guevara formaba parte de todo aquello, que no era simplemente por su amistad con Fidel y Raúl Castro que ocupaba el cargo que tenía, que había algo más que hacía que él contara para tantas cosas y opinara en tan diversas ocasiones. Era intrigante, conspirador y déspota, y lo hacía por supuesto con sagacidad. Pero lo peor es que no podía sentir solo desprecio por todo eso, sino también envidia. Envidia por los viajes que realizaba, por los cuadros que le rodeaban, los libros que le regalaban. Por tantas comidas que suponía se realizaban en un ambiente inteligente. Guevara no era la realidad cubana. Ni el campesinado, ni la Sierra Maestra y tampoco la Unión Soviética. Era Europa. Una especie de Iliá Ehrenburg, pero con un poder que nunca tuvo Ehrenburg. Lo envidiable desfilando frente a uno con ostentación. Mientras otros dirigentes vestían de miliciano o con uniforme militar, Alfredo —esa especie Roy Orbison sin canto, gracia ni guitarra— aparecía con el saco sobre los hombros, como si acabara de salir de una galería en París y Bruselas y todavía tuviera en los ojos las ediciones príncipe, los grabados y los textos más recientes, hojeados con laxitud y placer. Ahora una entrevista tardía, publicada en la revista Letras Libres, nos desnuda los últimos meses de su vida. No cuando supo que todo lo hecho había finalizado en fracaso, salvo las pequeñas ventajas de  detener aún la mirada en cuadros y jarrones que consideraba propios aunque no lo eran —eso lo sabía desde mucho antes— sino cuando se dio cuenta que ya nada importaba y podía decirlo a extraños: “Nunca ha existido el socialismo, tampoco en Cuba. En Cuba lo que hay es una sociedad más solidaria, más preocupada por lo social. Nuestro proyecto original ha sido deformado y la única esperanza que nos queda es que tengamos
la fuerza para cambiar, no la imagen sino la esencia estructural del proyecto. Si me equivoco, entonces habré perdido toda mi vida y será una novela como la he soñado, pero trágica. Porque lo único que merecería mi vida es que me suicidara”. Por un momento, tras el asombro dejado atrás en otras frases del mismo texto —“ no creo que mi pueblo valga la pena”— me sobrecoge como un sistema puede ser capaz de engendrar y alimentar a esos seres poderosos en un momento y miserables siempre, y como este individuo, dedicado a la doblez todo el tiempo, por apenas unos minutos se confiesa y muestra solo el rostro del fracaso. Lo leo, y esta noche soy feliz.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Las más ¿poderosas?


Desde sus inicios, la prensa cabalga sobre clichés. El cliché es el lugar común, la idea o expresión demasiado repetida. La fórmula fácil.
Son precisamente los medios de prensa quienes se encargan de esta elaboración. En primer lugar para ganar público, audiencia o lectores. En segundo, para posicionar figuras que, por su interés o encomienda, les intereresa promocionar. Y en tercer lugar, por vagancia. Nada más fácil para un periodista que repetir un cliché, en vez de detenerse a formular una explicación.
La lista de mujeres “más poderosas del mundo”, que elaboran diversas publicaciones, es quizá uno de los ejemplos más típicos de esa aberración común. En última instancia este tipo de lista solo sirve como atributo que se añade a un nombre: Poco refleja de la realidad y es simplemente cómplice de un engaño generalizado. Pero lo anterior no disminuye que se lean dichas listas —como evidencia este texto— y que las publicaciones las enarbolen para sumar lectores.
La revista Forbes acaba de lanzar un nuevo capítulo de esa ilusión entre perversa y pueril, y encabeza su lista para 2014 con la canciller alemana, Angela Merkel. Le sigue la jefa de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet Yellen. El tercer puesto es para Melinda Gates, mujer del fundador de Microsoft y reconocida por su labor filantrópica. Después aparece la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, seguida de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. Cierran el top ten, la exsecretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton; Mary Barra, de General Motors; la primera dama estadounidense Michelle Obama; Sheryl Sandberg, de Facebook; y Virginia Rometty, de IBM.
Hasta ahí va bien la cosa. Pero si se continúa la lectura, vemos que tras los nombres de la presidenta  de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner (19), y de la mandataria chilena, Michelle Bachelet (25), aparece la actriz colombiana Sofía Vergara (32),
Vergara puede ser una figura de televisión, conocida por su papel en la serie Modern Family, y la mejor pegada en este medio. Sin embargo, es una pésima actriz, y más allá de la publicidad y los millones no representa nada ni significa nada.
Por si esto fuera poco, cinco puestos más abajo aparece Shakira (37 y en el puesto 89 está la modelo brasileña Gisele Bundchen, que integra la lista por séptimo año consecutivo, al ser la modelo mejor pagada del mundo con unos ingresos de 42 millones de dólares. Vanidad, dinero y superficialidad.
El problema es que se puede ser simpática, atractiva y ganar mucho dinero, pero no ser realmente poderosa, a los efectos de regir los destinos del mundo. Por ejemplo, la canciller alemana no reúne estas tres cualidad y sí es realmente una figura poderosa en todo el mundo. A la hora de apretar los botones para disparar misiles, declarar una guerra o poner en marcha una operación encubierta, nadie va a tomarse el trabajo de preguntarle a Vergara o Shakira,
Lo demás es parte de la superstición de finales de siglo pasado que se ha continuado en este, de considerar héroes a los deportistas, seres que tienen algo que decir a los artistas de cine y analistas políticos a los presentadores de radio y televisión.
Tod queda entonces reducido a la publicidad, el periodismo barato y el chismorreo de una noche.
Así que la próxima vez que vea un nombre en una lista, pregunte, indague, investigue y no se deje seducir. 

lunes, 26 de mayo de 2014

Morúa, Yoani y la vieja represión


Manuel Cuesta Morúa no nació a comienzos del pasado siglo. Tampoco en Rusia. Ni en su infancia conoció las grandes estepas, la colectivización forzosa, los enormes esfuerzos por industrializar el país. No es un ciudadano soviético, ese país  inexistente.
Sin embargo, ha sido acusado en Cuba, su patria, de un delito de la época estalinista:  “Difusión de Noticias Falsas contra la Paz Internacional”.
Ante acusación tan grave, y si uno desconoce lo que en realidad pasa en Cuba —algo no muy difícil de que suceda debido a la confusión internacional imperante—, lo primero es pensar que se trata de un conspirador peligroso, un agitador exaltado o un personaje taimado y siniestro.
Ocurre todo lo contrario. Cuesta Morúa es el más pacífico de los opositores cubanos, un hombre tranquilo de hablar pausado y convincente, que expone sus ideas sobre lo que considera debe ser el futuro democrático de Cuba sin gritos ni aspavientos. Tiene una trayectoria clara, no se le conocen trastiendas y se puede estar de acuerdo o no en lo que dice, pero él lo dice sin ocultar nada, sin mentir y sin motivos ocultos.
Sucede además de que Cuesta Morúa es escritor, analista político y su actividad fundamental es el planteamiento y la discusión de ideas.
Sólo agregar un detalle: su pensamiento es socialdemócrata, por lo que muchos en Miami recurren a las viejas categorías y lo encasillan como “izquierdista”. Y algo más: es negro.
Yoani Sánchez se ha convertido en la voz más popular en el exterior del activismo ciudadano que busca el establecimiento de una sociedad civil en Cuba, con un discurso que combina el uso de las nuevas tecnologías con su visión generacional sobre la isla. Es, simplemente, una bloguera. Puede considerarse una activista. Si se le llama disidente en la prensa extranjera es como un recurso facilista, por recurrir a un concepto conocido para sustituir una frase más larga.
Sánchez ha logrado caminar por la delgada línea de la expresión de sus dudas y problemas —que son los de la mayoría de los cubanos— sin caer en el discurso político contrarrevolucionario tradicional.
Cuesta Morúa y Sánchez no tienen que compartir las mismas ideas y visiones en todo lo relacionado con lo que ocurre en Cuba y el resto del mundo. Pero a ambos los une el interés y la pasión por divulgar la verdad y el buscar cambios pacíficos en la isla. Ese delito, lo cometen a diario.
A Cuesta Morúa se le aplicó una medida cautelar, que lo obliga a presentarse todos los martes en una estación policial, hasta el día presumible en que se le celebre juicio (aún no se ha fijado fecha). ¿De qué se le acusa? Pues simplemente de intentar celebrar un Foro Alternativo a la II Cumbre de la CELAC. Algo que se hace rutinariamente, en cualquier parte del mundo, cuando se lleva a cabo una cumbre de presidentes. Un tipo de evento que precisamente el gobierno cubano ha alentado y financiado en otros países.
Yoani Sánchez acaba de crear algo que también cualquiera hace a diario, desde la comodidad del hogar: crear un portal —creo que, de momento, llamarlo periódico es un poco exagerado— para divulgar información. Aún no ha sido acusada de nada, pero una sentencia se decretó a las pocas horas de salida del sitio en internet: quienes viven en la isla no pueden ver la página; para las computadoras de la isla no existe. Ha sido bloqueada.
Lo curioso en ambos casos es que tanto es ridícula la acusación contra Cuesta Morúa como artero el bloqueo al nuevo portal dirigido por Sánchez, 14ymedio. En este último caso, la solución no ha sido la simple censura sino una forma que intenta ser sutil, pero es igualmente burda: el portal ha sido hackeado, y los usuarios que desde la isla intentan acceder al mismo son redireccionados a Yoanislandia.com, una página dedicada a difamar a Sánchez.
Eso, en Cuba, no se hace sin la autorización del gobierno, pero La Habana ha decidido crear un compás de espera: ver la reacción internacional al hecho y medir sus consecuencias. Analizar en la práctica lo “dañina” que se puede considerar la información suministrada. Es posible que esta situación cambie en el futuro o en cualquier momento*.
Sólo que con este hecho convirtieron en noticia no solo la salida del portal, sino también su bloqueo. Las consideraciones sobre la calidad de la información brindada quedan para otro momento.
Tacañería de un Estado que no admite la menor manifestación de independencia, donde la función opositora ha evolucionado de un enfrentamiento radical al desacuerdo, la disidencia y la simple búsqueda de una vida propia. El gobierno de Cuba sigue sin permitir la menor apertura, no sólo de un espacio político sino de información independiente. Mientras algunos métodos represivos cambian de táctica —detenciones por varias horas, advertencias—, el mecanismo de terror se mantiene inalterable.
*El bloqueo o hacheo fue eliminado aproximadamente el sábado por la noche y el domingo ya los residentes de la isla podían entrar en el sitio. Esta columna fue escrita el jueves pasado y enviada al periódico el viernes. La edición del lunes, en lo que respecta a las páginas de "Opiniones" queda lista ese día.
Esta es mi columna semanal, que aparece en la edición de El Nuevo Herald del lunes 26 de mayo de 2014.



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